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sábado, 6 de febrero de 2010

Reportaje

Once años de Chávez

Por Ángel Arellano

En 1998 gana Hugo Chávez Frías la presidencia de la República de Venezuela. Se rompe el bipartidismo que había gobernado la nación tras el histórico pacto realizado por las organizaciones Unión Republicana Democrática, Copei y Acción Democrática en 1958.

Hasta entonces la gobernabilidad y la división de poderes en el país se habían hecho tras un hilo constitucional nacido en 1961, el cual sufrió múltiples cambios gracias al proceso de descentralización llevado por los gobiernos que duraron no más de cinco años. Era una época de desarrollo, no tan sostenido pero sí en evidente proyección que colocó al Venezuela como uno de los primeros Estados en tener una imponente y ejemplar democracia.


Por su parte, Chávez llega en otra faceta de la historia. Un nuevo milenio se abría paso a la “Revolución Bolivariana” con nueva Carta Magna, nuevos poderes, transformación en los símbolos patrios, nueva estructura del poder legislativo y hasta el cambio de nombre a la nación. Ahora, la República Bolivariana de Venezuela, teñida en su abrumadora mayoría de rojo, veía como la llamada “Quinta República” se afianzaba en Miraflores.

Desde sus inicios Chávez hizo un particular uso de sus atribuciones como Jefe de Estado al asumir un mayor rango dentro de las Fuerzas Armadas y comenzar a apostar por el control absoluto del poder. Sus dotes de extraordinario comunicador, aunado de un populismo exacerbado y un culto indudable a su personalidad en extremas campañas publicitarias e imagen oficial, lo ayudó a construir un imponente movimiento a su favor principalmente conformado por su gabinete de gobierno, parlamentarios, gobernadores y alcaldes. En muy poco tiempo las instituciones públicas y los organismos pertenecientes al Estado lucían el color rojo para todo.


Fuertes amenazas al “imperialismo” de los Estados Unidos, poca diplomacia pública ante gobiernos aliados a Venezuela como Colombia o Canadá, e inclusive el bochornoso desliz con el Rey de España con el “¿por qué no te callas?” que le dio la vuelta al mundo, marcaron la política internacional de Chávez. Una línea bastante considerada con Rusia, Irán, Nicaragua, y su amigo Fidel Castro en Cuba, hicieron del mandatario criollo un ícono del radicalismo latinoamericano.

Sus fuertes aportes a obras de envergadura en otros países, le dio una imagen de líder bondadoso y cooperador. Ejemplo de esto una costosa carretera en Bolivia de 300 millones de dólares. La fundación del Banco del Sur, la Unión de Países del Sur, la Alternativa Bolivariana para la América, Televisora del Sur y la propuesta de crear una moneda para Suramérica, aún sin haber sido Venezuela admitida en el Mercado Común del Sur (alianza estratégica comercial), marcaron a Chávez como uno de los personajes de más impacto en esta parte del continente.


Una constante agenda de viajes y visitas diplomáticas a docenas de países, lo abanderó como el Presidente venezolano que más ha estado fuera de su nación: con 10 años en el poder ha durado 365 días lejos del territorio. Mientras, el país caribeño ha estado sumido en índices de corrupción considerablemente alarmantes, que es la primera arma de la oposición política al gobierno nacional. Su permanencia en la silla ha sido clave para el control de todos sus simpatizantes, pues con el nacimiento de una organización unitaria que agrupara a los chavistas (Partido Socialista Unido de Venezuela) hubo momentos de inestabilidad política entre aliados en el poder.

La inseguridad, desempleo, inflación y la mala administración de los servicios públicos mantienen al país en una situación de incesante explosión social. Estudiantes, trabajadores, indígenas y sociedad civil protestan diariamente a lo largo y ancho de los 334 municipios que en 23 entidades federales conforman la nación.

Muchos procesos electorales, gigantescas marchas, manifestaciones por doquier, presos políticos y un Estado en detrimento de las decaídas empresas públicas e inversión privada espantada por las expropiaciones a mansalva, son el diagnóstico para el cumpleaños número once de la Revolución. Si bien es cierto que la geografía política continúa siendo favorable para el oficialismo, el viento sopla en su contra, pues la popularidad del máximo y único líder de los rojos, decae poco a poco.

El petróleo, principal ingreso y estandarte del producto interno bruto, ha podido seguirlo siendo gracias a una cuantiosa inversión del gobierno la cuál erróneamente no ha solventado las demandas de mantenimiento y crecimiento del sector energético. Alrededor de veinte mil trabajadores laboraban en la industria hace diez años y con casi la misma infraestructura son 75 mil los empleos que ven como cae el negocio de Venezuela.

Indudablemente el gasto público es inaudito por parte del gobierno. Eran doce los ministerios cuando llegó Chávez al poder, ahora son 28. Sostener la economía en estas condiciones representa un imposible analizado y expuesto por distintos expertos y medios de comunicación pero la Revolución no ha leído esos llamados de atención.

El mundo supera cada día más la última crisis económica sufrida entre 2008 y 2009, pero en Venezuela desde el 2000 lo bueno se ha convertido en malo y lo malo en peor. La escasez de alimento nunca fue un mito y es que la mayoría de las empresas productoras de comida se han ido a otras latitudes porque la seguridad jurídica quedó entredicho en el país.

Chávez se alza como candidato presidencial una vez más luego de ganar la aprobación de una enmienda constitucional que permite la reelección indefinida para todos los cargos del Poder Ejecutivo y amenaza con monitorear cada rincón y reprimir cualquier foco de descontento, pues la legislación se convirtió en un ejercicio del Jefe de Estado y no de los asambleístas en Venezuela.

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