Las pasadas elecciones municipales en San Cristóbal y
San Diego revitalizaron en el seno de la oposición nacional la creencia en el
voto como arma fundamental para el rescate de la democracia.
Ciertamente
son diversos los públicos, no siempre piensan igual los orientales que los de
occidente, o los andinos que los llaneros, y ese ideal se desmenuza en
localismos y diversas realidades en la ancha geografía. Sin embargo, el país
nunca fue tan igual para todos como hoy. En eso coincidió el proceso electoral.
El
Socialismo del Siglo XXI socializó la escasez, la carestía, el abandono y la
injusticia. Socializó la decepción ante las instituciones públicas, el acceso a
servicios paupérrimos, la desesperación en la búsqueda de empleos dignos que
nunca se consiguen y distribuyó equitativamente los homicidios en los 23
estados para que fuéramos una República socialmente insegura.
Todas
esas coincidencias crearon una sociedad venezolana mucho más igual que antes.
Igual hacia peor, con la guinda del incremento de 21 a 27% de la pobreza según
el propio Instituto Nacional de Estadística. Ahora bien, ¿será que este
escenario de minusvalía económica y decepción general puede ser aprovechado en
todos los rincones? Yo creo que sí.
En
el territorio del optimismo no hay quien falte diciendo que con ese mismo CNE con
el que San Cristóbal y San Diego barrieron abrumadoramente al chavismo y que
por tanto en unas eventuales elecciones parlamentarias en 2015, de configurarse
una Unidad perfecta, se repetiría el resultado.
Bien.
Creo en la Unidad perfecta porque se ha logrado antes, creo en la denuncia
social como impulso para motivar una respuesta masiva en votos ante el colapso
del Estado, y creo en la organización comprometida de todos los factores para
la defensa del voto y el resguardo de los resultados.
También
creo que la política no sólo es lo electoral y la instancia que nos une debe
hacer más y mejor activismo, así como un repaso a su estrategia comunicacional,
pero eso es harina de otro costal.
Empero,
y esto considero hay que subrayarlo porque no hay peor enfermedad que el
olvido, recordemos sobre las parlamentarias que la distribución actual de los
circuitos electorales es sumamente injusta y beneficia al gobierno. Prueba de
ello fue 2010: la oposición con 52% no logró mayoría de curules y ahí está lo
que se vive día a día en la AN. Un apartheid liderado por Diosdado Cabello al
mejor estilo de Al Capone. Sin un nuevo CNE y la modificación de esa
arquitectura, a menos que la oposición supere el 72% de los votos, no será
mayor el cambio.
Para
lograr este y otros objetivos planteados no sólo es necesaria la MUD, la Mesa
de Diálogo, lobbies y otros movimientos. Tampoco solamente requiere de
movilización de calle y protesta masiva. La combinación de ambos sectores, es
la solución a mucho, por no decir a todo. Y esa solución pasa primeramente por
el reconocimiento del otro.
Necesario
es que La Salida, con su grandioso aporte a la movilización masiva de la
población, reconozca la instancia del diálogo y la MUD como un requisito a
cumplir, y a su vez la MUD transe agendas con La Salida para que sea un equipo
homogéneo y efectivo. Hay que superar los protagonismos.
¿Acaso
no es eso lo que da mayor pavor a Maduro y su combo? La Unidad real de la
oposición es indetenible, y en medio de la crisis, la única alternativa para
Venezuela es la que plantea la democracia porque a los rojos se les acabaron
los conejos y los sombreros. Poco a poco decanta la unión de todos los
sectores, hacemos votos por ello.
Reconocimiento,
la palabra que hace falta.
Ángel Arellano
Email: asearellano@yahoo.es
Twitter:
@angelarellano
www.angelarellano.com.ve
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