Seis de diciembre. Al fin las elecciones parlamentarias
tienen fecha.
Una parte del país celebra el fin de la incertidumbre. Me
temo que esa parte es apenas un fragmento. Quienes mantenemos permanente ansia
por la noticia política somos unos, no todos. La otra parte, la más grande,
permanece expectante en la cola: quiere atajar una oferta, aspira comprar a
“precio justo”.
Algún hombre comentaba en Facebook que la mayor parte de
la nación ha estado distraída por el futbol, el espectáculo o la catástrofe en
la que se convirtió la carrera de nuestro piloto en la Fórmula 1. A diferencia
de los políticos de oficio, Pastor Maldonado se equivoca cuantas veces puede (o
quiere). Sus errores son financiados por la bondadosa chequera de Pdvsa. Pastor
absorbió en un par de años más petrodólares que algunas entidades federales de
nuestra República. Sus divisas son preferenciales. A él nadie se las niega,
pero a las clínicas, laboratorios y farmacias, sí.
Mientras terminábamos de almorzar, Tibisay Lucena
apareció en televisión. La memoria nacional guarda para ella un oscuro rincón
en el que pocos se encuentran. En su introducción, aprovechó para subrayar la
imparcialidad del árbitro. Desconozco qué perseguía. Desde hace un par de años
ella sabe, al igual que nosotros, que el desprecio hacia el CNE va en ascenso,
aun cuando exista un importante 76% de mayores de edad dispuestos a votar.
No dio detalles sobre auditorías, depuración del Registro
Electoral o abusos del Ejecutivo en los eventos electorales. Apenas sus papeles
le recordaron que mencionara que esta vez los candidatos sólo tendrán veinte
días de campaña oficial.
La
presentación del calendario fue muy turbia. Trasnochada luego de tanta falta de
sueño de los titiriteros. “El CNE no trabaja bajo presión”. Trascendió el
descontento de las cúpulas del chavismo. No en balde unos dirigentes y no todos
se pronunciaron inmediatamente. Maduro hizo catarsis en Cadena Nacional.
Amenazó, anunció sangre, revueltas, muerte, violencia. Se alejó de la noticia
que daba el siempre leal CNE “cooperante”.
La campaña del chavismo estará montada en los inestables
andamios del recuerdo de difunto. La fecha, por demás emblemática para el
oficialismo, rememora el ascenso al poder del hombre que desmanteló el sistema
político democrático. El seis de diciembre de 1998 Hugo Chávez triunfaba en las
presidenciales prometiendo un cambio radical y profundo. En su discurso dedicó
gran extensión a los pobres, los marginados, los nadies. 16 años después vemos
los resultados del proyecto.
Se transformó la estructura del Estado, su funcionalidad
y método. En el papel, el verso sostenía que pasábamos de la representación a
la participación (en realidad, de la democracia a la autocracia). La “quinta
república” fue un espejismo que la mayoría pobre, aplastada por una crisis que
el país creyó eterna e insoportable, compró sin remiendos. Ahora, con una
catástrofe infinitamente peor, los pobres, sector en el que se incluye toda la
nación pues solo existe un pequeño grupo de privilegiados amparados por el
gobierno, tendrán la oportunidad de arrancarle a la autocracia el Poder
Legislativo para iniciar el desmantelamiento del régimen más corrupto, mafioso
y vergonzoso del que se conserve registro en las páginas de nuestra historia.
Ángel Arellano
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