Los resultados de las elecciones parlamentarias en
Venezuela fueron un terremoto político para el gobierno de Nicolás Maduro.
Dificulto que las fuerzas oficialistas no conocieran con anterioridad el
escenario que tenían a la vuelta de la esquina. Más bien, por saber lo que
venía, arreciaron con abusos el día de los comicios y persistieron en un
lenguaje hostil intentado hacerse visibles ante una sociedad que ya no los mira
como antes, asqueada de la profunda crisis y del colérico verbo oficial.
24 horas después de las adjudicaciones (112 curules para
la Unidad contra 55 del Gran Polo Patriótico) los espacios de opinión del
chavismo se desbordaron en reflexiones, mea culpas, actos de constricción y
cánticos a las tres erres de Alfredo Maneiro: revisión, rectificación y
reimpulso. Un sector del oficialismo, crítico y revisionista, salió a la
palestra a manifestar, como hijos de Chávez y herederos reclamantes de un
patrimonio político intangible, su gran descontento con la nomenclatura del
PSUV.
La
escena fue la siguiente: opinadores y ex jerarcas de la burocracia roja desde
su esfera inmaculada fustigaron a la élite del Partido, a la nómina alta del
gobierno y a las “medidas” que Maduro ha impulsado para palear una crisis que
no tiene comparación en nuestra historia. Señalaron las equivocaciones del
gobierno como culpables de la derrota mientras que Miraflores a su vez culpaba
a la “Guerra económica”, a la derecha y a miles de factores que pululan en el
mismo aire por el que vuela el pajarito que algún día picó en la cabeza del
Presidente, según él mismo relató.
Pues
bien, ante este terreno de subjetividades y ficción en el que se desenvuelve el
chavismo, embadurnado con esa cosa que aun nadie entiende que es su marco ideológico,
la oposición fija un camino a seguir con un plan legislativo que pretende dar
orden constitucional a la vida venezolana y acabar con la discreción del
Ejecutivo, al tiempo que advierten las dificultades que deberán sortear una vez
asuman el control del Legislativo el próximo 5 de enero, como por ejemplo la
alfombra de arbitrariedades y descalabros que deja la mayoría simple del PSUV.
¿Qué
puede hacer la nueva Asamblea con las dos terceras partes de diputados
opositores? Comencemos diciendo que, salvo la Constituyente de 1946-47 (137 AD,
19 Copei, 2 URD y 2 PC), nunca un solo sector ha obtenido, democráticamente,
tal cantidad de curules. La conformación actual de la fracción Unidad, con 112
diputados, tiene facultades constitucionales para lo siguiente: activación de
referendos aprobatorios de proyectos de Ley o tratados internacionales,
calificación de una Ley como orgánica, aprobación de la separación del cargo a
un diputado, designar el Poder Ciudadano (Defensor del Pueblo, Contralor
General y Fiscal General), aprobación de una reforma constitucional,
convocatoria de una Asamblea Constituyente y nombramiento y remoción de
magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.
Sin
duda que todas estas decisiones, en manos de la oposición, desmontan el Estado chavista,
y por eso, vemos el nombramiento apurado de nuevos magistrados al TSJ, reformas
de leyes, decretos presidenciales, medidas trasnochadas, etc. Es un preámbulo
de la guerra de poderes entre el Ejecutivo, y eventualmente el Judicial y el
Ciudadano, versus el Legislativo. Empero, tal como siguen las cosas en la
calle, con un incremento sostenido de la catástrofe económica que vive
Venezuela, seguiremos viendo cómo se escribe el epitafio del chavismo.
Ángel Arellano
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tu nombre y correo electrónico.
.:Gracias por el comentario:.