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lunes, 11 de enero de 2016

El último mohicano del chavismo


Cuentan los chismes caraqueños que a quien hoy es el flamante vicepresidente del gobierno de Nicolás Maduro alguien le dijo una vez: -¡Aristóbulo! Eres el segundo negro más importante de Venezuela -. -¿El segundo? ¿Y quién es el primero? -. -¡El petróleo! -.
La morisqueta sólo sirvió para las carcajadas del momento porque como insinuación se quedaba coja. No obstante, tiempo después pareciera que aquella pretensión chistosa terminó materializándose en los hechos. El salto de la fábula a la realidad lo vemos ahora, cuando al "Negro Aristóbulo", como se le conoce en el mundo político (sin ningún amago racista, por cierto), se coloca en el ojo del huracán como el número dos de la nómina del chavismo y el “negro” con más importancia en la escena política.
Aristóbulo ha dado acrobacias olímpicas en su dilatada trayectoria política. Ha recorrido los caminos de Acción Democrática, el Movimiento Electoral del Pueblo, La Causa Radical, Patria Para Todos y el Partido Socialista Unido de Venezuela. En todos ha figurado. Como militante de cada organización alcanzó notoriedad pública y respeto político, primero como defensor a ultranza de la descentralización llegando a ser incluso alcalde electo de Caracas (1993-1996), y luego defendiendo el “Estado comunal” propuesto por Hugo Chávez dando paso a un profundo proceso de recentralización.
En la nueva empresa que inicia, la que puede terminar siendo su última batalla en las filas del chavismo gobernante, se distingue por ser el único dirigente con cualidades aparentes para el diálogo con sus adversarios políticos. Sin embargo, sucede que en estos tiempos es difícil dar mucha cuerda a esa apreciación pues el chavismo se ha caracterizado por la deshonra de sus compromisos, salvo los de índole económica particular, porque si algo es notorio, es que ningún miembro del alto mando del PSUV está pasando hambre o sale mal vestido a la calle.
El primer discurso del Aristóbulo vicepresidente fue burdo, sin fondo. En vez de proponer alguna idea para solucionar la crisis, o que orientara los esfuerzos del nuevo gabinete hacia esa meta, aunque sea para efectos decorativos y estéticos, pidió pintar murales de Chávez en todo el país. La orden es vaciar algunas cajas chicas para manchar las calles del país con el retrato del difunto y así quien haga cola, recuerde por qué y por quién estamos como estamos. En fin, pedir peras al olmo.
Tal como se dan los hechos, Istúriz viene a ser el último mohicano de esa masa amorfa que es el chavismo. Para salvar su pellejo, y capaz que para intentar salvar el del gobierno que representa, puede que establezca eventuales contactos con la oposición. Todo es hipotético, estas acciones responderán a las diversas dinámicas que se presenten en el escenario político y al grado de miopía de Miraflores. Lo cierto es que el nuevo número dos del Ejecutivo conoce a la clase política democrática porque ahí creció, esa fue su escuela (reprobó todos los exámenes, claro está, y nadó a las orillas del autoritarismo). Militó en el mismo AD en el que se encontraba el hoy presidente de la AN, Henry Ramos Allup (en esferas muy distintas), también en La Causa R con el ahora primer vicepresidente de la AN, Enrique Márquez, así como en Patria Para Todos junto con el hoy segundo vicepresidente de la AN, Simón Calzadilla, por lo que Aristóbulo, si lo desea, puede activar un canal de conversación con la directiva del nuevo Parlamento.
Como corolario, podemos decir que Istúriz es el único en la primera línea de mando del Ejecutivo que no ha sido acusado de tener vínculos con el narcotráfico, del resto todos los jerarcas civiles y militares del chavismo tienen por lo menos una investigación internacional relacionada al comercio ilícito de drogas. De corrupto sí, de acomodaticio también. Así es la política, un mundo lleno de pantanos y desiertos.

Ángel Arellano

martes, 21 de enero de 2014

Diálogo y sus condiciones


          Del diálogo y su necesidad para hacer frente a la hostilidad que atraviesa la nación desde hace unos quince años no hay nada que agregar. La sociedad reconoce por abrumadora mayoría que para atender con eficacia la crisis política, económica y social en la que estamos sumidos, es obligatorio pactar unas normas mínimas de entendimiento con las que oposición y gobierno, las dos perfectas mitades en las que se divide la población venezolana, puedan hablar, convivir y trabajar en función del clamor popular.
            Tanto los oficialistas como sus contrarios se sienten asistidos por la verdad, pero al no existir un escenario para el careo de las ideas, los primeros recurren a la hegemonía mediática y la arbitrariedad para imponer sus tesis, mientras los segundos, disminuidos en televisión, radio, y prensa escrita, ventilan cuanto pueden a través de la concurrida ventana en la que se convirtió internet.
            Esta navidad para el venezolano estuvo llena de tristezas y miserias. Familias enteras que no completaron los ingredientes de las hallacas por la escasez o difirieron el Niño Jesús por los exagerados costos de los productos. Habrán notado que una vez transcurrida la jornada electoral del 8D, los electrodomésticos baratos desaparecieron y los precios exorbitantes siguen la escalada en un año en el que todo lo que se consigue es transitando los caminos verdes.
            Ante este panorama, minado de contradicciones para el ciudadano de a pie que solo entiende de su urgencia para llevar el pan a la casa y pagar las deudas, se viene planteando un escenario de “diálogo” en el que los gobernantes asisten a reuniones con la curia de Miraflores para articular líneas de gobernabilidad. Si bien es correcto apoyar cada paso que se de en beneficio de la reconciliación nacional, no es menos cierto que este “diálogo” se debe dar en igualdad de condiciones. Hemos sentido incomprensión en la comunidad nacional en cada reunión entre gobernantes opositores y gobernantes oficialistas, pues así como se hacen en la sede del Ejecutivo Nacional, a escala regional parece repetirse el “diálogo” sin problemas.
            ¿Por qué incomprensión? Es complicado para el común asimilar una conversación diplomática, aun cuando el país abogue porque sea en el mejor clima de cordialidad y respeto, entre los representantes de un Estado depredador que mantiene presos políticos, exclusión en las instituciones y programas sociales públicos, insuperables índices de corrupción, nepotismo y las peores cifras en homicidios, salud, inflación y escasez que gobierno alguno ha tenido en la República, con los líderes de una alternativa que aboga por el restablecimiento del estado de derecho, la separación de poderes, institucionalización y garantías democráticas, sin que para estos últimos se den algunos gestos que afiancen esa “paz” que el gobierno aparentemente anhela. ¿Cuáles son estos gestos? Liberación de Simonovis y otros presos políticos del régimen, acuerdo para el respeto de la libertad de prensa, espacio para los opositores en medios de comunicación públicos, presidencias en comisiones de la Asamblea Nacional de acuerdo a la proporción de escaños, supresión de los gobiernos paralelos, entre otros primeros compromisos.
            De lo contrario, ¿cómo reconocer que la iniciativa del gobierno atendida por la oposición tendrá mayores resultados que algunas obras públicas en municipios y estados? Es difícil. No para nosotros que día a día militamos en la incansable lucha por un mejor país, que podemos comprender las penurias que supone hablar por primera vez con una sorda burocracia que por un lustro se mantuvo totalmente cerrada en su clero, sino para ese vecino, ese venezolano que siente que sus problemas más sensibles (inseguridad, alto costo de la vida, apagones, desempleo) no están siendo atendidos por más que Miraflores decreta medidas, promulga leyes y encadena a diario.
            Es menester para la Unidad, dentro de su estrategia de proyección en el tiempo, exigir estas condiciones, velar porque se cumplan y nutrir de coherencia su mensaje nacional. De lo contrario, se abonará el terreno al gobierno para la apretada crisis que se mantendrá durante todo el año. Vienen situaciones sumamente espinosas, calamidades económicas que marcarán la primera mitad del siglo. Se necesita una oposición operativa, articulada en toda la geografía y que proponga soluciones desde el parlante internacional hasta el radio bemba del barrio. No nos encantemos con espejitos, hay que luchar.


Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano