Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

viernes, 31 de julio de 2015

¡Murió Américo!


            El libro de Galeano del que hablamos la última vez quedó en la mesa esperando su entrega. Américo murió en el instante final de la noche, cuando el sol anunciaba su entrada y se acomodaban los grises para dar paso a la claridad.
            A las 4:30 am, dicen los médicos que estaban en la guardia nocturna, dejó de existir. Falleció en el Hospital Razetti de Barcelona, la institución a la que dedicó muchos años como reportero y periodista de amplia trayectoria en Anzoátegui.
            La enfermedad no dio tregua. Se fue tras un violento embate que lesionó su ya precario estado de salud.
            La noticia se supo tempranito, como suele pasar con los acontecimientos más relevantes. A las 6:30 am recibí el mensaje de texto de Jorge Ramírez. Un aviso no esperado. ¡Qué tristeza! ¡Qué vaina!
            Américo será recordado. Deja un largo recorrido por esa carretera escabrosa llamada periodismo. Se afanó en la proyección de las virtudes de nuestra región, en la pesquisa de los sucesos y en el acompañamiento a las comunidades, bien desde las páginas del diario El Tiempo o a través de la pantalla de Telecaribe y la Televisora de Oriente.  
El primer trabajo que leí en el que aparecía relacionado Américo, fue un gran reportaje publicado en el Diario de Caracas en 1987 que hablaba de las bondades de la Cuenca del Unare. Fue la edición del primero de marzo de aquel año, para ser más exactos. Para entonces, él era director de la sección “Venezuela Adentro”. De esa investigación, que realicé en la Hemeroteca de la Academia Nacional de la Historia, recogí varios textos, los registré con una fotografía y los almacené en mi archivo particular. No sólo publicitó al Unare, dedicó espacio a la Mesa de Guanipa, al Paseo Colón de Puerto La Cruz, a las islas del Parque Nacional Mochima, a la costa de El Hatillo y La Cerca, a los casaberos de  Sabana de Uchire, a los alrededores de la para entonces conocida como Faja Bituminosa del Orinoco, entre otros. “Venezuela Adentro”, un excelente recurso documental.
Lamentamos su partida. Cada vez que muere un periodista el país pierde una voz, pero gana cientos de ellas en las aulas de las escuelas de comunicación social. Sobre esto último, los salones de clase, y en específico sobre el qué se está impartiendo, debatiendo y discutiendo en el semillero de los nuevos periodistas, invertimos varias horas de tertulia y algunas tazas de café. Américo se mostraba preocupado por la calidad de la enseñanza, de los programas de estudio y de la capacidad de interpretación y discernimiento que pudieran tener los jóvenes de la nación en medio de la situación actual, tan revuelta y tormentosa.
Mantuvo un criterio del deber ser del periodismo, un apostolado para la educación de las masas. Le agradezco algunas recomendaciones que puse en práctica en las discusiones sobre ensayos y libros que he venido realizando con mis alumnos como actividades complementarias para fomentar la lectura.
¡Ah! Américo era chavista. Sí señor. No por eso dejó de ser un buen venezolano. Capaz sea ese aspecto el que más captó mi atención y por eso disfruté tanto de su conversación amigable, ponderada y profunda. En algo estuvimos de acuerdo, al país lo que más le hace falta, por encima de todas las cosas, es un abrazo, una gran reconciliación.
No queda más que la despedida invisible, pidiendo a Dios que lo acoja en su seno y que descanse en paz.


Ángel Arellano

jueves, 30 de julio de 2015

Hasta los billetes escasean

-Y tú, ¿qué bachaqueas?
-Billetes.
-¿Cómo?
-Ahora no se consigue efectivo en el banco. Yo lo acumulo y cobro un porcentaje.
-¡Cristo! 
- ...

Pues sí. El dinero en efectivo también escasea. La promotora que me atendió en el banco me confirmó la información. No hay billetes. Los bachaqueros incluyen en su catálogo de productos el cobro de comisiones por entrega de efectivo. El Bolívar fuerte desaparece.

Ángel Arellano

martes, 28 de julio de 2015

Las vacaciones de Manuel

 
-¿Cómo te llamas?- le dije al muchacho que colocaba los alimentos en bolsas plásticas luego de rodar por la bandeja del cajero en el pequeño abasto en el que encontré (¡por fin!) el botellón de agua que buscaba.
-Manuel. Gracias por su compra y no deje de visitarnos, señor- respondió alegre. Era su coletilla de cierre. La usa para todos los clientes que tras aceptarle las bolsas con las compras, le dejan propina.
-Gracias chamo, no soy señor. Supongo que aún no. Soy otro chamo, solo que un poquito más grande que tú. ¿Qué estudias?
-Sexto grado… bueno, ya estoy en primer año.
-¿En dónde?
-En el (Liceo) Calatrava de Lechería.
-Ya. Qué bueno. Rayaste las franelas blancas porque pasaste a ser camisa azul, me imagino.
-No señor. Las dejé para que mis hermanos estudien.
-¿Cuántos son en tu casa?
-Cinco. Mi mamá, mi papá, mis dos hermanos y yo. Les daré las franelas a ellos porque todavía estudian en la escuela y no tenemos para comprar más.

Por curiosidad, quise indagar más.
-¿Y estudias mucho? ¿Por qué estás aquí trabajando?, pregunté.
-Estudio en las mañanas y trabajo en las tardes. Ahorita aprovecho para trabajar todo el día porque ando de vacaciones. Estoy reuniendo para comprar el uniforme. Mañana voy a Puerto La Cruz con mi papá a buscarlo.
-¿Cuántos años tienes Manuel?
-Doce, señor. Soy el mayor en mi casa. Después de mi papá, obviamente.
-¿Y cuánto debes reunir para comprar lo que necesitas?
-Bueno, bastante señor. La semana pasada fuimos a ver unos zapatos más o menos. Estaban en 1800 Bs. Hoy me dijeron que subieron y están en 2000 Bs. Mañana voy a ver si puedo comprarlos.
-¿Y qué más te hace falta?
-Bueno, de todo. Usted sabe: cuadernos, franelas, lápices, reglas, compás… El morral se me rompió el lapso pasado. Lo usaba desde primer grado. Demasiada pela le di. Ahora llevo los cuadernos en la mano porque no tenemos para uno nuevo.
-¿Y con lo que ganas aquí puedes reunir lo suficiente?
-No, claro que no. Bueno, no creo. Yo aquí me siento en este banquito de acá, ayudo a revisar los botellones de agua a ver si no están rotos, embolso las cosas y la gente me ayuda con algo. El turco me da permiso de estar aquí sentado y como soy un niño nadie se mete conmigo.
-Manuel, pero no eres un niño. Eres un hombre, con responsabilidades de hombre y estás asumiendo un compromiso con tu familia y con tu futuro al ser tan disciplinado. Trabajar es algo importante.
-No sé, señor. Lo que uno se gana aquí sí es verdad que no alcanza para nada. Ya el año escolar va a comenzar otra vez y yo necesito comprar mis cosas para seguir estudiando. Estas son mis vacaciones.
-¿Qué otra cosa te gustaría hacer?
-Jugar claro y pasear. Yo antes jugaba pelota pero me sacaron. Uno no puede hacer más nada señor. Todos los días sube todo. Me lo dice mi mamá. Si yo compré un Doritos hoy en 80 Bs. y la semana pasada lo compraba en 50 Bs. En estos días se enfermó mi hermanito que tiene siete años y mi papá me dijo que no había remedio para la fiebre. Entonces uno tiene que trabajar. Toque el bolso, vea, tóquelo- me indicó, llevando mi mano al pequeño morral que tenía terciado en el pecho. Estaba lleno de monedas de un bolívar, billetes de baja denominación y uno que otro caramelo de menta, de esos que utilizan los cajeros para redondear el vuelto de una cuenta.

Esto sucedió hoy. El reloj marcaba las siete de la noche en Lechería. Buscaba algún comercio que vendiera botellones de agua pues ahora están algo escasos. Sería extraño que no fuera así.
El diálogo duró unos minutos. En ese corto tiempo escuché las palabras de este muchacho que apenas cuenta 12 años y trabaja para colaborar con su humilde familia, de precarios ingresos y mucha necesidad. Así miles en toda Venezuela. Así millones en el mundo. Paradójico que el socialismo prometiera un apoyo cuantioso al estudio de los niños y jóvenes del país al tiempo que destruía cualquier posibilidad de desarrollo en los planes de asistencia al estudiante.
Escuchando a Manuel recordé los pantalones y las camisas de la beca, o “bequeras”, como decíamos en la escuela. Estudié en una escuela pública, al igual que él, pero en aquel tiempo, el preámbulo al desmantelamiento de la democracia, aun subsistían algunos programas que ayudaban a los estudiantes de bajos recursos. Como mi sitio de estudio era un pueblo en el que las mayorías de las instituciones académicas estaban calificadas como rurales, la totalidad de la matrícula recibía la dotación. No olvido los morrales azules oscuros con las iniciales “ME” alusivas al Ministerio de Educación. Cuadernos, lápices y libros, servían de apoyo y estímulo para seguir estudiando.
            En contraste, un estudiante sin comodidades económicas, en el corazón de la metrópoli de Anzoátegui, solo cuenta con el olvido del rentismo. El abandono del presupuesto nacional. Su poquito de petróleo no llegó, así como las “canaimitas” que en algún momento le prometieron pero que nunca entregaron. Así miles. Así millones.


Ángel Arellano

lunes, 27 de julio de 2015

Venezuela: el olvido de lo ganado

 
         16 años de propaganda continua han hecho de la historia real un hecho ficticio y moldeable, y de los hechos ficticios y moldeables, referentes de la nueva historia, la historia construida a partir del relato oficial. Los antecedentes de la Revolución Bolivariana son un castillo de naipes o un puré de plastilina, han modificado cualquier eslabón del pasado lejano y reciente para asentar una justificación a su proceder, costumbre por lo demás común en un país que ha pasado más años dirigido por soldados de la fortuna que por instituciones sólidas.
            El ir y venir del replanteamiento (¡a juro!) de nuestra historia ha sumido a la nación en un clima de pesimismo en el que tiene una posición principal el olvido de los logros que Venezuela ha tenido como país a lo largo de más de 200 años de Estado independiente. A estas alturas de la crisis, pareciera que a la par de la economía, el país también hizo default: instituciones, tradición legal, acervo histórico y patrimonio cultural cayeron en una suerte de “crash” que suprime todo el pasado para privilegiar el caos de la actualidad como única realidad.
El ascenso del chavismo remató el desprestigio del sistema democrático que lo antecedió, y sentó las bases para lo que ha sido una lucha sin cuartel erosionando los avances que permitieron edificar el país que existía y, que en buena medida, es el que ha servido de base para que no terminen de desplomarse las estructuras de papel de la Revolución.
Gisela Kozak en su libro “Venezuela, el país que siempre nace” (Alfa, 2008), refiere que la guerra contra la institucionalidad y la nueva historia escrita desde el espectáculo gobiernero “nos ha hecho perder o ignorar los instrumentos ganados a través de tantos años de historia: partidos políticos, tradición literaria y cultural, instituciones educativas, logros legales y constitucionales. No es casualidad entonces que la revolución bolivariana proponga cambios radicales pues contempla la sociedad e historia venezolanas como un solo y gigantesco error corregible por la voluntad suprema del soberano redimido por el caudillo Hugo Chávez”.
En “La república fragmentada” (Alfa, 2015), Tomás Straka incorpora algunas reflexiones para luchar contra el olvido de lo ganado: “Sumergidos en las angustias de sus momentos críticos, (los venezolanos) olvidaban que la sociedad había alcanzado las metas trazadas, al menos muchas de ellas: consolidar la república, la nacionalidad y la burguesía; sofocar tensiones raciales, en 1870; garantizar la paz y generar crecimiento, en 1908; sentar las bases para una sociedad democrática y capitalista, en 1958. Eso pone el balance más hacia el éxito que hacia el fracaso, por mucho que un venezolano agobiado por la delincuencia, las deudas, la inflación, las turbulencias políticas y el miedo, no pueda, legítimamente, verlo así o, viéndolo, encuentre poco consuelo en ello”.
El éxodo de cientos de miles de venezolanos y el desarrollo de la crisis económica ha replanteado la discusión sobre la nación que hemos sido y la nación que somos. Recordemos que el chavismo ha cambiado todo cuanto ha podido para dibujar Venezuela a su imagen y semejanza (desordenada, endeudada, corrupta y caótica), no obstante, nos aventuramos en la empresa de sugerir una definición de nación que consideramos oportuna: de acuerdo con Benedic Anderson, citado por Kozak, la nación no es sólo una entidad política, geográfica y jurídica, sino también una “construcción imaginaria, una narración que obedece a una historia, unos intereses, a una visión que se transforma en el tiempo”.
El Estado de transforma, se reforma y cambia, y así debe ser, pero el sentido de nación se mantiene y no olvida, no puede hacerlo, pues olvidar es eliminarse.

Ángel Arellano

lunes, 20 de julio de 2015

Violencia y odio en la cola

  ¿Por qué se desató la violencia en la cola? ¿Por qué dos mujeres iniciaron una pelea con tanta furia en el supermercado? ¿Por qué el remolino de odio persuadió a otros que intentaron apartarlas y luego se unieron al reparto de golpes, insultos y maldiciones? ¿Por qué los funcionaros policiales que atendieron la situación terminaron rebasados por la trifulca y por qué nadie se espantó cuando hubo disparos al aire y casi todos quedaron inmóviles para no perder su puesto en la fila?
                Lo primero: una mujer, “¡de viva!”, se instaló por sorpresa en los lugares preferenciales (más cercanos al portón) de la larga cola en la que cientos de almas esperaban el camión cargado de productos regulados que se trasladaba hacia el supermercado. Sin embargo, el vehículo tenía unas doce horas de retraso y extremó los ánimos de los asistentes. La respuesta desproporcionada de otra mujer, que tiró por los cabellos a la primera, atendió al cólera de tolerar más abusos en lo que ya resulta una humillación: invertir muchas horas en comprar algunos alimentos.
La escasez ha disparado los niveles de violencia en la sociedad. Existe una predisposición general de responder de la peor manera ante una situación que atente con el puesto en la cola. Esta conducta se evidencia igualmente en las personas que, en un intento por separar a las féminas, terminaron sumándose a la golpiza.
Lo segundo: la Venezuela sin valores, el país en el que ha predominado durante los últimos 16 años el lenguaje bélico, los improperios, insultos y amenazas, recoge los frutos de su siembra: el desbordamiento de la violencia. Hay odio en las calles, estupor, antagonismo. La sociedad venezolana hoy se caracteriza por su insensibilidad. Las buenas costumbres, los modales y la urbanidad son cualidades rezagadas a un fragmento muy pequeño y en extinción. Ese odio, esa animadversión, sobrepasó la capacidad de la policía para controlar la escena. La rabia desbordada mutó en algo superior, pero, además, la respuesta de la gente, en conexión con esa reacción, fue la de no moverse de su sitio, privilegiar el puesto de la fila por encima de cualquier situación hostil.
Un último dato, quizá lo más esclarecedor. Al final de la reyerta, todos en la cola murmuraban los detalles: quien intentaba burlar a los presentes para ubicarse entre los primeros con opción a entrar al supermercado era una “inspectora popular”, figura creada por la Superintendencia de Precios Justos para velar por la correcta venta de los productos regulados. Muchos en la cola conocían el proceder de esta combatiente de la revolución por hechos suscitados en ocasiones anteriores, empero, los oficiales de la Policía Nacional Bolivariana no habían atendido el caso y terminó saliéndose de cauce. Las autoridades han promovido la impunidad y con ella la arbitrariedad de quienes con una franela roja pretenden imponerse ante la desgracia de todos los que esperan por la compra de productos de primera necesidad.
“Lo que ha sido reprimido, suprimido y negado continúa ocupando un lugar y no ha dejado de existir por el hecho de que haya sido ocultado e ignorado”, refiere Maritza Montero en su estudio “Ideología, alienación e identidad nacional”. Somos habitantes de la barbarie, coexistimos con el desprecio y la repulsión. Tanto odio inyectado desde las esferas del poder ha colocado a la sociedad en el centro de una espiral de violencia en la que cualquier hecho, por mínimo que sea, puede terminar en un altercado, cuando no en tragedia.

Ángel Arellano

miércoles, 15 de julio de 2015

Sobre las propuestas económicas de Capriles: ¿Quién es el enemigo?

 

         Ayer un muy ponderado Henrique Capriles presentó un conjunto de propuestas económicas urgentes para atender la grave crisis económica que viven los venezolanos. La tarea no fue sencilla. A pesar de que la asistencia de los reporteros a la rueda de prensa era significativa, la mayoría de los periódicos nacionales y televisoras en señal abierta le restaron importancia, cuando no la obviaron.
         Lo que iniciando el día generó gran revuelo llegando a posicionarse entre las primeras tendencias de Twitter y levantando expectativas en todos los sectores de la oposición y del oficialismo, al final de la tarde terminó opacado. ¿Por qué? La relevante dirigente política María Corina Machado informó que la Contraloría General de la República le había impuesto una inhabilitación política por los próximos 12 meses. Como era de esperarse, los medios de comunicación voltearon la mirada ante la desgracia de esta diputada defenestrada de su curul en el pasado y las reacciones ante lo sucedido coparon la palestra.
         Vale preguntarse: ¿es mera coincidencia que justo el día en que Henrique Capriles le expone a la nación (y le exige al gobierno) una serie de decisiones pertinentes y viables para “llegar hasta diciembre”, sea cuando la Contraloría envíe un oficio a la diputada Machado para que se dé por enterada de que no volverá, por lo menos en la próxima legislatura, de haber elecciones, a la Asamblea Nacional? Creo que no. En buena medida al gobierno le resulta positivo que del lado opositor se piense que estos hechos se desarrollaron el mismo día por cuestiones de azar o que uno tiene menos importancia que el otro, pues lo mismo ha sucedido con la muerte, tortura, desaparición, cárcel y represión a los sectores estudiantiles, la aprehensión de ciertos dirigentes políticos clave y la persecución a otros que han realizado denuncias de gran calibre que desmontan el mensaje de austeridad, humildad y sencillez que el socialismo ha intentado propagar.
         No obstante, a pesar de la estruendosa noticia de la inhabilitación a la diputada Machado, diversos economistas y opinadores de oposición mostraron sus “profundas” diferencias con las propuestas del gobernador del estado Miranda. Se ocuparon más de criticar la iniciativa del plan “para llegar a diciembre”, como lo denominó Capriles, que de enfocar sus energías en algún otro aspecto. En pocas palabras, condenaron a otra víctima de la crisis, no a los generadores del problema. A todas estas: ¿qué propuso Henrique Capriles como soluciones de emergencia para un país convulsionado por todos los costados? Veamos:

1.)  Ajuste salarial lineal del 50% para la recuperación del ingreso de los trabajadores.
2.) 250 millones de dólares para un fondo de útiles escolares para atender el regreso a clases del mes de septiembre y beneficiar a nueve millones de estudiantes.
3.) Detener la impresión de billetes de baja denominación: el material cuesta más que lo que representa.
4.) Devolver las empresas expropiadas a sus dueños.
5.) Campaña de motivación al personal de 293 empresas expropiadas y 14 conglomerados de producción nacional para reactivar lo hecho en Venezuela.
6.) Replantear convenios con países que reciben precios preferenciales por el suministro de petróleo.

Antes de finalizar su exposición manifestó que estas propuestas se habían elaborado con el concierto de un grupo de economistas venezolanos. Explicó cosas simples, de fácil entendimiento para el ciudadano común: con un millón de dólares destinado a la producción nacional de alimentos se pueden obtener 2,6 millones de kilos contra 0,56 de los que se obtienen por medio de importaciones; la inflación puede cerrar en 200% en diciembre; 2015 es el año de mayor pobreza en los últimos tres lustros; no es fácil levantar el control de cambio en el corto plazo. ¿De dónde saldrían estos recursos? En el marco del plan, el dinero para atender la contingencia de la producción nacional proviene de los más de 9500 millones de dólares que adeudan los diferentes convenios que Venezuela tiene con países afiliados a Petrocaribe, un cifra por demás relevante para reimpulsar el sector industrial y atenuar la escasez en los rubros principales: alimentos, medicinas y repuestos de vehículos.
Henrique Capriles usó un lenguaje sencillo. Sin mayores adornos expresó una serie de argumentos que el venezolano en general comprende. Ya de por si la frase con la que titularon los pocos medios que recogieron la información es digerible, sugerente y poco fantasiosa: “para llegar a diciembre”. Los ataques contra esta iniciativa priorizaron lo teóricamente correcto por encima de lo políticamente práctico, y aunque ciertamente la crisis que vive Venezuela es gracias a la improvisación, el empirismo y la falta de conocimiento de sus gobernantes, es momento de audacia frente a la desesperanza y la angustia que vive la gente. Los economistas manifestaron que tales o cuales ecuaciones hacían imposibles algunas de estas medidas, prevaleciendo todo lo difícil de digerir por encima del sentimiento de fracaso nacional: aumento de la gasolina, incremento general de precios, liberación del control de cambio, etc. Si bien es cierto que los correctivos estructurales para reencauzar el país a estas alturas no dejan de ser traumáticos, no es menos cierto que los culpables de esta situación están en el gobierno, no en la oposición.
¿Quién es el enemigo? ¿Capriles y su plan o el gobierno y su crisis? ¿La presentación de estas propuestas “para llegar a diciembre” obliga su aplicación por parte de un gobierno que se ha burlado de todas las recomendaciones hechas por amigos y contrarios? La miopía de quienes se han dado la tarea de publicar sus “profundas” reservas con esta iniciativa deja claro que la oposición sigue sin unirse en un plan común. Arremeter contra una propuesta particular de su ex candidato presidencial, gobernador en ejercicio y uno de los referentes que aparece con un porcentaje apreciable de aceptación nacional en los estudios de opinión, aun cuando hoy en día existan otros perfiles muy importantes que igualmente han desarrollado actividades individuales como el líder Leopoldo López o el gobernador Henry Falcón, independientemente del más o menos apoyo que hayan recibido de la ciudadanía, demuestra la falta de coherencia y seriedad que existe en el lado adverso al gobierno, cosa que el chavismo celebra, difunde y potencia.
Este plan ha sido entregado a la Mesa de la Unidad para que lo observe y revise. Es cuestión de audacia, esa palabra necesaria para salir del atolladero que nos afecta a todos por igual.
Sería una insensatez no decir que el chavismo desde su ascenso al poder ha manejado la agenda política del país imponiendo una infinidad de eventos que buscan mantener a todos ocupados en la opinión y la discusión sobre las mil y un formas en que se ha debido abordar tal o cual situación, en vez de ejecutar una agenda propia, alternativa al proyecto gobernante. Es por eso que como se ha manifestado hasta la saciedad, al gobierno de Maduro le genera dividendos el que la oposición no acuerde una agenda unitaria  de activismo (con una Tarjeta Única, por ejemplo) en vez de ocuparse de lo que debe ser su foco indiscutible: las elecciones parlamentarias.
Cada vez que la oposición exhibe sus diferencias internas, el gobierno gana. Cada vez que las posiciones divergentes en el seno de la MUD permean la opinión pública, el gobierno gana. Cada vez que la “candidaturitis” se hace la norma para demostrarle al país que los acuerdos vía consenso en la MUD siempre dejan problemas, las más de las veces irreconciliables, el gobierno gana. Cada vez que aparece una tercera, cuarta o quinta vía, iluminada, sabionda, predestinada, el gobierno gana. Cada vez que la oposición no cierra filas para apoyar a sus diferentes partidos o dirigentes por desacuerdos programáticos aun cuando en el fondo persigan los mismos objetivos, el gobierno gana. Y ante esta situación, ¿qué han hecho muchos de los que se dicen opositores pero cuya necesidad personal priva sobre el interés nacional? Seguir errando.

 Ángel Arellano

domingo, 12 de julio de 2015

Visitando a Américo en el Razetti

         En el hospital Luís Razetti de Barcelona los médicos recuerdan los reportajes que realizaba el periodista Américo Hernández en sus años mozos. Él se encuentra internado por una de dolencia que lo ha llevado a permanecer en el recinto durante un par de semanas.
            Como del venezolano lo que más recoge el mundo es su capacidad para demostrar afecto y solidaridad, asistí un día cualquiera a visitar a Américo y llevarle un libro. Los minutos que transcurren en el hospital se convierten en horas y las horas en días, haciendo de los días semanas y de las semanas una eternidad. Cuando llegué a la camilla en la que reposaba acompañado de su amable esposa, le entregué el ejemplar y hablamos. En medio de la conversación decidió prestarme un libro que tenía junto a él. La obra en cuestión era “¡Viven! La tragedia de Los Andes” de Piers Paul Read (1974), el famoso relato sobre los deportistas uruguayos que se estrellaron en las frías montañas que dividen Chile de Argentina. Aquella tragedia se hizo popular en su tiempo cuando los sobrevivientes confesaron haber comido carne humana para paliar el hambre durante 70 días de intemperie.
“¡Después de leer esto sé que lo que tengo es una pica’ e’ plaga!”, me dijo Américo. La exclamación fue un lugar común. Si algo nos caracteriza es nuestra capacidad de adaptación en las más deplorables circunstancias. Solo miremos alrededor cuántas personas subsisten en medio de esta crisis sin parangón.
Cuando bajaba las escaleras del hospital pensé en la precariedad de su situación, en el deterioro de la infraestructura, en la miseria de sus insumos y en el drama de quienes ahí laboran. Más de 20 mil médicos venezolanos se han ido al extranjero en los últimos años. Las ruinas del país. Aquella institución de primer mundo inaugurada en su ubicación actual en 1963 por Rómulo Betancourt, ícono de la democracia moderna, y reinaugurado docenas de veces por los gobernantes populistas de turno, es el símbolo de la decadencia de la región. Cito una interrogante que Tomás Straka se hace en “La república fragmentada” (2015): “¿cómo es posible que al cabo de los años más prósperos, libres y pacíficos de la historia venezolana (lo cual no quiere decir que lo hayan sido en términos ideales, sino comparados con lo ocurrido hasta entonces) se llegara a tal sensación de fracaso?”.
A las 7 de la noche regresaba a casa. Y aunque corrí con suerte porque mi vehículo estaba entero en el oscuro estacionamiento, en la salida del hospital me detuvo una cola que duró por lo menos dos horas: motorizados protestaban exigiendo a la morgue la entrega de un compañero fallecido. La policía se desentendió del asunto. Patrullaban los alrededores pero no interactuaban con los manifestantes. Algo similar había sucedido toda la semana en la Universidad de Oriente, en donde encapuchados trancan la avenida, saquean camiones y roban a estudiantes. Muchos pacientes que salían de alta, otros que intentaban ingresar y varios que necesitaban salir rápido del sitio para iniciar la angustiosa búsqueda de medicamentos, se encontraban en aquella cola.
Un par de días después el director de la Policía regional ofreció a la prensa una declaración escalofriante: “Polianzoátegui vigilará la UDO si le garantizan seguridad”. ¿Quién debe brindar seguridad a quién? El que los responsables de resguardar a la sociedad pidan ayuda nos da una idea de nuestra deplorable situación.
  
Ángel Arellano

martes, 7 de julio de 2015

Falsa reclamación del Esequibo

Maduro en 2013 visitó Guyana para afirmar que todo "marcha muy bien".
  
            En los seis años que duró Nicolás Maduro como Canciller la controversia por el Esequibo no existió. Guyana representaba en esos momentos un voto necesario en la comunidad de naciones que convalidaban el accionar del régimen. Incluso, es interesante observar con detenimiento los aportes del gobierno de Chávez al Estado guyanés. La chequera de la Revolución y la petro-diplomacia a través de puentes como el de Petrocaribe, compró muchos votos del vecino país. Para el Comandante Supremo la reclamación era cosa de la época colonial.
            Venezuela no tiene un historial efectivo en el reclamo del Esequibo. Todavía los mapas que se comercializan en nuestro el país, y con los que aprendimos geografía en las aulas de clases, cubren ese extremo con rayas que advierten la negación de esas tierras. De niño preguntaba, al igual que mis compañeros, “¿por qué ese pedazo dice ‘Zona en Reclamación’? ¿Quién lo reclama?”. Las respuestas de las maestras eran vagas e imprecisas. Fue en la universidad cuando persuadido por los libros de historia comprendí el problema de ese territorio que a pesar de ser venezolano, ha sido obviado por el debate nacional y por tanto su recuperación parece una isla en medio del mar de calamidades que se ventilan a diario. No es parte de la agenda aun cuando sea un terreno rico en oportunidades por sus múltiples cualidades naturales, geográficas y su altísimo potencial mineral y de hidrocarburos. La Venezuela petrolera abandonó un nicho de explotación muy importante.
            La coyuntura política muestra inmensas oportunidades para nivelar la correlación de fuerzas. Por lo menos ocho de cada diez venezolanos reprueban la situación de crisis económica y caos social en la que vivimos. Todos los escenarios para las elecciones parlamentarias refieren una derrota considerable para el partido de gobierno y es por eso que luego de tantos años de abandono el Ejecutivo posiciona en el centro de la discusión el asunto con Guyana. Apabullado por las quejas de los sectores opuestos y afines que sufren el vertiginoso desabastecimiento y el ascenso sin precedentes del costo de la vida, el gobierno intenta exacerbar ánimos nacionalistas exigiendo unión de toda la sociedad entorno a una polémica absurda, fantasiosa y que sólo ignorantes (que no son pocos) pudieran apoyar. Este tema salta a la palestra por decisión circunstancial de un gobierno enmascarado que con ayuda de su sistema de medios de comunicación totalitario pretende polarizar, condenar a los “apátridas” que no se sumen al supuesto reclamo y unificar sus sectores antes leales y ahora descontentos.
Desde luego, no se pueden descartar otras situaciones fortuitas. Extremar las tensiones con Guyana, país que ya ha logrado el apoyo de numerosos Estados del vecindario (los mismos que votan a favor de Venezuela en la OEA, Unasur y ONU), pudiera devenir en un eventual decreto de estado de excepción con la finalidad de suspender los comicios parlamentarios de diciembre. ¿Descabellado? En esa escena la oposición tiene un papel central: impedir que alguno de sus factores se sume a esta fábula de la reclamación del Esequibo. No “pisar el peine”. El gobierno espera la mínima equivocación de sus contrarios. Recordemos que resolver los miles de problemas que aquejan a la nación nunca ha sido la prioridad de quienes, por ahora, controlan el timón.

Nota: Recomiendo lectura de este artículo que publicó el Dr. Sadio Garavini Di Turno sobre la postura de Maduro ante Guyana en 2013: http://goo.gl/pOUqOM


Ángel Arellano

jueves, 2 de julio de 2015

La tragedia de Guasdualito


          Veinte mil personas están damnificadas en este momento. Veinte mil. Una cifra enorme. Escandalosa. Quienes sufren esta condición son habitantes del Municipio José Antonio Páez del estado Apure. Guasdualito, su capital, ha sido escenario de una batalla campal entre el oficialismo y la combativa alcaldesa de la oposición, Lumay Barreto. El gobierno de Nicolás Maduro intenta por todos los mecanismos, privilegiando la violencia y la agresión física como estrategia de coacción, desalojar a la disidencia de esta alcaldía. Hace menos de un mes Barreto se trasladó ante la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para denunciar su destitución ilegal por parte del Concejo Municipal chavista.

**

            Un par de semanas de torrentosas lluvias ha inundado todo el pueblo. Guasdualito muestra su peor rostro. El agua turbia llega a la mitad de las casas. En ocasiones puede rosar el techo de las viviendas. Veinte mil almas han salido espantadas de sus hogares por el arrebato de la naturaleza. No hay electricidad, ni teléfono, ni agua potable, ni sitios para resguardo. Las carreteras que conectan esta zona de Apure con Barinas y Táchira están a punto de ceder. Varios kilómetros de vía se encuentran bajo el agua.
El río Arauca se ha impuesto en todo el territorio.
            La tragedia de Guasdualito, así como la de todos los pueblos, caseríos, ciudades y grandes metrópolis de Venezuela, es no contar con planes de contingencia ni con un aparato logístico que activar en momento de emergencias tan graves. Rezan, se persignan, piden a Dios y salen a la calle a ayudar, a sacar gente de sus casas, a perseguir algún ruido lejano para rescatar un niño, un hombre o una mujer en desgracia. Guasdualito es tierra caliente de la frontera, del narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares. Ahí la seguridad es decretada por el rifle. La ley del monte. Pero ese control irregular no se ha manifestado en medio del aguacero. Ha tocado a la alcaldía, con sus precarios y ajustados recursos y capacidades, bregar para impulsar las labores de rescate, reubicación y apoyo a tantas familias desalojadas.

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            Los militares que llegaron a Guasdualito para incorporarse al operativo de evacuación de los afectados, fueron en procura de algún dinero extra. Una orden los hizo abandonar sus posiciones tradicionales de “matraqueo” para enviarlos a esta eventualidad antipática que pocos han querido atender, pues, a todas estas, el Ejecutivo Nacional no ha querido decretar el estado de emergencia en Apure y el Ministro de Transporte Terrestre, Haiman El Troudi, oriundo del vecino estado Barinas, informó a la prensa que lo sucedido es en ocasión de una falla en una alcantarilla. Esto no está ocurriendo, o por lo menos no en la cúpula roja. La orden de Miraflores ha sido censurar a emisoras y televisoras que puedan tener algún tipo de transmisión en directo o diferido. Vaya usted a saber cuántos chavistas están damnificados en Guasdualito enterándose de que su gobierno los ha dejado solos.
            Otra tragedia, más coyuntural y poco común en la norma, ha sido el accionar de estos militares. Las pocas provisiones en alimentos y productos de primera necesidad enviados para los afectados por las inundaciones en Guasdualito son vendidas por los funcionarios de las Fuerzas Armadas. 700 bolívares cuesta una bolsa de comida para cada cristiano. En cuestión de minutos los soldados organizaron una eficiente red de venta en la que los desgraciados ciudadanos del pueblo no pueden participar por falta de recursos. Los bancos están bajo el agua. El dinero escondido en el escaparate, el colchón o la vasija de arcilla, también ha perecido tras el golpe del Arauca.
Cuando la ciudadanía creyó que nada más podía sorprenderlos después de la desventura del diluvio, llegaron los hombres de verde, los guardianes del pueblo, a demostrar que siempre podemos estar peor.

Ángel Arellano