Zapata se fue hoy por la madrugada.
La noticia se conoció a mitad de mañana. Todos los periódicos, aun los que no
querían hacerlo, informaron sobre su imprevista muerte tendiendo el manto del
luto en toda la nación.
Las redes sociales no cesaron en su
ir y venir con imágenes alegóricas al ahora difunto. Los mensajes de conmoción
por el fallecimiento del ilustre caricaturista impregnaron el “buenas tardes” y
el “buenas noches”. Fue uno de los momentos en los que el país se unió en una afligida
frase: “Lamentable lo de Zapata”.
Nadie pensó que con el vigor de
Pedro León en cada palabra, cada trazo, cada sombra, cada reflexión justa sobre
el pensar popular, la muerte lo buscaría tan pronto. Se lo llevó a los 85, la
edad en la que falleció Gallegos, dos años antes de que el tren pasara por
Borges, que fue cuando pasó por Márquez, y uno más del tiempo que la vida le
dio a Paz.
Ahora, a Zapata le tocará ingresar,
como siempre se supo, al salón de la fama que reposa en el imaginario del
pueblo venezolano. Será recordado, reivindicado, leído, copiado, seguido. Su
obra, esa vasta muestra de inteligencia expresada en pinturas, dibujos,
párrafos, frases y sonetos, será más reproducida y estudiada de lo que ha sido
hasta ahora (bastante, por cierto).
Hoy los periódicos piensan la primera
página de mañana. Pelean por quién explaya más una caricatura de Zapata, una
silueta de su rostro o alguna de sus tantas muestras de cariño esparcidas por
toda la geografía patria en murales, cuadros y ofrendas. La radio disputará un
pequeño combate por colocar el sonido más reciente o el más antiguo de su voz.
La televisión tendrá un torneo por el mejor micro, de escasos segundos, para
resumir más por obligación en la pauta que por interés de la gerencia censurada,
el paso de este genio siempre incómodo al poder. Los medios digitales han
dedicado horas, y lo seguirán haciendo, en pequeñas notas para encapsular su
obra y hacerla digerible a un público que sigue convulso por la crisis
económica.
Zapata vino y se fue del mundo con
una Venezuela bajo la bota del abuso, la intolerancia y la corruptela. Nació en
1929, un año después de las manifestaciones de febrero del 28 cuando los
jóvenes idealistas pensaron un país distinto, libre, que luego vivieron con la
luz del esplendor de una democracia ganada por la conciencia de la gente y
adaptada al nuevo ideal de cambio y transformación que exigía Venezuela. Murió
en 2015, en tiempos en que los represores tenían 16 años de haber vuelto al trono
pues aquel sistema que se creyó perfecto se descompuso hasta traer como
consecuencia un gobierno autoritario de zamuros y carroña que combatió con todo
su ser.
Zapata quedará por siempre en el
panteón de nuestros afectos. Gracias por el ejemplo.
Ángel Arellano
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