Cada vez que
pensamos en que nuestra capacidad de asombro puede soportar otro embate, sucede
algo que la descoloca, la saca de su sitio original. Llegamos a un punto en el
que no sabemos quién manda, cómo manda en verdad y por qué lo hace de tal o
cual forma. El país tiene un rumbo misterioso. Se hizo común escuchar en la
cola: “el problema ya dejó de ser el gobierno… somos nosotros”. Hoy lo oí en la
fila del banco mientras esperaba para abrir la fulana cuenta en el maravilloso
sistema de banca pública.
Para hacer
corto el relato solo diré que llegué a las 5:45am a las afueras del banco y
salí de la sucursal a las 3:30pm. Podrán interpretar que en el medio de todo
ese tiempo sucedieron muchas cosas, entre las que destacaron la lentitud de la
burocracia, la reinvención de nuevos papeleos que atrasan cualquier
procedimiento y la inoperancia de un cuerpo “profesional” que opera con todo
menos eficacia y agilidad. Pude abrir la cuenta, pero debo seguir recorriendo
los bancos rojitos. En tiempo record el gobierno colapsó el sistema financiero
que expropiaron tiempo atrás.
Pareciera que
el Cadivazo no fue del todo un plan de Maduro. Mientras éste andaba en los
preparativos para su aparición en la Cumbre de las Américas, la noticia del
madrugonazo Cencoex aterrizó en el puerto ardiente del descontento venezolano.
Cualquier ápice de reconocimiento que haya ganado el Presidente con su
presentación en el encuentro continental, perdió su efecto tras una de las
medidas más impopulares de su par de desgraciados años de gestión. El “jefe” de
gobierno llegó al territorio y de inmediato notificó que los clientes del Banco
de Venezuela quedaban excluidos del nuevo cerco a las divisas. Anoche dije en
un mensaje de Facebook que Maduro establecía con esto más diferencias entre
compatriotas, ampliando la segregación de venezolanos. Revirtió el Cadivazo para
unos pocos, porque ellos "no se roban los dólares del pueblo". El
resto sí: nosotros, los excluidos de la banca privada, los "nadies"
de Galeano, los que valemos menos que la bala que nos mata.
Sigue la
tortura. Tener una cuenta en la banca pública no te garantiza la Tarjeta de
Crédito para poder realizar el viaje planificado. Las autoridades en divisas no
van a reconocer si perdiste o no el dinero de los boletos que ahora deberás echar
para atrás o reprogramar pagando multas onerosas. Lo más patético de esta
situación es que no hay responsables ni oficinas de reclamo. No hay a quién
pedirle soluciones ni indemnización. Estamos solo nosotros, la sociedad contra
los patrones del Estado, el pueblo en contra de su capataz.
La ola de rumores, típica de los
momentos de crispación e incertidumbre, ha traído consigo un montón de chismes
que en algo tienen razón: apretaron más las tuercas con las que encierran a los
venezolanos en un corral. La afición es un lugar común en el que se encuentran
muchos. Al final de la tarde, cuando llegué a casa, vi un video de una muchacha
que gritaba afligida en el Metro de Caracas el por qué debíamos protestar,
rindiendo tributo a los estudiantes asesinados, torturados y presos. Un llamado
determinante que nos debe motivar a seguir adelante: "… tenía miedo y
decidí salir... Nuestra bandera es crear conciencia...".
La reconstrucción del país será
lenta, difícil y complicada, pero necesita de nosotros. De todos.
Ángel Arellano
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