Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

sábado, 30 de mayo de 2015

Nos vemos en democracia: RCTV


Ocho años atrás, una masa de estudiantes se encontraba en las calles de toda Venezuela. El cierre técnico de RCTV bajo directrices del difunto Chávez, fue un episodio lamentable, que le dolió a la mayoría de la población. La otra parte del país, el remanente que aplaudía la medida, se encontraba hipnotizado por la retórica populista. En cierta forma, la sociedad sabía que le quitaban un bien muy preciado, pero no sería el primero, ni tampoco el último.
La agenda del autoritarismo arreció con la profundización de su proyecto político suprimiendo límites que antes habían sido preciados y protegidos por el sistema. Desde ese momento la relación entre el Estado y la prensa, pero además entre el gobierno y la ciudadanía, no sería la misma.
En su primer intento por consolidar el proyecto “socialista”, la revolución apagó la señal de la principal televisora del país. De ahí en adelante, la historia sería diferente. Los estudiantes decidimos salir a protestar no para proteger los intereses de una empresa privada (tal absurdo provino de la propaganda diseñada en la sala situacional de Miraflores), sino por el derecho a disentir. RCTV fue el símbolo de una causa cuyas bases estaban ancladas en la defensa de la libertad.
El programa de movilizaciones en toda la nación fue acompañado de un importante ingrediente filosófico: preservar la libertad de expresión es cuidar la democracia. Ese insumo bastó para que el escenario político tuviese un giro drástico. Recuerdo que en Anzoátegui la avenida Intercomunal y la Vía Alterna fueron escenarios de movilizaciones impresionantes que congregaron a miles de jóvenes del norte del estado. En el resto de la geografía destacaron concentraciones en El Tigre, Anaco y Puerto Píritu. Un hecho sin precedentes. La juventud de nuestra región salió a las calles al unísono.
A partir de ahí se construyó un liderazgo importante en todo el estado. Cientos de jóvenes ingresaron a diversos partidos políticos y otros permanecieron independientes en organizaciones que los formaron como dirigentes sociales. Muchos de ellos siguen en las calles con la misma emoción de hace ocho años, inspirados por el deseo de cambio.
Durante todo 2007 los partidos políticos no acapararon los titulares. El Movimiento Estudiantil, repleto de una dirigencia joven, inexperta, arriesgada e irreverente, estaba atestado de compromiso y valentía. Lo demostraba en sus posiciones desafiantes ante el poder, y por eso, ese año y el siguiente, la sociedad apoyó el liderazgo colectivo con el que los universitarios habíamos organizado los planes de activismo a los fines de permanecer enérgicos en contra del régimen chavista.
De inmediato, el Ejecutivo propuso la Reforma Constitucional y el CNE resolvió convocar su consulta en tiempo récord. La campaña fue veloz. El Movimiento Estudiantil con su escaso potencial logístico pero con una firme decisión de pelear contra el planteamiento dictatorial del gobierno, se impuso por encima de todo el aparato estatal que no escatimó en recursos económicos, amedrentamiento, abusos electorales y siembra de miedo para coaccionar a los votantes.
RCTV fue un antes y un después. En la víspera de su cierre nadie creyó que el verbo encendido de Chávez fuera a materializarse clausurando un medio tan relevante. Luego de ello, Venezuela pudo observar que el estreno del “Socialismo del Siglo XXI” era una representación a escala de todo lo que sería en el futuro inmediato: expropiaciones, confiscaciones, mal proceder, descomposición en todos los órdenes, ilegalidades y abusos.
Años después, nos hemos dado cuenta de que para bajarnos de este carrusel hacen falta muchas vueltas. Más valentía y más compromiso. Aun el chofer sigue un rumbo incierto. Y los pasajeros, aunque algunos saltaron al exterior a probar suerte, presionan desesperados el botón de emergencia que debería frenar las ruedas. La velocidad no disminuye y la próxima parada es el precipicio.
Para detener la hecatombe que se avecina, hay que juntar las manos, sumar, empujar. Orientar el esfuerzo. El cambio no cae del Cielo ni llega por la invocación de la palabra sagrada. El cambio somos nosotros y nuestras ganas de vivir en una sociedad segura, habitable y civilizada. Si no nos activamos con coherencia, determinación y audacia, no hay nada que nos indique que las cosas van a cambiar. Movilízate, el país quiere verse en democracia.


Ángel Arellano

viernes, 29 de mayo de 2015

Revive Tiburón Club, a pesar de la crisis


          La crisis es un huracán, nada la detiene. Un virus que se propaga con rapidez. Llegó al Templo del Rock en Puerto La Cruz.
         Ayer Tiburón Club reabrió sus puertas luego de estar cerrado durante los casi seis meses que lleva el 2015. Una nueva edición del Festival Nuevas Bandas en Anzoátegui fue la programación de la noche.
A pesar de que todo estuvo en el sitio de costumbre, las tablas eran las mismas, el escenario el de siempre y las marcas de las agrupaciones que han pasado por ese espacio siguen pegadas en las paredes y puertas, el Templo tiene una esencia diferente. ¿Cómo no ser así si estamos en un país cada vez más distinto?
La barra de Tiburón ya no es la de antes. Cuando llegué al local y vi que el procedimiento para comprar cualquier bebida pasaba por hacer una pequeña cola, recibir un tique y pedir el trago, hice cortocircuito: “¿Qué pasó aquí? Esto nunca ha sido así”. Cambios. Pareciera que el germen del papeleo y la lentitud tocó un sitio que, por lo menos hasta el año pasado, se hizo popular por su informalidad, su falta de protocolo y su buen rock and roll. De todo esto, lo último no ha sufrido modificación. Todas las bandas que sonaron tienen un gran mérito. El simple hecho de estar ahí, de seguir haciendo música en medio de la tempestad que angustia a la nación, es una acción muy importante.
No sé cuántas veces he ido a Tiburón Club. Son muchas. Demasiadas como para llevar registro. Nunca, nunca, nunca se dejó de vender cervezas a mitad del show porque estuviesen congeladas. “¿Me la vendes caliente pero con un vaso de hielo?”. “No”, la respuesta inesperada. Numerosas veces se agotaron, pero nunca se congelaron en el camino.
¿Será que el receso de estos meses desafinó la logística? ¿Algunos imprevistos alteraron la planificación? No lo sé. Me perturba saber que la catástrofe de Venezuela es en todos los órdenes, aun cuando sé que somos mayoría quienes damos nuestro aporte para tener un mejor país.
La inflación disparó los precios. Desde hace mucho tiempo salir a un local nocturno es un lujo. Sin embargo, el Templo era un lujo que podíamos costear eventualmente. Podíamos. A través de un ejercicio complejo imagino el sinfín de maniobras que deben hacen para abrir nuevamente y no dejar de ser ese sitio que tanto hace falta.
         Un amigo me dijo una frase definitiva: “aquí hay mucha gente que tenía tiempo sin verse”. No hay locales, no hay sitios de encuentro. Tras el reciente cierre de El Duende Bar en Lechería oí a muchas personas preocupadas por el destino no sólo del rock, sino del “encuentro”, esa palabra extraviada en la adversidad del diario.
Afortunadamente Tiburón Club volvió. No sabemos hasta cuándo, ni si podremos ir como antes a sus muchos eventos. Es un lugar común de cientos de personas que al margen del reggaetón y otros “bachaqueos” de la cultura, ofrece albergue a las propuestas alternativas que la sociedad reclama.
Espero no ofender a nadie con este breve comentario. Felicitaciones a los propietarios del local por tener el entusiasmo de regresar.

Ángel Arellano

martes, 26 de mayo de 2015

Falta un plan, no un líder


         La gente se harta de la política, pero la política no puede hartarse de la gente. El pueblo tiende a cansarse de las incoherencias de los políticos, de sus errores y fracasos. Puede hacerlo, con todo derecho además. Si la sociedad no rechaza el mal proceder de sus dirigentes está confinada al terror y al totalitarismo.
La población se disgusta con la clase política por no sentir conexión con su prédica y proceder. Un divorcio entre gobernantes y gobernados, entre voceros y seguidores. Empero, la clase dirigente no puede cansarse del pueblo, por algo la política es pública, no privada.
En tal caso, cuando la clase política sufre un deslinde con la sociedad, la circunstancia exige reinventarse, cambiar, repensar: un plan. Más cerebro y menos vísceras, más planificación y menos improvisación. En buena medida Venezuela surca esta profunda crisis por el empirismo, la falta de profesionales, capacidad y planificación en todas las áreas.
Desde hace años, políticos y pueblo no hablan el mismo lenguaje. Esta dolencia no es a consecuencia de la Revolución Bolivariana. Con ésta se profundizó e hizo metástasis, sí, pero es un cáncer diagnosticado desde los primeros intentos de reformar el Estado en la mitad de la década de los ochenta, cosa que además venía arrastrándose como una deuda del sistema democrático.
En nuestro país, lo primero que se comenzó a bachaquear fue la política. A inicio de los noventa, los minoristas del pensamiento, con reflexiones trasnochadas y mal documentadas, salieron a la calle como flautistas de Hamelín tocando una consigna rimbombante cuyo mensaje era ficticio, emocional y estafador. Eran nuevos políticos hablando de “anti-política”. Para su dicha, y para nuestra desgracia, recogieron cuantiosas almas con las que organizaron la marcha hacia el cementerio, cargando en hombros los restos del sistema democrático.
En la actualidad, luego de tres lustros de flautistas y melodías que intensificaron el proceso de descomposición que venía galopando desde finales del siglo pasado, la música ya no tiene oídos que la escuche. Se quedó sin audiencia. El público se levantó de la sala, caminó a la salida y lanzó un insulto a los organizadores de la función. Así estamos. Quienes gobiernan no tienen liderazgo, tampoco una idea que les permita cumplir con su tarea. Quienes se oponen a éstos tienen a sus principales líderes perseguidos o en prisión. Carecen de un plan definitivo, con inicio, desarrollo y fin: objetivos y métodos claros. El único plan es la elección parlamentaria, para luego “ver qué sucede”. En rigor, no hay plan.
            Las elecciones legislativas son importantes. Hay que votar. Todo comienza y termina en una elección, o por lo menos es así en un proyecto democrático. El gobierno vigente emergió como mayoría en un proceso electoral y será reemplazado de la misma forma. No obstante, las elecciones no son el único espacio de lucha. En buena medida la desconexión entre el liderazgo político y la base social responde a la carencia de un plan de movilización permanente. Las Primarias de la Unidad despertaron algunos nodos del aparataje opositor, sin embargo, sigue faltando una agenda de activismo nacional dedicada a la protesta cívica, al reclamo y a la agitación permanente. Un solo mensaje, un solo plan. Ante semejante catástrofe no podemos hacer de la elección la única tarea.

Ángel Arellano

martes, 19 de mayo de 2015

Guerra de escándalos


         El quirófano de noticias emite señales de intoxicación. El país está invadido por una oscuridad lúgubre que lo cubre con informaciones alarmantes. Cada día, los síntomas de la dictadura evidencian la erosión de la libertad y de la vida. Antes de que la guerra haga metástasis, la sala de espera está repleta de escándalos bochornosos que alimentan el descontento. El régimen ya no es régimen, sino una banda de delincuentes que dirigen una nación sin ley.
            Dificulto que la población se haya acostumbrado a escuchar todos los días los vergonzosos titulares alusivos a la revolución. No obstante, se acomoda como puede. Subsiste. Hay una frase que se repite de casa en casa: “estamos esperando las elecciones para pasar factura”.
Desde el baño con dólares que se dio el hijo de Maduro en la boda de una pudiente familia árabe, hasta la declaración pública en la que el ex Ministro de Interior y Justicia y hoy gobernador de Aragua, Tareck El Aissami, reconoció haber callado por lealtad al Comandante algunos hechos de corrupción de su antecesor ex chavista y hoy informante de la DEA, han ido y venido los más espeluznantes escándalos. La descomposición del país es profunda y en todos los órdenes.
            Venezuela es un Estado que se muestra distante de la civilización. En las filas para comprar comida y medicinas la gente lucha cuerpo a cuerpo con la esperanza de llevar algún alimento a su hogar. Es un acto primitivo y deprimente. Todos nos encontramos en  tan lamentables circunstancias porque nadie escapa del desabastecimiento y la carestía que nos trajo la ficción del Socialismo del Siglo XXI.
            Los destartalados hospitales trabajan con 9 ó 7% de su inventario. El kilo de carne de res se vende en las zonas populares en 700, 800 y hasta 900 bolívares. La lata de sardina superó cómodamente la barrera de los cien bolívares en los Abastos Bicentenarios en los que el “Precio Justo” no puede evitar la catástrofe de que el billete más “fuerte” de la reconversión monetaria de Hugo Chávez apenas pueda comprar un litro de aceite de soya. Estos son los escándalos del barrio.
            A la sazón, nuestra tragedia es aderezada por un nuevo titular de amplias magnitudes. El presidente del Parlamento, el Capitán Cabello, se encuentra inmerso en una gigantesca red de narcotráfico que convirtió al país desde hace una década en un puente efectivo para la exportación de droga a nivel internacional. Todas las pruebas apuntan hacia él. Todas las miradas son en su dirección. Quien debería conducir la casa de las leyes es vinculado a una banda de mercaderes de la cocaína.
Asesinaron a un niño de 11 años en Cantaura. Sus padres también recibieron disparos. Por fortuna ellos no murieron. Son sobrevivientes del ataque inclemente de la delincuencia. El niño era miembro de la Orquesta Sinfónica Municipal. ¿Interesa esto al gobierno? 20 de cada 100 mil menores de edad mueren en Venezuela a manos de la violencia. Es un dato irrelevante para un país cuyo Parlamento está dirigido por un narcotraficante.
            Los escándalos pelean entre sí para ver cuál gana más notoriedad. Se saltan el cerco de la censura. Llegan a todo el territorio por las redes sociales y los teléfonos inteligentes que el gobierno aún no ha podido controlar.
            ¿Hay suficiente papel para recoger todos los escándalos del chavismo? No lo sé. Pero espacio en Internet sí hay. El odio prescribe, sin embargo, la corrupción y la traición no.


Ángel Arellano

jueves, 14 de mayo de 2015

La clase especial de hoy

 En la Universidad planificamos una clase especial. Unimos ambas secciones del Taller de Análisis y Comprensión de Mensajes: poco más de 70 estudiantes de Comunicación Social. Intentamos debatir sobre el “¿cómo se construye un mensaje?” y el “¿cómo hacer del mensaje un elemento efectivo en el proceso de la comunicación?”.
Para quitarle la corbata al rigor cotidiano del aula, invitamos a dos amigos: Paola Soto, una joven periodista y novel poeta de la región, y a Carlos “El Negro” Castro, también comunicador y humorista.
Ambos llegaron temprano al salón. Marcadas las 9:30am iniciamos un breve preámbulo para discutir asignaciones pendientes. Acto seguido, los alumnos presentaron una breve reseña biográfica de cada invitado y se dio inicio a la dinámica de preguntas y respuestas en la que no pudieron faltar comentarios sobre la poesía en el entorno de crisis nacional y el humor como válvula de escape y como vaso comunicante de una realidad específica.
Fue una experiencia gratísima y exitosa. Todos los jóvenes participaron. Mucho interés por la lectura y la escritura. Otros siguen mostrando una creciente atención por el deporte, el espectáculo, el periodismo cultural, entre otras áreas que han quedado en el traspatio de la Venezuela politizada.
Agradezco a Paola Soto y a “El Negro” por su aporte, y sobre todo a los alumnos del Taller de Análisis por su compromiso, su organización, su orden y sus ganas de aprender. Siempre es bueno reiterarles que son parte de esa generación que colaborará en la construcción de una nación próspera, plural y libre.

La próxima clase especial será con músicos. Seguiremos indagando en el proceso de la comunicación y otros temas importantes en la formación del periodista.

Ángel Arellano

lunes, 11 de mayo de 2015

Sobre el Filven 2015 en Puerto La Cruz


"El Filven es un espacio para la promoción del libro oficialista". Si usaran esa descripción para redondear su objeto y finalidad, capaz el evento tendría mejores resultados.
En sus puntos para venta e intercambio de libros siempre predomina la literatura revolucionaria. Íconos rusos, cubanos, latinoamericanos y árabes, son colocados en pedestales para exhibir la fábula (o justificación) del socialismo teórico. 
La edición de este año, que contó nuevamente con un apéndice en Puerto La Cruz, y que entiendo partirá mañana a El Tigre, a pesar de significar un buen momento para comprar libros nuevos, viejos, usados y raros, y saludar a los asistentes que en su mayoría son lectores entusiastas, fue pobre. En una línea: fue un pobre evento.
Un intento minúsculo para la necesidad de promoción de la lectura que hay en Anzoátegui. Con el 1% del gasto anual de publicidad y propaganda de la Gobernación del estado se hubiese hecho algo mejor, de mayores proporciones y más plural.
En la región apenas existen algunos círculos de lectura y reflexión, muy en detrimento de la creciente aparición de nuevos escritores, ensayistas, poetas y talentos en las letras.
La invitación al Filven 2015 de Puerto La Cruz apenas fue una brisa que tocó a pocos, en contraste con las costosas convocatorias que reproduce el gobierno para cualquier evento político.
El Parque Andrés Eloy Blanco mostró su suciedad, deterioro y olvido para que a ninguno de los que fueron al Filven les quedara duda de que por más que este gobierno lo intente, es incapaz, ignorante e indolente ante los espacios que necesita la comunidad.
Los que dirigen el país, en su persistente y obstinada labor de hacer de la ficción del Socialismo del Siglo XXI un cuento digerible para todas las edades, no escatimó en presentar textos alegóricos al Comandante. Me pregunto ¿cuántos buenos libros habrán quedado como borradores polvorientos esperando algún apoyo estatal?
Aunque todo esto deprime, las mesas para la venta de obras universales y nacionales no dejaron de ser una oportunidad para encontrar algún título interesante. La capacidad innata que tenemos los venezolanos para darle la vuelta a las situaciones más adversas, permitió no salir corriendo.
Me alarmó de sobremanera cómo casi todos, incluyéndome, aprovecharon la ocasión para adquirir libros usados. Los nuevos son muy costosos y los ejemplares que presenta el gobierno son papelería de la propaganda. Otra vez la crisis y su cara de perro.
No obstante, muchos jóvenes asistieron. No lo sé con exactitud, pero me aventuro en asegurar que casi todos no están del lado de los rojos. ¿Cómo estarlo? El Filven 2015 en Puerto La Cruz terminó siendo un montón de libros viejos intentando formar a una generación emergente que quiere sobrevivir al deterioro cultural del régimen.

¿Los políticos están escribiendo?


         Quedará en la historia la persecución del chavismo hacia Teodoro Petkoff como una muestra de lo cruel que pueden ser los autoritarismos modernos. Aun cuando debe presentarse todas las semanas en los Tribunales y se le prohíbe la salida del país, Petkoff, rememorando su época de guerrillero, se les ha escurrido con la reformulación de Tal Cual, ahora como semanario.
            En una semblanza sobre “Teodoro”, Federico Vegas resaltó cómo la oralidad se ha impuesto sobre la palabra escrita en un país en el que la Constitución y las leyes se encuentran tan desautorizadas como las policías.
En Venezuela, el discurso estruendoso, el escándalo y la bulla prevalecen ante cualquier ejercicio de reflexión. Es muy común que la élite dirigente no escriba sus discursos ni lleve archivo de su rol público. El mismo país que años atrás tuvo una producción editorial envidiable en la que destacaron no pocos líderes políticos quienes desarrollaron sus tesis en libros, ensayos, artículos y revistas, ahora, a la par de la escasez de papel, y aun cuando Internet resulta una herramienta formidable para la difusión de las ideas, el debate político se desarrolla de una manera muy deportiva, superficial, exclusivamente oral, de cara a los medios de comunicación y no apta para la deliberación.
            Fernando Yurman en “La identidad suspendida” aclara que en Venezuela “los entusiastas retóricos del cambio, los epígonos ingenuos, también son extrañados cuando pasan del grito a la reflexión”. Y agrega: “las interpretaciones ideológicas suelen ser muchas veces racionalizaciones oportunistas, vacuas, resecas de abstracciones, de una transformación más larga, más honda y menos sabida”.
            “Venezuela es más de frases que de cuentos, como es más de operadores que de estrategas”, sostiene Alberto Rial en “La variable independiente”. Lo trivial es cotidiano: “Así como se aplaude y se gritan ¡bravos! en un mal concierto o en una obra de teatro chimba, o se da una buena propina por una comida piche y un mal servicio, de la misma forma endiosamos a talentos mediocres y cuestionables y volvemos a elegir como gobernantes a quienes ya lo hicieron mal una vez”.
            Dieciséis años de chavismo establecieron en el espectro político (oficialista y opositor) que el dirigente “sabio” es aquel que puede relatar una o dos batallas de la Independencia. La crítica y la revisión histórica dejaron de ser un instrumento de fortalecimiento de las ideas para dar paso a la epopeya patriota como salmo responsorial de todos los mensajes políticos. Mario Briceño-Iragorry fustiga tempranamente este error en “Introducción y defensa de nuestra historia”: “Los pueblos no pueden vivir su hora presente a cuenta de su pasado, por más glorioso y fecundo que sea éste. Sería tanto como pedir a los muertos que nos sirvan el alimento”.
            ¿Está escribiendo nuestro liderazgo político? ¿Está reflexionando? ¿Está defendiendo ideas, programas, tesis o hurgando entre las noticias para hacerse con un titular? ¿Quién reclama sobre la superficialidad del debate político en tiempos de una crisis tan profunda? ¿Es exigente una sociedad que permite lo oral por encima de lo escrito?
Nuestra crisis, o en rigor, nuestro caos como país, se ha concebido por el predominio de lo banal sobre lo formal. Si queremos un cambio estructural para salir de esta vergonzosa situación, no podemos más que iniciar con la rectificación desde la familia, la calle, la cuadra, el barrio. Que prime la seriedad por encima del encantamiento.

Ángel Arellano

lunes, 4 de mayo de 2015

En un país serio…

 
Venezuela logró convencerme. La situación me persuadió a tal punto que ya puedo asegurar que este país no es “serio”. Esta expresión se usa mucho, muchísimo, en todos los círculos. Pobres y ricos siempre agregan a sus diálogos que al país le falta seriedad y que por eso estamos en el centro de la barbarie, por nuestras propias contradicciones y no gracias a agentes externos que infectaron la nación con fenómenos antes desconocidos como el chavismo, la boliburguesía, el caciquismo, caudillismo o como usted quiera llamarlo. Todos estos rasgos no son ajenos en el devenir histórico de Venezuela, siempre han estado presentes con sus variaciones y adaptaciones al momento determinado. Pero hoy, desde luego, nuestra degradación llegó al límite y lo peor es que puede seguir empeorando.
En un país serio ningún mango aterriza en la cabeza de ningún Presidente como gesto desesperado para pedir la atención del primer mandatario a quien se le ve como una suerte de salvavidas flotando en el mar de la pobreza. Tampoco se le regalan camionetas de procedencia desconocida a una familia escogida al azar que va transitando la autopista. Un país serio no tolera esas cosas porque cuestiona el despilfarro, es alérgico al populismo y combate el peculado de uso.
En un país serio la nación se declara en emergencia si no hay papel para reproducir periódicos, libros, revistas y cuadernos. Un país serio no tolera la censura porque es su vaso comunicante y a través de los medios independientes se informa, expresa, opina, critica y hace escuchar su voz. Un país serio lee, lee mucho. Escribe, investiga, piensa, reflexiona, celebra la inventiva y patenta el conocimiento. No voltea la mirada ante el descalabro de sus universidades, liceos y escuelas porque sabe que en la educación está su desarrollo.
De tal manera que en un país serio un Presidente con apenas bachillerato no recibe un doctorado “honoris causa” de una universidad estatal porque ni siquiera fuera Presidente. 100 mil niños no están yendo a la escuela, 350 mil no asisten al liceo, 56% de las personas abandonan sus estudios entre los 15 y 19 años: esto retorcería los intestinos de un país serio. Igualmente, la fuga de talentos no se permitiría. Un país serio, que por ende debe tener un gobierno serio, hace todo lo necesario por generar condiciones para todos sus profesionales y luchar contra viento y marea para no verlos partir a otros lares en busca de mejor vida. Más de 10 mil médicos han huido de este país poco serio.
Un país serio es alérgico a los excesos de la burocracia. Cambia la computadora por las carpetas y las diligencias presenciales por el Internet. La gente no anda con un fajo de fotocopias, planillas, formularios, partidas de nacimiento y fotografías tipo carnet para demostrar que es de carne y hueso.
Los países serios combaten la inseguridad, luchan contra las mafias y la corrupción porque entienden que cuando son terreno fértil para la delincuencia terminan en plataformas internacionales del narcotráfico, el secuestro, el lavado de capitales y el terrorismo: un lugar oscuro, muy oscuro.
En definitiva, en un país serio nadie hace colas para adquirir alimentos, medicinas, repuestos, porque para eso existe el capitalismo que invita a los consumidores a comprar aquí, allá, y más allá. Los países serios son ajenos al desabastecimiento y a la improductividad porque los lleva a la quiebra, la miseria, la desesperación y el odio entre hermanos.

Ángel Arellano