Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

¡Disparen al mensajero!


Tal vez en la primaria nuestros maestros no se esforzaron por enseñarnos que la solución del problema está en atender el caso y no a los elementos distractores. Tal vez la educación que recibimos fue de tan mala calidad que lo olvidamos. Tal vez ser espectadores de los sermones hogareños fue sólo un puente para esperar que pasara el palo de agua… o nos empecinamos en olvidar algo que sí nos enseñaron y por egoísmos mantiene a Venezuela en un desasosiego innegable, inmutada ante tanto atropello que el Mundo observa impotente, porque ratificamos lo malo y pateamos lo bueno.
Les hablo, estimados lectores, de lo egoísta, impertinente, antidemocrático y simplista, que se ha convertido el ejercicio de la política como mecanismo de acercamiento a las masas, reivindicación de la sociedad y encarrilamiento ideológico.
Es notable y balbuceado en cuanta esquina haya en este país, que el desprestigio de los dirigentes políticos partió de una ardua tarea, con matices de plan maestro, protagonizado por los medios de comunicación social en la coyuntura de los gobiernos puntofijistas contra la actual fuerza en el poder. He ahí el inicio de un desprestigio sostenido a la carrera política, aunado del generalizado cólera producido por la corrupción y el decaimiento de las instituciones públicas.
Hoy es pan nuestro que al vocero político se le tome como un fantoche ocurrente y roba cámaras: producto de la desviación de la tarea como líderes sociales y sean ahora actores de estudios de televisión. Pero, pasando la página, hay que reconocer que decir estas verdades está muy mal. Y peor aún denunciarlas. Se persigue a quien dentro de las filas del oficialismo y la oposición, se presenta crítico ante el desprestigio de la política y propone cambios, airosos y democráticos, para refrescar la esencia de los partidos y organizaciones, con el imperioso fin de tener más y mejor “enganche” con la nación; que a final de cuentas es la gente, los ciudadanos, a quienes se debe todo en este apostolado público.
Ha sido reseñado en reiteradas ocasiones, que a dirigentes de oposición y chavismo, sobre todo en sus corrientes de nuevas generaciones y liderazgos juveniles, se les ha cuestionado por pronunciarse en favor de la amplitud, seriedad, democracia y llamado a la lucha.
Los partidos políticos son muy importantes como para no atender el llamado a la reconsideración de sus prácticas. La oposición es necesaria, el oficialismo también lo es. Esto no quiere decir que quienes hoy estén en el poder deban seguir estándolo, en tiempos de talanqueras bajas hay que delimitar bien los comentarios sin dejar cabos sueltos.
Este texto no es más que un llamado a la coherencia. A que lo que profesemos sea ejecutado en nuestros espacios. Cientos de líderes de la democracia migran a otras organizaciones o se resguardan en la independencia partidista, porque no se sienten tomados en cuenta y la reorientación del accionar opositor se ha disgregado nuevamente en parcelas, lo que ha condicionado la opción de participar de ese voto indeciso, que termina siendo fulminante. Son estos los baluartes del rechazo social.
Con una nueva devaluación en puertas y los índices delictivos en un increíble apogeo, las decisiones tomadas en estos momentos para seguir generando política desde las oficinas, definirán el plazo de quienes llevan el rumbo de esta nación y de quienes pretenden llevarlo.
Las nuevas generaciones no son opciones consagradas. No lo son porque sonaría pedante afirmarlo, sin embargo, han mostrado resultados que deben ser tomados en cuenta. Se ha perdido mucho tiempo exponiendo proyectos de gobierno, ante un poder que no gobierna, sólo hace política. Es escaso lo que se dedica en pregonar abrir los ojos ante las tempestades que comenzaron a inundar nuestro suelo… La juventud no puede ser asistente de los errores, porque ¿quién la perdonaría luego?

Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano
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lunes, 19 de noviembre de 2012

El peligro del intelecto




Decía el ex rector de la Universidad Católica Andrés Bello, padre Luís Ugalde, que “la mala educación es como el cáncer, cuando usted lo siente ya no hay remedio”. Crítica experimentada de un luchador por una formación competitiva y exigente en la República de hoy.
La facilidad de asombro en esta época, ha superado con creces la capacidad de crear y superarnos como nación. Convulsionada y desvariada por la tormenta que significa la inflación y la inseguridad personal, nuestra Venezuela sigue en reversa a paso firme en lo que debería ser su más celado encanto: la soberanía.
En la producción económica nacional, hay un renglón que no despunta, ni ha recibido más allá de migajas en cuanto a su estudio, análisis y consideración para la planificación del país. Hablo del mercado de la propiedad intelectual o Industrias Protegidas por el Derecho de Autor (IPDA) como se conoce en el ámbito internacional. Una cartera incluso más soberana que el petrolero, porque depende de nuestras ideas y no de la explotación mineral.
Seguramente, siendo optimistas, faltó investigar más, pero lo cierto es que la información sobre este tema es escasamente profunda y la poca que se consigue, data de más de diez años atrás. La Unesco reconoce a las IPDA como las “que combinan creación, producción y comercialización de contenidos que son intangibles y culturales en su naturaleza”. En otras palabras, son: Publicidad y servicios de asesoría, artes gráficas y visuales, software, cine y video, prensa, libros, música, teatro, recaudación del derecho de autor, radio y televisión.
Hoy este segmento de la economía creció 2,5 veces más en el mundo que el promedio del resto de los sectores del mercado. La fertilidad de este rubro, depende de múltiples factores sociales y económicos. Pero por encima de todo, la Unesco reconoce que la educación es la vela de ese santo, y por esta poderosa razón, se convierte en un sector estratégico para la inversión en los nuevos tiempos.
Sin embargo, y sin ánimos de acongojarnos, sino más bien de alistarnos a la lucha de las ideas, Venezuela es un país que no aparece entre los primeros apuntados con las IPDA en posiciones destacadas dentro de su Producto Interno Bruto (PIB). Tanto es lo que importamos, que nuestra IPDA no es sujeta a un estudio comparativo. Vivimos de la importación, pronto hasta nuestro aire será importado… ¡Qué gran soberanía!
Veamos estas realidades vecinas: en Colombia las IPDA son un 3,3% del PIB y contribuye en un 5,8% a la generación de empleo; El Perú tiene un 2,6 de participación de las IPDA en su PIB y contribuyen en 4,5 al empleo; y en la cercana Panamá las IPDA aportan 6,3% al PIB y 3,2% al empleo. Es decir, sin echar mucho número, son un sector con un terreno bien demarcado y en franco desarrollo. En Colombia, por ejemplo, las IPDA tienen mayor participación en el PIB que sectores como el energético (con todo y que hoy día Venezuela importa combustible colombiano), cafetalero y hotelero.
No debe ser mera casualidad que los países antes mostrados tienen una calificación muy por encima al nuestro en cuanto a la dedicación a sus instituciones educativas, desde la primaria a la superior y especializada, donde se forja con suprema calidad el recurso humano soberano, creativo, intelectual, moderno, que requiere la pujante economía de América Latina.
¡Hay un golpe de Estado! Sí. En nuestra falta de lectura, en la baja capacidad que tenemos de desarrollar empresas que proyecten el HECHO EN VENEZUELA al punto de no ser relevantes, en la decadencia de la educación como motor del desarrollo, y en la conformidad de tener una sociedad que tenga los primeros y básicos oficios pero que no se especialice puesto que se vuelve peligrosa, porque su capacidad de pensamiento la puede hacer soberana, y por ende totalmente libre… Ahí representan un riesgo para el poder.
Dijo el padre Ugalde en una entrevista: “La dignidad de la persona se fundamenta en la noción de que puedas ser productor y que saques adelante a una familia por tu esfuerzo. No hay que dar limosnas sino oportunidades”.



Ángel Arellano
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martes, 13 de noviembre de 2012

La lectura en Venezuela




Inspirado en la idea firme, comprobada y sólida, de que la educación es la salida a la pobreza y las penurias, permanezco espectador de cientos de textos referentes al posicionamiento de la lectura en América Latina: una región con muchas cuentas por pagar y gente que alimentar.
No son más que desesperanzadores los resultados en la investigación inocente pero decidida del desarrollo del libro como materia prima de la educación en Venezuela. Y nos atrevemos a aventurarnos en el complejo mundo de la lectura, porque son aquellos países con mayor población lectora, los que tiene más y mejor educación, y por ende, sociedades desarrolladas. Como esa es la meta de mi generación, por ahí me fui.
El “Estudio del comportamiento lector, acceso al libro y la lectura en Venezuela 2012” elaborado y publicado por el Centro Nacional del Libro (Cenal), es poco animoso. No sólo por los resultados, sino por lo exiguo que se muestra. Mucho cuidar las formas, pero poco avanzar en la crítica decidida a solucionar la necesidad de Estado de educar con calidad a la ciudadanía.
Arranquemos por aquí: Uruguay en 2010 tenía tres millones de habitantes, Venezuela 29. En Uruguay por cada 100 mil habitantes existen 56 libros publicados, en Venezuela sólo 13. Hace un par de años Uruguay exportó 7,2 millones de dólares por concepto de libros, Venezuela sólo despachó 0,7 millones de dólares. 57% de los hogares Uruguayos tienen al menos 50 libros en casa, en Venezuela no lo sabemos aún porque el mencionado estudio del Cenal está incompleto.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, y el Banco Mundial, sostienen que Chile tenía en 2010 17 millones de habitantes. Ese año produjeron 5.113 nuevos libros nacionales, mientras que Venezuela aportó 3.746 con mucha más cantidad de ciudadanos. No en vano el PIB per cápita chileno en 2010 fue de 8.096 dólares y el venezolano 6.010 dólares.
La hermana República de Colombia realiza un esfuerzo de años por tener un exhaustivo seguimiento al crecimiento de su población lectora. En el boletín “El libro en cifras” (2012) del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), el vecino Estado destaca como uno de los países más actualizados y que mayores números aporta para el estudio de la lectura en sus latitudes. Venezuela, también mostrada en el citado informe, no puede vociferar lo mismo: somos una de las cinco naciones estudiadas que no tiene estadística en cuanto a la lectura por habitantes y uso de bibliotecas. De tener el Cenal estos indicadores, que por lo menos los muestre porque a nuestro parecer los correctivos fueron olvidados hace bastante rato.
A pesar de todo lo manifestado anteriormente, la Cerlalc informa que 50% de los venezolanos leen libros y el otro 50% no lo hace. Además, el Cenal publica que 32% de nuestros compatriotas alfabetizados no han leído un libro los últimos 12 meses y otro 20% se leyó uno en el mismo período de tiempo. Solamente 18% de quienes leen en Venezuela han recibido un libro del Estado y un 19% de ellos no lo leyó.
De los seis autores más leídos en nuestra nación sólo dos son propios, Rómulo Gallegos y Miguel Otero Silva. El 74,90% de quienes leen no conocen las revistas especializadas en motivar la lectura que el Gobierno Nacional distribuye.
Luego de tanta información, comprendemos que la calidad no es el objetivo de quienes manejan este barco. Leer y escribir no debe ser el primer y único paso; mantener a los estudiantes en el hacinamiento de instituciones educativas no óptimas y sin presupuesto, tampoco. Este texto es un escrito para la reflexión y la crítica con contenido, documentada y actualizada en cuanto a nuestra situación. Seguiremos denunciando, porque las nuevas generaciones lo necesitan.

Ángel Arellano
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martes, 6 de noviembre de 2012

Dios los hizo ricos y son pobres




“Sueñan las pulgas con comprarse un perro, y sueñan los nadie con salir de pobres. Que algún día llueva de pronto la buena suerte, que llueve a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte…” decía Galeano en Los Nadies.
Hoy aquellos que sueñan con la buena suerte, son los pequeños países, bendecidos con las riquezas de la Tierra, y trabados en los baches de su historia.
            El enorme tesoro en el que se transformó el petróleo a principios del siglo XX, cambió vidas y realidades geopolíticas. La sociedad global vivió la aparición de un nuevo poder en el orden mundial: el poder energético.
            Nace la Organización de Países Exportadores de Petróleo en Bagdad por idea de venezolanos… Del Ministro de Energía y Minas, Dr. Juan Pablo Pérez Alfonzo, para ser más exactos. Dentro de ese cónclave que veía luz para coordinar la existencia y futuro del negocio petrolero, no estaba representada ninguna potencia mundial: una esperanza para equilibrar fuerzas y así calmar alientos de cualquier trasnocho bélico en lo posterior.
            Pero no fue así, hoy la historia por contar es otra, y dentro del paréntesis de estos textos, necesaria es la crítica reivindicativa de nuestras esperanzas por un mundo que funcione y que sea sustentable. Los poderosos siguieron imponiéndose, porque los débiles no han dejado de ser espectadores de pendejadas.
            Venezuela, pregonera de la OPEP, y de la siembra del petróleo, hoy tiene una de las economías más estancadas del planeta. Su poderío energético se invierte en las ilusiones de una supremacía continental que no llegará. Quienes más y mejor se benefician de la renta petrolera criolla son los aliados extranjeros, poco comunes e innecesarios. La producción de petróleo de esta nación, nuestra nación, no ha crecido en muchos años y hoy la industria está en la más penosa decadencia.
            Dios hizo a estos países muy ricos y pocos lo han sabido aprovechar. En Bagdad se fundó la OPEP, y no es Irak precisamente un ícono al desarrollo, sino un gran monumento a la guerra, cuyas lágrimas aún no se secan luego de los enfrentamientos con Estados Unidos. Irán, Libia, Bahrein, Arabia Saudita, Kuwait, Gabón, Qatar, son países sumidos en dictaduras y monarquías. Gran parte de sus recursos se invierten en financiar estos modelos políticos obsoletos.
            El conflicto en el que muchos de estos territorios tanto árabes como asiáticos aún se encuentran, es deprimente. El petróleo es un arma para estas naciones, no un instrumento para crecer y dar bienestar a sus habitantes. El oro negro es usado para amenazar y no para el equilibrio y la paz.
            Otros países como Nigeria, Argelia y Emiratos Árabes Unidos, reciben ganancias positivas y diversifican sus economías para que su estabilidad perdure en el tiempo cuando el petróleo deje de ser la opción más rentable para producir energía.
            ¿Ha cumplido la OPEP su rol protagónico de coordinar el mercado petrolero para garantizar el desarrollo de sus integrantes?, ¿han cumplido todos los integrantes de la OPEP con su papel de llevar prosperidad a sus habitantes y dejar de trasnocharse con excesos de poder y crisis auto producidas?
            Los ejemplos de aquellos que no aprovechan las bendiciones de sus terrenos, son una carcajada al aire para el mundo que avanza viendo desde estribor a otros que no suben al barco. Y nosotros, los habitantes de este cónclave, sobre todo los venezolanos, pioneros y emprendedores de la explotación mineral, debemos hacer un alto reflexivo para saber que esto no está bien, y cerrar los ojos no es una opción.
            Concluye Galeano: “Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”.



Ángel Arellano
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