Sin más que
lágrimas y lamentos, el hermano de una treintañera asesinada en Puerto La Cruz
grita “La Patria segura no existe, lo que existe es la muerte segura”. Su
familiar, vendedora de perros calientes como muchas en todo el país, falleció
en medio de una balacera protagonizada por bandas en el sector Chuparín Arriba.
Esta zona días atrás
protestaba la falta de servicios públicos elementales y la escasa sanidad de
sus calles. Torres de basura tienen hediondo el lugar, y aunque los vecinos han
organizado sus operativos de limpieza para ampararse de las enfermedades que
proliferan con los desechos regados por doquier, el aseo no ha dicho presente
en las últimas cuatro semanas.
Agreguemos algo que es
común, tan común que ya causa ruido repetirlo, pero nuestro trabajo como
redactor no sólo debe ser el de la catarsis literaria, sino acompañar a las masas
en sus dolores y penurias: muchas vías de Chuparín Arriba están apagadas,
entregadas a la oscuridad. Los bancos de transformadores rechinan solicitando
cambio o mantenimiento. Y los que no suenan, simplemente ya no dan más luz
dejando desde hace tiempo a merced del hampa desbordada cual cauce sin represa,
a la inocente ciudadanía que ya no soporta los nervios de vivir en esta
sanguinaria realidad.
La falta de alumbrado
es en estos momentos el apoyo número uno que recibe la delincuencia a nivel
nacional. Pareciera que todas las empresas públicas e instituciones del
gobierno firmaron hace ya casi 15 años un pacto con el diablo para poner a
Venezuela en el paredón de los fusilados.
Muere nuestra
población civil a manos de los sinvergüenzas mejor armados que cualquier guardia.
Por ahí se publicó un video de una cuerda de Policías Nacionales malandros
gastando balas en juegos de carajitos. Son esos mismos casquillos los que no se
usan para defender gente como la perro calientera de Chuparín que pereció a
causa de las organizaciones delictivas que dominan Puerto La Cruz y de los
cuerpos de “inseguridad” rendidos a pies juntillas a las directrices de los
pranes más bestias y enfermos.
No será sorpresa que
este pueblo estalle en llamas agotado de sus desgracias. El índice de
conflictividad venezolano, medido por la cantidad de protestas, denuncias y
reclamos de la sociedad para con sus autoridades, estalla en niveles alarmantes
nunca antes vistos. La comunidad internacional exhibe a la República como la
protagonista de la mayor inflación en el planeta.
¡Ni en Siria la cosa
está más cara que aquí, echémosle bolas! Pero no falta un ministro o dirigente
chavista que salga con un dossier de respuestas rebuscadas al mejor estilo de
Jesse Chacón, al que se le apagaron 14 estados durante casi medio día aunque
“la situación del servicio eléctrico está normalizada”.
Maduro y su
nerviosismo medido por las muletillas y trastadas al hablar. No controla ni el
mensajero que lleva los periódicos a Miraflores. Por eso estamos como estamos, gente
incapaz que no comprende ni atiende las gigantescas calamidades nacionales.
La Carretera de la
Costa se incendió en protesta hace pocos días. Gente alarmada por la creciente
inseguridad en la zona oeste de Anzoátegui, donde no los ampara nadie y ni a
las buenas de Dios ya se sienten porque son venezolanos que hasta la fe
perdieron a punta de pistola.
La Patria segura en
tiempos del chavismo siempre ha sido un mito. El gobierno le teme a la rabia
canalizada a través de votos, y hacia allá va la cosa. Por nuestros muertos,
por nuestros servicios públicos fundamentales y por la papa que no llega a la
mesa amén de esos precios exorbitantes. Unidad.
Ángel
Arellano
Twitter: @angelarellano
Email: asearellano@yahoo.es
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