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lunes, 16 de septiembre de 2013

Cuatro años del gas cloro


Iniciando la calurosa tarde del viernes 10 de mayo del corriente, el juez Francisco Cabrera, máximo en el Tribunal III de Juicio de Anzoátegui, sentencia el caso de la tragedia del gas cloro en Clarines. Ha sido un hecho que estremeció a Venezuela el 16 de septiembre de 2009. Tres años y ocho meses después, la justicia venezolana aterriza en la pista del infortunio. Aún las víctimas no han visto cerrar sus heridas.
Responsabilidad penal y administrativa. La sentencia fue de 10 años, 1 mes y 7 días; así como 2615 Unidades Tributarias. Con esta factura se pretende hacer justicia, resarcir el dolor y concluir este episodio. Poder Judicial y Ejecutivo lavan sus manos e imputan al señor Iván Espina, conductor del camión que trasladaba esa noche trágica 17 cilindros de 500kg de gas cloro, manteniéndolo en la Policía Municipal de Peñalver. No hay otro sitio de reclusión porque las cárceles están abarrotadas.
Iván Espina fue el chofer, pero las empresas quedaron liberadas de lamentos y culpas. Contra el paredón quedó el jinete, más no el dueño de la hacienda ni quien arreaba el rebaño. Hubo otro camión, la colisión fue compartida. Una gandola excedida en su carga de láminas de acero de dos pulgadas rasgó los cilindros de gas cloro. Al volante iba Ricardo Jesús Romero. Se encuentra en libertad, absuelto de toda investigación. Del castigo divino no se salvará, pero del de estos ramplones usureros de la justicia sí.
1460 días antes de este texto, 14 ciudadanos venezolanos fallecían en Clarines. Unos ipso facto, otros horas después. La neblina tóxica que cayó sobre la capital del municipio Bruzual se llevó la vida de inocentes que vieron cesar su respiración hasta la última bocanada de aire en este planeta. Otras 86 personas suspiran entre lamentos su precaria situación de salud y los continuos chequeos médicos, pues las secuelas de un gas tan venenoso, no perdona ni olvida hacer daño en los órganos más importantes.
Tiempo después, como es costumbre en esta fecha, denunciamos el patético estado del sistema de salud en el oeste de la región anzoatiguense, el olvido a las guillotinas hechas carreteras y el escaso cumplimiento de las normas de tránsito en el país con más alcabalas corruptas y puntos de control inoperantes por kilómetro cuadrado del mundo.

El Hospital Tipo 1 de Clarines, orgullosamente llamado “Dr. Antonio José Rondón Lugo” en honor a un ilustrado médico patrimonio viviente de la localidad, da vergüenza, estupor. Monumento a la desidia. Es el único centro asistencial del municipio más extenso del lado izquierdo de nuestro estado y se cae a pedazos.
Una buena amiga con unos cuantos años de servicio en Saludanz me narraba su experiencia en recientes giras por Anzoátegui visitando ambulatorios rurales y urbanos: “No hay gasas, algodón ni jeringas. Olvídate de las medicinas fundamentales. El paciente debe comprar todo y en la gran mayoría se atiende a la gente en el piso, mesas o camas dañadas porque camillas tampoco hay”.
La justicia seguirá tardando. Cuatro años después quienes vivimos esa dolorosa experiencia no hemos resarcido la histórica deuda de ser también protagonistas en la ejecución de las reivindicaciones exigidas por ese pueblo que aclama cambios en salud, vialidad y seguridad: un solo detenido no es justicia. Muchos cabos sueltos y lágrimas sin secar. Clarines adolece salir sólo en la primera página de los diarios por sus acontecimientos más dolorosos.

Por ahora la maña se interpuso. Desde el primer momento en el trabajo periodístico de hacer seguimiento detallado al devenir de este hecho, nos hemos mantenido inconformes. Saldaremos las cuentas a las nuevas facturas, hay mucha trocha futura que caminar.
Texto en memoria de Manuel Chávez Ayala, Weiber Castellano, Aura Arismendi de Macías, María Esther Martínez, Elis Rafael Canelón, Freddy Ramón Sojo, José Daniel Ávila, Freddy José Morales, José Plascencia, Armando José Medina, Ronald Piñango Méndez, Miguel Ángel Sotillo, Iberay Villalobos y doña Justa de Achique.


Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano
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martes, 10 de septiembre de 2013

Patria sin luz no existe



          Sin más que lágrimas y lamentos, el hermano de una treintañera asesinada en Puerto La Cruz grita “La Patria segura no existe, lo que existe es la muerte segura”. Su familiar, vendedora de perros calientes como muchas en todo el país, falleció en medio de una balacera protagonizada por bandas en el sector Chuparín Arriba.
Esta zona días atrás protestaba la falta de servicios públicos elementales y la escasa sanidad de sus calles. Torres de basura tienen hediondo el lugar, y aunque los vecinos han organizado sus operativos de limpieza para ampararse de las enfermedades que proliferan con los desechos regados por doquier, el aseo no ha dicho presente en las últimas cuatro semanas.
Agreguemos algo que es común, tan común que ya causa ruido repetirlo, pero nuestro trabajo como redactor no sólo debe ser el de la catarsis literaria, sino acompañar a las masas en sus dolores y penurias: muchas vías de Chuparín Arriba están apagadas, entregadas a la oscuridad. Los bancos de transformadores rechinan solicitando cambio o mantenimiento. Y los que no suenan, simplemente ya no dan más luz dejando desde hace tiempo a merced del hampa desbordada cual cauce sin represa, a la inocente ciudadanía que ya no soporta los nervios de vivir en esta sanguinaria realidad.
            La falta de alumbrado es en estos momentos el apoyo número uno que recibe la delincuencia a nivel nacional. Pareciera que todas las empresas públicas e instituciones del gobierno firmaron hace ya casi 15 años un pacto con el diablo para poner a Venezuela en el paredón de los fusilados.
            Muere nuestra población civil a manos de los sinvergüenzas mejor armados que cualquier guardia. Por ahí se publicó un video de una cuerda de Policías Nacionales malandros gastando balas en juegos de carajitos. Son esos mismos casquillos los que no se usan para defender gente como la perro calientera de Chuparín que pereció a causa de las organizaciones delictivas que dominan Puerto La Cruz y de los cuerpos de “inseguridad” rendidos a pies juntillas a las directrices de los pranes más bestias y enfermos.
            No será sorpresa que este pueblo estalle en llamas agotado de sus desgracias. El índice de conflictividad venezolano, medido por la cantidad de protestas, denuncias y reclamos de la sociedad para con sus autoridades, estalla en niveles alarmantes nunca antes vistos. La comunidad internacional exhibe a la República como la protagonista de la mayor inflación en el planeta.
            ¡Ni en Siria la cosa está más cara que aquí, echémosle bolas! Pero no falta un ministro o dirigente chavista que salga con un dossier de respuestas rebuscadas al mejor estilo de Jesse Chacón, al que se le apagaron 14 estados durante casi medio día aunque “la situación del servicio eléctrico está normalizada”.
            Maduro y su nerviosismo medido por las muletillas y trastadas al hablar. No controla ni el mensajero que lleva los periódicos a Miraflores. Por eso estamos como estamos, gente incapaz que no comprende ni atiende las gigantescas calamidades nacionales.
            La Carretera de la Costa se incendió en protesta hace pocos días. Gente alarmada por la creciente inseguridad en la zona oeste de Anzoátegui, donde no los ampara nadie y ni a las buenas de Dios ya se sienten porque son venezolanos que hasta la fe perdieron a punta de pistola.
            La Patria segura en tiempos del chavismo siempre ha sido un mito. El gobierno le teme a la rabia canalizada a través de votos, y hacia allá va la cosa. Por nuestros muertos, por nuestros servicios públicos fundamentales y por la papa que no llega a la mesa amén de esos precios exorbitantes. Unidad.



Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano

martes, 3 de septiembre de 2013

Guyaneses avispados



“Nulo e írrito”, así catalogó en 1899 el corto gobierno de Ignacio Andrade (25 Presidente de los Estados Unidos de Venezuela) la sentencia de un tribunal arbitral reunido en París para modificar los límites venezolanos hasta entonces establecidos por la Capitanía General de Venezuela al momento de la independencia en 1810, y luego reivindicados por Simón Bolívar en Angostura.
Venezuela defendía, porque es obvio que hoy el “mientras tanto” no lo está haciendo, su terreno hasta el Rio Esequibo, y fue ese Laudo Arbitral de París, que entregando a la antigua colonia británica de Guyana un territorio de 159 mil km2 al oeste del caudaloso afluente, lo que devino en un conflicto entre ambas regiones.
Duele mucho al chavismo, pero es en el puntofijismo donde se logran grandes avances en la protesta de esa rica zona. Miles de diligencias encabezadas por el propio Rómulo Betancourt y luego por Raúl Leoni, cristalizaron el Acuerdo de Ginebra el 17 de febrero de 1966 donde se obtuvo el reconocimiento por parte de Gran Bretaña de la problemática territorial con Venezuela como consecuencia del carácter “nulo e írrito” que tenía la repartición en París.
En adelante, los devenires diplomáticos se mantuvieron con sus altos y bajos, siempre respondiendo al indiscutible sentimiento de soberanía y reconocimiento histórico de un territorio que está siendo explotado por otros que no aportan un centavo al tesoro nacional, y mucho menos al cuidado de la fauna, flora y espacio marítimo que representa ese “lomito” del Esequibo.
Venezuela ha buscado, por todas las vías, restituir sus límites originales. Sin caer, sería craso error, en un conflicto bélico que en ningún momento tendrá cabida ni aceptación en América del Sur.
Pero Guyana, siempre al pendiente de cualquier vigilante criollo dormido, ha aprovechado la falta de gestión del actual desastre en Miraflores para hacerse con un gigantesco espacio marítimo entregando concesiones al imperio mismo.
Ya el difunto Chávez había sostenido que las cuestiones con Guyana se iban a mantener al margen de la controversia por la “Zona en Reclamación” y que nos apegaríamos a lo que designara la ONU. Todo esto en el marco de sumar adeptos en el proyecto de Petrocaribe, Unasur, y algunos votos en la OEA y ONU. Por encima de la dignidad del pueblo venezolano, y de la soberanía territorial históricamente defendida por un verdadero gigante como Simón Bolívar, el chavismo lo que nos adjudicó fue pérdida.
Sepa usted que el oficialismo nunca estuvo cohesionado en función de estas decisiones, pues el disparate es tal que hasta la foca que más aplaude, salió aturdido por la carencia de asidero en esta locura que efectuó Chávez.
En cualquier mapa americano el lector podrá ver la línea marítima venezolana, donde debería haber patrullaje constante de las FAN, la línea divisora del Esequibo y la línea de Guyana. Pues Guyana entregó cuantiosas concesiones a Exxon (EEUU), CGX (Canadá) y Shell (Holanda) para la explotación de tres segmentos de miles de kilómetros cuadrados y donde no tenemos un centímetro de participación ni beneficio: bloque Pomeroon, bloque Stabroek y bloque Roraima.
Estas parcelas marítimas en la fachada atlántica de Venezuela, justo en frente del Delta Amacuro, nos cercenan miles de kilómetros cuadrados ricos en petróleo, gas y fauna marítima. Descuartiza la salida venezolana al Atlántico.
Lo peor: Nicolás viaja a Georgetown para “incrementar las relaciones bilaterales entre ambos países” reseñó el Guyana Chronicle. Da un discurso, y no menciona media palabra sobre el tema. Mayor entrega de nuestra riqueza. Como información complementaria podemos agregar que Guyana tiene un crecimiento económico destacado y una inflación anual promedio en 3%. Vaya diferencia con nuestra desangrada y torpe economía.
¿Y quién se encarga de representar a Venezuela ante semejante tragedia geográfica? Roy Chaderton. Embajador en la OEA, representante ante las negociaciones de las FARC con el gobierno colombiano, diputado al Parlatino, miembro del Consejo de Estado y actual oficiante de nuestra demanda por el territorio que pertenece a todos y cada uno de los venezolanos.
Seguimos haciendo el ridículo.


Ángel Arellano
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