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martes, 26 de enero de 2016

La “mala leche” del Uruguay

 
            Dime con quién andas y te diré quién eres. El segundo gobierno de Tabaré Vásquez decidió acompañar al gobierno de Nicolás Maduro. Las relaciones con “el hijo de Chávez” las heredó de José Mujica, su antecesor; y Mujica, que destacó por el apoyo irrestricto a la administración de Hugo Chávez en tiempos de vacas gordas, llegando al hermanamiento y la solidaridad automática, heredó a su vez del primer gobierno de Tabaré Vásquez, las relaciones con el difunto. De tal manera que en ambos países la amistad gubernamental se han mantenido durante la última década básicamente porque quienes están en el poder son del mismo círculo.
            A pesar de que el actual secretario general de la OEA, Luís Almagro (ex canciller de Mujica y ex amigo de Maduro), uno de los uruguayos más influyentes a nivel internacional, desentona con la línea trazada por el Frente Amplio (coalición de centro-izquierda que llevó a Vásquez y a Mujica a la presidencia) convirtiéndose sorpresivamente en un fuerte crítico a las violaciones de los derechos humanos y al abuso de poder del “primer presidente chavista”, la administración del Dr. Vásquez ha seguido sosteniendo acuerdos en lo económico y en lo político con Venezuela… hasta que sonó una alarma.
            El gobierno de Venezuela adeuda desde el año pasado $95 millones a empresas lácteas del Uruguay. Las principales corporaciones que han sido afectadas son las siguientes: Conaprole, Pili, Claldy y Calcar. Ricardo de Aguirre, presidente del Instituto Nacional de la Leche, afirmó hace un par de días que “si no se cobra el dinero, estamos en quiebra todos”. Los productores de leche protestaron enérgicamente exigiendo al gobierno de Vásquez que exigiera a Venezuela el pago de lo pendiente, toda vez que existe un acuerdo bilateral firmado en julio de 2015 en el que Uruguay se comprometía a cancelar su deuda por concepto de petróleo (a precio preferencial) y Venezuela compraría $300 millones en alimentos. Vale destacar que el 70% de estos productores de leche son empresas familiares. Decía de Aguirre: “nosotros no estamos aquí (reclamando) por negocio, estamos porque (la producción lechera) es nuestra forma de vida”. A diferencia de Venezuela, país en el que conseguir un kilo de leche en polvo se ha convertido en una proeza titánica, en Uruguay el consumo de lácteos es amplísimo: anualmente se consumen 250 litros por persona.
            Pues bien, atendiendo el llamado y las presiones de Vásquez (y quizá del camarada Mujica), Maduro pagó $50 millones de lo adeudado con las lecheras. No obstante, se desconocen detalles sobre el cumplimiento del restante y, algo sumamente delicado y poco publicitado, es que Venezuela debe cancelar además $75 millones a empresas uruguayas como Fármaco Uruguaya, Laboratorios Lima, pinturas Promac  e Inca, Funsa y Urutransfor con la que se firmó un acuerdo de cooperación en mayo de 2013 en un encuentro en Montevideo encabezado por Maduro, Mujica, Almagro y Elías Jaua, para el suministro de transformadores eléctricos al Metro de Caracas.
            Siempre se creyó que la petrochequera venezolana nunca se agotaría. Ahora, los productores pagan las consecuencias. La “mala leche” del Uruguay es juntarse a un gobierno autocrático, que no respeta los DDHH y que no tiene idea del manejo económico. Si el pueblo venezolano está sufriendo en colas producto de la escasez, las expropiaciones, las mafias y el desmantelamiento del aparato productivo nacional, cosa ampliamente conocida en el Uruguay, ¿por qué Vásquez persiste en hacer negocios con Maduro? Las tajadas son jugosas, claro está. En los acuerdos, por ejemplo, se tasa el kilo de queso en $5,30 cuando en otros mercados más serios y responsables lo pagan en $2. Grandes ganancias y comisiones que ahora no se verán porque la deuda se traga todo y quienes sufren son los de abajo.

Ángel Arellano

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