Unos cuentos de hadas que nada tienen que ver con la realidad circundante en los pueblos de América y el mundo. Pensadores de la izquierda teorizando en torno al “socialismo del siglo XXI”, excusando los regímenes del pasado reciente y colocando argumentos donde no los hay sobre las praxis autoritarias y criminales que han llevado muchos “líderes de revoluciones”. Desechan los logros de muchos proyectos democráticos progresistas que mantienen a flote la votación universal de la propuesta zurda.
Es bastante irresponsable pregonar las “gestiones de izquierda” como la de Venezuela y Cuba un modelo a seguir para el resto del planeta, desde la comodidad de Europa y los demás ejes internacionales desarrollados que tienen a la puerta todos los servicios y oportunidades. ¿Qué de positivo tiene mostrar un proceso dictatorial en el caso de Cuba con tantos muertos y limitaciones, y uno que va en la misma vía como el de Venezuela, al resto de las naciones democráticas?
¿Por qué la amnesia sigue en los sectores de izquierda que no han terminado de renovar sus criterios doctrinarios y siguen viendo a Hegel y Marx como filósofos que resolverán todos los males del 2000?
La izquierda radical sigue proponiendo el enfrentamiento de las sociedades. No hay planteamiento de convivencia porque la línea que se quiere poner en práctica es suprimir a los sectores disidentes. Eso sí ha pasado en Cuba y en Venezuela. En España este particular sector la no quiere convivir con los restos del acabado franquismo, ni tan poco aportan a la gestión progresista que está en curso desde el gobierno nacional de ese país ¿entonces?, ¿confrontaremos toda la existencia humana mientras el mundo se nos seca y llena de humo?, ¿no está claro que debemos replantear la izquierda y echar para adelante?
No se puede transformar la sociedad si permitimos que la bandera de la izquierda sea llevada por partidos que no dan paso a las minorías, que no quieren ni aceptan oposición, que apoyan movimientos terroristas sembradores de tristeza en el mundo, enemigos del estado de bienestar, que su ideario no da más allá que la dictadura de unos pocos sin garantía de justicia, participación, pluralismo ni desarrollo.
Socialismo sí, pero el concepto de democracia se quiere poner debajo de la alfombra mientras se instaura un parapeto que nadie sabe. Debemos reestructurar la doctrina y ante el progresismo necesario, enarbolar la democracia social bajo a un precepto que bien recoge Carlota Salazar en estas líneas: “un planteamiento de logros graduales y progresivos; opuesto el conflicto armado como mecanismo de persuasión política. La democracia social está orientada a dar respuesta a cómo crecer con equidad, es decir, en el justo medio de lo social con desarrollo económico y humano”.
Ángel Arellano
asearellano@yahoo.es
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