Aire Force One en su llegada a La Habana. 20/03/2016 Foto: Reuters |
La izquierda ha trapeado tantas veces el piso con el
estandarte de la ética y la moral progresista que esgrimieron con fuerza
durante las últimas cuatro décadas del siglo anterior, que hoy esas banderas
son solo tela sucia y remojada en el trasnocho de lecturas oxidadas que
inspiran discursos febriles en el intento de tapar o maquillar alguno de los
elementos anteriormente señalados.
“Si es de izquierda, no es corrupto. Y si es
corrupto, no es de izquierda”, ha sido la frase-fuerza de Raúl Sendic,
vicepresidente del Uruguay y miembro del Frente Amplio, la coalición
progresista que gobierna el país desde 2005, para escudarse ante los
señalamientos documentados de mal manejo de la única empresa petrolera
sudamericana que acompañó a Petróleos de Venezuela en el reporte de déficit
mientras el barril de crudo superaba los 100$.
¿Si es de izquierda no es corrupto? Esta
interrogante quedó rezagada para la poesía progresista de antaño que
vislumbraba un mundo mejor para cuando sus irreverentes líderes llegaran al
poder derrochando bienestar, prosperidad y felicidad en todas las comunidades.
Esa misma poesía, y los miles de libros escritos con la tinta del romanticismo
guerrillero, quedaría pálida al mirar los carteles que recibieron en el casco
histórico de La Habana al presidente de EEUU en su visita a Cuba: “Welcome Mr.
Obama”.
Para ser corrupto no hay que estar afiliado a una
corriente ideológica. Izquierdistas y derechistas han sido señalados por hechos
de corrupción gravísimos que arrastraron a sus países a bárbaras crisis
económicas.
Para vergüenza de quienes hicieron
del ideal progresista un punto de referencia inmaculado, la izquierda, a 15
años de su influencia casi total en los gobiernos de la región, deja una triste
postal: los malos manejos económicos, corrupción y nepotismo en Argentina; la
pretensión felizmente paralizada de reelección indefinida en Bolivia; la lucha
contra los medios de comunicación en Ecuador; la aguda corrupción en Brasil que
vincula a su ex presidente progresista y a su sucesora; el aviso hecho por el
actual gobierno de Uruguay de excluir a toda la oposición de las instituciones
y dependencias del Estado; y el desmantelamiento de la democracia con una
crisis humanitaria sin precedentes y un profundo abismo económico en Venezuela.
¿Qué mensaje envían los
dirigentes de la izquierda latinoamericana a las nuevas generaciones? ¿Qué
enseñanza dejan los 15 años de gobiernos progresistas en la región? Pareciera que luego de controlar el
poder en lo que va de siglo XXI se confirma la regla puesta en marcha en
Europa, Asia y Estados Unidos: es momento del pragmatismo, atrás quedó la
definición ideológica. El futuro impone retos que no saben de banderas ni
colores.
Ángel Arellano
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