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Un par de semanas de torrentosas
lluvias ha inundado todo el pueblo. Guasdualito muestra su peor rostro. El agua
turbia llega a la mitad de las casas. En ocasiones puede rosar el techo de las
viviendas. Veinte mil almas han salido espantadas de sus hogares por el
arrebato de la naturaleza. No hay electricidad, ni teléfono, ni agua potable,
ni sitios para resguardo. Las carreteras que conectan esta zona de Apure con
Barinas y Táchira están a punto de ceder. Varios kilómetros de vía se encuentran
bajo el agua.
El río Arauca se ha impuesto en todo el territorio.
La tragedia de Guasdualito, así como
la de todos los pueblos, caseríos, ciudades y grandes metrópolis de Venezuela,
es no contar con planes de contingencia ni con un aparato logístico que activar
en momento de emergencias tan graves. Rezan, se persignan, piden a Dios y salen
a la calle a ayudar, a sacar gente de sus casas, a perseguir algún ruido lejano
para rescatar un niño, un hombre o una mujer en desgracia. Guasdualito es
tierra caliente de la frontera, del narcotráfico, la guerrilla y los
paramilitares. Ahí la seguridad es decretada por el rifle. La ley del monte.
Pero ese control irregular no se ha manifestado en medio del aguacero. Ha
tocado a la alcaldía, con sus precarios y ajustados recursos y capacidades,
bregar para impulsar las labores de rescate, reubicación y apoyo a tantas
familias desalojadas.
***
Los militares que llegaron a
Guasdualito para incorporarse al operativo de evacuación de los afectados,
fueron en procura de algún dinero extra. Una orden los hizo abandonar sus
posiciones tradicionales de “matraqueo” para enviarlos a esta eventualidad
antipática que pocos han querido atender, pues, a todas estas, el Ejecutivo
Nacional no ha querido decretar el estado de emergencia en Apure y el Ministro
de Transporte Terrestre, Haiman El Troudi, oriundo del vecino estado Barinas,
informó a la prensa que lo sucedido es en ocasión de una falla en una
alcantarilla. Esto no está ocurriendo, o por lo menos no en la cúpula roja. La
orden de Miraflores ha sido censurar a emisoras y televisoras que puedan tener
algún tipo de transmisión en directo o diferido. Vaya usted a saber cuántos
chavistas están damnificados en Guasdualito enterándose de que su gobierno los
ha dejado solos.
Otra tragedia, más coyuntural y poco
común en la norma, ha sido el accionar de estos militares. Las pocas
provisiones en alimentos y productos de primera necesidad enviados para los
afectados por las inundaciones en Guasdualito son vendidas por los funcionarios
de las Fuerzas Armadas. 700 bolívares cuesta una bolsa de comida para cada
cristiano. En cuestión de minutos los soldados organizaron una eficiente red de
venta en la que los desgraciados ciudadanos del pueblo no pueden participar por
falta de recursos. Los bancos están bajo el agua. El dinero escondido en el
escaparate, el colchón o la vasija de arcilla, también ha perecido tras el
golpe del Arauca.
Cuando la ciudadanía creyó que nada más podía
sorprenderlos después de la desventura del diluvio, llegaron los hombres de
verde, los guardianes del pueblo, a demostrar que siempre podemos estar peor.
Ángel Arellano
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