Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

lunes, 30 de junio de 2014

El trasnocho de los leales


         Una vieja prédica, moraleja de mil caminos, lanza en la prosa de la experiencia, nos ha enseñado que cuando el hombre anuncia cosas que no suceden, le va mal. La gente lo mira distinto, pierde credibilidad en la comarca. Pocos siguen profetas sin mieles que descubrir. Al hombre le gusta rastrear utopías, imposibles y hasta mentiras, distinto de correr tras una carreta que ya avisó caída por el barranco.
            Si las cosas estuvieran tan bien en el gobierno, ¿por qué invertir tantas horas en televisión, páginas de prensa y días de radio en atacar las 24 horas a unos rebeldes que con o sin causa se despiden de la bandera que los llevó a la sabrosura del poder desbocado?
            Maduro, pobre hombre al fin, habla de una “izquierda trasnochada”, en directa alusión a Giordani y Navarro, parte nuclear de ese brazo que destrozó los cimientos de la nación, amparados en los planes de gloria de Chávez. Hoy, sin Supremo ni Comandante que regente el potrero, hasta el mismo hijo de la criatura apunta el cañón contra sus ahora “ex” camaradas. Prefijo, por cierto, que se ha puesto muy de moda en las entrañas de ese monstruo sin cabeza llamado PSUV.
            Preguntó Cabello: “¿acaso la crítica es más importante que la lealtad?”. Vaya paradoja. Esta interrogante quedará para el estudio futuro de la filosofía y la ciencia política inexacta. Ya debe haber poetas de la Revolución Bonita buscando maneras de ordenar esa suerte de epitafio en la tumba de lo que un día se llamó “chavismo”.
Miraflores anuncia la guerra contra los “ex”, porque esos “ex” son poderosos. Esos “ex” saben lo que ellos saben, comieron en el mismo plato, mordieron la mermelada. Así se gasten kilómetros de vinil y tela con el rostro de Nicolás, para regarlo por todos los barrios, los mismos barrios que no tienen luz, ni agua, ni alimento, ni seguridad, ni vida; los “ex” tienen predominancia en la agenda.
Si existe una izquierda trasnochada, es porque debe existir también una izquierda despierta y sobria. ¿Quién la representa? ¿Maduro y su debilidad desordenada llamando a una “reestructuración” a fondo?, ¿Cabello y el militarismo empoderado?, ¿Ramírez y la rebelión de los nuevos ricos? Al menos los que se bajan del barco, con la estampa en la frente de haber hecho todo lo humanamente posible por patrocinar esta desgracia económica y social, están trasnochados. ¿Pero los otros? ¿Quiénes son los otros? ¿Más de los tres grupos que mencionamos? Quizá.
En miras de apagar el incendio con querosene, el gobierno hace del “sapeo” una carrera profesional, con presupuesto, escritorio y edificio propio. Crean la Brigada Especial contra Generadores de Violencia como un órgano adscrito al despacho del Premio Nacional de Periodismo, Miguel Rodríguez Torres. Esta oficina tendrá como función esencial, día, tarde, noche y madrugada, disponiendo de cuantos recursos, listas y bases de datos se necesiten del sector público y privado, perseguir a quienes protesten en cualquier rincón del país.
Si Hitler estuviera vivo, sería muy complacido por tal renacimiento tropical. Ahora bien, si tiene patas de dictadura, brazos de dictadura, cuerpo de dictadura y cabeza de dictadura, ¿qué esperamos para llamarla dictadura? Es esencial para la política contraria al régimen, abanderar un término que define el caos. Necesario, creo yo, en este febril trazo de líneas juveniles, para uniformizar y dar coherencia a una lucha que necesita sustancia.
El trasnocho de quienes fueron los leales, el alzamiento de esos incondicionales del régimen, nos llama al replanteamiento de la estrategia y la Unidad máxima para rescatar lo poco que nos queda de nación.

Ángel Arellano

lunes, 23 de junio de 2014

Somos una isla


         A diferencia de Cuba y su reciente apertura a la inversión internacional, muy gradual y restringida pero apertura al fin en comparación con los 55 años de estricto control, Venezuela se muestra en un ferviente caos que asciende sin freno alguno en el desastre económico.
            La crisis de la vergonzosa deuda con las líneas aéreas de más de $4400 millones expone al país como un cráter en el mundo, un destino cada vez más separado de la realidad global.
El racismo ramplón que anida en el seno del chavismo dirige una campaña en toda la plataforma de medios públicos en la que define el problema de la reducción de vuelos y empresas que huyen de Venezuela, como una preocupación exclusiva de catires sifrinitos y millonarios que quieren vacacionar en el imperio. Cosa totalmente falsa y quien lee esto seguramente tendrá un familiar, amigo o conocido que deba salir del país por múltiples razones distinta al placer. Ahora será mucho más difícil por el incremento de los boletos que desde hace un año están incomprables.
¿Cómo hace María en Barrio Lindo que está ahorrando desde hace dos años para ir a visitar a su hijo en el exterior si los precios no dejan llegar ni siquiera a Colombia por más pana que sea Santos de Maduro?
            La desbandada de aerolíneas, y por ende el aislacionismo que eso representa para la sociedad, es una gran catástrofe. El tránsito aéreo no es sólo turístico, el comercio internacional se mueve a través de aviones.
            En avión va gente que busca solucionar sus padecimientos, dolencias y enfermedades en vista del desmantelamiento del sistema de salud pública y grave estado de la salud privada. En avión sale y llega el correo y se mueve la carga necesaria en un país que no produce nada y todo lo importa.
            La huida de las aerolíneas es un gran drama lleno de reducción de personal, despidos masivos y pérdida de aportes que hacían estas empresas al deporte, la cultura, la lucha antidrogas y la seguridad nacional. Siendo optimistas, estos venezolanos que quedarán sin empleo terminarán vendiendo banderitas del Mundial, chicha en los bulevares, o con un golpe de suerte llegarán a taxistas informales y quizá hasta buhoneros.
            Agreguemos a esto: 45% de la flota aérea comercial venezolana no funciona, dando paso al canibalismo en el que sustraen piezas de un avión parado para reparar otro y mantenerlo operativo. La deuda con las empresas nacionales de este sector asciende a $350 millones, también baipaseados y sin respuesta.
            Quien compra un avión para trabajar en Venezuela, hazaña que últimamente sólo ha hecho la estatal Conviasa, debe pagar 35% del precio en impuestos. En Colombia, muy a contrapelo de nuestra primitiva realidad, no se cancela nada. La deuda que contrajo el gobierno en 15 años de gasto, despilfarro, corrupción y mafias, quieren que la cancelemos los venezolanos, con énfasis en los más pobres, pagando altísimos tributos a un fisco descompuesto.
            Somos una isla, pero no cualquier isla. Una isla que aun estando  cerca, en una ubicación envidiable para otras naciones, se mantiene lejana producto de la hecatombe que han significado estos bandidos que desgobiernan.
            Venezuela quedará más distante porque Maduro de un solo guamazo y sin anestesia elevó en 800% las tasas de importación. Esto significará un gravísimo aliento para la inflación y escasez de por sí ya intolerable y sumamente dramática. Habrá quien diga “¿bueno y qué le interesa al pobre, que hoy es más pobre, si la gente paga más o menos en importaciones?”, y necesariamente habrá quien responda “pero si hasta las caraotas las traen de afuera”.
 

 Ángel Arellano

lunes, 16 de junio de 2014

Escasez, un crimen


          De regreso a Barcelona, voy caminando por la Av. Francisco de Miranda al terminal PeliExpress en Caracas (uno de los dos operativos desde hace tres meses para esta ruta). El bus sale a las 2:45pm. Apuro el paso porque a las 2:15pm apenas estaba cerca del Museo del Transporte.
            En frente del museo, institución que sobrevive a la revolución, un tumulto se reunía. Desconocía qué ocurría. Me hago espacio entre la muchedumbre y observo una bolsa de basura tapando a duras penas un cuerpo tirado en medio de la vía.
            Pregunto a los presentes: “¿qué pasó?, ¿asesinaron a ese tipo ahí en plena vía?”. Uno de los mirones sobresaltó y explicó: “hijo no es un señor, es una señora que saltó desde el elevado. El cuerpo está ahí desde las 11am y aun el Cicpc no ha venido a recogerlo, tenemos rato aquí enterándonos de la cuestión”.
            Agradezco al buen oficiante que me da el dato y afino el oído entre el bululú. Son las 2:20pm, y supongo el bus tendrá un poco de retraso, entonces invierto 10 minutos en averiguar qué pasó.
            Una señora que llora en shock me dice: “yo vi todo. Esa mujer tenía un tremendo problema encima. Yo la vi caminando poquito a poco hasta que llegó al medio del elevado, se puso unos lentes y se lanzó”. “¿Ajá y por qué habrá hecho eso?”, interrogo. “Yo la escuché en la salida del Metro hablando con alguien de un problema con el marido, que estaba angustiada porque no tenía para la comida en su casa, que los hijos estaban sin empleo y no hallaba que hacer porque todo era una cola. Unos malandros le mataron una hija, decía. Estaba atormentada y mira lo que hizo. Ave María purísima”.
            Lamento lo sucedido. Una persona no debería llegar a tal extremo. Así sería la perturbación de esa alma que optó por una salida que jamás será el remedio para resolver ningún problema.
            Ya en el bus, leo, pienso, medito sobre el caso. Quedo muy sorprendido sobre lo que vi hace minutos. Más adelante el chofer hace una parada en El Guapo. Bajo y tomo una silla. Hago espacio a una doñita que no encontraba sitio y abro el libro en mi palma.
            Puede que cuente unos 60 ó 65 años, me dice “ay mijo, creo que eso que lees está malo porque ve ese nombre. Dice ‘gobernanza’ y es ‘gobierno’. ¿Tu revisaste?”. El libro entre manos se llama “Gobernanza inteligente para el Siglo XXI”. Le comento: “no mi señora, lo que pasa es que esa palabra la conocemos poco acá. Gobernanza significa la forma en que se las costumbres, las instituciones y la economía se juntan para darnos la buena vida que aspiramos”.
            “Ah caramba muchacho, pero eso sí por aquí no hay. ¿Viste cómo esa mujer se tiró del elevado? Dicen que no encontraba comida. Ahora te digo, en estos días haciendo mercado ahí en Barcelona, y también me pasó en PLC, me asaltaron unos guarichos. Me quitaron las bolsas y a mi nieta le dieron un empujón feísimo”, explica.
            Echo un repaso en sus canas, sus ganas de vivir, sus manos ya gastadas. “Mire joven aquí la escasez hace rato se le salió de las manos a este gobierno. Andan metiendo preso a los políticos y a los estudiantes mientras matan gente en las colas y roban a los que nos fajamos 5 horas bajo el sol para medio comprar dos kilitos de harina. ¿y quién atiende eso? Yo voté por Chávez en el 98, de ahí pa´lante me olvidé de esa gente porque ellos se olvidaron de este país y se dedicaron fue a llenarse los bolsillos”, agrega con un tono amargo, el tono de la verdad, real, sincero, definitivo.
            ¿Quiénes son los que estrangularon esta nación al punto de tener una epidemia de crímenes impunes en el ya de por si terrible desespero de conseguir a duras penas algunos de los productos del mercado más básico? Sobran nombres, todos en los puestos de conducción del Estado.

 

Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano

www.angelarellano.com.ve

lunes, 9 de junio de 2014

Morimos de mengua


         El viernes 06 de junio la radio hacía el balance de la semana. Desde hace ya mucho en Venezuela nos olvidamos de restar. Todos los días sumamos a una cuenta por mucho abultada que con el pasar de los minutos se vuelve tan pesada, que caen los primeros por no poderla cargar.
            El país muere de mengua, poco es lo que se consigue. Hay quien se acostumbró a las colas y la agonía de pasar sus horas en la espera de comprar lo necesario. Eso no es la vida, pero es la que tenemos aquí para vergüenza de la creación divina.
            Hace un tiempo ya bastante lejos, en la aurora de esta revolución, sobraron voces que criticaron el excesivo gasto, los derroches a manos llenas y la escandalosa corrupción. La carreta siguió rodando, vimos caer peldaño a peldaño la riqueza de la nación.
            Ya Venezuela no tiene donde caerse muerta porque los saqueadores se llevaron su féretro de oro para fundirlo y forrar sus Ipads, relojes, bastones, plumas y camionetas último modelo. Tanto ha sido el desastre económico de los boligarcas que se dan golpes de pecho hablando de Marx, Mao, Hegel, Bolívar, Lennin, que la escasez llegó a las urnas. ¿Será que ahora los difuntos tendrán que hacer cola también en las funerarias?, ¿o volverán los viejos cajones de madera que hasta el polvo había olvidado?
            Ocho pacientes de VIH murieron de un solo plumazo por falta de los retrovirales necesarios para su tratamiento. Maduro quiso negarlo a fuerza de propaganda, pero los muertos, muertos están, y nadie puede contrariarlo.
            Venezuela vivió cada instante del cáncer de Chávez. Aunque con un sesgo informativo impresionante ejecutado por el gobierno para tapar la agonía del Comandante, sus seguidores lo sufrieron. Hoy los enfermos de cáncer caen como moscas por falta de medicamentos. Los hospitales tienen rato en colapso y Barrio Adentro es un mero recuerdo.
            La necesidad unida a la escasez ha mutado en tal frustración que los valores de solidaridad, cariño, afecto, propios del venezolano, se han venido evaporando para darle paso al “sálvese quien pueda”. Un señor muere de un infarto en la cola de un Abasto Bicentenario. Su último momento fue dedicado a comprar quizá un pollo o dos kilos de harina. Alrededor, la sociedad expectante, inmutable, nadie se mueve. Sigue la cola.
            Los malandros hacen su agosto robando a las viejitas que regresan del mercado luego de unas 4 ó 5 horas bajo el inclemente sol. La más de las veces no compraron productos regulados porque hace tiempo que no pintan por el barrio. Homicidios para quitar el mercado, ahora hablamos de algo que creímos nunca llegaría: crimen por escasez.
            De mengua muere nuestro pueblo por la irresponsabilidad de un grupito que se llenó los bolsillos y ahora no encuentra forma de contener el terremoto. Se desmorona el gobierno y con él la nación entera. Que la caída del sistema nos agarre vestidos o desnudos, despiertos o dormidos, confesos o a la espera, pero por sobre todo, unidos.

Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano

www.angelarellano.com.ve

lunes, 2 de junio de 2014

Combinación necesaria

 
         Las pasadas elecciones municipales en San Cristóbal y San Diego revitalizaron en el seno de la oposición nacional la creencia en el voto como arma fundamental para el rescate de la democracia.
Ciertamente son diversos los públicos, no siempre piensan igual los orientales que los de occidente, o los andinos que los llaneros, y ese ideal se desmenuza en localismos y diversas realidades en la ancha geografía. Sin embargo, el país nunca fue tan igual para todos como hoy. En eso coincidió el proceso electoral.
El Socialismo del Siglo XXI socializó la escasez, la carestía, el abandono y la injusticia. Socializó la decepción ante las instituciones públicas, el acceso a servicios paupérrimos, la desesperación en la búsqueda de empleos dignos que nunca se consiguen y distribuyó equitativamente los homicidios en los 23 estados para que fuéramos una República socialmente insegura.
Todas esas coincidencias crearon una sociedad venezolana mucho más igual que antes. Igual hacia peor, con la guinda del incremento de 21 a 27% de la pobreza según el propio Instituto Nacional de Estadística. Ahora bien, ¿será que este escenario de minusvalía económica y decepción general puede ser aprovechado en todos los rincones? Yo creo que sí.
En el territorio del optimismo no hay quien falte diciendo que con ese mismo CNE con el que San Cristóbal y San Diego barrieron abrumadoramente al chavismo y que por tanto en unas eventuales elecciones parlamentarias en 2015, de configurarse una Unidad perfecta, se repetiría el resultado.
Bien. Creo en la Unidad perfecta porque se ha logrado antes, creo en la denuncia social como impulso para motivar una respuesta masiva en votos ante el colapso del Estado, y creo en la organización comprometida de todos los factores para la defensa del voto y el resguardo de los resultados.
También creo que la política no sólo es lo electoral y la instancia que nos une debe hacer más y mejor activismo, así como un repaso a su estrategia comunicacional, pero eso es harina de otro costal.
Empero, y esto considero hay que subrayarlo porque no hay peor enfermedad que el olvido, recordemos sobre las parlamentarias que la distribución actual de los circuitos electorales es sumamente injusta y beneficia al gobierno. Prueba de ello fue 2010: la oposición con 52% no logró mayoría de curules y ahí está lo que se vive día a día en la AN. Un apartheid liderado por Diosdado Cabello al mejor estilo de Al Capone. Sin un nuevo CNE y la modificación de esa arquitectura, a menos que la oposición supere el 72% de los votos, no será mayor el cambio.
Para lograr este y otros objetivos planteados no sólo es necesaria la MUD, la Mesa de Diálogo, lobbies y otros movimientos. Tampoco solamente requiere de movilización de calle y protesta masiva. La combinación de ambos sectores, es la solución a mucho, por no decir a todo. Y esa solución pasa primeramente por el reconocimiento del otro.
Necesario es que La Salida, con su grandioso aporte a la movilización masiva de la población, reconozca la instancia del diálogo y la MUD como un requisito a cumplir, y a su vez la MUD transe agendas con La Salida para que sea un equipo homogéneo y efectivo. Hay que superar los protagonismos.
¿Acaso no es eso lo que da mayor pavor a Maduro y su combo? La Unidad real de la oposición es indetenible, y en medio de la crisis, la única alternativa para Venezuela es la que plantea la democracia porque a los rojos se les acabaron los conejos y los sombreros. Poco a poco decanta la unión de todos los sectores, hacemos votos por ello.
Reconocimiento, la palabra que hace falta.


Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano

www.angelarellano.com.ve