I
Al funeral de
Cadivi fueron muchas personalidades. Gobernantes y empresarios de cierto
renombre en el mundo chavista se sentaron en sillas marcadas. El pueblo, en su
mayoría pequeños empresarios, estudiantes, turistas, emprendedores, deportistas
y algunos enfermos, miraron desde la reja de la funeraria. No fueron recibidos
porque el acto era exclusivo para quienes tenían la venia de la curia de
Miraflores.
El cementerio estaba
repleto de desconocidos, jóvenes que quisieron en algún momento optar por los
beneficios de las divisas preferenciales para importar bienes para un futuro
negocio. Pero no, la cosa se quedó en un cerro de carpetas que introdujeron en
el banco. Y por más que estiraron los ahorros y hablaron con medio mundo, la cosa
no resultó porque se priorizó a los “sectores estratégicos” donde solo entran
los grandes cacaos del gobierno.
Una señora se le
escapó a los soldados de la Casa Militar, y aprovechó su ingreso en el cafetín
para degustar del banquete que se daban unos pocos con productos importados,
comida muy fina que por un par de años no se ve en los anaqueles de los
supermercados.
Costase lo que costase,
el Presidente había dado la orden horas atrás de velar rápido el cadáver. Tenía
días agonizando mientras Maduro, Cabello, Ramírez, Giordani, Fleming y
Merentes, organizaban el reemplazo de quién había sido miembro de número de la
agenda económica nacional.
II
Fulanito, hijo de Fulano,
asiste de corbata y paltó en representación de su familia al triste encuentro fúnebre
que ofrece el gobierno en honor a la trágica desaparición de Cadivi. Fulanito
es propietario de una emergente pero potente empresa dedicada al mantenimiento
de avionetas privadas en el aeropuerto de Maiquetía. Abandonó la oficina por
unas horas para cumplir y guardar las apariencias.
Al igual que muchos, está desorientado
por el fallecimiento de la institución, puesto que sus finanzas dependen de los
dólares a 6,30 Bs. que ha podido adquirir gracias a sus clientes compinches que
le hacen palanca con el ente emisor. En la entrada, un obeso confianzudo,
portador de corbata roja y un carnet igual de colorado, propietario de tres de
las más importantes unidades en la flota que mantiene Fulanito, lo consuela: “tranquilo
camarada, aquí no sueltes el llanto. Ahórrate los lamentos porque tú estás en la
jugada y así Cadivi quede sin silla en este mundo, nosotros seguiremos entregándote
las divisas a 6,30 Bs. porque tu papá pertenece al primer anillo”.
Fulanito se va tranquilo y
marca por teléfono a Fulano. Insiste. Su padre no atiende, acaba de salir de
una importante reunión en la que se fijan las metas para el 2014 de la ahora
bajo perfil Gran Misión Vivienda. Es constructor y su emporio está dedicado a
este programa oficial desde su inicio, últimamente ha tenido poco trabajo. Con
los recursos que recibe, percibe cuantiosas ganancias y está encargado de
financiar las Unidades de Batalla del PSUV en dos estados del centro del país.
Fulano olvida el celular y
no atiende a su hijo, sale de inmediato al funeral. En el cafetín de la
funeraria divisa a sus socios. Ahora no portan franelas, jean y lentes de sol
como antaño, lucen atuendos más refinados porque fueron electos alcaldes de
algunos municipios donde el partido de gobierno se impuso con facilidad, a
realazo limpio. “Nosotros, los grandes cacaos, no sé qué hacemos aquí en esta
lloradera de estudiantes, turistas y empresarios escuálidos, apátridas todos.
Los dólares están seguros para los que trabajamos en Revolución. Acabo de
hablar con Vencemos, las plantas están desviando el cemento porque los
militares son los nuevos gerentes de todo eso. La mujer de Jaua no tiene a
nadie ahí. Mejor vamos a ver con cuánto le entramos a esos tipos que no se
andan con juegos, en vez de andar en este luto”, expresa Fulano a sus
compañeros.
Una señora cuyos hijos
estudian en el extranjero gracias a las divisas que compraba a Cadivi, lo
increpa y le dice: “Qué sabroso, usted el gran cacao. ¿Acaso sabía que eso se
podía decir antes cuando producíamos café? Ahora el guayoyo que me tomo es de
no sé dónde, menos de aquí. Mis hijos se fueron pa´fuera porque estudiando
Ingeniería Química aquí en Venezuela los robaron dos veces en los salones de la
UDO, viendo clases. ¿No sabe que las empresas que producen alimentos, equipos
de salud, ropa, repuestos de carros, tienen semanas comprando gotiaito en el
Sicad? ¡Qué mantequilla!”.
Fulano responde: “Pero bueno
señora. Yo también tengo un hijo que estudió aquí y tiene un negocio próspero
gracias a que lo he ayudado. Usted está leyendo mucha prensa amarillista. Déjese
de eso, el dólar seguirá a 6,30 Bs. para todos gracias al Presidente. ¡Hay
dólar parejo!”. A lo que la señora, oriental y zamarra al fin, le suelta: “Claro,
eso lo puede decir usted que está gordito, come las tres papas y de anteojito
se nota que tiene real demás en los bolsillos. Pero dígame ¿cómo que 6,30 Bs?
Cadivi murió, ahora queda ese Centro Nacional de Comercio Exterior que nadie
conoce. Todo el mundo va al Sicad, que es lento y complicado, porque aquí no se
produce nada y de ñapa los puertos están colapsados. A 11,30 Bs. ¿cuánto van a
aumentar las cosas? Casi un 100% para iniciar el año que a esta altura no ha
arrancado porque los comerciantes andan viendo pa´los lados con qué se comen
las medidas de Maduro. Ah pero ustedes los del gobierno sí están tranquilos,
porque tienen su mangote pate mingo, le caen a muela al pueblo. ¿Y el pendejo?
Bueno que se las arregle, que compre paralelo a 12 veces el precio oficial.”.
“Señora el país vive una
guerra económica. El Presidente tiene pura gente capacitada tratando de
resolver la crisis que nos dejó la cuarta República. Lo de Cadivi es
lamentable, nadie sabe ni cómo pasó”, sale al paso Fulanito en defensa de quien
le dio la vida. La señora, consternada por escuchar semejantes rarezas, que
hacen caravanas de ruido en su pensar, carea y remata: “¿Pero con quién hablo
yo? Padre contratista, corrupto y financista del partido del gobierno. Hijo
levantado a punta de enchufes. Ambos nuevos ricos, a ambos no les duele el
país. Los dos saben que pase lo que pase nada les afectará. Pues déjeme
decirles que a un pueblo organizado no lo detiene nadie. Y nosotros, los que
nos quejamos, podremos tener mil y un dificultades, pero nos une el sentimiento
de repudio a lo que ustedes, enchufados, aplauden de este desastre de gobierno.
Buenos días”.
III
Al salir de la funeraria,
una multitud perpleja observaba que este féretro no estaba acompañado por
coronas ni flores. El equipo de protocolo prescindió de invitar a la iglesia y ni
al cura de la parroquia avisó porque según ellos ese muerto ya no le importaba
ni a Dios. En los bordes de la urna salían papeles y más papeles, formularios
de los ahora “transitorios” trámites de Cadivi. Las perfumerías de los barrios
en las capitales de Venezuela esperarán un par de meses para sacar aromas,
velones y estampitas de San Cadivi, el nuevo miembro del ideario esotérico
nacional.
En las bocinas de las radios
se escuchaban los noticieros con el sonido del Vicepresidente Arreaza: “El dólar paralelo será otro mal
recuerdo de la burguesía”. Posterior a eso, economistas recordaban el desplome
de las reservas internacionales y el repunte de la deuda con China que ya
duplica los fondos que tiene Venezuela dispuestos para financiar deuda externa.
Dispuestos a acompañar el ataúd
al campo santo, una retahíla de “raspa cupos” motorizados está dispuesta con
carteles de “con mi cupo me mantenía”, “somos minoría, pero somos alegría”,
“nada pudo con nosotros Cadivi Eterno”. Paradójico, pero aunque los viajeros
fueron la gran minoría en la venta de divisas de Cadivi a los venezolanos, eran
éstos los más consecuentes y dolidos por la pérdida de su fuente de sustento. Fueron
sumamente perseguidos y requisados a lo largo de 2012 y 2013, pero nada los
detuvo. Le ganaron todas las guerras al gobierno. Alguno comentó “hasta siempre
Cadivi Eterno, nadie pudo con nosotros”. Otros más atrevidos exclamaron sin
temer el cerco de seguridad que resguardaba la zona: “No investigaron los 21
mil millones de dólares que se perdieron en 2012 con el difunto Sitme. Nadie
supo de eso, ni del rialero en divisas perdido en Pudreval y los aportes en
dólares a los países amigos. Ah pero el pueblo tiene que pagar la devaluación
con su bolsillo ¡Malandros!”.
Entre lágrimas y gritos el
muerto llegó al cementerio. Sin un padre nuestro ni unas palabras. El entierro
fue veloz. Un mateo en el que la boliburguesía no se conmovió y los más altos
burócratas dijeron presente por mero compromiso. Esta vez el hombre del
pajarito no se encadenó, VTV no apareció y los de Ávila TV estaban de
vacaciones. Los medios de comunicación privados no pudieron pasar a cubrir la
información una vez más. Solo quedó la expectativa de sus rosarios.
Así fue la muerte de Cadivi,
un funeral en el que estuvimos muchos, para desgracia de Venezuela.
Ángel Arellano
Email: asearellano@yahoo.es
Twitter:
@angelarellano
www.angelarellano.com.ve
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