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sábado, 9 de agosto de 2008

Objetividad y ética

El supremo tormento y dolor de cabeza que acogota las jóvenes mentes de los estudiantes de comunicación social tiene nombre y apellido: objetividad.
El centro de atención que este término refiere a la carrera mencionada es total. Profesores y autoridades académicas destinan cada vez más esfuerzos tratando de que los nuevos profesionales de la comunicación, que en sus manos tendrán la futura información que se de día a día en su zona de trabajo, comprendan el completo significado e importancia de lo que es ser equilibrado y justo a la hora de revelar datos a la sociedad. Aunque más objetivo es saber que la objetividad no existe. Así de simple. La objetividad es una acción que está muy condicionada desde el inicio de los tiempos, y más hoy en día donde existe una consistente polarización entre la veracidad de la información que exponen los medios de comunicación de distintos valores en su línea editorial.
Recordemos también que en la actualidad hay en mayor número medios privados que oficiales, alternativos y comunitarios. Por lo tanto, es fácil deducir que los intereses económicos y políticos de las empresas dueñas de los periódicos, emisoras de radio, canales de televisión, páginas de internet, revistas, etc., están presente en la selección de las publicaciones que saldrán a la luz.
Pero sí hay algo aparte de la objetividad que reivindica en gran forma el profesionalismo del comunicador social: la ética. Es ella quien baña de excelencia la información que el público obtiene. El periodista y el “pichón” de periodista deben saber ser garante de que lo que lleva en sus manos a la sala de redacción sea virtualmente imparcial y real. El sólo echo de lograr una fotografía escrita de lo sucedido no otorga garantía sobre la verdad del hecho. Siempre es vital indagar sobre lo que se observó a manera de que el editor y público queden satisfechos con la información y así hacer una exposición profesional.
La ética y moral son valores primordiales en la formación de los comunicadores sociales. Ya diría Kapu, estimado corresponsal de guerra y galardón del trabajo periodístico mundial: “Para ser buenos periodistas primero tenemos que ser buenas personas”. Somos buenas personas al tener intrínseco en nuestra personalidad la moral y ética necesaria que permita tratar la información y llegar lo más cercano posible, aunque sea un 90%, a un planeta llamado objetividad.

Diario El Nuevo Día y El Norte

Ángel Arellano
ESTUDIANTE
asearellano@yahoo.es

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