Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Generación Chávez

Venezuela, un país para las despedidas
El profesor pregunta en el salón de la universidad: “¿Cuántos de ustedes quieren culminar estudios e irse a vivir al extranjero?”. Silencio. Algunas sonrisas son cómplices. Otras caras muestran miedo. De momento, casi todos levantan la mano. Símil de un rito solemne. “Y los que no la levantaron, apenas cinco de los 40, ¿por qué no se irían?”, interroga. “Profesor, no es que no nos iríamos, sino que como está el tema de los pasajes ahorita, aparte de que ¿quién cuidará a nuestras familias? Si podemos resolver eso, también nos vamos”, aclara una muchacha que puede tener apenas 18 años. La carcajada resuena. Las manos siguen levantadas.
            En el canal de televisión del gobierno, aparece el ministro de economía junto al hermano del Capitán presidente de la Asamblea Nacional afirmando con sonrisas que “2015 será un excelente año en materia productiva”. Inmediatamente, un ejército fantasma en las redes sociales inunda la escena con comentarios, halagos, alabanzas. Máquinas que programan mensajes las 24 horas. Robots. Semejan al sistema de justicia, o al poder electoral. Atienden las reglas de la sala situacional respectiva.
            Se posiciona una etiqueta común, la frase utilizada para vanagloriar al Supremo con las oraciones de rigor. Cualquier intento para mitificar a quien trajo tal calidez, tales bondades, tal momento estelar de paz y abundancia, siempre será bienvenido. Los protagonistas de la propaganda, la “Generación Chávez”, son, o por lo menos eso busca dar a conocer el show digital, aquellos niños, hoy jóvenes, que crecieron en estos 15 años de revolución y que ahora toman, gracias a la bendición del Supremo, su lugar en la historia acompañando el modelo chavista.
            Tras la pantalla, señal en alta definición que muestra el canal de “todos los venezolanos” en cualquier punto inhóspito de la geografía, los hoy jóvenes, ayer niños, y, los hoy adultos, ayer jóvenes, deben abrirse paso en las peores condiciones imaginadas. La revolución que los inspiró, que los enamoró con sus mensajes de justicia social, cambio y muerte a los corruptos de inicio del 1999, ha convertido a la nación en un contrasentido. Venezuela, siendo la hermana pequeña pero rica de la región, se convirtió en un país de despedidas.
            La “Generación Chávez” también hace colas. Sufre tener familiares y amigos atracados, secuestrados o muertos por la inseguridad; y profundiza en su dolor cuando el caso pasa a la lista del 96% de impunidad. El carnet de juventud PSUV no permite acceso ilimitado a productos de primera necesidad o a gasolina preferencial en estaciones de servicio que no tienen largas filas de espera. Son víctimas de la inflación, del desembolso repentino en más impuestos, de la lectura diaria en los labios de sus amigos que al borde del llanto reiteran “no consigo trabajo, no tengo para pagar la universidad, nunca tendré un carro”. Una vivienda puede costar más de 600, 700, 800 salarios mínimos; ser “Generación Chávez” no hace que te bajen los precios.
            Todos los jóvenes no son ni fueron miembros de la “Generación Chávez”. Esta ha sido una distinción exclusiva de un importante grupo que para conseguir alguna oportunidad de trabajo, beca, ayuda o recibir beneficios de misiones sociales, se anotaron en la lista. Marcharon de rojo, asistieron a mítines y han soportado sobre sus cabezas las gorras con las consignas cursis de la sala situacional. Hoy, ven como el país se cae a pedazos. Existen huellas borrosas de lo que fue una Venezuela pujante, en la que nacieron sus padres, y la que no heredarán si no dan el primer paso: desertar.

Ángel Arellano

martes, 18 de noviembre de 2014

Despojados del talento


Derrame petrolero en bahía de Amuay. Octubre, 2014.
           Desde el alto sano, el sacerdote interpreta el capítulo 25 del libro de Mateo: “Llegará el momento en el que Dios te pregunte ¿qué hiciste con tu talento? Con aquel que te bendije antes de nacer”. El clima se enrarece. No es el calor, tampoco el olor a humedad de las paredes con filtraciones de antaño. La atención es total. Todos ven al orador. “¿Fuiste ambicioso para bien? Es momento de las cuentas, ¿dónde están las tuyas?”, interroga al aire. Miradas dispersas. El sermón aterriza en los pocos que se acercaron un domingo cualquiera al templo.
         Tras la homilía, el fraterno abrazo de la paz. Se percibe, en medio de los desentendidos, de los obligados, y del puñado de gritos de niños que se esconden en las palmas de unas madres hartas del llanto reiterado, la reflexión que provocó el cura. ¿Talento?, ¿cuál talento?
       La Biblia es un libro incomprendido. Una lectura que pocos jóvenes acostumbran a revisar en algún momento. Los adultos, asfixiados en ocupaciones que rinden tributo a monótonas rutinas, no se detienen a ojear un pasaje que pueda colaborar en situaciones de necesario consejo.
Reflexiono: “¿Qué hemos hecho con nuestro talento?, ¿existió tal cualidad?”.
Si algo ha avivado este tiempo de crispación e histeria colectiva, es la capacidad de revisión que poco a poco prospera en cada rincón de la geografía venezolana. Resulta difícil, aun cuando miles de manos se levanten para pronunciar sus veredictos, explicar en medio de un sector humilde, o en una villa ostentosa, el por qué siendo tan ricos, vivimos en la deprimente pobreza, en la vergonzosa carestía que quitó el disfraz de la petroabundancia, para cubrirnos con el velo de la deuda y la inestabilidad.
         El país, en sus últimos años, ha tenido una aptitud innata para caminar hacia el fracaso. La élite reinante, que todavía los estadistas definen si sigue siendo o no mayoría, acaba con lo poco que queda al son de las voces que corean en la carnicería, en los hospitales y en las chiveras de repuestos, el “esto se acabó”, unido del infaltable “Venezuela se la llevó quien la trajo”.
         Nuestra historia es el relato de un tumulto de gritos apilados en una tierra bendita pero desaprovechada. Estamos atestados de proclamas innovadoras, llamados al cambio, vivas a la transformación, sin embargo, ni innovamos, ni cambiamos, ni hemos transformado nuestro modo de vivir, excepto por el penoso ejemplo que damos al mundo de cómo despilfarrar la más envidiable riqueza natural en menos de quince años.
         Somos paladines de las reformas e inquilinos del subdesarrollo.
Quien recibió cinco talentos del Señor, trajo cinco nuevos talentos más. Quien tuvo dos, ganó dos más como ofrenda. Y quien recibió un talento, lo escondió en la Tierra, no produjo nada nuevo: “siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste”. Este último fue reprendido y despojado (Mat 25:20-29).
         Fin de la misa. Vi las caras, diversas, distintas, abundantes en sus orígenes y pasados. Todos accionistas de la petroabundancia. Todos habitantes de un país cuya riqueza ficticia mantiene embriagados a los pocos creyentes del “ojalá”. De la mágica solución. Del “mientras vaya viniendo, vamos viendo”. Todos fatigados por la escasez y la pobreza; por el “yo no fui” y la impunidad que esconde.
Nos dieron un talento, una virtud, un don, un milagro. No sembramos, no esparcimos, recogimos durante muchos años y ahora inicia la sequía. Con ella la crisis. Con ella el lamento. Se desploma el negocio petrolero venezolano.

Ángel Arellano 

martes, 11 de noviembre de 2014

Venezuela afirmativa


Un equipo que tiembla, que duda, que se muestra torpe aun cuando no lo es, que desconoce o se hace el desentendido de sus oportunidades para cambiarlas por barajitas repetidas de ese “más de lo mismo” que tanto desgasta; un equipo que se divide y transita indeciso los peligrosos caminos de la batalla vigente; no es fuerte. Y al no serlo, al no poder sostener su causa, aun cuando representa a la mayoría, no puede afirmar, no puede transmitir la seguridad que requiere un “Sí podemos”.
Quien afirma, transmite seguridad. El “Sí” no es sólo un monosílabo, es una decisión, una forma de ganarle la partida al pesimismo, una bandera del éxito. El éxito no acepta medias tintas ni acciones flexibles, imprecisas, cobardes. El éxito exige, además de compromiso y disciplina, una gran determinación. Una alternativa que afirma, es una opción que puede hacer las cosas que todos esperan. Y para convertirse en alternativa, hay que primero aceptar, con póliza de fiel cumplimiento, la necesidad de ser un equipo.
La reflexión anterior se hace en el marco de la penosa situación que vive nuestra nación. La alternativa al desastre se ha mostrado extraviada, perdida, en franco desconcierto ante un poder que no ha mermado recursos en propaganda, represión y abuso de cualquier índole. El desmantelamiento institucional del país supone grandes problemas, pero no es extraño luchar contra la corriente si estamos por cumplir 16 años de anarquía, desolación e incertidumbre.
Luís Vicente León en reciente entrevista transmitida por Unión Radio, decía que “Maduro está cayendo y no es por la oposición, sino por su caos económico”. Coincidimos. Si la oposición, más cohesionada que dispersa, y más integrada en un plan común, en el que las elecciones son una vertiente, no el epicentro de la política, se opusiese con la determinación que demanda la situación, el futuro inmediato tuviera mejor perfil.
El discurso ganador, ese que espera la mayoría nacional, y que aún no ha sido pronunciado, debe ser, pensamos, la médula de la estrategia opositora. Un mensaje que a pesar la crisis genere esperanza, incluya y no pierda sus cualidades de propuesta combativa, renovadora y alterna. Los chilenos vieron la luz luego de 15 años de férrea dictadura porque se ampararon en la esperanza, “la alegría ya viene”, sin dejar por fuera las injusticias, los atropellos y sus muertos.
Se está perdiendo tiempo valioso. Tiempo para recorrer el país, movilizar las bases, activar a la dirigencia, denunciar todo lo pendiente, marcar la agenda de calle y luchar. Algunos intentos muy valientes, pero insuficientes, se han dejado ver. Será terrible que el pueblo observe a la maquinaria opositora, que sabemos existe, operando sólo en los previos a las elecciones parlamentarias cuando la gente ha pasado por tantas vicisitudes en estos críticos meses.
Es por eso que los planteamientos de la Asamblea Nacional Constituyente y el Congreso Ciudadano han tenido una incorporación importante en el debate nacional. No se pueden menospreciar estas agendas porque están en la discusión diaria.
La protesta social debe dejar de ser marginada a la mera mención retórica. Creemos en apoyar las expresiones de reclamo popular pues el pueblo chavista, que no es la periferia en las corrientes políticas, sino una masa relevante, también se queja día tras días del desastre que han puesto sus compañeros.
En la mezquindad no hay nada, en la unidad lo hay todo. Unidad renovada, inclusiva, que viva en un permanente abrazo general de todo aquel que disienta, pues el derecho a disentir, es la expresión más ferviente de la libertad.

Ángel Arellano

lunes, 3 de noviembre de 2014

El reto de 2015


            Como en el camino hay de todo, no ha faltado quien obvie las elecciones parlamentarias de 2015, un episodio en el que inicia una nueva legislatura sin el predominio del Presidente Chávez y con un gobierno cuyos índices de aceptación se muestran tan por el piso que atreverse a levantarlos será un acto de encantamiento, suerte de reedición del “Dakaso”, en el que optarán nuevamente por poner el cuchillo en la yugular del país sin importar las consecuencias.
            La crisis nacional, la de la escasez, la del lamento por no conseguir los remedios para subsistir ni la medicina para curar la fiebre, mantiene la nube negra de la frustración sobre todos nosotros. Vivimos en ese pasaje de Doña Bárbara: “y la noche se echó sobre el rancho de Juan el Veguero… Donde un hombre tuvo unas vacas y se las robaron quienes debían protegerlo. Y tuvo tres hijos, que se los mataron el brujo, la culebra y las fiebres”.
            La última encuesta del IVAD evidencia la consolidación de la superioridad numérica de los opositores por encima del régimen vigente. Confirma lo que se ha gestado en los últimos meses: el rechazo más profundo a la gestión de Nicolás Maduro y del chavismo. La muestra, terminada el 17 de octubre, expone que 49,3% de los venezolanos quieren a los candidatos de la oposición en la AN y sólo 27,4% a los del oficialismo. 50,2% de los encuestados se identifican como opositores y 30,3% como oficialistas.
Mientras la canasta alimentaria familiar mensual brincó el cerco de los 25 mil Bs., Maduro decretó aumento de salario exclusivo para los militares por un 45%. Sin fracciones ni espera, de un solo guamazo. Distinto de los incrementos que dan al pueblo raso: primero 10%, luego otro 10%, después un 5%, y así… El hombre de los pajaritos rechazó las críticas a esta medida y dijo “defender a la Fuerza Armada por encima de cualquier cosa”. Es evidente el temor.
La informada periodista Marianella Salazar, haciendo alusión al triunfo de los colectivos armados en la expulsión del gobierno del ex Ministro Rodríguez Torres dijo, luego de corroborar con sus fuentes: “Lo que viene no es precisamente joropo sino enfrentamiento entre grupos de poder. Léase: colectivos vs FANB”.
En el caso de las parlamentarias, dentro del plan chavista está filtrar al máximo su gruesa lista de aspirantes para incorporar a rostros jóvenes de la revolución, muchachos de hacer el mandado, pues pocos, por razones obvias, han desarrollado independencia, personalidad y autonomía de vuelo en los vientos áridos del claustro gobiernero.
El PSUV se prepara con intensidad para la prueba de 2015. Su mayor reto es volver a tener mayoría de diputados gracias al sistema electoral actual que prioriza la sobrerrepresentación de las tarjetas únicas. En la maleta que llevaba la nana de Elías Jaua en la colita pdvesera a Brasil, además de la pistola que generó el escándalo, estaban algunos documentos que llaman nuestra atención. Cito el título de uno que debería resumir la ocupación del gobierno: “Elecciones Legislativas 2015 Documento Estratégico Asamblea Nacional Hacia una estrategia ganadora”.
Eugenio Martínez, en un análisis sobre el 2015, aclara: “No es cierto que la oposición obtuvo la mayoría de los votos en 2010. De ser cierto, el sistema lo hubiese sobrerrepresentado. En estricto sentido, lo que sucedió fue que los candidatos de la alianza opositora obtuvieron 47% de los sufragios (más afines llegó a 52%) y el PSUV capitalizó 48,5%”. El reto para ser mayoría, no sólo numérica, que ya lo es, sino en curules, es mantener la alianza en la tarjeta única y no permitir ninguna candidatura disidente o artesanal.
           
Ángel Arellano