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lunes, 4 de mayo de 2015

En un país serio…

 
Venezuela logró convencerme. La situación me persuadió a tal punto que ya puedo asegurar que este país no es “serio”. Esta expresión se usa mucho, muchísimo, en todos los círculos. Pobres y ricos siempre agregan a sus diálogos que al país le falta seriedad y que por eso estamos en el centro de la barbarie, por nuestras propias contradicciones y no gracias a agentes externos que infectaron la nación con fenómenos antes desconocidos como el chavismo, la boliburguesía, el caciquismo, caudillismo o como usted quiera llamarlo. Todos estos rasgos no son ajenos en el devenir histórico de Venezuela, siempre han estado presentes con sus variaciones y adaptaciones al momento determinado. Pero hoy, desde luego, nuestra degradación llegó al límite y lo peor es que puede seguir empeorando.
En un país serio ningún mango aterriza en la cabeza de ningún Presidente como gesto desesperado para pedir la atención del primer mandatario a quien se le ve como una suerte de salvavidas flotando en el mar de la pobreza. Tampoco se le regalan camionetas de procedencia desconocida a una familia escogida al azar que va transitando la autopista. Un país serio no tolera esas cosas porque cuestiona el despilfarro, es alérgico al populismo y combate el peculado de uso.
En un país serio la nación se declara en emergencia si no hay papel para reproducir periódicos, libros, revistas y cuadernos. Un país serio no tolera la censura porque es su vaso comunicante y a través de los medios independientes se informa, expresa, opina, critica y hace escuchar su voz. Un país serio lee, lee mucho. Escribe, investiga, piensa, reflexiona, celebra la inventiva y patenta el conocimiento. No voltea la mirada ante el descalabro de sus universidades, liceos y escuelas porque sabe que en la educación está su desarrollo.
De tal manera que en un país serio un Presidente con apenas bachillerato no recibe un doctorado “honoris causa” de una universidad estatal porque ni siquiera fuera Presidente. 100 mil niños no están yendo a la escuela, 350 mil no asisten al liceo, 56% de las personas abandonan sus estudios entre los 15 y 19 años: esto retorcería los intestinos de un país serio. Igualmente, la fuga de talentos no se permitiría. Un país serio, que por ende debe tener un gobierno serio, hace todo lo necesario por generar condiciones para todos sus profesionales y luchar contra viento y marea para no verlos partir a otros lares en busca de mejor vida. Más de 10 mil médicos han huido de este país poco serio.
Un país serio es alérgico a los excesos de la burocracia. Cambia la computadora por las carpetas y las diligencias presenciales por el Internet. La gente no anda con un fajo de fotocopias, planillas, formularios, partidas de nacimiento y fotografías tipo carnet para demostrar que es de carne y hueso.
Los países serios combaten la inseguridad, luchan contra las mafias y la corrupción porque entienden que cuando son terreno fértil para la delincuencia terminan en plataformas internacionales del narcotráfico, el secuestro, el lavado de capitales y el terrorismo: un lugar oscuro, muy oscuro.
En definitiva, en un país serio nadie hace colas para adquirir alimentos, medicinas, repuestos, porque para eso existe el capitalismo que invita a los consumidores a comprar aquí, allá, y más allá. Los países serios son ajenos al desabastecimiento y a la improductividad porque los lleva a la quiebra, la miseria, la desesperación y el odio entre hermanos.

Ángel Arellano

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