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lunes, 4 de abril de 2016

Hablemos de hambre y miseria


Le pregunté a un amigo “¿Qué hubo mano? ¿Cómo está la vaina? Deme un reporte”. Y su respuesta resumió la tragedia: “Mano, el pueblo sumergido en un mar de desespero y decepción. El venezolano con hambre, mal sudor, mal aliento y hediondo porque no hay productos de aseo personal ni comida. Desesperado porque salir de este gobierno y de esta situación por la vía legal es un proceso demasiado largo y hasta está tornándose imposible”. Como lo habrán notado, mi amigo no es analista ni politólogo. Es un venezolano de a pie que describe acertadamente y sin rodeos la realidad que vive la inmensa mayoría del país.
Según una encuesta nacional sobre condiciones de vida que salió a la luz pública recientemente, elaborada por la Universidad Central de Venezuela, 50% de los venezolanos eliminó de su menú la leche y los huevos. La médico nutricionista María Elena Herrera informó en declaraciones a la prensa que en nuestra nación 3,5 millones de personas están consumiendo sólo dos comidas al día: “81% de los hogares venezolanos presenta algún grado de pobreza”. Y es que a la hora de comprar alimentos, no se consiguen los productos básicos, y los que aún se encuentran, en los puestos de los revendedores o a través de la red de los “bachaqueros”, se cotizan a precios exorbitantes que el menguado salario de nuestros compatriotas no puede pagar.
En síntesis, los pobres hoy son más pobres y los venezolanos, además de vivir una crisis política y social estresante, no están bien alimentados y carecen además de los medicamentos necesarios para cuidar su salud en medio de la marea alta de enfermedades que golpean a la sociedad. Esta situación impacta el futuro pues no sólo es un hecho del presente que se podrá resolver en el corto plazo con un eventual cambio de gobierno. La malnutrición que afecta el crecimiento de los niños venezolanos, y la vida de jóvenes y adultos, es una cruz con la que cargará la sociedad un número indeterminado de años mientras no exista un paliativo urgente.
Estas líneas escalofriantes reflejan una realidad asfixiada por el debate político y los continuos escándalos del gobierno. En la agenda de quienes controlan el poder no está la alimentación de los ciudadanos ni sus servicios básicos. Hace tiempo que la crisis de Venezuela dejó de ser una pugna por el poder político para transformarse en una emergencia humanitaria que requiere el concierto de todos los sectores de la sociedad para ser atendida. En esa operación, la primera actuación es salir del gobierno de manera expedita y constitucional. De otra forma, el hambre y la muerte seguirán marcando la pauta en la familia venezolana.
Desde hace varios años, Venezuela encabeza con amplio margen de ventaja el ranking de los 15 países con más miseria en el mundo que realiza la firma Bloomberg. La inflación, el desempleo y el altísimo costo de la vida muestran cifras que coquetean con el estado fallido del que se habla constantemente en los foros económicos que intentan presentar propuestas de soluciones a un oficialismo sordo y desentendido de la gravedad de la crisis. No en vano el mundo comienza a ver a Venezuela como la Zimbabue de América Latina.
Apoyar la sustitución del gobierno de Nicolás Maduro no es una opción. Supone una exigencia moral de los venezolanos para con su golpeado país. Es una obligación para aquellos que aspiran vivir libres y en democracia. En este contexto, siempre es importante recordar la frase de Dante en la Divina comedia: “Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”.

Ángel Arellano

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