Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Los chocolates de Venezuela


         Florida es un bulevar altamente transitado por argentinos y extranjeros. Todo el que visita Buenos Aires tiene la necesidad de ir por esta peatonal en búsqueda de algún suvenir. Mientras escribo estas líneas en mi celular, un joven de unos 24 años camina Florida con una cesta. En su interior, una caja de Toronto, otra de Samba y una lata de Pirulín. Estos tres productos son los eternos referentes comerciales de los dulces hechos con el cacao venezolano. La cesta no tiene identificación, solo una pequeña bandera de papel que simboliza el origen de la mercancía y del mercader: Venezuela.
            El joven salió del país hace un par de meses e intenta establecerse, surcando los sacrificios del destierro, en una de las ciudades más cosmopolita del continente. La Argentina navega la crisis que dejó el kirchnerismo, y, para bien de ese pueblo, la alternativa de cambió ganó el reciente proceso electoral. Es bueno acotar que en comparación con la catástrofe que se vive en Venezuela, la crisis argentina es minúscula.
Para redondear la exigua cifra de sus ahorros, y así costear el alquiler de una habitación pequeña y el menú más discreto, el joven vende lo que trajo en su equipaje: chocolates y ron. Esta práctica, que para el mundo parece increíble, cuando no sacada de una libreta de ficciones, se ha hecho habitual desde hace un par de años. Insólito: la Venezuela chavista, la del gasto a manos llenas, la de la petrochequera, la que regaló cientos de millones de dólares en obras públicas a sus gobiernos amigos, hoy no puede dar empleo, paz ni oportunidad a miles de jóvenes profesionales que se encuentran dispersos en todo el mundo laborando cualquier oficio menos en el que fueron instruidos por universidades nacionales.
Hay quien afirma que los venezolanos en el extranjero gozan de abundantes privilegios y disfrutan de las mieles de un país ajeno. Nada más falso. Ni mieles ni abundancia. La historia de este joven lo comprueba.
Los análisis políticos manejan diversas hipótesis sobre las elecciones del 6 de diciembre. Afortunadamente todas tienen la siguiente base: la oposición mantiene amplio de margen de ventaja, como nunca antes visto, sobre el chavismo. Primero: Nicolás Maduro y el PSUV dan un portazo a la elección y declaran fraude, suspenden las elecciones o desconocen sus resultados. Segundo: la oposición gana y el chavismo lo reconoce. Tercero: el chavismo gana en sus circunscripciones tradicionales y, más la suma del voto lista, obtiene el 50 más uno de los diputados.
De todos los escenarios, el que parece más real y soportado en prácticas que el chavismo ha llevado a cabo los últimos 16 años, es el segundo. Sin embargo, como refirió recientemente Moisés Naím, puede que la aceptación de un eventual triunfo de la oposición por parte del gobierno esté acompañada de la limitación en algunas facultades de la AN amparadas por el Tribunal Supremo de Justicia. En esta práctica la Revolución Bolivariana tiene numerosos precedentes: reforma a la Ley de Descentralización (2009), eliminación de diversas competencias a gobernaciones y Alcaldía Metropolitana de Caracas, recorte de recursos a gobiernos opositores, entre otros.
El discurso de Maduro se ha mantenido encaminado a la convocatoria de un conflicto social. Ante esa encrucijada, la ciudadanía venezolana, más allá de su clase dirigente, debe preservar el civismo democrático para demostrar al mundo que sus ganas de cambiar son más grandes que cualquier otro anzuelo de la violencia. Así veremos regresar, más temprano que tarde, a los miles de compatriotas que, como el joven que vende chocolates en Buenos Aires, anhelan un país libre y en paz.

Ángel Arellano

jueves, 26 de noviembre de 2015

Tensión política en Venezuela


         En el momento que redacto estas líneas, en Venezuela un aluvión de noticias ventiladas por las redes sociales informan sobre la irrupción de grupos armados del Partido Socialista Unido de Venezuela en concentraciones de la oposición dejando a su paso heridos y un fallecido.
         Es miércoles, el día de “Con el mazo dando”, el simbólico programa de televisión del número dos del chavismo, Diosdado Cabello. Su tono violento y grosero, costumbre de este gobierno, se mantiene en el nivel habitual, recordando que hay un país posible, siempre y cuando ellos no estén en el poder.
         Pistoleros del PSUV perpetraron ataque a una caminata del gobernador de Miranda y ex candidato presidencial Henrique Capriles en el estado Bolívar. Capriles salió ileso, no obstante, para nuestra desgracia, varias personas resultaron heridas.
Minutos después, el escándalo se hizo mayúsculo cuando se supo de una arremetida efectuada por bandas armadas oficialistas a un evento en Altagracia de Orituco, estado Guárico, en el que participaba la cantante de música llanera y candidata a diputada por la Unidad, Rummy Olivo, junto a la esposa de Leopoldo López, Lilian Tintori. ¿El resultado? Un fallecido. El secretario general de Acción Democrática en la ciudad anfitriona, Luís Manuel Díaz, murió en la tarima del evento a consecuencia de varios impactos de bala.
A la par de estos hechos, el abogado barquisimetano, oficial activo del Cicpc y consejero de la embajada venezolana en Irak, Misael López, difundió un video junto con un documento oficial en el que denuncia haber sido testigo de la emisión ilegal de partidas de nacimiento y pasaportes a personas procedentes de Pakistán, Irak, Palestina y Siria, muchos de ellos ligados a organizaciones terroristas como Hizbollah, quienes habrían transitado por Venezuela y e inclusive varios fijaron residencia en la patria de Bolívar. López, expresó tener pruebas de cómo en esa embajada se venden los documentos en precios que van de 5 a 15 mil dólares con el consentimiento de las autoridades diplomáticas. Tal parece que el comercio con el terrorismo es una actividad lícita en los parámetros permitidos por el “Socialismo del Siglo XXI”.
Estos alarmantes eventos evidencian el incremento inusitado de la tensión política que se vive en Venezuela siguiendo la línea trazada por los discursos altisonantes y amenazantes de Nicolás Maduro que sirven de insumo a los sectores radicales anidados en las filas del chavismo. Al margen de esta situación, Guyana mantiene su posición de reafirmar soberanía territorial sobre el Esequibo, la cual, dicho sea de paso, se ejerce de facto desde hace algunos años, un siglo, siendo más exactos. Para muestra un botón: la empresa australiana Troy Resources obtuvo su primer lingote de oro tras la explotación que realiza en una mina ubicada en la “zona en reclamación”.   Por tanto, queda demostrado nuevamente que los “enemigos externos”, ahora que existen, nunca fueron de interés para la Revolución Bolivariana.
          La retórica del PSUV alimenta la exacerbación del fanatismo y de las corrientes más extremistas en la Revolución. Los ataques criminales a la oposición, a diez días del evento electoral, siembran preocupación en la comunidad venezolana. Heridos y muertos en actos legítimos de campaña son dosis de terror con las que el gobierno de Maduro estimula la tensión en el país, intentando generar una abstención masiva en el sector que lo adversa.
         Luego de la carta del secretario general de la OEA, Luís Almagro, ningún gobierno de Latinoamérica ha expuesto su parecer sobre la situación vivida en Venezuela. La delicada denuncia del suministro de documentos de identidad y pasaportes a elementos terroristas del medio oriente en un momento en el que occidente le ha decretado la guerra a un grupo extremista árabe, es un tema que la comunidad internacional no puede obviar, toda vez que amenaza con la paz de la región. Y debemos agregar, para finalizar, que esto viene a complementar una serie de informaciones que han salido a la luz pública durante los últimos diez años en los que el difunto presidente, Hugo Chávez, consolidó sus relaciones con naciones como Siria, Palestina e Irak.

        
Ángel Arellano 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Lo que crece (y duele) la diáspora


Cito a Alberto Adriani (1962): "Aun los idealistas más intransigentes deben admitir que la población humana es la mayor riqueza con que cuenta un país... Son los hombres, sus educadores, sus pensadores, sus inventores, sus hombres de ciencia, sus técnicos y sus ciudadanos humildes".
En las últimas semanas, la prensa argentina sacó a la luz una cifra conmovedora: 10 venezolanos están emigrando diariamente a ese país. Solo en 2014 se instalaron más de 3700. En Uruguay, un territorio mucho más reducido, tres venezolanos inician diariamente trámites de residencia. De inmediato nos detendremos a revisar los números disponibles de ésta nación.
3.683 venezolanos han ingresado este año por el aeropuerto internacional de Carrasco en Montevideo, informó el diario El País de Uruguay. A esa cifra, por demás importante, se agregan cientos de compatriotas, por ahora no calculados, que llegan a la tierra de Artigas partiendo en ferry desde Buenos Aires. 72% de los venezolanos que solicitan residencia en la República Oriental del Uruguay son profesionales, 15% técnicos-profesionales, 10% estudiantes y 3% desempleados sin ninguna profesión. 70% de estas personas tienen entre 18 y 39 años, el 12% son menores de edad y el 18 % restante mayor de 40 años.
Cada vez son más los venezolanos que huyen. Traen a cuestas circunstancias dolorosas, el testimonio vivo de la tragedia del autoritarismo y el caos de la Revolución Bolivariana.
En los primeros ocho meses de 2015 cerca de 150 mil venezolanos entraron a Colombia, y en el primer semestre del año, 3.958 fijaron residencia en Panamá, donde se calcula que hay un aproximado de 150 mil en total. Al día de hoy existen 200 mil emigrantes venezolanos certificados en España, el segundo país con mayor número de exiliados después de Estados Unidos, que cuenta con más de 400 mil entre regulares e irregulares.
Esta estadística “a vuelo de pájaro” pone en relieve el desangramiento de la nación. La diáspora es una catástrofe. Se fugan los cerebros, se dividen las familias y deserta mucho del recurso humano necesario para la reconstrucción de la Patria.
Por otro lado, el gobierno mantiene su monólogo frente al espejo. Nunca estuvo frente al timón una clase dirigente tan incapaz, ignorante y sanguinaria. Para continuar sembrando el terror, Nicolás Maduro lanzó al aire una frase temeraria, buscando ganar atención. Sobre un eventual triunfo de la oposición en las elecciones de diciembre, arremetió en Cadena Nacional: "Imaginemos una novela trágica, una novela de terror (…) en la película del terror les apagamos el televisor, y nosotros sabemos cómo. A buen entendedor, pocas palabras".
No obstante, el país se muestra determinado a castigar al régimen chavista en las urnas electorales. La lección será votando y defendiendo la voluntad popular en la calle. Los números más optimistas del gobierno, amén de la cirugía electoral arbitraria en circunscripciones clave, dan un 40% de intención de voto, y, aunque su estrategia central ha sido desaparecer a Maduro y a los candidatos del Gran Polo Patriótico de la propaganda oficialista para exacerbar la recordación en torno a Chávez y los mejores momentos de la Revolución, la reprobación, según todos los sondeos, es insuperable.
Para terminar, una frase de Uslar Pietri (1937) que jamás perderá vigencia: “El inmigrante, con su sola presencia, suple lo que de otra manera costaría un esfuerzo sobrehumano, lento y costosísimo”.
Nota: todos los venezolanos que no votarán el 6 de diciembre por encontrarse fuera del país, regístrense en www.quenadievoteporti.com para que la Unidad proteja su voto de posibles usurpadores.

Ángel Arellano

viernes, 20 de noviembre de 2015

Pepe Mujica prefirió a Maduro por Almagro


         La reacción del ex presidente uruguayo y actual senador, José Mujica, tras la carta enviada por Luís Almagro a la rectora del Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano el pasado 10 de noviembre, en la que critica de forma contundente los abusos del gobierno de Nicolás Maduro y la falta de condiciones para la celebración de las próximas elecciones parlamentarias fechadas el 6 de diciembre, ha generado una larga cola de comentarios en la opinión pública uruguaya y venezolana.
            Almagro, quien fue canciller del gobierno de Mujica (2010-2015) y ejerce actualmente la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA), manifestó en la correspondencia su reprobación a la falta de garantías institucionales y democráticas para la realización del proceso electoral:

“Si la secretaría general de la OEA fuera indiferente a los pedidos de la oposición de los países sobre una observación electoral estaríamos faltando gravemente a nuestro trabajo, que es el de respaldar el buen funcionamiento de un proceso electoral para todos los partidos políticos involucrados”.

En su crítica a la organización del evento electoral en Venezuela, el también senador por el Movimiento de Participación Popular, exigió al CNE un proceso justo, transparente y que cuenta con las máximas garantías.

“Si yo mirara para otro lado ante el reclamo de la oposición de su país y de la comunidad internacional estaría faltando a mis deberes esenciales. Si usted no dispone de mecanismos que aseguren una observación que tenga las más plenas garantías para su trabajo, usted está fallando a obligaciones que hacen a la esencia de las garantías que debe otorgar”.

Luego de manifestar esta posición, el día de hoy se supo a primera hora, de acuerdo con el semanario Búsqueda de Montevideo, que Mujica envió una carta a Almagro en la que expuso su descontento. El expresidente, padrino político del secretario de la OEA, prefirió distanciarse de una de las figuras clave de su equipo político antes de apoyar los cuestionamientos al gobierno de Nicolás Maduro. "Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós", escribió Mujica en la misiva a Almagro, de acuerdo con Búsqueda.
            La semana pasada, la senadora Lucía Topolansky, esposa de Mujica, señaló que el excanciller “tiene una formación diplomática y jurídica, y él en esa carta extensa que escribe tiene un énfasis jurídico absolutamente profundo. Entonces el MPP tiene una mirada política”, en referencia al documento enviado a Lucena.
Igualmente, trascendió la contratación como adjuntos a la secretaría general de la OEA de exjerarcas del mujiquismo, quienes no continuaron en la tercera gestión de gobierno del Frente Amplio y, en algunos casos, son adversos al presidente Tabaré Vásquez. Siguiendo información publicada por El Observador de Uruguay, algunos nombres son los siguientes: “el exprosecretario de la Presidencia, Diego Cánepa, el exsubsecretario de Economía y también exvicecanciller, Luis Porto, el exsubsecretario de Salud, Leonel Briozzo, y el exministro de Defensa, Luis Rosadilla, son cuatro de los uruguayos en funciones para la secretaría de Almagro”.

La situación plantea una división interna en el Frente Amplio así como una discrepancia en la política exterior uruguaya. Almagro, quien hoy es el encargado de manifestar el descontento de los países miembros de la OEA ante los desequilibrios del proceso electoral de diciembre, entre los que destaca la negativa del CNE a una misión de acompañamiento técnico propuesta por la organización hemisférica, sostiene una postura contrapuesta a la discreción por la que ha optado José Mujica evitando criticar el régimen de Maduro y dando eventuales señales de apoyo en virtud de sostener acuerdos económicos y políticos bilaterales trazados con el ex presidente Hugo Chávez durante su administración.

Ángel Arellano

lunes, 16 de noviembre de 2015

Cachivaches en la Venezuela de hoy

 
En Pueblo Viejo, un caserío perteneciente al Municipio Píritu ubicado a la orilla de la Troncal 9 o Carretera de la Costa, una docena de viviendas entregadas por el Gobierno Nacional fueron tatuadas con los ojos de Chávez. Se les colocó la propaganda antes que el agua por tuberías y otros servicios públicos fundamentales. El lugar es un lunar en medio de la carretera, un urbanismo extraño con casas distintas a las que se encuentran en la zona.
                Los planificadores de la obra no dispusieron en su proyecto ningún tipo de arborización. Esto no sorprende, el “ecosocialismo”, término cursi acuñado por la Revolución, se ha caracterizado más por su guerra contra las áreas verdes que por su aporte al medio ambiente. Similar situación se vive en el norte de Anzoátegui, entre Barcelona y Puerto La Cruz. Han construido un canal de “Bus de Transporte Rápido” que ralentizó, paradójicamente, el tránsito mientras destruía cuanto atisbo de verde encontraba a su paso. Lo mismo sucedió años atrás en Guanta, con la eliminación de gigantescos árboles para que el alcalde exhibiera un mural alusivo al oficialismo. Etc., etc., etc. Nunca la flora venezolana sufrió tanto el delirio destructivo de una tóxica gestión de gobierno.
En la entrada de aquel desierto en Píritu, colocan eventualmente un tarantín atendido por una mujer que agita una lámina de cartón para darse brisa. Un toldo, cuya lona está carcomida por la angustia y la pobreza que ahí lo instaló, intenta protegerla del inclemente sol oriental. La acompañan dos cabuyas amarradas a un par de postes de madera que en algún momento fueron la línea perimetral del terreno vecino. Las cuerdas, estaban rebosadas de pantalones viejos, franelas de tela desgastada y una docena de ganchos que exhibían vestidos femeninos, usados en mil y un aventuras. Era una venta de ropa de segunda mano, o de tercera, como tantas que abundan en las barriadas venezolanas.
Con la carencia de posibilidades en la frente y el alto costo de la vida como signo del momento, los vecinos de aquel sector improvisado, a la sombra de la mirada de Chávez, se dejaban caer uno a uno en el kiosko de la señora. Todos revisaban la pila de pantalones, el arrume de zapatos o las bolsas que contenían algunas franelillas para salvar la temporada. Los precios eran regateados porque no había otra opción, o se pedía descuento o no se compraba, pues hasta lo usado tiene un elevado costo en la Venezuela de estos días.
Como la premisa es comer, matar el hambre, engañarlo, o hacernos creer que lo estamos engañando, cualquier cachivache sirve para cubrir el cuerpo. La moda, el confort, los hilos costosos, la marca, la variedad y la abundancia, son cosas exclusivas de los nuevos grandes cacaos bolivarianísimos, que hablan de socialismo con la boca llena, portando lujosos trajes, con fortunas en la moneda imperial, hijos en distinguidos colegios internacionales y familiares causando estragos en otras tierras (ya no es secreto que la hija mayor de Chávez es una dama “aburguesada” ni que la familia del matrimonio Maduro-Flores se baña en todos los chorritos, hasta en el del narcotráfico).
Hemos vivido bonanzas impresionantes, ciclos de gastos a manos llenas, endeudamiento e inversiones colosales, sin embargo, el hambre siempre ha estado presente, como dijo Betancourt, “la clásica, la tradicional, la inenarrable hambre a la venezolana”.
La miseria no le es ajena a los venezolanos. Aunque el apasionado discurso político de los últimos tres lustros estuvo copado de frases absurdas como “ser rico es malo” y “ser pobre es bueno”, nuestra sociedad, desde hace 100 años, no ha dejado de ser una nación atascada en un modelo rentista que empobreció (y empobrece) a la gran mayoría de ciudadanos. Condenándolos, por decir lo menos, a vivir esta temporada de malas noticias que ensangrientan las calles y aniquilan la esperanza. No obstante, siempre hay una salida: votar.

Ángel Arellano

lunes, 9 de noviembre de 2015

Mandados de la pelazón

 
            Para navidad, decidí ir al centro de la ciudad para comprarle trenzas nuevas a unas botas viejas que están en buen estado. Conseguí un betún prestado y las pulí, así tendré un par de pisos dignos para el fin de año. Comprar zapatos se convirtió en un pecado, o peor, en un suicidio para el bolsillo del ciudadano promedio: el precio más modesto duplica el salario mínimo, y todo lo que se consigue de ahí para abajo, son cachivaches que apenas sirven para andar un par de semanas.
                En el centro, al final de la tarde, las colas de personas son en todos los órdenes. Cola en la farmacia, cola en los abastos, cola para los autobuses y cola para los carritos que cumplen la engorrosa y lenta tarea de llevar y traer a la gente de los sectores más recónditos ocultos en barrios, cerros e invasiones. Un muchacho de 21 años que labora como vigilante, me comentó que a diario se generan por lo menos dos o tres peleas entre la muchedumbre aglomerada a las puertas del supermercado en el que trabaja desde hace un año.
–Todos los días es esa guachafita: se matan para ver qué llegó en el camión, como si siempre viniera cargado de arroz o leche –fue el breve relato del joven devenido en guachimán.
                Matar el hambre en la calle es tarea imposible. Lo único barato son los perros calientes, pero ahora cuestan 100 Bs. y más pequeños. Comerse tres perritos y un refresco para engañar el estómago y hacerlos pasar por el manjar de cualquier nutricionista, nos da un total aproximado de 450 Bs. Si me proveía de ese lujo, no tendría para pagar los tres autobuses que debía tomar para llegar a casa (ah, porque mi vehículo espera que la providencia lo dote de un repuesto inconseguible, como rezan los mandamientos de la escasez: no hallarás, no comerás, no ahorrarás…).
                Cuando el árabe de la zapatería me mostraba su colección de trenzas disponibles, una señora lo abordó intentando el inglés, pero con el oriental en la boca:
–¿Qué jué musiú?, gur afternun.
–Caramba chica, tanto tiempo. ¿Y ahora eres gringa?
–Sí, como Cilia, porque Maduro dijo que la va a mandar a aprender inglés para que lo defienda de los catires gringos cuando nos invadan más tardecita.
No sé si la risa fue espontánea o fue un remedo para tapar la indignación de la noticia cierta que invadía la primera página de un periódico que reposaba en el mostrador, pero todos en la zapatería estallaron en una carcajada.
Antes de retornar, me encontré a El Gato, el maestro de obra de la cooperativa de mi suegro. Dejó la construcción para convertirse en taxista porque la empresa no recibe una llamada de trabajo desde marzo, cuando desojábamos nuevamente la margarita sobre si el régimen iba a caer o llegaría hasta las elecciones. Desde aquel momento, ocho meses atrás, trampeó algunas mañas del viejo vehículo que reposaba en el porche de su casa y salió a la calle a procurarse el sustento de su familia.
                –La gente cree que el “taxeo” de ahorita es como antes – dijo. –Antes se hacía más plata. Ahorita hay muchos taxiando porque todo el mundo anda pelando. Las carreritas están caras, pero si haces cinco o seis al día, vas que chuta. Yo estaba sacando entre 2500 y 3000 Bs. diarios. ¿Qué profesional gana ahorita 75mil o 90mil al mes? Bueno, con todo y eso se me jodieron dos cauchos y ando parado hasta nuevo aviso porque no tengo para comprar aunque sea unas chivitas. Todo se va en comida para la casa.
                Cuando no es la inflación, es la escasez, y cuando no es la escasez, es la inflación; y si con suerte resuelves todo, te atracan, o caes enfermo y sin medicinas, o llegas a casa sin luz ni agua, o el gobierno decreta una nueva medida, o más impuestos, o más cadenas nacionales… Así estamos. ¡Vota!

Ángel Arellano

domingo, 1 de noviembre de 2015

“No vale, yo no creo”


            El escepticismo tiene carrera en Venezuela. Aquí, en la tierra de los libertadores más consagrados (y alabados) del sur de América, cada afirmación tiene su duda y cada negación proviene de una intriga. No somos ajenos a las imprecisiones, tanto así que nuestra democracia fue el desarrollo de una imprecisión que duró 40 años y no superó la turbulencia del modelo rentista petrolero y los primeros intentos de distribución de poder político en el territorio.
                Nuestros días, o por lo menos los que cuentan desde la última década del siglo XX y lo que ha transcurrido del nuevo milenio, han estado rebosados de una frase que se convirtió en el verdadero himno nacional: “No vale, yo no creo”. Una muestra de incredulidad general fue el declive del sistema político democrático y el ascenso del autoritarismo de Hugo Chávez.
Nadie creyó en la disolución del Congreso Nacional, y sucedió. Tampoco, en la erosión de la influencia del bipartidismo AD-Copei, y también ocurrió. “No vale, yo no creo que Chávez elimine las parroquias”, y ya escasos venezolanos recuerdan ese avance de la descentralización. O, “no vale, yo no creo que le quiten a las gobernaciones los puertos, puentes, carreteras y aeropuertos si los han tenido toda la vida”, y, pues, esa herencia de la federación, que soportó todos los embates de las dictaduras que precedieron a la democracia, es, cuando menos, un recuerdo cada vez más lejano.
En días recientes el mundo rememoraba la película “Volver al Futuro” porque en el marcador de uno de los viajes en el tiempo de aquella trilogía ochentosa, los protagonistas partían del año 1985 para ir hasta 1955 y posteriormente visitar 2015. Treinta años después, sabemos que aun los autos no vuelan por las autopistas, cosa que hace falta en las vergonzosas carreteras venezolanas, pero el punto es acotado porque el caricaturista EDO realizó una interpretación gráfica en la que los protagonistas de la película, provenientes de 2015, visitan a unos venezolanos en 1998 y les advierten de nuestra realidad actual. ¿La respuesta? “No vale, yo no creo”.
Hoy, cuando redactamos este artículo, la Revolución Bolivariana cuenta dieciséis años en el gobierno y todas las advertencias (o exhortaciones) realizadas durante la toma de posesión de Chávez, no solo son ciertas, sino que, para nuestra desgracia, han hecho de Venezuela una vergüenza mundial, muestra (por demás reiterada en la historia) de que el militarismo y el populismo son el cáncer del mundo civilizado y el opio de los países subdesarrollados.
“No vale, yo no creo que tengamos que hacer colas de uno o dos días para comprar alimentos”; “no vale, yo no creo que las medicinas desaparezcan repentinamente y no se consiga una pastilla para la fiebre o un jarabe para la tos”; “no vale, yo no creo que dejemos de producir arroz, pasta, leche, harina, carne, pollo, azúcar, cemento, cabillas, tuberías”; “no vale yo no creo que el dólar llegue a 100 Bs. porque cuando eso pase el gobierno se cae”; “no vale, yo no creo que la cerveza y el ron aumenten de precio porque ahí sí el venezolano pasará factura”…
Para nuestra desgracia, estamos aprendiendo de la manera más dramática posible que siempre podemos estar mejor, pero que también siempre podemos estar peor. El éxito y el fracaso no tienen límites, y son las sociedades, su gente, sus aspiraciones y sueños, las que dirigen su destino.
Creer no solo es un acto de fe, es una condición que impone la razón. Quien no cree, no puede defender nada, pero además, nada (o nadie) puede defenderlo a él. Comencemos creyendo que es posible cambiar, porque lo es. Nunca lo ha sido tan posible y tan necesario.
Que Dios nos bendiga.

Ángel Arellano