Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Venezuela no se va de nosotros

 

Cuando pregunté en el salón “¿quiénes quieren graduarse para irse del país?”, la respuesta fue escalofriante, aunque esperada. Quizá faltaron pocas manos en alzarse. Ocho o seis de un total de treinta y cinco que asistieron aquella clase. La tristeza tras esa situación hizo retorcer un estómago que venía descompuesto desde la temprana lectura de los titulares de prensa en los que apenas quedaban líneas para saber una que otra noticia positiva de la literatura o la música.
Las últimas actuaciones del gobierno han hundido hasta el foso todo reducto de credibilidad que flotaba en la mente de algunos optimistas del “proceso”. Ocho de cada diez venezolanos no quieren que continúe esta pesadilla. No obstante, seguimos soñando despiertos.
Venezuela, un país que se acostumbró en la década perezjimenista y durante la bonanza petrolera de los setentas a recibir caudales de inmigrantes de todas las latitudes en búsqueda de un futuro más promisorio, y que además acogió en su seno a exiliados de los autoritarismos militares de Latinoamérica, ha terminado desangrada, con un precario inventario de mentes, recurso humano que brega en la espantosa rutina que vivimos.
Ahora, el país emisor de prosperidad y democracia (mal que bien pero esto fue así), sólo transmite pobreza, precariedad, angustia. Todos los días emigran cifras aún incuantificables por el deficiente Instituto Nacional de Estadísticas. Compatriotas que huyen del desastre chavista. Destacan médicos, ingenieros, científicos, investigadores, docentes, artistas, cultores, economistas, emprendedores, inversionistas y miles de jóvenes risueños con ganas de construirse un futuro más apropiado a los nuevos tiempos.
Es sabido que los salarios de los profesionales en Venezuela son de hambre. Hay que tener dos, tres, cuatro trabajos, matar tigres, hacer tortas, vender helados y cualquier otra actividad en el exhaustivo rebusque de  unos recursos que permitan pagar las obligaciones mensuales. Con lo que gana un maestro, una enfermera o un albañil no alcanza siquiera para hacer el mercado más simple con qué alimentar una familia de dos personas.
Después de 2005 la huida se ha multiplicado y en los últimos años los emigrantes representan un número pasmoso. ¿Pero qué vamos a hacer? ¿Vamos a seguir complaciendo a quienes acabaron con la nación? ¿Vamos a dejar que mientras un minúsculo grupo exhibe su riqueza mal habida las grandes mayorías sigamos pasando hambre, haciendo colas y muriendo en las calles?
El país no ha transitado por tanto para que lo dejemos morir. ¿Pensamos que sería distinto? ¿Acaso debía ser de otra manera con el grupo de corruptos que gobierna? Los que están mandando no tiene razones para detener la crisis. De ahí vienen y hacia allá van.  Sigue haciendo falta la "oposición que se oponga" como dijo Petkoff, sí, pero toda la ciudadanía tiene un papel en este baile. Cada quien debe aportar desde su espacio. Presión, protesta, crítica, movilización. No hay colores, no hay parcelas, no puede haberlas. Sólo una bandera: salir de este problema antes de que sea tan insostenible que se quede sin alternativa.
Todos deben aportar y existe una grata realidad: hay muchos compatriotas que desde el extranjero lo están haciendo. Empujar por aquí, empujar por allá. Cada mano que se sume es necesaria. Cierro con una reflexión que se le escapó a la radio en estos días hablando de la gigantesca diáspora de nuestra gente: “Nos vamos de Venezuela, pero Venezuela no se va de nosotros”. Hay que luchar.

Ángel Arellano

La muerte de Kluiverth Roa


A los catorce años iba al liceo, era parte de una pequeña banda de rock y mataba tigres los fines de semana alquilando teléfonos para llamadas desde un toldo en la avenida Fernández Padilla de Clarines. A esa edad mis prioridades estaban puestas en la música, los estudios y tener algo en el bolsillo con qué ser menos carga para mi familia.
Hoy murió Kluiverth Roa, un muchacho de catorce años cuyas actividades, aspiraciones y sueños desconocemos. Capaz le gustaba leer, capaz le atraía el arte, capaz jugaba pelota, fútbol, básquet o nintendo. El disparo que lo tumbó fue directo a la cabeza. Su sangre hizo un charco en el asfalto de San Cristóbal y en el corazón se Venezuela. 
Al igual que Kluiverth, quien no estaba en la protesta de la UCAT pero pagó las peores consecuencias de la represión gobiernera, han muerto otros chamos los últimos días. Primero son detenidos o secuestrados, luego desaparecen y después los encuentran amarrados, torturados o con un tiro de gracia. Con Kluiverth son siete los estudiantes fallecidos inocentemente en 2015. El año pasado fueron 48 durante las protestas en contra de Maduro.
Es común escuchar: "aquí se va a armar el peo cuando haya un montón de muertos y se acabó la vaina". Bueno, si 55 vidas, cientos de torturados y los presos que siguen en condiciones denigrantes no son un "montón", no sé qué pueda serlo. ¿Y ha cambiado algo? No. ¿Por qué? Falta nuestro aporte, el tuyo, el mío, el de todos. El de la gran mayoría, porque en este país somos mayoría quienes rechazamos el desastre. Debemos luchar, desde nuestro espacio, cualquiera que sea, para colaborar con el rechazo al régimen asesino.
Si al igual que muchos venezolanos estás conmovido, arrecho, obstinado, con lo que sucede, canaliza tu sentimiento y activa en contra del gobierno. No seas parte de la indiferencia. Las herramientas de los demócratas son: la protesta, el voto y la paz.
Dios cuide de quienes se han ido a su encuentro.

Ángel Arellano


martes, 17 de febrero de 2015

La celda de Leopoldo López


Hace 23 años atrás, con la intentona golpista del cuatro de febrero, el "por ahora" y la reivindicación de su aparición como soldado de la fortuna, Chávez recibía desde el pequeño cuarto que lo hospedaba en Yare a escritores, periodistas, intelectuales, abogados, militares, políticos y a los futuros miembros del movimiento que lo ayudaría a dar la estocada en el suicidio de la democracia.
Sus familiares no tuvieron problemas en el ingreso al pabellón de visitas. Su estadía, como se ha evidenciado en fotografías, cumplió con el respeto a sus derechos fundamentales. Además, se le garantizó, como "ñapa" de las instituciones democráticas que años después serían desmanteladas, una serie de privilegios que auparon su permanencia en la opinión pública: primero como anexo secundario o terciario de los temas de interés nacional, y luego, en 1998, como punto estelar.
Así pues, ofreció entrevistas a comunicadores de valía que difundieron textos al respecto en medios nacionales e internacionales, incluso se publicó aquel conocido libro que sigue sirviendo de referencia para auscultar la propuesta anterior del caudillo: "Habla el comandante" de Agustín Blanco Muñoz. Todo ayudó para que esta causa, que en el momento no era clamor nacional, permeara en esa idea consolidada de que el sistema hacía ascuas y necesitaba un cambio de raíz con nuevos actores.
Chávez salió de la cárcel no por una medida humanitaria, ni porque la ONU, la OEA, los parlamentos del mundo, las organizaciones más connotadas en la defensa de los derechos humanos, o líderes históricos de la democracia, exigieran su liberación. Su prisión alcanzó los dos años y fue absuelto por el Presidente de la República, residuo del sistema de conciliación entre movimientos políticos que mantuvo al país en paz durante los 40 años de la democracia.
Ya en libertad, Chávez tuvo todas las protecciones y garantías de rigor para movilizarse por el país pregonando un mensaje que no precisamente podía ser calificado como defensa de la misma institucionalidad democrática que lo devolvió a las calles. 
Ahora bien, 23 años después, Leopoldo López, quizá el preso político de más relevancia internacional que haya tenido Venezuela desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, y me perdonan los eruditos pero no recuerdo la existencia de otro con cualidades similares, cumple un año en una celda cuyas dimensiones desconocemos, sometido a la violación sistemática de sus derechos fundamentales y arrojado a las miserias de la tortura constante que ejecutan sus carceleros sin reparo alguno por parte de la "justicia injusta".
Es un preso por atentar contra el autoritarismo que instaló Chávez, no con armas ni conspiraciones militares, sino con ideas y movilización ciudadana. A diferencia del difunto golpista, López sí es una causa nacional. Ha trascendido hasta ser mencionado por los líderes más importantes del mundo. Parlamentos enteros exigen su liberación. A esta demanda se han suscrito desde la ONU hasta todas las organizaciones pro derechos humanos que tengan cierta incidencia en el mundo.
No sabemos de las comodidades de López en su celda. Sabemos, sí, del sufrimiento de su familia, del lamento de todo un país que observa el sistema democrático en ruinas, urgido de una recuperación a partir del activismo, la protesta y la presión en todos los escenarios.


Ángel Arellano

lunes, 9 de febrero de 2015

Escasez de buenas intenciones


         La radio es un vaso comunicante del quirófano en el que se convirtió el país. Todos los días, a toda hora, los pocos noticieros y programas que se atreven a dar informaciones independientes, incómodas y preocupantes, emiten sucesos alarmantes. Historias, que de no ser en Venezuela, fueran poco creíbles. La voz de un señor mayor expresa con vehemencia la intolerable situación de deterioro que muestra el sistema de salud público y privado en el país. Su cuento, que es el relato de todos los habitantes del quirófano, carece de esperanza, y, por el contrario, enciende las alarmas del menos atento.
Desde hace un par de años, los ruidos de la bocina han comentado el colapso de los hospitales y clínicas. La carencia de insumos, la falta de dotación, el alto costo del inventario y la migración de profesionales calificados ha sido el contenido de aquellos lamentos desatendidos que emiten sin descanso los representantes del sector. La situación inició el cobro de vidas de los ciudadanos que por alguna razón, producto del caos económico, no han podido tener acceso a la intervención médica. Más de 50 personas murieron esperando por el tratamiento para el cáncer, de acuerdo a las estadísticas de un solo hospital caraqueño. La misma enfermedad que se llevó al Galáctico (atendido en Cuba, con los mayores honores y gastos), y que hoy está esparcida por todo el territorio, es una de las que ataca con mayor fuerza la integridad de miles de venezolanos. Vivimos en la desesperación de no encontrar los medicamentos obligatorios para esta y otras recetas.
De 27 productos que exige el récipe de los pacientes con cáncer, se pueden encontrar en el país, con suerte, cuatro o siete. La importación, mecanismo de adquisición absoluta de estos insumos, está paralizada. El doctor Cristino García, presidente de la Asociación Venezolana de Clínicas y Hospitales, expresa que “hoy, 27 de enero, no hay una sola orden de compra colocada del sector salud privado”.
Para desgracia de todos, no hay medicamentos acumulados en galpones ni bodegas. El sistema de salud subsistió durante 2014 con las reservas de 2013, y éste a su vez operó con lo heredado de 2012 y el gigantesco despilfarro de dólares que posteriormente el Ministro de Planificación calificó como necesario para ganar las últimas elecciones presidenciales del Supremo.
            Las fundaciones dedicadas al trasplante de órganos han colapsado. Las asociaciones civiles que donaban medicamentos a hospitales y ambulatorios rurales eliminaron ese ítem de su programación anual. Cuando no quiebran y cierran totalmente, las clínicas desincorporan servicios especializados. Las farmacias que promovió el gobierno terminaron siendo un amasijo de burocracia, locales vacíos y tristeza.
El régimen no ha hecho ni hace nada para cambiar la realidad. Mejorar, o por lo menos estabilizar la situación, no está en la lista de prioridades. Con este panorama, el venezolano parte a buscar remedio a su dolencia, perdiendo un día de trabajo para revisar ocho, doce, quince dispensarios sin éxito. Volvimos a los brebajes, hierbas y menjurjes de antaño, persiguiendo cura a una desgracia que no cesa.
            Una señora mayor murió en la cola de una farmacia mientras esperaba para comprar la “pastilla de la tensión”, noticia que se desprende de aquel título: “falleció bebé de meses luego de trifulca en cola de Farmatodo”. La radio es atravesada por una frase fulminante. García sentencia el diagnóstico de lo que sucede con el gobierno y el sistema de salud: “La escasez es de raciocinio, de sentido común y de buenas intenciones”.

Ángel Arellano

viernes, 6 de febrero de 2015

¡Murió Zapata!


            Zapata se fue hoy por la madrugada. La noticia se conoció a mitad de mañana. Todos los periódicos, aun los que no querían hacerlo, informaron sobre su imprevista muerte tendiendo el manto del luto en toda la nación.
            Las redes sociales no cesaron en su ir y venir con imágenes alegóricas al ahora difunto. Los mensajes de conmoción por el fallecimiento del ilustre caricaturista impregnaron el “buenas tardes” y el “buenas noches”. Fue uno de los momentos en los que el país se unió en una afligida frase: “Lamentable lo de Zapata”.
            Nadie pensó que con el vigor de Pedro León en cada palabra, cada trazo, cada sombra, cada reflexión justa sobre el pensar popular, la muerte lo buscaría tan pronto. Se lo llevó a los 85, la edad en la que falleció Gallegos, dos años antes de que el tren pasara por Borges, que fue cuando pasó por Márquez, y uno más del tiempo que la vida le dio a Paz.
            Ahora, a Zapata le tocará ingresar, como siempre se supo, al salón de la fama que reposa en el imaginario del pueblo venezolano. Será recordado, reivindicado, leído, copiado, seguido. Su obra, esa vasta muestra de inteligencia expresada en pinturas, dibujos, párrafos, frases y sonetos, será más reproducida y estudiada de lo que ha sido hasta ahora (bastante, por cierto).
            Hoy los periódicos piensan la primera página de mañana. Pelean por quién explaya más una caricatura de Zapata, una silueta de su rostro o alguna de sus tantas muestras de cariño esparcidas por toda la geografía patria en murales, cuadros y ofrendas. La radio disputará un pequeño combate por colocar el sonido más reciente o el más antiguo de su voz. La televisión tendrá un torneo por el mejor micro, de escasos segundos, para resumir más por obligación en la pauta que por interés de la gerencia censurada, el paso de este genio siempre incómodo al poder. Los medios digitales han dedicado horas, y lo seguirán haciendo, en pequeñas notas para encapsular su obra y hacerla digerible a un público que sigue convulso por la crisis económica.
            Zapata vino y se fue del mundo con una Venezuela bajo la bota del abuso, la intolerancia y la corruptela. Nació en 1929, un año después de las manifestaciones de febrero del 28 cuando los jóvenes idealistas pensaron un país distinto, libre, que luego vivieron con la luz del esplendor de una democracia ganada por la conciencia de la gente y adaptada al nuevo ideal de cambio y transformación que exigía Venezuela. Murió en 2015, en tiempos en que los represores tenían 16 años de haber vuelto al trono pues aquel sistema que se creyó perfecto se descompuso hasta traer como consecuencia un gobierno autoritario de zamuros y carroña que combatió con todo su ser.

            Zapata quedará por siempre en el panteón de nuestros afectos. Gracias por el ejemplo.

Ángel Arellano 

lunes, 2 de febrero de 2015

Todo se cae a pedazos

«Sacando cuentas»

Parte del techo del Palacio Federal Legislativo se quebró y cayó al piso

Se desprende un pedazo de la pared del Hemiciclo de Sesiones de la Asamblea Nacional un martes 27 de enero, justo el primer día de sesión ordinaria de esta agenda legislativa que no termina de arrancar culminado el primer mes del año. La prensa expectante debe conformarse con un par de fotografías que suben a las redes sociales algunos atrevidos. Desde hace años, por mandato del régimen, no tienen acceso al Hemiciclo y deben conformarse con ver la sesión y los actos protocolares desde una habitación del viejo edificio transformada en sala de exhibición a los comunicadores sociales.
El trozo de concreto que cayó en las escaleras de la tribuna de oradores del Parlamento es testigo del deterioro del patrimonio nacional. No hay cuidado, no hay mantenimiento, no hay protección. El “Legado” del difunto es permisivo con el deterioro de todo aquello que nos ha dado identidad nacional. También, con aquel pedazo de pared cae un escándalo, la noticia rimbombante, y alarmante para nuestra tragedia, de que el Capitán-Presidente de la AN está siendo inmiscuido por su ex escolta en graves casos de narcotráfico. Salazar, ese es el apellido del militar que pertenecía al círculo del Capitán-Presidente, estuvo en el equipo de seguridad del difunto. Abundan fuentes, testimonios y documentos que lo prueban. Se configura un nuevo bullicio, de magnitudes galácticas, sobre la participación del Capitán-Presidente en carteles traficantes de droga tan grandes como su fama de instigador y represor.
Hay muchas fotos de Salazar. Ya no es el par de imágenes que se colaron sobre el desmoronamiento del Hemiciclo. Esta vez son docenas, cientos, miles de fotografías circulando en Internet en las que aparece el soplón muy cerca de su antiguo jefe.
El Capitán-Presidente actúa ante el desprestigio que su nombre refiere a la humanidad. El mundo habla de este caso bochornoso. Los círculos oficiales del más alto nivel político se tambalean dando declaraciones incoherentes en un intento por salvar el buen nombre del segundo a bordo de la Revolución. El Capitán-Presidente ha acaparado la participación del alto gobierno en escándalos por lavado de dinero y narcotráfico. En orden de aparición: primero el caso de la maleta con $800 mil que transportaba Antonini Wilson a Argentina, Walid Makled y la exportación de droga desde Carabobo, las delicadas declaraciones del ex magistrado del TSJ Eladio Aponte Aponte y la situación con “El Pollo” Hugo Carvajal retenido en Aruba por asociación con el narcotráfico, para dar paso a Salazar, su acusación más despampanante.
El régimen, en uso de sus atribuciones autoritarias, violadoras de cualquier derecho humano y de la garantía más absurda que refrendan las leyes de la civilización, decreta una autorización a las Fuerzas Armadas para usar “armas potencialmente mortales” contra manifestantes. La finalidad, obvia, es desviar la atención del nuevo tropiezo del Capitán-Presidente. A la par, éste insulta, discrimina y aprieta el látigo con el que azota a medios de comunicación, empresarios, dirigentes de oposición y grupos no afines. Fustigará a todos los periódicos, emisoras de radio, televisoras y páginas web que osen informar algo respecto a su expediente internacional. El nuevo decreto es una suerte de escudo y su objeto es orientar el debate público hacia algo que no tiene punto de discusión con el inestable régimen: el derecho a existir y a disentir.

Ángel Arellano