Un equipo que tiembla, que duda, que se muestra
torpe aun cuando no lo es, que desconoce o se hace el desentendido de sus
oportunidades para cambiarlas por barajitas repetidas de ese “más de lo mismo”
que tanto desgasta; un equipo que se divide y transita indeciso los peligrosos
caminos de la batalla vigente; no es fuerte. Y al no serlo, al no poder
sostener su causa, aun cuando representa a la mayoría, no puede afirmar, no
puede transmitir la seguridad que requiere un “Sí podemos”.
Quien afirma, transmite seguridad. El “Sí” no es sólo
un monosílabo, es una decisión, una forma de ganarle la partida al pesimismo,
una bandera del éxito. El éxito no acepta medias tintas ni acciones flexibles,
imprecisas, cobardes. El éxito exige, además de compromiso y disciplina, una
gran determinación. Una alternativa que afirma, es una opción que puede hacer
las cosas que todos esperan. Y para convertirse en alternativa, hay que primero
aceptar, con póliza de fiel cumplimiento, la necesidad de ser un equipo.
La reflexión anterior se hace en el marco de la
penosa situación que vive nuestra nación. La alternativa al desastre se ha
mostrado extraviada, perdida, en franco desconcierto ante un poder que no ha
mermado recursos en propaganda, represión y abuso de cualquier índole. El
desmantelamiento institucional del país supone grandes problemas, pero no es
extraño luchar contra la corriente si estamos por cumplir 16 años de anarquía,
desolación e incertidumbre.
Luís Vicente León en reciente entrevista transmitida
por Unión Radio, decía que “Maduro está cayendo y no es por la oposición, sino
por su caos económico”. Coincidimos. Si la oposición, más cohesionada que
dispersa, y más integrada en un plan común, en el que las elecciones son una
vertiente, no el epicentro de la política, se opusiese con la determinación que
demanda la situación, el futuro inmediato tuviera mejor perfil.
El discurso ganador, ese que espera la mayoría
nacional, y que aún no ha sido pronunciado, debe ser, pensamos, la médula de la
estrategia opositora. Un mensaje que a pesar la crisis genere esperanza,
incluya y no pierda sus cualidades de propuesta combativa, renovadora y
alterna. Los chilenos vieron la luz luego de 15 años de férrea dictadura porque
se ampararon en la esperanza, “la alegría ya viene”, sin dejar por fuera las
injusticias, los atropellos y sus muertos.
Se está perdiendo tiempo valioso. Tiempo para
recorrer el país, movilizar las bases, activar a la dirigencia, denunciar todo
lo pendiente, marcar la agenda de calle y luchar. Algunos intentos muy
valientes, pero insuficientes, se han dejado ver. Será terrible que el pueblo
observe a la maquinaria opositora, que sabemos existe, operando sólo en los
previos a las elecciones parlamentarias cuando la gente ha pasado por tantas vicisitudes
en estos críticos meses.
Es por eso que los planteamientos de la Asamblea
Nacional Constituyente y el Congreso Ciudadano han tenido una incorporación importante
en el debate nacional. No se pueden menospreciar estas agendas porque están en
la discusión diaria.
La protesta social debe dejar de ser marginada a la
mera mención retórica. Creemos en apoyar las expresiones de reclamo popular pues
el pueblo chavista, que no es la periferia en las corrientes políticas, sino
una masa relevante, también se queja día tras días del desastre que han puesto
sus compañeros.
En la mezquindad no hay nada, en la unidad lo hay
todo. Unidad renovada, inclusiva, que viva en un permanente abrazo general de
todo aquel que disienta, pues el derecho a disentir, es la expresión más
ferviente de la libertad.
Ángel Arellano
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