Del diálogo y su
necesidad para hacer frente a la hostilidad que atraviesa la nación desde hace
unos quince años no hay nada que agregar. La sociedad reconoce por abrumadora
mayoría que para atender con eficacia la crisis política, económica y social en
la que estamos sumidos, es obligatorio pactar unas normas mínimas de
entendimiento con las que oposición y gobierno, las dos perfectas mitades en
las que se divide la población venezolana, puedan hablar, convivir y trabajar
en función del clamor popular.
Tanto los oficialistas
como sus contrarios se sienten asistidos por la verdad, pero al no existir un
escenario para el careo de las ideas, los primeros recurren a la hegemonía
mediática y la arbitrariedad para imponer sus tesis, mientras los segundos,
disminuidos en televisión, radio, y prensa escrita, ventilan cuanto pueden a
través de la concurrida ventana en la que se convirtió internet.
Esta navidad para el
venezolano estuvo llena de tristezas y miserias. Familias enteras que no
completaron los ingredientes de las hallacas por la escasez o difirieron el
Niño Jesús por los exagerados costos de los productos. Habrán notado que una
vez transcurrida la jornada electoral del 8D, los electrodomésticos baratos
desaparecieron y los precios exorbitantes siguen la escalada en un año en el
que todo lo que se consigue es transitando los caminos verdes.
Ante este panorama,
minado de contradicciones para el ciudadano de a pie que solo entiende de su
urgencia para llevar el pan a la casa y pagar las deudas, se viene planteando
un escenario de “diálogo” en el que los gobernantes asisten a reuniones con la
curia de Miraflores para articular líneas de gobernabilidad. Si bien es
correcto apoyar cada paso que se de en beneficio de la reconciliación nacional,
no es menos cierto que este “diálogo” se debe dar en igualdad de condiciones.
Hemos sentido incomprensión en la comunidad nacional en cada reunión entre
gobernantes opositores y gobernantes oficialistas, pues así como se hacen en la
sede del Ejecutivo Nacional, a escala regional parece repetirse el “diálogo”
sin problemas.
¿Por qué
incomprensión? Es complicado para el común asimilar una conversación
diplomática, aun cuando el país abogue porque sea en el mejor clima de
cordialidad y respeto, entre los representantes de un Estado depredador que
mantiene presos políticos, exclusión en las instituciones y programas sociales
públicos, insuperables índices de corrupción, nepotismo y las peores cifras en
homicidios, salud, inflación y escasez que gobierno alguno ha tenido en la
República, con los líderes de una alternativa que aboga por el restablecimiento
del estado de derecho, la separación de poderes, institucionalización y
garantías democráticas, sin que para estos últimos se den algunos gestos que afiancen
esa “paz” que el gobierno aparentemente anhela. ¿Cuáles son estos gestos?
Liberación de Simonovis y otros presos políticos del régimen, acuerdo para el
respeto de la libertad de prensa, espacio para los opositores en medios de
comunicación públicos, presidencias en comisiones de la Asamblea Nacional de
acuerdo a la proporción de escaños, supresión de los gobiernos paralelos, entre
otros primeros compromisos.
De lo contrario, ¿cómo
reconocer que la iniciativa del gobierno atendida por la oposición tendrá
mayores resultados que algunas obras públicas en municipios y estados? Es
difícil. No para nosotros que día a día militamos en la incansable lucha por un
mejor país, que podemos comprender las penurias que supone hablar por primera
vez con una sorda burocracia que por un lustro se mantuvo totalmente cerrada en
su clero, sino para ese vecino, ese venezolano que siente que sus problemas más
sensibles (inseguridad, alto costo de la vida, apagones, desempleo) no están
siendo atendidos por más que Miraflores decreta medidas, promulga leyes y
encadena a diario.
Es menester para la
Unidad, dentro de su estrategia de proyección en el tiempo, exigir estas
condiciones, velar porque se cumplan y nutrir de coherencia su mensaje nacional.
De lo contrario, se abonará el terreno al gobierno para la apretada crisis que
se mantendrá durante todo el año. Vienen situaciones sumamente espinosas,
calamidades económicas que marcarán la primera mitad del siglo. Se necesita una
oposición operativa, articulada en toda la geografía y que proponga soluciones
desde el parlante internacional hasta el radio bemba del barrio. No nos
encantemos con espejitos, hay que luchar.
Ángel
Arellano
Email: asearellano@yahoo.es
Twitter: @angelarellano
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