Ocho años atrás, una masa de estudiantes se encontraba
en las calles de toda Venezuela. El cierre técnico de RCTV bajo directrices del
difunto Chávez, fue un episodio lamentable, que le dolió a la mayoría de la
población. La otra parte del país, el remanente que aplaudía la medida, se
encontraba hipnotizado por la retórica populista. En cierta forma, la sociedad
sabía que le quitaban un bien muy preciado, pero no sería el primero, ni
tampoco el último.
La agenda del autoritarismo arreció con la
profundización de su proyecto político suprimiendo límites que antes habían
sido preciados y protegidos por el sistema. Desde ese momento la relación entre
el Estado y la prensa, pero además entre el gobierno y la ciudadanía, no sería
la misma.
En su primer intento por consolidar el proyecto “socialista”,
la revolución apagó la señal de la principal televisora del país. De ahí en
adelante, la historia sería diferente. Los estudiantes decidimos salir a
protestar no para proteger los intereses de una empresa privada (tal absurdo
provino de la propaganda diseñada en la sala situacional de Miraflores), sino
por el derecho a disentir. RCTV fue el símbolo de una causa cuyas bases estaban
ancladas en la defensa de la libertad.
El programa de movilizaciones en toda la nación fue
acompañado de un importante ingrediente filosófico: preservar la libertad de
expresión es cuidar la democracia. Ese insumo bastó para que el escenario político
tuviese un giro drástico. Recuerdo que en Anzoátegui la avenida Intercomunal y
la Vía Alterna fueron escenarios de movilizaciones impresionantes que
congregaron a miles de jóvenes del norte del estado. En el resto de la
geografía destacaron concentraciones en El Tigre, Anaco y Puerto Píritu. Un
hecho sin precedentes. La juventud de nuestra región salió a las calles al unísono.
A partir de ahí se construyó un liderazgo importante
en todo el estado. Cientos de jóvenes ingresaron a diversos partidos políticos
y otros permanecieron independientes en organizaciones que los formaron como
dirigentes sociales. Muchos de ellos siguen en las calles con la misma emoción
de hace ocho años, inspirados por el deseo de cambio.
Durante todo 2007 los partidos políticos no
acapararon los titulares. El Movimiento Estudiantil, repleto de una dirigencia
joven, inexperta, arriesgada e irreverente, estaba atestado de compromiso y valentía.
Lo demostraba en sus posiciones desafiantes ante el poder, y por eso, ese año y
el siguiente, la sociedad apoyó el liderazgo colectivo con el que los
universitarios habíamos organizado los planes de activismo a los fines de
permanecer enérgicos en contra del régimen chavista.
De inmediato, el Ejecutivo propuso la Reforma
Constitucional y el CNE resolvió convocar su consulta en tiempo récord. La
campaña fue veloz. El Movimiento Estudiantil con su escaso potencial logístico pero
con una firme decisión de pelear contra el planteamiento dictatorial del gobierno,
se impuso por encima de todo el aparato estatal que no escatimó en recursos
económicos, amedrentamiento, abusos electorales y siembra de miedo para coaccionar
a los votantes.
RCTV fue un antes y un después. En la víspera de su
cierre nadie creyó que el verbo encendido de Chávez fuera a materializarse clausurando
un medio tan relevante. Luego de ello, Venezuela pudo observar que el estreno
del “Socialismo del Siglo XXI” era una representación a escala de todo lo que
sería en el futuro inmediato: expropiaciones, confiscaciones, mal proceder,
descomposición en todos los órdenes, ilegalidades y abusos.
Años después, nos hemos dado cuenta de que para
bajarnos de este carrusel hacen falta muchas vueltas. Más valentía y más
compromiso. Aun el chofer sigue un rumbo incierto. Y los pasajeros, aunque
algunos saltaron al exterior a probar suerte, presionan desesperados el botón de
emergencia que debería frenar las ruedas. La velocidad no disminuye y la
próxima parada es el precipicio.
Para detener la hecatombe que se avecina, hay que
juntar las manos, sumar, empujar. Orientar el esfuerzo. El cambio no cae del Cielo
ni llega por la invocación de la palabra sagrada. El cambio somos nosotros y nuestras
ganas de vivir en una sociedad segura, habitable y civilizada. Si no nos activamos
con coherencia, determinación y audacia, no hay nada que nos indique que las
cosas van a cambiar. Movilízate, el país quiere verse en democracia.
Ángel Arellano