Seis años después
del cierre de RCTV el país luce igual de enfermo, igual de enredado. Los nuevos
oligarcas siguen gobernando en contra de la libertad de expresión y la
soberanía del pueblo. “¡Qué nadie se mueva, esto es un atraco!”, la frase
favorita del gobierno del “mientras tanto”.
Quienes participamos
en la heroica generación de 2007, destructora de las cadenas que enmudecían a
la juventud, sabemos que a pulso se han ganado espacios. La lucha continúa.
Luego de RCTV el disparo fue contra Globovisión. En estrategia distinta. Ya no
es la canalla operación vía Conatel, ahora el ejecutor es un boliburgués
conocido, expuesto, curtido en negocios de las esferas rojas y que de la noche
a la mañana hizo una interesante fortuna. A Globovisión le cobran su fidelidad
a la democracia, lo colgarán para luego incendiar en la hoguera de la sumisión.
Esa ventana se va cerrando velozmente, pues el régimen saca un brinco a
cualquier candelita.
Triste episodio para
la economía. No sólo tenemos la asfixia de una libertad de expresión acorralada
por varios años, las cuentas siguen sin cuadrarle al Ejecutivo omnipotente y
omnipresente. El derroche arremete, golpea, se expresa con desabastecimiento e
inflación. Ridícula es la caricatura de Venezuela ante la expectante comunidad
mundial que cambia el canal de su televisión para no ver tanto desastre junto.
Charles Shapiro, presidente
del Instituto de las Américas y ex embajador de Estados Unidos en nuestra
nación reitera que “cada litro de gasolina vendido en Venezuela se coloca a
pérdida”. El subsidio de antaño a los hidrocarburos mantiene en jaque la
liquidez. Colocamos petróleo en China pero somos nosotros quienes pagamos el
flete, lo mismo hacemos con el azúcar que viene de Nicaragua. Endeudados hasta
los tuétanos. Shapiro trasciende que al terminarse el oleoducto entre Canadá y
el temido imperio norteamericano, un millón de barriles se transportarán al día
entre estos países. Recordemos que hoy Venezuela vende a EEUU menos de 600mil
barriles diarios, y que son los únicos dólares que llegan a tiempo a las arcas.
El país modelo, la nación
productiva de América del Sur, que protegía su mimada democracia en los
sesentas y setentas, se ha convertido en una inmensa agencia de importación
insolvente: Venezuela Import C.A. Somos asiduos consumidores de carne brasileña
y nicaragüense, así como el ridículo de la región por nuestra escasez en papel
sanitario. Todo es extranjero, hasta el gobierno. Cuba manda, Maduro obedece.
Los olvidados y congestionados puertos, espacios para las mafias más increíbles
del país, reciben cualquier rubro porque no producimos nada.
En 1998 del 100% de
nuestras exportaciones, un 31% eran no petroleras. En 2012 sólo 4% de lo que
enviamos al exterior no sale de Pdvsa. Soberanía nacional, dependencia
absoluta.
La firma Econométrica
en foro reciente dejó entrever sus proyecciones. Nuestra nación tendrá el peor
desempeño económico del continente y la inflación más alta del mundo. Las
tendencias optimistas proyectan una inflación del 38% al cierre del año. Las
promedio suben de 40 a 41%.
El BCV tiene sus
brazos amarrados. La liquidez en divisas es tan poca que no solventará el
abastecimiento al mercado por más ruedas de prensa de Merentes. Todo apunta a
que el déficit fiscal del Gobierno culminará en 12% en este ejercicio anual. El
tapón de salida es otra devaluación, cobrar el costo de la gasolina, motivar la
producción, dejar de regalar dólares, pero sabemos que no sucederá.
Nuestra Venezuela
Import C.A. es frágil como su gobierno. El fantasma de la impopularidad
persigue a Maduro, le quita el sueño y vigoriza a la oposición. Cualquier
escenario electoral cobrará a elevadas tasas de interés el futuro del PSUV.
Ángel Arellano
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