Realicemos
primeramente una diferenciación politológica sobre un factor político y un
cuadro político, tiende a confundir a muchas personas. El cuadro es aquel
individuo (dirigente, líder) que está apto ideológica y prácticamente para
responder por una responsabilidad, es un activo de la organización a la que
pertenece o un autodidacta preparado para ejecutar cualquier tarea en el
entorno político que se desenvuelve.
Por
su parte, el factor no solamente tiene la acepción de ser aquella circunstancia
que moldea el contexto político del Estado, sino que en cuanto a realidades se
trata, más allá de estar o no en el poder, consiste en un elemento que se
maneja con cierta autonomía dentro de la atmósfera política (organización,
partido, bloques, alianzas). Se distingue del cuadro porque el factor puede ser
o no un cuadro político, recordemos que el mundo político existen líderes, pero
también estrategas, movilizadores, instancias, entre otros sectores que
determinan el funcionamiento de un grupo homogéneo ideológicamente que puede
llamarse partido político (unidad social referencial para la democracia).
El
cuadro responde a distintas líneas de dirección que establece su organización,
mientras que un factor pudiera ser inclusive una sola persona que representa
ciertos intereses del mundo político y que en base a su criterio establece una
agenda de movimientos que lo hacen adquirir la mencionada “autonomía”.
Una
vez establecida la comparación que existe entre ambos conceptos podemos hablar
sobre ¿por qué ser un factor?
Desde
que ingresamos como activistas a cualquier entorno político, tenemos la opción
de pertenecer o no a una organización (partido). Nuestros métodos siempre son
originales puesto que cada quien tuvo una razón disímil a la de sus compañeros
del por qué tomó esa decisión.
Inclusive
dentro de una organización debe existir diferenciación entre cada quien, por
ello lo importante de entender qué es un factor para desenvolverse como tal,
pues esto le da al político una característica trascendental para el
desenvolvimiento de su carrera: la personalidad.
Podemos
ser cuadros y caminar todos el mismo recorrido varias veces, o podemos ser
factores y redactar nuestra hoja de ruta para brillar entre la sociedad
política que nos rodea. Y digo brillar porque tener un plan, que no
necesariamente afecta al de los demás, sino que se distingue por sus formas y
métodos, es parte de nuestra estrategia de vida porque en síntesis debemos
tener un fin y en consecuencia unos medios que disciplinadamente usaremos para
la conquista del objetivo.
Para
el factor es menester no dejar a un lado la distribución porcentual de las
actividades que hoy en día marcan la política. Esto se resume en un 60% de
actividades comunicacionales, con la cual transmitimos nuestro mensaje al
público seleccionado, y un 40% de activismo en el que ejecutamos la agenda
político – social que compagina con nuestro discurso.
Si
la comunicación es antónima del activismo por la sencilla razón de que lo que
decimos no lo sustentamos en el trabajo político-social, o el activismo que
hacemos no lo comunicamos de manera eficiente, no estamos colaborando con
nuestra estrategia de diferenciarnos y ser un factor. Trascendemos en decir que
la clave en la comunicación del mensaje selecto según el momento, lugar, aforo
y canal establecidos, puede causar menos o nada de efecto si estamos
desconectados con la base de nuestro discurso que palabras más o palabras
menos, consiste en el activismo político, de carácter social, con el cual le
llegamos a quienes consideramos es nuestro público objetivo e interesado.
Como
ejemplo podemos tomar las experiencias de gobierno. Un Ejecutivo que ejecuta y
no comunica tiene la misma suerte de uno que comunica y no ejecuta, por más
medios de comunicación que tengas direccionados a la masa que quieres llegarle,
sino estableces una norma de cumplimiento fiel a ese porcentaje mencionado tres
párrafos atrás, estás muy cerca en fracasar con la estrategia.
Ángel Arellano
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