Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

lunes, 25 de abril de 2016

Crisis política en Brasil y sus efectos en América

 
         La crisis política en Brasil tiene un gran impacto en toda la región. Es un espectáculo, sí; es lamentable, también; y es el reflejo de una cultura política, de una forma de hacer las cosas. No obstante, el que la justicia brasilera haya decidido avanzar vigorosamente en una investigación que ha puesto tras las rejas a docenas de empresarios y dirigentes políticos por casos de corrupción que lesionan gravemente las finanzas públicas, requiere, por decir lo menos, el apoyo de la sociedad latinoamericana que mira expectante cómo los referentes de lo que en un momento fue la ola progresista, terminan salpicados, divididos y con un gigante rechazo popular, producto de su mal manejo de los recursos públicos y del abuso de poder para financiar campañas electorales y garantizar su permanencia en el gobierno.
            “En Brasil es así: cuando un pobre roba va a la cárcel, pero cuando un rico roba se hace ministro”, dijo en 1988 el entonces diputado federal Lula da Silva, quien 27 años después, en una maniobra para salvarlo del proceso judicial que se le adelantaba por corrupción, terminó nombrado como Jefe de Gabinete de su sucesora, Dilma Rousseff.
            El caso Petrobras-Partido de los Trabajadores-Empresarios-Da Silva-Rousseff, ha tenido altos y bajos, y ha generado una intensa polémica seguida con atención por buena parte de la sociedad global, con mucho énfasis, como corresponde, en América. En su desarrollo, se han visto eventos propios del espectáculo circense, como la aprensión a Lula para comparecer ante el juzgado o la votación de los diputados del Congreso para aprobar el juicio político. Errores, me atrevo a decir, propios de una clase dirigente (en todos los poderes) que a la hora de elegir entre la política serena y sesuda, y el show televisivo, decantó por esto último, dando paso, incluso, a la victimización de los victimarios.
            Se ha hablado en abundancia sobre el juicio político (“impeachment”) a Rousseff, y, como es de esperarse, los aliados “progresistas” ha dicho que es una causa meramente política sin sustento, un “golpe de Estado”. ¿Y qué es un juicio político sino una acusación política? Es un procedimiento, constitucional, en el que las cámaras del Congreso establecen la responsabilidad de los funcionarios del Estado ante un acto u omisión de éstos en perjuicio del interés público. ¿Acaso un Presidente no tiene responsabilidad ante el maquillaje de la deuda pública, postergar transferencias a estados y municipios, y tomar préstamos de bancos estatales para demostrar “orden” presupuestario durante su campaña para la reelección?
            Nuevamente esta “izquierda” plantea la dicotomía absurda con la que evalúa todas las acciones políticas: si somos nosotros, el “progresismo”, quien apoya tal medida o acción, aun cuando se violen los derechos humanos, se incurra en ilegalidades o se intenten encubrir escándalos de corrupción, es bueno; y cuando es otro actor, es malo. No caben matices ni medias tintas. Es la lucha del bien contra el mal en los términos de una clase política que recoge las cenizas de una batalla ideológica obsoleta y vacía ante los retos del mundo en la actualidad como el avance de la tecnología y el Internet en cada átomo de la vida humana, el deterioro ambiental y el desarrollo sustentable.
Cualquier cosa viene bien para hablar de lo que no hay que hablar: la izquierda, mayoritariamente pseudo izquierda, fracasó en su intento de cambiar el mundo e imponer proyectos de gobierno luego de que sus modelos de gestión comenzaran a hacer ascuas pasado el boom de las materias primas en la década anterior y que los escándalos de corrupción socavaran su base electoral.
            Al corte de hoy, los latinoamericanos tenemos que preocuparnos mucho más por el legado de gobiernos progresistas como el de Brasil que impactan duramente a la región, y por la demostración incivilizada del show de esta clase política que intenta ocultar su retirada, que por el descalabro de una presidenta.

Ángel Arellano

sábado, 23 de abril de 2016

A propósito del día del libro... ¿sigue el libro con vida?

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Emocionante para los lectores, porque abundan listas de recomendaciones, textos atrevidos sobre el ser lector, críticas, sugerencias y mucho intercambio de opiniones. Hoy las librerías muestran su mejor semblante y las ferias están repletas de interesados.
En las redes sociales la lectura de libros no está precisamente entre los temas que más importa a los usuarios. Incluso, no figura entre lo que se califica como "entretenimiento": los selfies, el espectáculo, las mujeres atrevidas, los memes, el contenido porno y los chistes tienen más impacto que cualquier otra cosa. El 80% del contenido "interesante" en redes sociales es asociado a esta definición de "entretenimiento".
¿En qué lugar queda el libro? ¿Sigue vivo?
Cada vez que hago un post sobre alguna reseña, cuelgo alguna foto de un libro o cito un pasaje que me ha parecido relevante (en cualquier contexto), no espero mayor interacción. Puedo decir que la gente que me sigue en las redes muestra mayor interés por cualquier información que esté relacionada a esta zona de confort llamada "entretenimiento". Pero bueno, no esperaba tampoco lo contrario. Aunque libro no ha muerto, tampoco tiene muchos amigos, o por lo menos no tantos como uno quisiera.
Si bien cada vez son más los títulos publicados, y los autores que emprenden un nuevo texto, es menos la relevancia que tienen los libros en la opinión pública, en Internet y en cualquier conversación común. Solo los entendidos y los amantes de la lectura, persisten en esa actividad formadora, profunda e infinita, que es la lectura de libros.
No pocas veces cuando me tocaba dar clases en la Escuela de Comunicación Social de la USM, frente a un grupo por lo general de 30 estudiantes, preguntaba: -¿Quién lee un libro en la actualidad? -. Cantar de grillos mediante, algunas manos se levantaban. Y decía para mis adentros, así como lo hicieron mis profesores y los lectores del pueblo que me vio crecer, "ahí está la esperanza".

Si te animaste a leer toda esta perorata nostálgica, tal vez te pueda recompensar con el post extraordinario de Julián Marquina (www.julianmarquina.es) "10 beneficios del libro en papel… y otros 10 del libro electrónico".

10 beneficios del libro en papel

1. La posesión y el coleccionismo. Puedes hacerte con una gran biblioteca personal, la cual mostrar a tus amigos y conocidos… además de ser un preciado objeto de decoración. También sirven como medallas o logros conseguidos para mostrar.
2. La perdurabilidad. Los libros en papel pueden llegar a durar décadas y siglos, como ya se ha demostrado. Es la tecnología más fiable para plasmar y conservar textos.
3. El funcionamiento es sencillo. El funcionamiento de los libros en papel es muy sencillo: basta con abrirlo y empezar a leer. Además es fácil volver a páginas anteriores o pasajes anteriores del libro… la relectura es más sencilla.
4. El poder de la nostalgia. El fetichismo por los libros existe… su olor a nuevo, su tacto, su belleza visual… El libro en papel tiene muchos adeptos ganados y que no quieren dejarlo de lado.
5. Tienen vida propia. Cada libro nos puede hacer recordar un momento, nos sentimos acompañados en viajes… Sin olvidar sus anotaciones en los márgenes, las dobleces en las páginas, sus marcapáginas o demás cosas que podemos encontrar dentro de ellos para guardar una lectura, como cartas, fotografías, calendarios, billetes de tren…
6. Mayor recuerdo de lo leído. Está demostrado que leer en papel hace que haya un mayor recuerdo y comprensión del texto leído.
7. Un libro siempre es un buen regalo. Regalar libros siempre está bien visto, y no solo por la temática del mismo, sino porque se está regalando un objeto físico para el ocio y/o el conocimiento.
8. El préstamo a un amigo. Puedes prestar un libro en papel a un amigo, a un familiar, a un vecino, a un compañero de clase o del trabajo estando seguro que no estás cometiendo una ilegalidad al hacerlo. Además hay infinidad de libros en papel para tomar en préstamo en las bibliotecas.
9. No te dejará nunca tirado. Un libro en papel no te dejará en la estacada porque se le acabe la batería, porque no sepa reconocer el formato o por la actualización del software.
10. El placer de descubrir. Ir a una librería o a una biblioteca a pasear entre las estanterías de libros en papel para descubrir lecturas o simplemente para ojear (y hojear) distintos títulos.

10 beneficios del libro electrónico

1. El espacio que ocupan es en MB y no en estanterías. No tendrás que dedicar ninguna parte de la casa para colocar los libros y que cojan polvo… puedes tenerlos todos guardado en el ordenador, en un USB, en el mismo lector de libros electrónico. Incluso puedes tener una cantidad de libros que nunca te habías imaginado.
2. No te pesarán en la cartera o en el bolso. Al igual que pasa con el espacio que ocupan, el peso es otro gran punto a favor del libro electrónico. Puedes llevar una gran cantidad de libros electrónicos en tu cartera o bolso sin que por ello te duelan los hombros o la espalda.
3. La tecnología le ayuda. Ya son muchos los lectores de libros electrónicos que vienen con luz integrada, lo cual no te hará depender de una luz externa para leer tus libros electrónicos. Además vienen con diccionarios para buscar palabras, traductores para hacer consultas y buscadores internos para encontrar lo que buscas de manera rápida.
4. Su bajo precio. Los libros electrónicos son más baratos, por lo general, que los libros en papel. Además puedes contar con una gran colección de libros electrónicos gratuitos en Internet.
5. Su disponibilidad inmediata. Si quieres un libro electrónico y estás en casa, en el trabajo o en el parque tan solo tienes que acceder a alguna de las múltiples plataformas que venden libros electrónicos para comprarlo y empezar a leer inmediatamente. También es aplicable la disponibilidad al préstamo en bibliotecas, pero ya sabéis que no hay muchos libros electrónicos aún y puede que estén en préstamo.
6. La conectividad con el texto y con el mundo. Los libros electrónicos te permiten ver vídeos incrustados en el mismo texto, ver los enlaces que incorporan o consultar de manera inmediata las referencias. También, ya son muchos, los que tienen conexión wifi para navegar y descargar libros electrónicos.
7. La sincronización de las lecturas. Puedes empezar a leer un libro electrónico en tu eReader y terminar de leerlo en tu smartphone. Esto es posible a la llamada lectura en la nube y que sincroniza los libros que tienes y la página por la cual te quedaste la última vez que accediste.
8. Las anotaciones y marcas. Puedes tomar infinidad de anotaciones en los libros electrónicos, subrayarlos, marcar páginas… sin estropear el libro. Es más, si quieres puedes deshacer todo sin que quede marca alguna.
9. Adaptación tipográfica. Se acabaron las quejas sobre si la letra de este libro es muy pequeña o le falta intensidad… con los libros electrónicos se puede adaptar el tamaño de las letras, cambiar la tipografía y darle mayor oscuridad o claridad a las mismas. Es ideal para personas con algún tipo de problema visual.
10. Dejar que descubran por ti tus próximas lecturas. Los libros electrónicos, más bien las plataformas de venta de libros electrónicos, son capaces de guiarte según tus gustos y las lecturas realizadas anteriormente por nuevos títulos que te llamarán muchísimo la atención. El poder de la tecnología y de los algoritmos puestos a disposición del descubrimiento de nuevas lecturas.



martes, 19 de abril de 2016

De los “regalos” de Chávez al “holocausto” de Maduro

Oliver Sánchez tiene 8 años y padece linfoma no Hodgkin. Protesta en Caracas el 26/02/16 Foto: AP


            En una visita a Montevideo en 2011, Hugo Chávez informó la donación de $ 10 millones para la remodelación del Hospital de Clínicas “Dr. Manuel Quintela”, uno de los principales centros de salud del Uruguay. Durante el evento, el decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, Fernando Tomasina, no escatimó en halagos: “Lo recibimos con mucha alegría y con muchas expectativas para lograr intercambios académicos (…) Estamos agradecidos de su visita, toda la universidad y la Facultad de Medicina entendió procedente tener este encuentro cercano con usted”.
            El hecho en cuestión resulta anecdótico. Si por algo se caracterizó el gobierno de Chávez fue por castigar a las facultades de medicina de las universidades autónomas venezolanas, obviándolas, rechazando su aporte al país y asfixiándolas con constantes recortes presupuestarios. Nunca hubo diálogo, entendimiento ni consideración.
            La notica del “regalo” a Uruguay trajo polémica. Gritos de reprobación por parte de los venezolanos y aclamación del lado de los aliados latinoamericanos. Nicolás Maduro, delfín y canciller, salió al paso en aquel momento y explicó que se trataba de un acuerdo firmado en 2005, que por cierto aún se mantiene brevemente reseñado en la página web del Ministerio de Salud Pública uruguayo pero que desapareció del radar de la autoridad sanitaria venezolana. La cosa quedó así. Venezuela puso el dinero y se desconoce qué obtuvo a cambio. Tiempo después, según información oficial del gobierno de Nicolás Maduro, se replantearon los “acuerdos” para recibir, en teoría, $ 6 millones en medicamentos uruguayos, aunque se conoce que se ha cumplido con menos del 10%, según investigación especial que adelanta la Asamblea Nacional. Esto, además, con la atenuante de las deudas en otros sectores que tiene la administración Maduro con Uruguay y otros países.
Para ese año, 2011, nuestro país ya mostraba un serio deterioro en el servicio de salud. Los hospitales y ambulatorios, execrados de los planes de inversión de la era chavista, fueron desplazados (en preferencia gubernamental y no en eficiencia ni en capacidad de asistencia) por la red de la Misión Barrio Adentro (y los 124 mil “colaboradores cubanos de salud”) que le ha costado a Venezuela un aproximado de $ 250 mil millones en los últimos 13 años y que hoy se encuentra desmantelada.
La Memoria y Cuenta del Ministerio de Salud para el año 2015 asegura que Barrio Adentro realizó 75 millones de consultas el año pasado. ¿En un país de 30 millones de habitantes? ¿2,5 consultas por habitante? Nada más absurdo y más falso.
En 17 años de chavismo hemos visto 17 ministros de salud diferentes. Cuatro de ellos militares. Todos ligados a casos de corrupción (mil millonarios) por concepto de importación de medicinas. Al corte de hoy, el desabastecimiento en medicamentos es espeluznante. La Federación Médica de Venezuela sostiene que existe una escasez del 95% en medicinas. Es una crisis humanitaria desbordada y sin intención de resolverse en el mediano plazo, suerte de holocausto reeditado por Nicolás Maduro.
Hace unos días, Venezuela firmó otro acuerdo de cooperación con Cuba, esta vez por $ 1.428 millones y tomando en cuenta la importación de medicamentos que, es necesario subrayar, no son producidos en la isla, sino importados por oscuros intermediaros y vendidos con sobreprecio al gobierno venezolano. Por otro lado, la Cámara de la Industria Farmacéutica pidió que se cancelara una deuda de apenas $ 657 millones con proveedores internacionales para la importación de insumos y la fabricación de las mismas medicinas en suelo nacional. A lo último no se le dio importancia.
Mientras unos se llenan los bolsillos, los pacientes caen muertos en las emergencias. Los gobiernos amigos de Chávez, ahora silentes ante el desastre de Maduro, han sido cómplices de esta matanza… tienen sangre en sus manos.

Ángel Arellano

lunes, 11 de abril de 2016

¿El gobierno que nos merecemos?

Fuente: http://yvnoticias.com/archivos/11852

-¿Eres de Venezuela?
-Sí
-Venezuela. ¿Nicolás Maduro, no? ¿Allá es donde el Congreso quiere cambiar al Presidente y ahora el Presidente quiere liquidar al Congreso?
-Se pudiera decir que sí.
-Ah, ya. Leí que Maduro decretó los viernes como no laborales para ahorrar electricidad. ¿Es verdad?
-Sí claro, reciente.
-Y vi que la inseguridad es tal que la gente toma justicia por sus manos con linchamientos y han quemado a varios delincuentes, incluso a uno que ahora todo apunta que era inocente. ¿Es así?
-Tal cual.
-Me enteré que aumentaron en 6000% el precio del combustible pero aún con eso siguen siendo el país con la gasolina más barata pero con el nivel de miseria más alto del continente. Una lástima.
-Eso también es verdad.
-Una página web publicó un reportaje que me erizó la piel: resulta que hay enfermos de cáncer que prefieren suicidarse antes de tratarse la enfermedad en Venezuela debido a la gran escasez de medicinas y colapso de los hospitales y clínicas…
-También lo leí.
-¿Y cómo llegaron a ese punto? Nosotros admirábamos el desarrollo de Venezuela hace tiempo. Cuando estábamos en dictadura ustedes acogieron a cientos de compañeros que huyeron al exilio. Eran la vitrina de la democracia y ahora están en el fondo. ¿Qué les pasó?

            ¿Qué nos pasó? Esa es la pregunta que se cuela en cualquier foro, conversación, cena familiar o charla. Los venezolanos, en especial los más jóvenes, cuya diáspora, según estimaciones, ronda el millón de almas, se preguntan qué le pasó al país del que hablaban sus abuelos, en el que todo era infinitamente mejor con respecto a la barbarie que se vive en estos días. No son pocas las incongruencias que se escuchan cuando alguien intenta analizar la trayectoria del “cómo” llegamos a este punto. Algunos pasan la factura al sistema político, otros resumen las causas, deportivamente, en una injusta frase de la que desconocen su origen y sentido estricto: “Cada nación tiene el gobierno que se merece” (Joseph de Maistre, 1753-1821). Del resto, palabras más, palabras menos, las acusaciones van en la misma dirección. Intentemos una respuesta resumida citando a los investigadores Daron Acemoglu y James Robinson en el prominente ensayo “Por qué fracasan los países” (7ª ed., 2014, Deusto: Madrid), quienes abordaron brevemente el tema:
“Venezuela también hizo la transición a la democracia después de 1958, pero esto ocurrió sin cesión de poder a las bases y no creó un reparto pluralista del poder político. Lo que sucedió fue que los políticos corruptos, las redes de clientelismo y los conflictos persistieron en Venezuela, y, en parte, como resultado de ello, cuando los votantes fueron a las urnas, incluso estaban dispuestos a dar apoyo a déspotas en potencia como Hugo Chávez, y la causa más probable es que pensaran que solamente él podría hacer frente a las élites establecidas de Venezuela” (pp. 535-536).
La crisis del sistema político y de la economía basada en el rentismo petrolero, fue el preámbulo para una sociedad que en buena parte no se sentía representada por la dirigencia y exigía una vuelta al reparto de la riqueza de los setenta. Chávez consolidó su proyecto con dinero a manos llenas, gastando todos los recursos que, por suerte, habíamos obtenido con los altos precios del petróleo durante su mandato. Falleció, y con él también murió la bonanza. Al país le tocó enfrentarse a su realidad: todo lo que consume lo importa, lo poco que produce no abastece el mercado interno, educación de baja calidad, pobreza y miseria creciendo sin control...
Vivimos sobre las ruinas de un sistema democrático que funcionó y que fue ejemplar. También que puede volver a serlo, con el concierto de la dirigencia y de la sociedad. No es que solo los gobiernos deciden el rumbo de un país o que solo los pueblos, sin organización ni sistema, determinan su futuro. Un poco de uno y un poco del otro.

Ángel Arellano

lunes, 4 de abril de 2016

Hablemos de hambre y miseria


Le pregunté a un amigo “¿Qué hubo mano? ¿Cómo está la vaina? Deme un reporte”. Y su respuesta resumió la tragedia: “Mano, el pueblo sumergido en un mar de desespero y decepción. El venezolano con hambre, mal sudor, mal aliento y hediondo porque no hay productos de aseo personal ni comida. Desesperado porque salir de este gobierno y de esta situación por la vía legal es un proceso demasiado largo y hasta está tornándose imposible”. Como lo habrán notado, mi amigo no es analista ni politólogo. Es un venezolano de a pie que describe acertadamente y sin rodeos la realidad que vive la inmensa mayoría del país.
Según una encuesta nacional sobre condiciones de vida que salió a la luz pública recientemente, elaborada por la Universidad Central de Venezuela, 50% de los venezolanos eliminó de su menú la leche y los huevos. La médico nutricionista María Elena Herrera informó en declaraciones a la prensa que en nuestra nación 3,5 millones de personas están consumiendo sólo dos comidas al día: “81% de los hogares venezolanos presenta algún grado de pobreza”. Y es que a la hora de comprar alimentos, no se consiguen los productos básicos, y los que aún se encuentran, en los puestos de los revendedores o a través de la red de los “bachaqueros”, se cotizan a precios exorbitantes que el menguado salario de nuestros compatriotas no puede pagar.
En síntesis, los pobres hoy son más pobres y los venezolanos, además de vivir una crisis política y social estresante, no están bien alimentados y carecen además de los medicamentos necesarios para cuidar su salud en medio de la marea alta de enfermedades que golpean a la sociedad. Esta situación impacta el futuro pues no sólo es un hecho del presente que se podrá resolver en el corto plazo con un eventual cambio de gobierno. La malnutrición que afecta el crecimiento de los niños venezolanos, y la vida de jóvenes y adultos, es una cruz con la que cargará la sociedad un número indeterminado de años mientras no exista un paliativo urgente.
Estas líneas escalofriantes reflejan una realidad asfixiada por el debate político y los continuos escándalos del gobierno. En la agenda de quienes controlan el poder no está la alimentación de los ciudadanos ni sus servicios básicos. Hace tiempo que la crisis de Venezuela dejó de ser una pugna por el poder político para transformarse en una emergencia humanitaria que requiere el concierto de todos los sectores de la sociedad para ser atendida. En esa operación, la primera actuación es salir del gobierno de manera expedita y constitucional. De otra forma, el hambre y la muerte seguirán marcando la pauta en la familia venezolana.
Desde hace varios años, Venezuela encabeza con amplio margen de ventaja el ranking de los 15 países con más miseria en el mundo que realiza la firma Bloomberg. La inflación, el desempleo y el altísimo costo de la vida muestran cifras que coquetean con el estado fallido del que se habla constantemente en los foros económicos que intentan presentar propuestas de soluciones a un oficialismo sordo y desentendido de la gravedad de la crisis. No en vano el mundo comienza a ver a Venezuela como la Zimbabue de América Latina.
Apoyar la sustitución del gobierno de Nicolás Maduro no es una opción. Supone una exigencia moral de los venezolanos para con su golpeado país. Es una obligación para aquellos que aspiran vivir libres y en democracia. En este contexto, siempre es importante recordar la frase de Dante en la Divina comedia: “Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”.

Ángel Arellano