Uno se pregunta: esta gente que anda torturando,
golpeando presos en celdas, convalidando el sicariato y el narcotráfico, ¿no
tendrá familia? Sí la tiene, en abundancia, y en condiciones muy por encima del
promedio de la clase alta y pudiente. Pero no saben el daño que le hacen. La
maravilla de la creación es el mañana después del hoy. Todo siempre pasará. Si
cayó el imperio romano y la colonia española se disolvió tras una magna epopeya,
pobre futuro el de esta delincuencia que se hizo gobierno durante tres trágicos
lustros.
A todos nos frustra la situación del país; conmueve
la precaria situación de los hospitales, las continuas colas hasta para lo más
elemental de la vida diaria, la falta de medicinas y los muertos que colapsan
las pocas morgues que hay en la nación. A todos también preocupa la conclusión o
prolongación del caos que hemos vivido durante tanto tiempo. Y si nos
impacienta, si nos irrita la fotografía que hoy tenemos de Venezuela, ¿por qué
se nos ha hecho tan difícil construir una solución donde quepamos todos?
En la escuela, la Biblia, el sermón y el consejo del
anciano, siempre prevalece la lógica. Lógica simple, elemental: si el mango
está maduro, se va a caer. El punto está en ¿quién pone la mano para que cuando
caiga no se desparrame roto en el piso? Y si hay abundancia de manos, como las
hay en la escena, ¿cuál es la más indicada? ¿Puede ser una o un grupo de manos?
No todas las manos pueden coger el mango. Si la mano, o el grupo de manos, no
tienen la fuerza suficiente, no podrán concluir la tarea, o lo roza y se le
cae.
La fuerza es administrada por el Estado, a través de
sus diversas instituciones. Esta fuerza se encarga de la seguridad, o en su
variable invertida, la inseguridad. Apelando a esto último, al gobierno le ha
ido muy bien, pues los índices de inseguridad crearon una sociedad cuya
representación más gráfica, es un quirófano en medio de la guerra.
También existe la violencia, especie de fuerza que
opera del lado del mal. A esa el gobierno igualmente la ha apostado todo. En
algún momento de los últimos meses se habló de acabar con la violencia “venga
de donde venga”, o de “ambos lados”. Lo cierto es que la violencia proviene sólo
de un lado, con una bifurcación: violencia oficial (abuso policial, represión
desmedida) y violencia no-oficial (colectivos paramilitares). Por tanto, la
fuerza de las instituciones, y la fuerza de la violencia, ni la controla la
oposición, ni es parte de ella.
Queda pues la otra vertiente de la fuerza: la
organización social. Una fuerza cuyo núcleo es la sociedad. Tiene finales
felices siempre y cuando se apele a la lógica y la coherencia. Lógica de la que
hemos hablado anteriormente. Si la alternativa a este gobierno que no reconoce
al otro (y usa su fuerza para reprimirlo, coaccionarlo y degradarlo a vivir en
la podredumbre de la vergüenza y el dolor colectivo), no puede, porque no tiene
cómo hacer uso de esta fuerza, la del pueblo, la de la organización y la
Unidad, el mango se cae, desparrama, destruye. Y con él todos nosotros. Porque
aunque existan unos verde oliva rumiando tras la pepa, no quedará nada, pues
los pajaritos taladraron en las alturas para llevarse todo a sus nidos.
Sólo nos queda una breve pero poderosa reflexión.
Somos muchas las manos que queremos rescatar Venezuela, nuestra fuerza no está
en las instituciones porque ellas se han descompuesto. Tampoco en la violencia.
Queda sólo la fuerza social, la de organizar a la gente y luchar por una meta
clara. Todos juntos. Hay que protegernos, cuidar las palabras que decimos, unir
todos los días y no mirar para los lados cuando el objetivo es uno solo: salir
de esta pesadilla antes de que mute en un desastre mayor.
Ángel Arellano