Hace unos días pude hablar por
teléfono con Gerardo. Como saben, él, al igual que otros estudiantes, permanece
en los calabozos del Sebin, encerrado sin condena formal, ni juicio, ni pruebas
que lo inculpen. Es víctima de la represión del régimen. Públicamente el
gobierno acusa a estos jóvenes de "conspirar", como si organizar
protestas, movilizaciones y actos de resistencia pacífica fuera algo ajeno a
esa masa disidente que luego se transformó en la amorfa clase política del
chavismo. Ellos, los hoy PSUV, Polo Patriótico o "revolucionarios",
construyeron un programa político cuyo basamento esencial era la insurgencia y
la transformación radical del sistema existente. Mandan al calabozo a quienes
tienen una intención que en el algún punto coincide con su planteamiento
inicial. No soportan que existan activistas de la democracia.
Tal como sucede con López,
Ledezma, Ceballos y tantos otros, a Resplandor también le violan sus derechos
todos los días: exactamente lo que no sucedió con Chávez quien siguió conspirando
desde Yare. Durante la llamada telefónica, hablamos de las restricciones a sus
visitas familiares, de amistades y defensa; del calvario para recibir unos
libros; de la lucha emblemática y valiente de su madre quien es símbolo de
fuerza, coraje y compromiso; de su candidatura a Diputado a las Primarias de la
Unidad por Lechería, Puerto La Cruz y Guanta; de la celda de cuatro metros
cuadrados en la que apenas puede estirarse; y de un elemento terrorífico y
real: la tortura.
Gerardo y otros jóvenes presos en
el Sebin han recibido graves golpizas y descargas eléctricas por parte de los
carceleros del régimen, no sólo para que declaren su culpabilidad (falsa) ante
los hechos (sin soporte) sobre los que se les acusa, sino para que delaten con
historias erradas a dirigentes de la oposición. En otras palabras, el gobierno
tortura a estos muchachos prometiéndoles la libertad a cambio de que inculpen a
otros.
"Cuando baje la presión
aquí adentro vamos a ver si te dejan entrar a visitarme para que veas los
hematomas y heridas que me ha dejado la tortura. Aquí estamos sufriendo para no
decir nada de nadie y no inculpar gente inocente", me dijo antes de
colgar. Impresionante. Antes de que terminen de leer estas letras, cierren los
ojos y visualicen unos segundos encontrarse dentro de una celda diminuta y
oscura, recibiendo golpes de unos desconocidos, sufriendo descargas eléctricas
y tortura psicológica sin poder escapar. Eso lo soportan estos muchachos,
quienes sólo nos piden dos cosas obligatorias para cualquier ciudadano que
aprecie la libertad y la vida: no olvidarlos y seguir luchando por salir del
régimen.
Conozco a Gerardo desde hace
varios años. Entre muchas cosas que hemos compartido, le estoy muy agradecido
especialmente porque en un momento desgraciado en que necesité ayuda tras un
terrible accidente de tránsito que tuve en Monagas, su apoyo fue inmediato y
acompañó a mi familia mientras rescataban el vehículo y yo era trasladado de
emergencia a un centro hospitalario. Es un buen amigo, colaborador y activista a
tiempo completo. Esta vez lo escuché y percibí mucha madurez, mucha reflexión,
un gran crecimiento espiritual, pero además la preocupación que todos tenemos
sembrada en el corazón y la mente por el rumbo terrible que está tomando la
nación.
Que el sacrificio de todos los
presos políticos no quede en vano. Así como hemos contado con ellos, ellos
cuentan con nosotros, y Venezuela depende de todos. Ofrezcamos una oración a
Dios para que cese la tortura y la represión en nuestro país.
(Hoy pasé por la Plaza Altamira
y tomé la imagen que aparece arriba, pensando en ilustrar el texto. En el sitio se mantiene un grupo de
jóvenes agitando la conciencia de los transeúntes. Prohibido olvidar).
Ángel Arellano
Caracas, 07 de abril de 2015
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