Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

miércoles, 29 de abril de 2015

El ejemplo de Boconó

¿Alguien conoce Boconó? Una ciudad relevante, la segunda de Trujillo, con una hoja de vida densa e importante desde su fundación (1563) hasta la actualidad. ¿Hay quien recuerde la última protesta de connotación nacional registrada en aquél lugar?
Hoy en Boconó la población salió a la calle con dos consignas: basta de escasez y basta del reinado del hampa. Su único norte era mostrar el descontento con la crisis nacional. Cosa que logró ampliamente.
Cuando el mensaje es sencillo y la causa es común, la reacción no se hace esperar. La gente superó los dimes y diretes de la coyuntura electoral, las conchas de mango del gobierno, los temas halados por los cabellos para distraer a la opinión, y se creció estimulando el rechazo hacia dos lugares comunes: las colas y la inseguridad.
Esta movilización de calle, gran expresión de civismo, enarbola la bandera de una causa justa. El pueblo no puede seguir soportando a unas autoridades que persisten en la destrucción del país.
Sencillo: tenemos hambre y odiamos la violencia.
Desde nuestro espacio cada quien puede aportar, porque cada ciudadano es accionista de esta nación y socio de este problema. Si lo dejamos correr, como han hecho muchos, o si nos acomodamos en la fila y simulamos vivir en la burbuja del "¡la culpa es de los políticos!, ¡que lo resuelvan ellos!", mientras a nuestro alrededor se desmorona lo que una vez fue la Venezuela democrática, complacemos al gobierno.
La indiferencia es un aplauso a los culpables.
No está en discusión si hay o no que sumarse a la oposición, porque la oposición ya no es un grupo minoritario o el sinónimo mal empleado que posicionó el chavismo para englobar a todos los afectos de la MUD, la Cuarta República y las fallas del pasado, la oposición somos todos los venezolanos que no queremos más caos. Que nos oponemos a la miseria y la frustración que patrocinan los que desde el poder hieren cada vez más a la población.
Boconó ha sido un ejemplo. La causa es de todos. Tenemos hambre y odiamos la violencia. Basta de escasez, basta de colas, basta de inflación, basta de malandros en la calle y en el gobierno.

Cambiar este modelo es una meta muy posible, si empujamos todos.

Ángel Arellano

martes, 28 de abril de 2015

En Venezuela hay hambre


            En la esquina, el perrero anunció los nuevos precios. Ahora el pequeño  cuesta 50 Bs. y avisó que dentro de poco volverá a aumentar. Un señor pagó los dos que había devorado hambriento con un billete de 100 Bs. y siguió caminando a su casa, 15 cuadras después. Los 20 Bs. de vuelto que antes recibía, servían para costear el bus a casa, pero se lo tragó la inflación. Tocó irse a pie, rezando para que ningún amigo de lo ajeno le quitara los harapos o el “vergatario”.
11,3% de los venezolanos están comiendo dos o menos veces al día. A 8 de cada 10 no les alcanza el dinero para comprar los alimentos para su hogar. La crisis hizo de la cola un punto de encuentro de todos los ciudadanos. La desesperación y la angustia son acompañantes de quienes andan de aquí para allá hurgando entre abastos, bodegas, buhoneros y bachaqueros para completar el mercadito del “diario”.
La hipertensión y la diabetes son hoy en día las dos enfermedades más registradas en la caótica Venezuela. Ambas, con altísima escasez de medicamentos, están asociadas al estrés, al ritmo de vida ajetreado y a la mala alimentación.
La carne de Mercal y el pollo de Pdval ya no están de moda. La mortadela se impuso con mucha ventaja. En los 10 principales alimentos del venezolano hay más carbohidratos que proteínas. Una nación débil que subsiste con muchos estómagos vacíos. En estas condiciones nuestro país no puede subirse al tren de la globalización ni seguirle el trote a los avances del mundo. “Venezuela es un lunar en la región” dijo hace poco el ex presidente del Perú, Alejandro Toledo.
La ficción del menú latinoamericano con el que Chávez proveía a los pobres, labrando jugosas importaciones  sobrefacturadas con las que hizo ricos a decenas de boliburgueses, desapareció. Terminó la ilusión de que todo lo importado era bueno. Siempre fue un espejismo. Llegamos a tener en una misma mesa el plato del ALBA: carne uruguaya, chorizo argentino, pollo brasileño, caraota nicaragüense, azúcar cubana, atún ecuatoriano y especias del Caribe.
Un estudio recientemente publicado por la USB, la UCAB y la UCV, destaca dos datos electrizantes: 11% de los ciudadanos consultados aseguraron sentirse angustiados o deprimidos todo el tiempo por la situación económica y 31% expresó haber experimentado tristeza por esa misma razón. Esta es una pista de aterrizaje para aquella campaña “Venezuela es el país más feliz del mundo”.
Al ras de esta situación y en el marco del primero de mayo, el Partido Socialista Unido de Venezuela realizará una rifa nacional a través de un juego de azar llamado “Raspa a la oposición”. Sí, tal cual. En alusión a los populares tiquetes de raspaditos que se usan en las loterías, el partido de gobierno simulará cómo su militancia “raspa” con una moneda a la disidencia. No se muestran preocupados por el hambre que desplaza al país hacia realidades vividas a principios del siglo XX. La misión del gobierno es continuar con su ofensiva, la que traerá más escasez, más inflación, más hampa, más estrés, más depresión y más caos.
Mientras todo esto sucede, a Maduro le pegan un mango por la cabeza y responde regalando un apartamento a la valiente que ejecutó tal maniobra.
Volvieron los tiempos del lactovisoy, el fororo, el menestrón, el zaperoco de maíz cariaco, el funche y el ocumo sancochado… Puro carbohidrato, cuando se consiguen.


Ángel Arellano

martes, 21 de abril de 2015

Maduro: perorata, encubrimiento, mentira y fiasco.

Programa "En contacto con Maduro" #26 desde la Casa Fuerte de Barcelona

Martes, 21 de abril. Maduro habla y habla en la radio y en la televisión. El laboratorio de redes sociales que dirige Miraflores sigue minuto a minuto el balbuceo del Presidente. Se gasta tanto dinero como haya en existencia para potenciar el aparato comunicacional del régimen.
En su delirio, muestra con entusiasmo todos los síntomas de su condición psicopatológica. Los megalómanos cuentan con una autoestima inflamada, una consideración ilimitada de su omnipotencia y una creencia sólida de que su relevancia para el mundo circundante es definitiva. Maduro tiene parlantes, muchos, pero pocos lo escuchan, muy pocos. No ahorra en líneas ni argumentos. Se explaya contando, narrando, describiendo sus puntos de vista desde una tarima solitaria en la que lo acompañan los camarógrafos. A 15 metros de distancia están los distinguidos que pueden presenciar el acto. El resto, los trabajadores públicos obligados, deben estar en las aceras, chequeados por los sensores cada media hora.
Hoy, mientras estallaba un nuevo escándalo de corrupción producto del negocio gigantesco que confeccionó el ex ministro chavista y miembro retirado de las Fuerzas Armadas, Herbert García Plaza, en el que Venezuela adquirió a España tres barcos usados para la expropiada empresa de transporte marítimo Conferry y los incorporó como activos nuevos, generando una pérdida patrimonial al Estado de varios cientos de millones de dólares, el presidente de la Asamblea, el Capitán Cabello, dedicó su tarde en el Hemiciclo para divulgar nuevos procesos judiciales contra medios críticos que han mantenido su disidencia aun cuando la bota del gobierno ha hecho todo para pisarlos.
            El portal web La Patilla, el combativo diario Tal Cual, cuyo editor, Teodoro Petkoff, no pudo ir a Madrid a recibir la importante distinción internacional del premio José Ortega y Gasset por tener prohibido salir del país gracias a una denuncia que introdujo el mismo Cabello y de la que ya ni los mismos jueces de la causa se acuerdan, y el histórico periódico El Nacional, son las víctimas recurrentes del capataz de la Revolución. Para salirle al paso a Cabello, el Presidente de este último periódico ganó diversos titulares con una frase que en cuestión de minutos terminó siendo viral en las redes sociales: “Nosotros duraremos más que este gobierno”. La “recontraofensiva” avasallante de la que habla Maduro en su perorata, tiene en su núcleo un lugar común del régimen: intensificar la censura usando cuantos métodos sean necesarios.
            La televisión deja ver la Casa Fuerte de Barcelona, más iluminada que de costumbre. Desde ahí Maduro promueve a sus candidatos en las internas del PSUV. No hay que gozar de dotes de analista para percibir la gran tensión entre los asistentes. La homogeneidad del chavismo se perdió cuando murió el Superyo de Chávez. Los demás sobreviven en el canibalismo de la corrupción, la hipocresía y el abuso. Maduro, para no perder “El Legado” de demagogias y mentiras, muestra planos de las nuevas paradas de autobuses que dice incorporar en los próximos días en las mismas avenidas con las que cuenta desde hace 50 años la zona norte de Anzoátegui. Paradas que a vuelo de pájaro se nota no tendrán cabida en unas vías tan colapsadas como la av. Intercomunal o la av. Alterna.
            Diosdado desde la silla de regente del Parlamento volvió sobre ese discurso trillado que repite cada vez que puede para mostrarse como el hombre de mayor moral dentro del oficialismo: según él, luchará indeteniblemente en contra de la corrupción aun cuando casos como el de Conferry, que estuvo en sus manos y lo desechó, permaneció engavetado hasta que García Plaza dejó de ser parte de la cúpula roja y cayó en desagracia. Sino, hubiesen protegido la gran estafa al Estado por los ferrys usados y hoy parados por daños desconocidos. Cabello siguió el ejemplo de Chávez, callando las rubieras de los miembros del Gabinete hasta que éstos traicionaran “El Legado”. A la sazón, esto último lo dejó claro Tareck El Aissami, Gobernador del estado Aragua y ex Ministro de Interior y Justicia. Éste confesó que se había inmutado ante los casos de corrupción de su antecesor, Rafael Isea, quien también fue ministro e hijo de Chávez pero que encontró mejor vida bajo el amparo de la DEA y el FBI, porque el Supremo así se lo había pedido. En un acto de paternalismo encubridor, las desviaciones de los hijos se mantuvieron ocultas hasta que El Aissami aportara su relato que sin duda ha desmoralizado aún más a la población que vive las penurias de la cola y el reinado del hampa.
            Maduro sigue hablando en la TV. Le promete a Anzoátegui un sistema de transporte público de ensueño pero no dice qué hará con las cientos de unidades que están detenidas por repuestos o con los autobuses, busetas y carritos que cubren las rutas en deplorable estado. Sólo emana populismo; uno, por cierto, poco efectivo. No hay sondeos que sostengan que mejorarán los escenarios para el gobierno en lo inmediato. El más optimista sostiene que el país está polarizado en una relación 70-30: la cifra mayor agrupa a los descontentos, y en la menor se encuentran los indecisos y fieles al sistema actual aunque no sabemos con exactitud cuáles o quiénes son pues las encuestas hablan un lenguaje y el miedo, la frustración, la indignación y el odio, palabrean otro totalmente distinto.


Ángel Arellano

lunes, 20 de abril de 2015

“Bachazuela”: varios días en la cola


Sosteniendo una bolsa de papel que goteaba el aceite de un par de empanadas, una señora se defendía de las miradas. Eran las once de la mañana y dijo tener cuatro días en el sitio. Aquel fue el quinto desayuno en la misma posición: la acera de enfrente del establecimiento J.J. Pérez Alemán, una venta de electrodomésticos ubicada en la ruidosa avenida Intercomunal de Barcelona.
            Decenas de familias se reunieron algunas lunas atrás a esperar el camión que vendría cargado de neveras, equipos de aire acondicionado, y, según el rumor de un funcionario de la Superintendencia de Precios Justos, algunos televisores. Éstos últimos son los más buscados. La mayoría de quienes invierten varios días de sus vidas en esta fila aspiran hacerse con uno o dos de estos equipos.
            La acera se convirtió en un campamento improvisado. No faltaron quienes emitieron groserías e insultos a las personas de la cola, sin embargo, para nuestra sorpresa, terminaron siendo mayoría, según una breve inspección ocular de una hora, los que se detenían a preguntar la factibilidad del sacrificio, evaluando unirse.
            Sábanas, toallas, sombrillas, cartones, incluso edredones para cubrirse del frío que eventualmente trae la brisa de la noche, forman las tiendas que alojan a los protagonistas de la espera. Pacientemente se apuntan en listas, reparten números y acuerdan representantes que hacen de enlace con los vigilantes del local. Los cuerpos de seguridad del Estado sólo rondan la zona pocas veces en el día para garantizar que la situación no se salga de curso, aunque se han desarrollado un par de balaceras en los varios meses que lleva la dinámica.
            Sillas de playa, bancos de madera o plástico, gaveras de malta, cerveza o refrescos, bloques y hasta neumáticos, son los asientos de quienes han dejado su oficio para aventurarse en esta espera. Pareciera una zona marcada por el conformismo y la resignación. Hay muchas caras tristes, otras furiosas, algunas serias, pero todas expectantes, dándole vivas a la suerte para que puedan adquirir lo esperado.
            “La gente siempre pregunta que por qué uno está aquí aguantando sol, calor y humo. Como que no ven lo que pasa en el país con esta peladera”, expresó la señora tras culminar los bocados: “Muchos compran para revender, sí es verdad, pero la mayoría nos calamos este viacrucis para tener algo para la familia. Es la única manera de conseguir barato”. Su cabello registra algunas canas, puede estar finalizando la quinta década de su vida. Se veía fatigada, afectada por la insolación. Devolvía el mandado a los que lanzaban improperios desde los autobuses.
            Minutos después, se escucharon lamentos y una ola de vulgaridades. Recordaron la madre de los dueños de J.J. Pérez Alemán y la del Presidente de la República. ¿El motivo? Un vigilante había pasado el dato de que el camión con los productos no llegaría. Un accidente en la vía de Caracas hacia oriente había ocasionado su retorno a la capital.
Era el mediodía del viernes. Apenas el calor comenzaba su momento asfixiante. Los miembros de la fila debían seguir esperando. La empresa notificó que el transporte llegaría el lunes y pidió a los clientes del campamento que vinieran la semana próxima. Pero no, ahí se quedaron, en la intemperie de la acera, en la adversidad de la avenida. Comiendo cualquier “bala fría”, durmiendo con un ojo abierto, contando con baños ajenos y haciendo del periódico prestado un compañero infalible.

Ángel Arellano

jueves, 16 de abril de 2015

Cadivazo: tercer round (o todo el día en el banco)

 
        
         Cada vez que pensamos en que nuestra capacidad de asombro puede soportar otro embate, sucede algo que la descoloca, la saca de su sitio original. Llegamos a un punto en el que no sabemos quién manda, cómo manda en verdad y por qué lo hace de tal o cual forma. El país tiene un rumbo misterioso. Se hizo común escuchar en la cola: “el problema ya dejó de ser el gobierno… somos nosotros”. Hoy lo oí en la fila del banco mientras esperaba para abrir la fulana cuenta en el maravilloso sistema de banca pública.
         Para hacer corto el relato solo diré que llegué a las 5:45am a las afueras del banco y salí de la sucursal a las 3:30pm. Podrán interpretar que en el medio de todo ese tiempo sucedieron muchas cosas, entre las que destacaron la lentitud de la burocracia, la reinvención de nuevos papeleos que atrasan cualquier procedimiento y la inoperancia de un cuerpo “profesional” que opera con todo menos eficacia y agilidad. Pude abrir la cuenta, pero debo seguir recorriendo los bancos rojitos. En tiempo record el gobierno colapsó el sistema financiero que expropiaron tiempo atrás.
         Pareciera que el Cadivazo no fue del todo un plan de Maduro. Mientras éste andaba en los preparativos para su aparición en la Cumbre de las Américas, la noticia del madrugonazo Cencoex aterrizó en el puerto ardiente del descontento venezolano. Cualquier ápice de reconocimiento que haya ganado el Presidente con su presentación en el encuentro continental, perdió su efecto tras una de las medidas más impopulares de su par de desgraciados años de gestión. El “jefe” de gobierno llegó al territorio y de inmediato notificó que los clientes del Banco de Venezuela quedaban excluidos del nuevo cerco a las divisas. Anoche dije en un mensaje de Facebook que Maduro establecía con esto más diferencias entre compatriotas, ampliando la segregación de venezolanos. Revirtió el Cadivazo para unos pocos, porque ellos "no se roban los dólares del pueblo". El resto sí: nosotros, los excluidos de la banca privada, los "nadies" de Galeano, los que valemos menos que la bala que nos mata.
         Sigue la tortura. Tener una cuenta en la banca pública no te garantiza la Tarjeta de Crédito para poder realizar el viaje planificado. Las autoridades en divisas no van a reconocer si perdiste o no el dinero de los boletos que ahora deberás echar para atrás o reprogramar pagando multas onerosas. Lo más patético de esta situación es que no hay responsables ni oficinas de reclamo. No hay a quién pedirle soluciones ni indemnización. Estamos solo nosotros, la sociedad contra los patrones del Estado, el pueblo en contra de su capataz.
La ola de rumores, típica de los momentos de crispación e incertidumbre, ha traído consigo un montón de chismes que en algo tienen razón: apretaron más las tuercas con las que encierran a los venezolanos en un corral. La afición es un lugar común en el que se encuentran muchos. Al final de la tarde, cuando llegué a casa, vi un video de una muchacha que gritaba afligida en el Metro de Caracas el por qué debíamos protestar, rindiendo tributo a los estudiantes asesinados, torturados y presos. Un llamado determinante que nos debe motivar a seguir adelante: "… tenía miedo y decidí salir... Nuestra bandera es crear conciencia...".
La reconstrucción del país será lenta, difícil y complicada, pero necesita de nosotros. De todos.

Ángel Arellano 

martes, 14 de abril de 2015

Segundo día del Cadivazo: todos haciendo cola

Cola en sucursal del Banco del Tesoro de Lechería
         Nuevamente partí temprano a la calle. Desde primerísima hora el Banco del Tesoro de Lechería tenía una fila que superaba las 45 almas. Cuando abrieron, informaron que sólo atenderían a los 15 primeros. Luego de tantas restricciones, tantos atropellos y tantas pérdidas económicas ocasionadas a los viajeros, limitan aún más las condiciones para migrar a la banca pública.
         Los bancos privados aprovecharon el madrugonazo Cencoex para escurrir el bulto y salirse del paquete. Han notificando que no aceptarán trámites para divisas, aunque la norma establezca 30 días para que los usuarios que carecieran de cuentas en los bancos del Estado pudieran hacer el cambio.
Cola en oficina Corpoelec de Lechería
         Tuve que partir a la oficina de Corpoelec de Lechería a los fines de solicitar la impresión del recibo vigente que me exigen en el Banco Bicentenario para apertura de cuentas. Ahí la cola para pagar era muchísimo más nutrida, superior al bululú de Hidrocaribe que está justo en frente. Todo el mundo haciendo cola. Pagar la electricidad por la página web de Corpoelec es utópico. El aire acondicionado estaba dañado, no tenían Internet para el sistema integrado y la impresora no funcionaba. Está prohibido hablar con algún supervisor porque en la puerta de la zona de cubículos dice: “Restringido sólo personal autorizado”. Mientras la fila avanzaba lentamente, el personal de atención al público se fue.
Cola en oficina de Hidrocaribe de Lechería
         En la espera para cancelar el servicio, conversé unos 20 minutos con un trabajador petrolero y una señora ama de casa que estaba en el sitio. Ambos narraron anécdotas de un lugar común: “nos tienen a todos en las colas para que no hagamos más nada”. El señor me contó de todos los inconvenientes que ha tenido en el Banco Bicentenario. Desde el rígido proceso para retirar una cantidad en efectivo mayor a diez mil bolívares, hasta las planillas de declaración para cualquier depósito: “te preguntan todo. Que si de dónde sacaste la plata, que para dónde vas a moverla, que por qué estás retirando tal cantidad. Así es en Pdvsa. En el Criogénico (José Antonio Anzoátegui) para hacer cualquier diligencia es un papelero. Pasamos todo el día sacando copias y entregando requisitos. Con eso el gobierno nos tiene ocupados para que no inventemos nada que no les convenga”.
Cola para comprar alimentos en establecimiento Limpiatodo de Lechería
         Preocupada, la señora asintió. Habló del viacrucis de conseguir los productos: “para comprar detergente un día, para comprar aceite otro, para harina otro. Que si el número de la cédula, que si hoy no nos toca, que si no se consiguen los repuestos. Uno vive cansado de tanta vaina”.
         Así pues, pasó el día y no hubo nada que hacer. Recomendaron que fuera mañana a ver si me podían hacer el “favor” de imprimir el recibo. Por otro lado, la sección para citas del Banco de Venezuela sigue colgada. No hay manera de abrir una cuenta en esa institución sin esa planilla.
         El problema nunca será el cupo, la banca pública o privada, los alimentos nacionales o importados o las diligencias que haya que hacer. El epicentro del problema, de esta gravísima situación que vivimos, es la entrega de nuestra libertad, ese valor innegociable que se ha erosionado en el país bajo la mirada complaciente de muchos que se han adaptado a la vida en carestía, precariedades, atraso y miedo.

Ángel Arellano 

lunes, 13 de abril de 2015

Mi primer día de Cadivazo



 Hoy madrugué. Salí temprano de mi casa directo al Banco Bicentenario de la avenida Principal de Lechería. Al llegar, una cola como de 12 personas esperaba por la atención de la única promotora que se encontraba en su escritorio. La muchacha, más perdida que ubicada, estuvo los 30 minutos que me mantuve en el sitio con un solo cliente. Me retiré y todavía seguía en lo mismo.
            El gerente, quien se encontraba aturdido por las cientos de preguntas que recibía minuto a minuto sobre las nuevas reglas para la asignación de divisas a las personas naturales, resolvió decir: “sé lo mismo que ustedes. Me enteré por la prensa. Aun el banco no nos ha dicho nada. Estamos esperando por información”. La sucursal es la central receptora de solicitudes de divisas de toda la zona norte de Anzoátegui. Hoy no tenía en planta a su personal completo y una sola cajera lidiaba con la fila de los depósitos y retiros. El tablero para el tique de atención estaba remendado con papel y adhesivo, víctima del deterioro.
            De ahí fui a la sede del Bicentenario que está en el Peñón del Faro. También colapsado por la gente que preguntaba. El cajero automático no tenía efectivo y una sola promotora intentaba atender a todos los cristianos que acudieron con la misma iniciativa: abrir una cuenta y solicitar la tarjeta de crédito. Como no contaban con chequeras, tampoco pude hacer nada en ese sitio. Me enviaron a la sucursal del Centro Comercial Puente Real.
            En el camino, desvié el paso hacia el Banco del Tesoro de Lechería. Ahí, unas 45 personas estaban apuntadas para hacer el mismo trámite. El personal notificó que sólo abrirían cuentas electrónicas y serían nada más para los que llegaran a primera hora de la mañana. Del resto, quienes llegaran en el transcurso del día, no importa si viven al otro lado de la ciudad o fuera del eje metropolitano, se quedarían por fuera.
            Cuando por fin ingresé al Bicentenario del C.C. Puente Real, me tocó esperar algunos minutos. Como me enviaban de otra agencia me dieron algo de prioridad. Tampoco tenían chequeras, sólo iban a abrir cuenta electrónicas.  Entregué todos los recaudos pero fallé: el recibo de electricidad que llevaba como soporte era de febrero de 2014 y ellos exigen uno con 90 días de vigencia. Este requisito, ya obsoleto en la banca privada, fue la guinda del pastel.
            Entre banco y banco se habían hecho las 12:30m. La oficina de Corpoelec más cercana cerraba a la 1pm, la nueva norma en la administración pública para fomentar la holgazanería y el ocio. Por tanto, aun cuando hiciera todo por llegar ahí, no me iba a dar tiempo solicitar la impresión de recibos recientes y consignarlos en el banco.
            Al llegar a casa intenté revisar la situación en el Banco de Venezuela pero el área de reserva de citas para apertura de cuentas en línea estuvo caída. No hubo manera de hacer nada.
Tengo un viaje al extranjero en puertas y carezco de cuentas en la banca pública. ¿Por qué? Por todo lo que relaté: es ineficiente, inservible, inútil. Elefantes de burocracia y corrupción que terminarán siendo una carga para el Estado.
            Esto apenas fue hoy. Mañana volveré a los recorridos entre bancos rojos rojitos. Con mi saco de papeles y mi odio a perder el tiempo. Primer día del Cadivazo.

Ángel Arellano

No es un “cupo”, es la libertad


          Soy uno de los miles de venezolanos que perdió sus ahorros en un boleto aéreo. Al igual que muchos, no poseo cuenta en los bancos del Estado y menos una tarjeta de crédito emitida por esas instituciones. Planifiqué mi presupuesto, precario como el de toda la juventud venezolana, para viajar este año y realizar algunas actividades personales y profesionales. En fin, soy parte de ese montón que recibió lo que el argot popular resolvió identificar como el “Cadivazo”: un sorpresivo chaparrón de agua fría cortesía del régimen.
            Es incalculable la cantidad de ciudadanos que han perdido su dinero tras estos anuncios que regulan, hasta la asfixia, la posibilidad de optar a un discreto número de dólares para viajar. Incuantificable la estela de dramas en jóvenes, adultos, enfermos, deportistas, académicos, empresarios y turistas a consecuencia de esto. El gobierno aprovechó el clímax mediático de la Cumbre de las Américas para disparar un proyectil sin parangón.
            La medida, así como la convalidación exprés que hizo el CNE a las firmas contra Obama que terminaron escondidas en algún almacén “diplomático”, estimulará la diáspora. Al momento en que se supo el “Cadivazo”, la intención de emigrar estalló en todos lados. Las redes sociales estuvieron colmadas de rechazo e indignación, pero también de desesperanza y despedidas.
            En el momento que creemos que las cosas no pueden ser peor, terminan siéndolo. Y es que así es la vida en un sistema como el vigente. ¿Cómo pedir rectificación a un modelo diseñado para controlar, reprimir y estatizar? ¿Cómo esperar que el sistema se estabilice y vuelva al camino democrático partiendo de la premisa de “el tiempo de Dios es perfecto”? No hay razones para que el sistema instaurado por el chavismo cambie. Este ha sido su plan y preservarlo, cueste lo que cueste, es el objetivo principal.
            La nueva restricción incrementa el encierro, potencia el aislamiento de los venezolanos. El problema no es el “cupo”. Que lo reduzcan, amplíen, encarezcan o no, es irrelevante. La médula del problema es que no debe existir un “cupo” que limite a la gente para comunicarse con el mundo exterior. Ampararnos en la defensa del “cupo” es seguir convalidando el sistema y sus restricciones. Libertad es que no haya ni “cupo” ni control como sucede en casi todas las naciones que asistieron a la Cumbre de las Américas.
            El “Cadivazo” o nuevo “viernes negro” refrescó la erosión permanente de las libertades en un país más pobre, más violento, más inseguro y con menos oportunidades.
Por tanto, se replantea el problema: ¿seguir aceptando o no la imposición del “cupo”? Sonará radical para los más conservadores, pero la solución pasa por salir de este sistema. Reemplazar el modelo vigente no parte por una ecuación matemática, económica o política, sino por la aspiración social: querernos nosotros para querer más, reclamar, exigir, trabajar. Eso no solo no está sucediendo en la sociedad, sino que en los grupos políticos, que deberían aprovechar todas estas situaciones para potenciar sus mensajes de cambio y arraigarse con las demandas nacionales, tampoco se hace nada por conectar, por atreverse, por romper un esquema que les permita surcar la ola de la opinión pública.
No se nos puede ir la vida haciendo carpetas para implorar autorizaciones que degradan el gentilicio. El mundo espera más de nosotros. Más coraje, más valor, más decisión para cambiar esta realidad deplorable y vergonzosa.

Ángel Arellano

jueves, 9 de abril de 2015

421 años de la fundación de Clarines

Detalle de Clarines. Calle Bulevar con Calle San Antonio. Esquina inferior de la Plaza Bolívar.

El sueño sigue inconcluso. Nuestro pueblo no cuenta con ninguna comodidad, la calidad de vida es una quimera y la existencia es un evento degradante: de la noche a la mañana se hizo común y repetitivo que muera gente a manos de la delincuencia que opera, la más de las veces, con total aval de las autoridades permisivas.
Los gobiernos que han pasado por Clarines en tiempos de revolución sólo han servido para tres cosas: distorsionar los valores y costumbres que forman nuestra identidad local; corromper las arcas de Bruzual y hacer de las instituciones municipales un compendio de sitios vacíos a los que la gente acude sólo por una bolsa de comida, un empleo mal remunerado o una ayuda económica que en la mayoría de las veces no llega a buen puerto; y, afear el pueblo a tal nivel que podemos compararlo con un territorio en guerra, repleto de huecos, calles oscuras, plazas abandonadas, escuelas olvidadas y y un hospital en estado vergonzoso.
Clarines cumple 421 y sólo luce subdesarrollo. Su historia es desconocida por la mayoría de los que hoy lo habitan. ¿Y cómo va ser distinto si el Museo Histórico permanece cerrado? No se rinde homenaje al Maestro Rafael "Felo" Armas, a Alfredo Armas Alfonzo, al doctor Antonio José Rondón Lugo, a don Arturito Armas y tantos otros hacedores de ese legado que enorgullece el gentilicio. Los aniversarios del pueblo terminaron siendo sobrios actos protocolares que no despiertan interés en los ciudadanos. Los esfuerzos que realiza la Iglesia, los cultores y algunas instituciones educativas, parecen asuntos extraños a las autoridades, quienes actúan ajenas al fomento y la promoción de nuestra identidad.
Pedimos cambio para el Clarines que nos crió, el que nos vio crecer y nos hizo personas de bien. Para recuperar el pueblo, además de participar arduamente y dar muestras de civismo democrático, comencemos cambiando nosotros, los que sí queremos a Clarines. Para reflexionar.

Ángel Arellano
Caracas, 7 de abril de 2015

Conversación con Gerardo Resplandor


Hace unos días pude hablar por teléfono con Gerardo. Como saben, él, al igual que otros estudiantes, permanece en los calabozos del Sebin, encerrado sin condena formal, ni juicio, ni pruebas que lo inculpen. Es víctima de la represión del régimen. Públicamente el gobierno acusa a estos jóvenes de "conspirar", como si organizar protestas, movilizaciones y actos de resistencia pacífica fuera algo ajeno a esa masa disidente que luego se transformó en la amorfa clase política del chavismo. Ellos, los hoy PSUV, Polo Patriótico o "revolucionarios", construyeron un programa político cuyo basamento esencial era la insurgencia y la transformación radical del sistema existente. Mandan al calabozo a quienes tienen una intención que en el algún punto coincide con su planteamiento inicial. No soportan que existan activistas de la democracia.
Tal como sucede con López, Ledezma, Ceballos y tantos otros, a Resplandor también le violan sus derechos todos los días: exactamente lo que no sucedió con Chávez quien siguió conspirando desde Yare. Durante la llamada telefónica, hablamos de las restricciones a sus visitas familiares, de amistades y defensa; del calvario para recibir unos libros; de la lucha emblemática y valiente de su madre quien es símbolo de fuerza, coraje y compromiso; de su candidatura a Diputado a las Primarias de la Unidad por Lechería, Puerto La Cruz y Guanta; de la celda de cuatro metros cuadrados en la que apenas puede estirarse; y de un elemento terrorífico y real: la tortura.
Gerardo y otros jóvenes presos en el Sebin han recibido graves golpizas y descargas eléctricas por parte de los carceleros del régimen, no sólo para que declaren su culpabilidad (falsa) ante los hechos (sin soporte) sobre los que se les acusa, sino para que delaten con historias erradas a dirigentes de la oposición. En otras palabras, el gobierno tortura a estos muchachos prometiéndoles la libertad a cambio de que inculpen a otros.
"Cuando baje la presión aquí adentro vamos a ver si te dejan entrar a visitarme para que veas los hematomas y heridas que me ha dejado la tortura. Aquí estamos sufriendo para no decir nada de nadie y no inculpar gente inocente", me dijo antes de colgar. Impresionante. Antes de que terminen de leer estas letras, cierren los ojos y visualicen unos segundos encontrarse dentro de una celda diminuta y oscura, recibiendo golpes de unos desconocidos, sufriendo descargas eléctricas y tortura psicológica sin poder escapar. Eso lo soportan estos muchachos, quienes sólo nos piden dos cosas obligatorias para cualquier ciudadano que aprecie la libertad y la vida: no olvidarlos y seguir luchando por salir del régimen.
Conozco a Gerardo desde hace varios años. Entre muchas cosas que hemos compartido, le estoy muy agradecido especialmente porque en un momento desgraciado en que necesité ayuda tras un terrible accidente de tránsito que tuve en Monagas, su apoyo fue inmediato y acompañó a mi familia mientras rescataban el vehículo y yo era trasladado de emergencia a un centro hospitalario. Es un buen amigo, colaborador y activista a tiempo completo. Esta vez lo escuché y percibí mucha madurez, mucha reflexión, un gran crecimiento espiritual, pero además la preocupación que todos tenemos sembrada en el corazón y la mente por el rumbo terrible que está tomando la nación.
Que el sacrificio de todos los presos políticos no quede en vano. Así como hemos contado con ellos, ellos cuentan con nosotros, y Venezuela depende de todos. Ofrezcamos una oración a Dios para que cese la tortura y la represión en nuestro país.
(Hoy pasé por la Plaza Altamira y tomé la imagen que aparece arriba, pensando en ilustrar el texto. En el sitio se mantiene un grupo de jóvenes agitando la conciencia de los transeúntes. Prohibido olvidar).


Ángel Arellano

Caracas, 07 de abril de 2015

lunes, 6 de abril de 2015

A cuatro años de la partida de nuestro hermano Euris Naranjo (1989-2011)


Cuando Euris murió me tocaba asumir uno de los mayores retos de mi vida. El 4 de abril de 2011 había sido emitida la resolución oficial con la que me nombraban Coordinador de Prensa y Relaciones Públicas de la Alcaldía de Lechería. Apenas tenía 21 años, y como era de esperarse, aun cuando conocía los procedimientos y tenía un plan construido con el aporte de muchas manos que me ayudaron a cumplir con la tarea, los nervios eran tan altos como las expectativas de quienes habían confiado en mí capacidad para conducir los destinos del Departamento de Comunicaciones del Municipio Urbaneja.

Dos días después, debía recibir las llaves de la oficina y firmar las actas de entrega: montones de papeles, inventarios y fotocopias que requerían supervisión en miras de adaptar todo y comenzar el trabajo. Por tanto, me acosté muy tarde, casi a las 2am pensando en todo lo que debía hacer. El cansancio me venció y, como pocas veces sucede, dejé el celular encendido. A las 5am desperté con una llamada que contesté rápidamente asustado. Edgar, el hermano de Euris, con una voz sobria habló desde el otro lado del teléfono: “Aló, ¿Ángel? ¿Tú eres el amigo de Euris, no? Él siempre me habla de ti. Bueno chamo a las dos de la mañana se estrelló en un carro en el que iba con otros muchachos y cayó en un caño aquí en Tucupita. Fue una tragedia. Murió. Estoy aquí con mi familia, cualquier cosa este es mi número. Quería que le informaras a sus compañeros de clases”.

Tras un par de minutos resolví contestar enviando mis condolencias a sus padres e informé a Edgar que avisaría a los muchachos de la universidad y estaría en breve ahí con ellos. No creí que era cierto. Desperté a varios amigos. A todos los llamé con la sorpresa. No pude caer en la realidad de que algo así había sucedido a un amigo tan cercano, un compañero clave del movimiento estudiantil y además un joven talentoso, brillante y colmado de vida.

Organicé con Luís Matute, amigo de ambos, todo para salir de inmediato a Tucupita. Partí hacia la Alcaldía para notificar el por qué no podría recibir el Departamento de Comunicaciones ese día.  Debía ir a Delta Amacuro, un estado que no conocía, que sabía estaba muy lejos, pero que necesitaba de mi presencia para acompañar a los padres de Euris. En el carrito por puesto de la línea de Lechería estallé en llanto. Tras dos horas desde la noticia hasta la llegada a la Alcaldía había acumulado un shock que se mostró minutos antes de bajar del transporte. Lloraba con un dolor inmenso, como un niño. La gente que estaba ahí presente pudieron percatarse de lo acontecido. Desde ese momento, supe que al igual que el miedo, el dolor puede tan intenso y tan profundo.

Llegué a la Alcaldía, firmé un par de hojas y expliqué el objeto de mi retirada. En algún cajero automático saqué los ahorros que poseía en una cuenta electrónica de Banesco: esos espacios desechables que otorga el banco a quienes tienen unos pocos centavos en sus arcas. Con Matute fui al Terminal de Puerto La Cruz, de ahí hasta Maturin y después a Tucupita. Llegamos sobre las 7 de la noche a la casa de Euris. Visitamos su habitación. Un hogar humilde, como el de Luís, el mío o el de muchos de los estudiantes que en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Santa María, al igual que en el resto de las casas de estudios superiores, se han graduado con mucho sacrificio, acudiendo en no pocas ocasiones al auxilio de una beca o un trabajo de medio tiempo para cumplir con el objetivo. Euris, Luís y yo teníamos algo en común: ninguno de los tres éramos originarios de Barcelona, sede de la universidad. Nos conocimos en el camino, con las mismas inquietudes que traen a la ciudad los chamos de los pueblos pequeños y tuvimos en común unas frenéticas ganas de luchar en cualquier espacio para cambiar el país hacia uno que brindara más oportunidades a todos.

Esa noche en Tucupita rezamos mucho. Conocimos a gran parte de la familia de Euris y contuvimos el llanto ante tantas anécdotas que quisimos escuchar de él y no de los asistentes a su velorio. Un joven de 21 años, con dotes de buen orador, locutor, bailarín, organizador de eventos, colectas, viajes, parrandas y todo lo que a un soñador de la vida le viene en gana cuando sale a la calle en la búsqueda de nuevos rumbos. Euris era un amigo formidable y un compañero distinguido.

El día siguiente fue el entierro. Unos mariachis recibieron la urna en su salida de la funeraria. He vivido pocas cosas tan tristes como aquel momento. Caminamos mucho hasta llegar al Cementerio de Tucupita. Ahí lo dejamos con el dolor de muchas almas dolidas. En la tarde, estuvimos en casa de sus familiares. Comimos sopa de pescado del Orinoco y conversamos un rato largo. El retorno lo hicimos en un autobús de una empresa desconocida. El Terminal de Tucupita, ese amasijo de concreto sin concierto arquitectónico y bombillos apagados, nos dio la despedida junto a don Edgar, el padre de Euris. La frase con la que matizó su “hasta luego” fue el preámbulo de una relación afectuosa y muy cordial que mantenemos en la actualidad: “se fue Euris pero me quedan ustedes que también son mis hijos”. Al llegar a Barcelona, los compañeros del movimiento estudiantil de la USM y demás allegados, organizaron un par de misas en su honor. Fue un encuentro de decenas de jóvenes que despedíamos a uno de nuestros mejores dirigentes.

Nunca quise escribir estas letras. No sé si por nostalgia o por temor a que pudieran malinterpretarse. Desde hace unos días he estado pendiente del cuarto aniversario de la muerte de “El Negro” y quise homenajearlo contando el relato de lo que fue para mí aquel día, con los detalles que quizá a pocos pueda interesar pero que expreso con mucho cariño para su madre, la señora Uviderma, su padre el señor Edgar, sus hermanos, familiares y todos los amigos que desde el Frente Usemista tejimos una estrecha relación con un personaje único e incomparable. 

Es mi deseo expresar que para nosotros él sigue ahí, siempre presente. En la estampita que hizo Gabriel Mijares para recordarlo, o en los comentarios de Rodolfo, Oswaldo, Rogelio, Luisma, Hilianny, Carlos, y todos quienes lo quisieron por ser quien fue. En nuestros corazones no hay más que los mejores deseos para Euris, donde quiera que el Señor lo haya puesto dentro de su humilde morada. Que Dios bendiga a nuestro hermano Euris. Siempre en nuestros corazones y en nuestras ideas.


Ángel Arellano

domingo, 5 de abril de 2015

Venezuela, ¿tan oscura como Corea del Norte?


Park Yeon-mi huyó de Corea del Norte luego de una dramática travesía que ha sido ampliamente conocida en el mundo a través de entrevistas difundidas en todos los idiomas. Ella se convirtió, desde su deserción, en objetivo militar del régimen de Kim Jong-un. En 2007, Yeon-mi junto a su madre partieron con traficantes chinos abandonando su tierra natal. En el camino encontró a su padre quien había ejercido como militar de la dictadura. Éste, juzgado por enriquecimiento ilícito cayó en desgracia terminando como forastero. Cuando el padre murió, en la clandestinidad, no pudieron llorar sus restos por temor a ser encontrados.
En 2008, cruzando la frontera en Mongolia, tras infinitas degradaciones, ofensas y humillaciones, pudieron trasladarse hasta Corea del Sur, lugar en el que encontraron a la hermana mayor de Park, quien había emigrado años atrás. Desde 2009, y gracias a los medios de comunicación libres de la democracia surcoreana, Yeon-mi comenzó a proyectar su voz disidente en contra del gobierno de Jong-un, régimen que tiene relaciones afectuosas y positivas con Venezuela (nación con la que no comparte costumbres, economías comunes ni necesidades diplomáticas, mas sí la orientación centralista y autoritaria de su élite en el poder).
La joven de 22 años ha expandido su relato, luchando por la defensa de los derechos humanos de los millones de oprimidos en lo que hoy es el punto más oscuro del planeta. “(En Corea del Norte) no somos libres para cantar, decir, vestir o pensar lo que queramos”, dijo Yeon-mi en el One Young World Summit de la Organización de las Naciones Unidas a finales de 2014: “es el único país en el mundo que ejecutó gente por realizar llamadas telefónicas internacionales no autorizadas … No hay libros, no hay canciones, no hay prensa, no hay películas sobre historias de amor”. Tiempo después declaró ante el canal de televisión australiano SBS que la vida en Corea del Norte “era como vivir en el infierno”: “es temer incluso pensar porque verdaderamente crees que el líder del país siempre sabe qué hay en tú cabeza”. La dictadura reprime el pensamiento y con esto la creación, la inventiva, la expresión libre del ser humano.
Tras repasar las líneas de los diversos textos publicados en ocasión de este relato extraordinario y aleccionador, es imposible no dedicar largos momentos de pensamiento y reflexión sobre la diáspora de jóvenes venezolanos que colman las embajadas del mundo solicitando asilo, becas para estudio, oportunidades de trabajo o mera aceptación en el país destino. La emigración, factor extraño en la vida venezolana de antes del 2000, se ha convertido en un elemento característico de la crisis y del régimen vigente. Los ciudadanos huyen porque ven afectada su libertad y derechos esenciales.
Aunque usando métodos distintos, pero no menos deshonrosos y deplorables, en una suerte de evolución de la balsa cubana y de los grupos de escapes norcoreanos, los venezolanos también parten forzosamente de sus hogares, espantados por la actividad de un gobierno que oscurece el territorio, al igual que su mentor caribeño y su amigo asiático, con escasez, violencia, corrupción, militarización, represión y deplorables servicios públicos. Limitar las oportunidades, restringir las esperanzas y asfixiar el desarrollo son parte de los objetivos de los sistemas autoritarios. Venezuela, al igual que Cuba y Corea del Norte, requieren una depuración de su sistema político para permitir el regreso de la democracia.
Usando una frase de Park Yeon-mi: “tenemos que centrarnos menos en el régimen y más en las personas que están siendo olvidadas”. La diáspora, que representa una puñalada tremenda al recurso humano nacional, con grandes repercusiones económicas, educativas, políticas, culturales y sociales, no puede quedar proscrita. Cada desertor es una bandera. Cada venezolano que huye es una causa. Pelear por quienes se están yendo es un poderoso motivo para persistir en la salida del autoritarismo venezolano, así como lo es en Corea del Norte, Cuba y todos los territorios bajo la penumbra de la dictadura: luchar contra la oscuridad.

Ángel Arellano