Una de las promesas de la
Revolución Bolivariana tras su ascenso al poder fue la promoción de la
educación y la lucha sin cuartel en contra del analfabetismo. Para ello se
destinaron ingentes recursos a través de diversos programas sociales que sembraron
un ambiente de prosperidad entorno a los resultados de proyectos bandera como las
misiones Robinson, Rivas y Sucre.
La administración Chávez acompañó
estas iniciativas impulsando el fomento a la lectura y la entrega de libros en
escuelas y comunidades. Para tal fin, se promovieron cuantiosos apoyos
económicos en nuevas casas editoriales estatales afectas a los intereses de
proyecto político chavista y potenciando otras heredadas de la república civil
como Monte Ávila Latinoamericana y Biblioteca Ayacucho. A la par, se fundó la cadena de Librerías
Del Sur, una red de establecimientos que
ofrecen al público gran variedad de textos que comulgan con la línea discursiva
del oficialismo.
Esta práctica se mantuvo durante los
años de Chávez y el inicio de Nicolás Maduro, aunque en el periodo de éste
último, la crisis económica derrumbó cualquier expectativa en la industria
editorial, ocasionando el desplome de la publicación de nuevos títulos,
disminuyendo la importación de ejemplares e impactando negativamente el acceso
al libro producto de la alta inflación registrada actualmente como la más alta
del mundo.
De acuerdo con la última edición del
informe “El libro en cifras” del Centro Regional para el Fomento del Libro en
América Latina y el Caribe (Cerlalc), publicada en julio de 2015, durante el
año 2014 Venezuela editó 3.199 títulos con Número Internacional Normalizado
para Libros (ISBN, por sus siglas en inglés), 11,5% menos que en 2013. En el
mismo período de tiempo, la vecina Colombia editó 16.031 títulos, Ecuador
produjo 3.855 títulos, Perú 6.172 títulos y Cuba, con apenas 11,3 millones de
habitantes y una economía sumamente limitada, editó 4.459 títulos.
En la relación de exportación e
importación de libros, Venezuela presenta números que distan de ser
competitivos, pues, aunque las voces del sector editorial nacional han
informado que esto ha favorecido al mercado interno influenciado por la
coyuntura política, lo que a su vez ha potenciado el consumo de libros de
historia, política, sicología, autoayuda, ensayos y periodismo, esta realidad
ha distanciado al país del mercado global. Apenas $1.040.000 fueron percibidos
por exportaciones de libros en 2014, en contraste con mercados más estables y
prósperos como el panameño que recibió $2.537.000 en el mismo año, el argentino
con $28.391.000 o el colombiano con $52.232.000. Pareciera que, rodeada por el
crecimiento del negocio editorial en la región, Venezuela se sumerge en el
sótano.
Según el Cerlalc, Venezuela importó
$21.239.000 en libros durante 2014, 44% de estos títulos dentro de América
Latina y el resto fuera de la región. Es
necesario rescatar que los países con mejor perfil económico y mayor adaptación
a la globalización (Chile, Brasil, Colombia, Costa Rica, México, Perú y
Uruguay), están importando más títulos fuera de América Latina que dentro de
ella, un comportamiento que busca el ingreso de conocimiento de mejor calidad proveniente
de otras latitudes.
Los tiempos en los que el gobierno Hugo
Chávez inundaba las librerías estatales con publicaciones a precio de obsequio
y las editoriales privadas lanzaban libros con tirajes de miles de ejemplares
en virtud del dólar barato que permitía importar papel, tinta y material de
impresión, quedaron atrás. Mientras la industria editorial crece en América
Latina, Venezuela, el país que durante los años de la república civil fue cuna
del vanguardismo literario, con un equipamiento envidiable para la producción y
promoción de sus libros, ha quedado en el subsuelo, por decir lo menos.
Ángel Arellano
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