Es incalculable la cantidad de ciudadanos que han perdido
su dinero tras estos anuncios que regulan, hasta la asfixia, la posibilidad de
optar a un discreto número de dólares para viajar. Incuantificable la estela de
dramas en jóvenes, adultos, enfermos, deportistas, académicos, empresarios y
turistas a consecuencia de esto. El gobierno aprovechó el clímax mediático de
la Cumbre de las Américas para disparar un proyectil sin parangón.
La medida, así como la convalidación exprés que hizo el
CNE a las firmas contra Obama que terminaron escondidas en algún almacén
“diplomático”, estimulará la diáspora. Al momento en que se supo el “Cadivazo”,
la intención de emigrar estalló en todos lados. Las redes sociales estuvieron
colmadas de rechazo e indignación, pero también de desesperanza y despedidas.
En el momento que creemos que las cosas no pueden ser
peor, terminan siéndolo. Y es que así es la vida en un sistema como el vigente.
¿Cómo pedir rectificación a un modelo diseñado para controlar, reprimir y
estatizar? ¿Cómo esperar que el sistema se estabilice y vuelva al camino
democrático partiendo de la premisa de “el tiempo de Dios es perfecto”? No hay
razones para que el sistema instaurado por el chavismo cambie. Este ha sido su
plan y preservarlo, cueste lo que cueste, es el objetivo principal.
La nueva restricción incrementa el encierro, potencia el
aislamiento de los venezolanos. El problema no es el “cupo”. Que lo reduzcan,
amplíen, encarezcan o no, es irrelevante. La médula del problema es que no debe
existir un “cupo” que limite a la gente para comunicarse con el mundo exterior.
Ampararnos en la defensa del “cupo” es seguir convalidando el sistema y sus
restricciones. Libertad es que no haya ni “cupo” ni control como sucede en casi
todas las naciones que asistieron a la Cumbre de las Américas.
El “Cadivazo” o nuevo “viernes negro” refrescó la erosión
permanente de las libertades en un país más pobre, más violento, más inseguro y
con menos oportunidades.
Por
tanto, se replantea el problema: ¿seguir aceptando o no la imposición del
“cupo”? Sonará radical para los más conservadores, pero la solución pasa por
salir de este sistema. Reemplazar el modelo vigente no parte por una ecuación matemática,
económica o política, sino por la aspiración social: querernos nosotros para
querer más, reclamar, exigir, trabajar. Eso no solo no está sucediendo en la
sociedad, sino que en los grupos políticos, que deberían aprovechar todas estas
situaciones para potenciar sus mensajes de cambio y arraigarse con las demandas
nacionales, tampoco se hace nada por conectar, por atreverse, por romper un
esquema que les permita surcar la ola de la opinión pública.
No
se nos puede ir la vida haciendo carpetas para implorar autorizaciones que
degradan el gentilicio. El mundo espera más de nosotros. Más coraje, más valor,
más decisión para cambiar esta realidad deplorable y vergonzosa.
Ángel Arellano
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