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lunes, 17 de agosto de 2015

El elefante en la cristalería

         Partamos de la siguiente premisa: ni al gobierno de Chávez ni al de Maduro le ha interesado, le interesa o le interesará la inseguridad ciudadana. Nunca. Ellos lo reconocen tácitamente. Veinticinco planes de seguridad han sido impulsados desde que llegaron al poder en 1999 y ninguno ha dado resultados eficientes. Cada uno estuvo acompañado de la misma plegaria demagógica: “Ahora sí vamos con todo contra el hampa”, “Llegó el momento de acabar con la delincuencia”, “Con el ‘Patria Segura’ sí tendremos barrios tranquilos”. Un castillo de naipes.
            Hace exactamente un mes, el 13 de julio, el chavismo anunció con bombos y platillos, y con muertos y disparos, el nuevo plan de seguridad para, “ahora sí”, acabar con la delincuencia: Operación para la Liberación y Protección del Pueblo (OLP). “Liberarlo” y “protegerlo” de la violencia. ¿Cómo? Con más violencia, intentando captar la simpatía de los que están “a monte” por culpa de la delincuencia. “¡Plomo parejo!”. Artimaña electoral. Por naturaleza al gobierno le interesa el conflicto, no la paz. Desde hace más de tres lustros los derechos humanos valen lo mismo que las balas que han asesinado a más de 300 mil compatriotas en las calles.
            Como la propaganda da para todo cuando se tiene el control para coaccionar a medios de comunicación independientes cerrando emisoras y canales de televisión, persiguiendo tuiteros, periodistas y páginas web a la par de la consolidación de una plataforma mediática estatal sin límites, al gobierno no le cuesta mucho poner de moda nuevos términos. Es así como los revendedores, especuladores, acaparadores y buhoneros, calificativos históricos incluso en la Revolución, pasaron a ser “bachaqueros”. De la misma forma se insertó en la agenda pública la sigla OLP. Ahora cualquier frase emitida por la nomenclatura chavista pasa por aderezarla con esas tres letras.
            Paradójico que en el país con más homicidios per cápita  en toda América sea tema de discusión el nuevo programa de seguridad que tiene más de reality show sangriento que de programa, un espectáculo en el que contingentes de militares y policías invaden los barrios más peligrosos para “liberar” por unos minutos al pueblo de sus verdugos que a la sazón están pagados por la derecha, la oposición, Estados Unidos… Por unos minutos. No se ha detectado un descenso en el índice de violencia luego de las sacudidas que se llevan por el medio a culpables, sospechosos e inocentes. ¿Será casualidad que ningún “pran” relevante ha caído tras alguna de las OLP practicadas?
            De acuerdo con cifras oficiales se han realizado 21 operativos de las OLP en 12 estados. La intervención de 17 mil efectivos ha dejado un saldo de 931 detenidos y 52 muertos. Han decomisado 1017 armas y 2094 municiones, menos de lo que se encuentra en cualquier centro penitenciario del país. 27 funcionarios fueron necesarios para realizar una detención, 221 para decomisar un arma, 154 para rescatar un vehículo, 307 para una moto, y 60 para recuperar uno de los 356 apartamentos de Misión Vivienda dentro de las “Zonas de Paz” (hay docenas de denuncias por desalojos injustificados).
            Existe una desproporción evidente en las OLP. Una “cayapa” para capturar a un delincuente. No actúan fiscales, defensores ni garantes de los Derechos Humanos. Y se preguntará alguien ¿para qué DDHH si están matando malandros? La fuerza, cuando se desborda, arremete contra todo lo que está a su paso. Van muchas denuncias por abusos contra inocentes… y las que faltan. Como me dijo mi amigo Max Guerra, es como meter a un elefante en una cristalería.

Ángel Arellano

martes, 19 de mayo de 2015

Guerra de escándalos


         El quirófano de noticias emite señales de intoxicación. El país está invadido por una oscuridad lúgubre que lo cubre con informaciones alarmantes. Cada día, los síntomas de la dictadura evidencian la erosión de la libertad y de la vida. Antes de que la guerra haga metástasis, la sala de espera está repleta de escándalos bochornosos que alimentan el descontento. El régimen ya no es régimen, sino una banda de delincuentes que dirigen una nación sin ley.
            Dificulto que la población se haya acostumbrado a escuchar todos los días los vergonzosos titulares alusivos a la revolución. No obstante, se acomoda como puede. Subsiste. Hay una frase que se repite de casa en casa: “estamos esperando las elecciones para pasar factura”.
Desde el baño con dólares que se dio el hijo de Maduro en la boda de una pudiente familia árabe, hasta la declaración pública en la que el ex Ministro de Interior y Justicia y hoy gobernador de Aragua, Tareck El Aissami, reconoció haber callado por lealtad al Comandante algunos hechos de corrupción de su antecesor ex chavista y hoy informante de la DEA, han ido y venido los más espeluznantes escándalos. La descomposición del país es profunda y en todos los órdenes.
            Venezuela es un Estado que se muestra distante de la civilización. En las filas para comprar comida y medicinas la gente lucha cuerpo a cuerpo con la esperanza de llevar algún alimento a su hogar. Es un acto primitivo y deprimente. Todos nos encontramos en  tan lamentables circunstancias porque nadie escapa del desabastecimiento y la carestía que nos trajo la ficción del Socialismo del Siglo XXI.
            Los destartalados hospitales trabajan con 9 ó 7% de su inventario. El kilo de carne de res se vende en las zonas populares en 700, 800 y hasta 900 bolívares. La lata de sardina superó cómodamente la barrera de los cien bolívares en los Abastos Bicentenarios en los que el “Precio Justo” no puede evitar la catástrofe de que el billete más “fuerte” de la reconversión monetaria de Hugo Chávez apenas pueda comprar un litro de aceite de soya. Estos son los escándalos del barrio.
            A la sazón, nuestra tragedia es aderezada por un nuevo titular de amplias magnitudes. El presidente del Parlamento, el Capitán Cabello, se encuentra inmerso en una gigantesca red de narcotráfico que convirtió al país desde hace una década en un puente efectivo para la exportación de droga a nivel internacional. Todas las pruebas apuntan hacia él. Todas las miradas son en su dirección. Quien debería conducir la casa de las leyes es vinculado a una banda de mercaderes de la cocaína.
Asesinaron a un niño de 11 años en Cantaura. Sus padres también recibieron disparos. Por fortuna ellos no murieron. Son sobrevivientes del ataque inclemente de la delincuencia. El niño era miembro de la Orquesta Sinfónica Municipal. ¿Interesa esto al gobierno? 20 de cada 100 mil menores de edad mueren en Venezuela a manos de la violencia. Es un dato irrelevante para un país cuyo Parlamento está dirigido por un narcotraficante.
            Los escándalos pelean entre sí para ver cuál gana más notoriedad. Se saltan el cerco de la censura. Llegan a todo el territorio por las redes sociales y los teléfonos inteligentes que el gobierno aún no ha podido controlar.
            ¿Hay suficiente papel para recoger todos los escándalos del chavismo? No lo sé. Pero espacio en Internet sí hay. El odio prescribe, sin embargo, la corrupción y la traición no.


Ángel Arellano

domingo, 18 de mayo de 2014

El delito estudiantil


         Juan de Dios es un muchacho sano, alto, agradable, educado desde la humildad del cultivo y la promesa de la cosecha en un pueblito de Guárico. Baila, canta, lee poesía y estudia sociología, una de esas ciencias raras que pretende comprender la incomprendida vida del tumulto. Se fue a la capital cargado de sueños, queriendo volver para traer el sustento a una familia que mucho necesita.
            Salió a protestar el día de la juventud. Al igual que sus compañeros de clases, la inseguridad le tocó muy de cerca. Apenas en enero le habían robado todo en un autobús y veía con estupor que mientras asesinaban a estudiantes dentro de sus propias casas de estudio, el pueblo se mantenía en colas interminables sufriendo por la escasez y el desabastecimiento.
            En la marcha se armó una trifulca, llegaron disociados armados y grupos antimotines. Los dos lados de la violencia: la oficial (GNB y policía) y la paramilitar (colectivos). Perdió el equilibrio, cayó al piso. Al levantarse sólo notó un destello blanco y un ardor insuperable en el rostro. Vuelve a caer, ahora sí inconsciente.
            Despierta en una camilla, no hay visión por el ojo izquierdo. El dolor es intenso. Está esposado. No sabe qué ocurre. Sin teléfono ni morral ni cartera. ¿A quién le comunica su desgracia? Llegan dos reservistas de las Fuerzas Armadas. Se lo llevan sin más.
Entiende su situación al pisar la celda, vendado, con la franela empapada en sangre y múltiples moretones. No le permiten hablar con nadie. No sabe de su madre, amigos y demás estudiantes. Lo mantienen ahí, a oscuras. 25 largos días. ¿Su delito? Emprender, estudiar, soñar, alzar su voz, gritar la verdad, caminar con un cartel exigiendo justicia y soluciones a la crisis venezolana.
Sale de prisión en medio de protestas. Al fin ve a su madre, la siente, llora, sufre con ella la desventura de ser una nueva víctima de la dictadura. Su padre no está, nunca estuvo. Se regresan en el primer autobús a Guárico, directo a casa del médico amigo de la familia. Es poca la esperanza, no tendrá más visión en ese ojo. La bomba lacrimógena destrozó nervios benditos.
Al pasar las semanas se mantiene desde casa colaborando con su causa. Escribe, diseña panfletos, organiza reuniones y asambleas populares. Juan de Dios es un activista, un hijo de la lucha por la democracia. Apenas 20 años. No se dará por vencido. Reiniciará clases el próximo semestre. Quiere ver su país mejor, quiere que toda la sociedad se vuelque a poner su granito de arena ante el desastre de la dictadura.
Dos meses después, Juan de Dios es uno de los millones de jóvenes que llora la caída de 42 personas en tres meses de protestas. Más de tres mil detenidos y setenta torturados. Quiebra fiscal del país, no hay dinero, alimentos, medicinas, repuestos. La calle, la participación, el acompañamiento de la gente, la protesta, es el único camino a la justicia, a la historia. Unidad real, esa deuda que nos tenemos pendiente.
En 2011 el periodista Ramón Hernández publicó “Contra el olvido”, un libro de conversaciones con el ilustre Simón Alberto Consalvi. En sus páginas comentaba mucho de lo que hoy sucede: “Cuando la resistencia sea fuerte, llegarán las torturas (…) Cuando haya una enérgica resistencia, la tortura y la muerte estarán presentes (…) En Cuba sólo existe lo que dejó Batista y los gobiernos anteriores. La revolución no construyó nada. Aquí se caerá el puente sobre el Lago de Maracaibo, se abandonará la infraestructura y el dinero del petróleo se usará para la sobrevivencia, para comprar alimentos y medicinas a las mafias internacionales”.


Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano
www.angelarellano.com.ve

martes, 21 de enero de 2014

Diálogo y sus condiciones


          Del diálogo y su necesidad para hacer frente a la hostilidad que atraviesa la nación desde hace unos quince años no hay nada que agregar. La sociedad reconoce por abrumadora mayoría que para atender con eficacia la crisis política, económica y social en la que estamos sumidos, es obligatorio pactar unas normas mínimas de entendimiento con las que oposición y gobierno, las dos perfectas mitades en las que se divide la población venezolana, puedan hablar, convivir y trabajar en función del clamor popular.
            Tanto los oficialistas como sus contrarios se sienten asistidos por la verdad, pero al no existir un escenario para el careo de las ideas, los primeros recurren a la hegemonía mediática y la arbitrariedad para imponer sus tesis, mientras los segundos, disminuidos en televisión, radio, y prensa escrita, ventilan cuanto pueden a través de la concurrida ventana en la que se convirtió internet.
            Esta navidad para el venezolano estuvo llena de tristezas y miserias. Familias enteras que no completaron los ingredientes de las hallacas por la escasez o difirieron el Niño Jesús por los exagerados costos de los productos. Habrán notado que una vez transcurrida la jornada electoral del 8D, los electrodomésticos baratos desaparecieron y los precios exorbitantes siguen la escalada en un año en el que todo lo que se consigue es transitando los caminos verdes.
            Ante este panorama, minado de contradicciones para el ciudadano de a pie que solo entiende de su urgencia para llevar el pan a la casa y pagar las deudas, se viene planteando un escenario de “diálogo” en el que los gobernantes asisten a reuniones con la curia de Miraflores para articular líneas de gobernabilidad. Si bien es correcto apoyar cada paso que se de en beneficio de la reconciliación nacional, no es menos cierto que este “diálogo” se debe dar en igualdad de condiciones. Hemos sentido incomprensión en la comunidad nacional en cada reunión entre gobernantes opositores y gobernantes oficialistas, pues así como se hacen en la sede del Ejecutivo Nacional, a escala regional parece repetirse el “diálogo” sin problemas.
            ¿Por qué incomprensión? Es complicado para el común asimilar una conversación diplomática, aun cuando el país abogue porque sea en el mejor clima de cordialidad y respeto, entre los representantes de un Estado depredador que mantiene presos políticos, exclusión en las instituciones y programas sociales públicos, insuperables índices de corrupción, nepotismo y las peores cifras en homicidios, salud, inflación y escasez que gobierno alguno ha tenido en la República, con los líderes de una alternativa que aboga por el restablecimiento del estado de derecho, la separación de poderes, institucionalización y garantías democráticas, sin que para estos últimos se den algunos gestos que afiancen esa “paz” que el gobierno aparentemente anhela. ¿Cuáles son estos gestos? Liberación de Simonovis y otros presos políticos del régimen, acuerdo para el respeto de la libertad de prensa, espacio para los opositores en medios de comunicación públicos, presidencias en comisiones de la Asamblea Nacional de acuerdo a la proporción de escaños, supresión de los gobiernos paralelos, entre otros primeros compromisos.
            De lo contrario, ¿cómo reconocer que la iniciativa del gobierno atendida por la oposición tendrá mayores resultados que algunas obras públicas en municipios y estados? Es difícil. No para nosotros que día a día militamos en la incansable lucha por un mejor país, que podemos comprender las penurias que supone hablar por primera vez con una sorda burocracia que por un lustro se mantuvo totalmente cerrada en su clero, sino para ese vecino, ese venezolano que siente que sus problemas más sensibles (inseguridad, alto costo de la vida, apagones, desempleo) no están siendo atendidos por más que Miraflores decreta medidas, promulga leyes y encadena a diario.
            Es menester para la Unidad, dentro de su estrategia de proyección en el tiempo, exigir estas condiciones, velar porque se cumplan y nutrir de coherencia su mensaje nacional. De lo contrario, se abonará el terreno al gobierno para la apretada crisis que se mantendrá durante todo el año. Vienen situaciones sumamente espinosas, calamidades económicas que marcarán la primera mitad del siglo. Se necesita una oposición operativa, articulada en toda la geografía y que proponga soluciones desde el parlante internacional hasta el radio bemba del barrio. No nos encantemos con espejitos, hay que luchar.


Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano

lunes, 28 de octubre de 2013

La desaparición de lo público




          El civismo perdido. Un extravío de cuantioso valor para la identidad nacional sin comparación alguna. La gran derrota de esta sociedad ha sido la entrega de sus valores civiles a una camaradería de mafiosos que a costillas de un libreto mal leído sobre unos supuestos valores “revolucionarios” y “bolivarianos”, desampararon al pueblo y se hicieron con el botín de las arcas patrias para financiar su nueva clase: la boliburguesía.
          En un enriquecido debate en el aula con compañeros de clase, sale de un chispazo esta frase: “lo público desapareció en Venezuela”. La sentida falta de espacios para el compartir entre todos transpira entre minutos de melancolía dedicados al recuerdo de lo que teníamos como país.
El que trabajaba tenía oportunidad, y el flojo, flojo se quedaba. Existió una Venezuela exportadora y productiva. Hubo una idea del progreso, sobre todo de la vida en sociedad, la vida pública.
Hoy nuestros compatriotas gastan los pocos ahorros que la veloz inflación les permite mantener en sus cuentas bancarias para adquirir algunos bienes que ayuden a hacer todo en casa. Comida cuando se consiguen productos para hacer completo el mercado, la caña para la casa, las cotufas para ver películas desde el sofá, la torta de cumpleaños no sale a la calle, y miles de etcéteras.
El socialismo fue una promesa absurda porque hoy la sociedad valora lo privado, lo que es de ellos, no las plazas, calles, monumentos, parques, universidades, jardines, canchas, gimnasios.
Extraviada quedó la cultura ciudadana para dar paso a la hostilidad entre hermanos, guerra en la calle. Es el mejor legado de esta “revolución”. Hasta el motorizado que se atraviesa olvidó el “disculpas” para incorporar un insulto sin razón. Desapareció de nuestro ideario el respeto al otro.
El privilegio que ha tenido estos últimos 15 años la mitificación de la labor militar de los líderes del proceso independentista venezolano, así como la reivindicación de los intentos de golpes de Estado en la década de los noventas por cortesía de este chapapote de gobierno, enviaron al foso de la valoración cultural a nuestros cimientos civiles y democráticos.
Bolívar, rey y padre de todo lo sagrado en la República, es el santo cuya luz de velas esconde la labor de tantos ciudadanos y próceres que lograron darle orden a la idea de sociedad que quisimos desarrollar para el futuro. Es así como lo militar y violento tiene privilegios. Y por ende, tanto tiempo después, con una administración dedicada a publicitar el gendarme como mejor opción, se desfiguró esta concepción hasta lograr la desaparición de lo público.
Somos, pues, un país en el que tiene mayor aceptación un carrito de perros calientes que una plaza pública, o un remate de caballos que un jardín para todos los ciudadanos.
A todo esto agreguemos el factor miedo. Miedo emanado de la violencia. Sale mejor llegar a casa temprano directo a dormir que ir al teatro o al parque (sólo en la capital, en el interior sencillamente no los hay) porque en la vía han muerto cientos a manos del hampa. Todo concatenado en un genuino atentado contra los valores que pudieran quedar insertos en la mente de las generaciones actuales, porque las nuevas, en las que crecerán los hijos de los que lucharon contra “la boliburguesía” y los hijos de los boliburgueses, no pinta mayor diferencia si no irrumpe un drástico cambio pronto.
De lo contrario, sigamos olvidando.



Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano

martes, 10 de septiembre de 2013

Patria sin luz no existe



          Sin más que lágrimas y lamentos, el hermano de una treintañera asesinada en Puerto La Cruz grita “La Patria segura no existe, lo que existe es la muerte segura”. Su familiar, vendedora de perros calientes como muchas en todo el país, falleció en medio de una balacera protagonizada por bandas en el sector Chuparín Arriba.
Esta zona días atrás protestaba la falta de servicios públicos elementales y la escasa sanidad de sus calles. Torres de basura tienen hediondo el lugar, y aunque los vecinos han organizado sus operativos de limpieza para ampararse de las enfermedades que proliferan con los desechos regados por doquier, el aseo no ha dicho presente en las últimas cuatro semanas.
Agreguemos algo que es común, tan común que ya causa ruido repetirlo, pero nuestro trabajo como redactor no sólo debe ser el de la catarsis literaria, sino acompañar a las masas en sus dolores y penurias: muchas vías de Chuparín Arriba están apagadas, entregadas a la oscuridad. Los bancos de transformadores rechinan solicitando cambio o mantenimiento. Y los que no suenan, simplemente ya no dan más luz dejando desde hace tiempo a merced del hampa desbordada cual cauce sin represa, a la inocente ciudadanía que ya no soporta los nervios de vivir en esta sanguinaria realidad.
            La falta de alumbrado es en estos momentos el apoyo número uno que recibe la delincuencia a nivel nacional. Pareciera que todas las empresas públicas e instituciones del gobierno firmaron hace ya casi 15 años un pacto con el diablo para poner a Venezuela en el paredón de los fusilados.
            Muere nuestra población civil a manos de los sinvergüenzas mejor armados que cualquier guardia. Por ahí se publicó un video de una cuerda de Policías Nacionales malandros gastando balas en juegos de carajitos. Son esos mismos casquillos los que no se usan para defender gente como la perro calientera de Chuparín que pereció a causa de las organizaciones delictivas que dominan Puerto La Cruz y de los cuerpos de “inseguridad” rendidos a pies juntillas a las directrices de los pranes más bestias y enfermos.
            No será sorpresa que este pueblo estalle en llamas agotado de sus desgracias. El índice de conflictividad venezolano, medido por la cantidad de protestas, denuncias y reclamos de la sociedad para con sus autoridades, estalla en niveles alarmantes nunca antes vistos. La comunidad internacional exhibe a la República como la protagonista de la mayor inflación en el planeta.
            ¡Ni en Siria la cosa está más cara que aquí, echémosle bolas! Pero no falta un ministro o dirigente chavista que salga con un dossier de respuestas rebuscadas al mejor estilo de Jesse Chacón, al que se le apagaron 14 estados durante casi medio día aunque “la situación del servicio eléctrico está normalizada”.
            Maduro y su nerviosismo medido por las muletillas y trastadas al hablar. No controla ni el mensajero que lleva los periódicos a Miraflores. Por eso estamos como estamos, gente incapaz que no comprende ni atiende las gigantescas calamidades nacionales.
            La Carretera de la Costa se incendió en protesta hace pocos días. Gente alarmada por la creciente inseguridad en la zona oeste de Anzoátegui, donde no los ampara nadie y ni a las buenas de Dios ya se sienten porque son venezolanos que hasta la fe perdieron a punta de pistola.
            La Patria segura en tiempos del chavismo siempre ha sido un mito. El gobierno le teme a la rabia canalizada a través de votos, y hacia allá va la cosa. Por nuestros muertos, por nuestros servicios públicos fundamentales y por la papa que no llega a la mesa amén de esos precios exorbitantes. Unidad.



Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano

lunes, 24 de diciembre de 2012

2012: VAN 18960 HOMICIDIOS




          Inseguridad, realidad que nos golpea, flagelo que tiene desmembrada la identidad de Venezuela ante el mundo. 66 ciudadanos de cada 100mil habitantes caen muertos por el hampa que ha coronado un paraíso para desarrollar sus actos delictivos, a toda escala.
            Por supuesto que en un Estado de derecho controlado por las leyes y un plan integral de lucha contra la inseguridad, estas cifras son imposibles. El moribundo Gobierno Nacional nunca ha afianzado una verdadera guerra a la violencia que se vive en el país. Su programa populista número 21, “Misión A Toda Vida Venezuela”, no ofrece resultados, sólo publicidad y material POP. Miles de millones de bolívares invertidos en fallidas estrategias que no han disminuido en por lo menos un punto porcentual la triste realidad.
            2011 fue un año crítico para la nación al reportarse 18.850 homicidios de manera oficial (Fuente Cicpc y Mppij). El año en curso ya lo supera con 18.960 fallecidos (al 17 de diciembre), y las estimaciones es que pase la barrera de los 19 mil: una carnicería monumental destacada en el mundo.
            Sin embargo, el gobierno en su estrategia permanente de mantener a todos contentos, difunde estudios que muestran que Venezuela es un país alegre y optimista. En contraste, las colas para “parir” Harina Pan, azúcar, leche y aceite han sido las verdaderos protagonistas de la Navidad.
            Por otro lado, el campante presidente del INE, Elías Eljuri, saliendo al paso a la breve y obvia desaparición mediática del economista de la revolución, Jorge Giordani, se despliega flamante con la positiva información de que la inflación cerraría 2012 en menos del 20%. Los salarios no valen nada en el Estado más corrupto del continente. Las cifras de nuestra economía se unen al luto que nos dejan los delincuentes asesinos.
            Partiendo de información publicada por el colega periodista Deivis Ramírez Miranda el 23 de diciembre de 2012 en El Universal, el 80% de los homicidios registrados en Venezuela fueron con armas de fuego y 20% con armas blancas, objetos contundentes y otros. ¿Qué pasó con la Ley para el Desarme y Control de Armas y Municiones engavetada en la Asamblea Nacional? Son los parlamentarios del chavismo quienes deben darle una respuesta a las miles de familias enlutadas.
            El Presupuesto de la nación para 2013 no dedica su fortaleza en el renglón seguridad ciudadana. Por el contrario, su músculo financiero está orientado a fortalecer el clientelismo que predomina en el exagerado gasto público, en un año que se verá herido por la crisis.
            No podemos despedir este escrito sin antes reflexionar en que de esos 18.960 homicidios que van a la fecha, mucho más de la mitad son personas menores de 30 años: los jóvenes de la Patria cayendo abatidos en toda nuestra geografía. Para las nuevas generaciones este es el verdadero titular, no la polémica y millonaria salud presidencial.

            Ángel Arellano
            Email: asearellano@yahoo.es
            Twitter: @angelarellano
            www.angelarelano.tk

lunes, 23 de abril de 2012

HOMICIDIOS


Muere en el sector Nueva Barcelona, Francisco Gómez de 21 años, estudiante de Administración de la Universidad Santa María, quien no quiso entregar su automóvil a maleantes de la zona y por pisar el acelerador recibió un disparo en la cabeza.
De igual manera falleció gracias a un gatillo alegre el hijo del afamado pelotero Horacio Estrada, Horacio Daniel Estrada Martínez, de 22 años de edad.
Dos jóvenes venezolanos: todos pagan el precio de vivir en una nación sin Estado de Derecho, insegura y con escazas garantías de vida.
Estos ejemplos muy recientes son un fiel termómetro de la situación actual en Venezuela. El hampa es quien nos comanda y no podemos dejar de denunciar estos hechos que destrozan a nuestras familias. Diplomáticos, militares, deportistas, artistas, estudiantes, jóvenes, todos a raya por la delincuencia que es quien gobierna en una nación donde el pánico se apoderó de la gente hace muchos años.
Para refrescar nuestra memoria, apreciados lectores, recordamos que a inicios de febrero del presente año el estrella ministro de interior y justicia, Tareck El Aissami, ofreció su balance del mes de enero con una increíble cifra de 1347 homicidios y 37 secuestros en el territorio nacional. Son las estadísticas oficiales que vieron la luz sin incluir los cientos de fallecidos que no aparecen o no son denunciados ante los entes de seguridad, bajo el aura de la impunidad.
En promedio, el resumen de enero de El Aissami, arroja 43 muertos diarios, lo cual se puede fácilmente contrastar con el conflicto en el Estado Islámico de Libia, que en un sangriento combate el 22 de abril del corriente, registra la agencia internacional de noticias EFE, murieron apenas cuatro personas.
Estos números, por más interpretación que busquen los factores amigos del Poder Central, muestran una clara realidad.
A nuestro parecer no hay una nación con mayor conflicto social que Venezuela, donde los caídos en hechos violentos dejaron de ser noticia por lo cotidiano de las seguidillas de cadáveres en las morgues.
El 91% de los homicidios en Venezuela, según el Cicpc en 2012, son por armas de fuego y un 5% producto del uso de armas blancas. Estamos a merced de los ajustes de cuentas, balas perdidas y pequeños rateros que cubren de luto a nuestro país permanentemente.
Sin embargo, y más allá del drama judicial que vivimos hoy por los trapitos al sol que aparecieron con el nuevo sapo del Gobierno (Aponte Aponte), Miraflores traza una política comunicacional estratégica para distorsionar el problema de la inseguridad: el capitalismo, la desigualdad de clases, el imperio, y los gobernadores y alcaldes opositores al régimen, son los reales culpables de que en no tengamos seguridad y derecho a la vida.

Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano
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lunes, 3 de octubre de 2011

Inseguridad: un problema joven

No culmina aún agosto de 2011 y ya en el populoso sector El Viñedo de Barcelona, el conteo de homicidios en la prensa registra unos 5 jóvenes en edades comprendidas de 16 a 23 años.

Caen abatidos en las calles de los pueblos de Anzoátegui y Venezuela. Todavía no podemos comparar la permanente guerra religiosa en el mundo árabe, puesto que nuestras estadísticas rompen los pronósticos de un cruento conflicto permanente en la nación.

Fueron 569 los ciudadanos que murieron a manos del hampa en la entidad en 2010. La cifra es una aproximación de las instituciones oficiales porque siempre la suma extra oficial es sanguinaria y asfixiante. Con números así rondando entre las familias anzoatiguenses, se hace imposible esperar sensación de seguridad, problema que se ha convertido hace varios años, en la principal preocupación del venezolano.

La depuración a los entes de seguridad regionales, que en algún momento de los inicios de Tarek William Saab se realizó como importante iniciativa; con el pasar de los años las prioridades de los oficialistas es otra.

Hoy la Policía de Anzoátegui y sus cuerpos asociados son un nido de mafias que no se frenan por el brazo de la autoridad y la justicia. Los jóvenes percibimos esto diariamente y es parte de la desmotivación social que existe en la patria, inclusive la más peligrosa de todas: la sumisión por el temor a perder la vida, quedarse sin bienes materiales o inclusive familiares.

Una joven murió en el Instituto Universitario Politécnico Santiago Mariño luego de que le robaran su BlackBerry y así va caminando el hampa, a paso de vencedores, sin Fiscales ni Defensores. La población nueva (16 a 27 años) es el gran 70% de víctimas que pierden la vida, y con ella las esperanzas de la familia venezolana: Tareck El Aissami es la fuente directa de la tragedia. Ante esta realidad, la respuesta juvenil debe venir llena de un optimismo sólido y renovador.

Los Jóvenes por la Democracia Social de Un Nuevo Tiempo anunciamos agenda de visitas municipales para engranar equipos en todas las jurisdicciones de la región a partir del primero de septiembre.

Hacer acto de presencia en la zona norte, oeste, centro y sur de Anzoátegui es una nueva meta trazada para llevar la realidad de la inseguridad al público joven que sabe de qué se trata pero que no profundiza por temor o inexperiencia. Políticos somos todos porque entendemos que comunicando trascendemos en nuestro pensamiento y hacia allá vamos con una maquinaria sólida, coherente y organizada de muchachos y muchachas orientales que puedan ofrecer nuevas ideas nacidas del calor del debate en la comunidad contra este flagelo social.

Ángel Arellano

www.angelarellano.tk

232 en un fin

La inseguridad se mantiene como el primer problema social de Venezuela. Terror en las calles con el hampa fuera de control. No hay donde esconderse. 232 personas, en su mayoría jóvenes, murieron el pasado fin de semana en el país. Pierde la vida más gente nuestra en las calles que en las tierras del conflicto religioso árabe.

Muere el futuro en las calles, arrebatado de los brazos de padres y madres que con esfuerzo construyen una familia. Vale recordar la anécdota que el zuliano Pablo Pérez agregó a su discurso de presentación como candidato presidencial a las primarias de Unidad: “Catalina, una mujer colombiana, quien es padre y madre a la vez, debe ahora ser padre de sus nietos porque perdió a sus hijos luego de que la violencia se los llevara”.

El Sistema de Policía Nacional, una iniciativa ideal para unificar a todos los cuerpos de seguridad en un solo ente capaz de articular la vigilancia, asistencia y cuidado de los ciudadanos, está lento en su conformación total. El Gobierno Central presiona, reglamenta y coordina la formación del mismo, pero la escaza política de orden que emana el Ministerio de Interior y Justicia, así como otros entes respectivos, no “cuaja” y por eso vemos que la Policía Nacional da tantas vueltas y no arranca con todo.

Contadas son las patrullas que en Anzoátegui funcionan al servicio de la gente. El policía de hoy es un funcionario público con escazas reivindicaciones salariales y que no cuenta con respaldo de un Ejecutivo que atienda sus demandas, por eso tanto malandro y mafioso vestido de policía. Por lo menos en el 70% de los hechos delictivos que suceden en Venezuela, participa al menos un agente de la seguridad pública.

Son temas de vida o muerte, nuestras familias corren peligro entre tanta inseguridad y el PSUV prefiere convocar sesión extraordinaria en la AN para hablar del cierre a 6to Poder. Comienza la arremetida de este trimestre contra otro medio más medio, no había nada nuevo que esperarse por ser esto tan normal. Cierran el semanario referido, aprensa a su directoral general e inician otra casería contra Leocenis García, presidente de la empresa.

La Fiscalía del Ministerio Público en tiempo record terminó las seis acusaciones para la publicación por sacar una primera plana con fotos editadas de mujeres con cargos en el Poder Popular. Pero, hay que decirlo así pique a los chavistas, el retardo procesal se comió a la revolución bonita porque la crisis penitenciaria transpiró hasta llegar a todo el mundo. La comunidad internacional sabe claramente el desastre por el que pasa Venezuela.

Muere una muchacha de la Universidad de Carabobo, siguen cayendo abatidos jóvenes por un celular. Y así corren los días. La transformación de la nación llega de nuestra mano y participación, es necesario activar.

Ángel Arellano

www.angelarellano.tk