En las calles del mundo, los venezolanos
amanecieron sonreídos, silbando y tarareando el himno nacional. La espera valió
la pena, y el trasnocho también. Pasada la media noche, el Consejo Nacional
Electoral anunció los resultados que la oposición al chavismo ya conocía
minutos después del cierre de las mesas de votación (6:00pm). Las ojeras fueron
grandes, pero también la felicidad por la buena nueva.
En Venezuela, la celebración inició en la
madrugada. Desde hacía mucho tiempo los lunes no arrancaban con tan buen pie.
La actitud de la ciudadanía era positiva, como si la crisis y el caos no
estuvieran presentes por un momento. Los periódicos de los kioscos se agotaron
rápido, en los autobuses solo se comentaba el gran titular del día, igual en
carritos por puestos, plazas públicas, centros comerciales y en las colas por
comida o por algún producto de primera necesidad. "¿Y ahora? ¡Se montó la
gata en la batea!", era el comentario de rigor.
Cuando Tibisay Lucena anunció la victoria electoral
de la Unidad, el país se convirtió en una fiesta. Superadas las expectativas de
los propios opositores, y de los propios venezolanos en general, la opción del
cambió logró ganar, tras pelear contra el ventajismo y abuso de toda la
maquinaria del Estado, sorteando miles de incidentes el día D, la mayoría de
diputados en el Parlamento con una altísima participación electoral: 75%.
"No hay una mayoría que quiera aplastar una
minoría", fue la frase más trascendental del comunicado de la Unidad.
Soplan vientos de cambio, vientos frescos cargados de esperanza, optimismo y
libertad. Vientos muy esperados por una nación que ha sufrido una nueva
arremetida del germen dictatorial.
Esa misma noche del 6D, Nicolás Maduro reconoció la
derrota del chavismo. Sobre ese hecho, un periodista extranjero me preguntó al
día siguiente por qué no daba relevancia a lo dicho por Maduro, o, en otras
palabras, por qué no creía en la eventual "buena voluntad" tras
ellas. Sin problema, respondí que yo estaba asumiendo una postura coherente con
lo que he vivido: no sería la primera vez que el chavismo diga algo y al otro
día anuncie o haga otra cosa. Para mí, al igual que para la gran mayoría de los
venezolanos que votaron por la alternativa democrática, la Revolución
Bolivariana desde hace tiempo es una gran mentira. Lo bueno para nosotros, y lo
malo para el oficialismo, es que, posterior a estos resultados, el
"Socialismo del Siglo XXI" se desdibuja y pasa a ser un proyecto en
proceso de extinción.
Aún queda mucho por recorrer, tanto, que estas
palabras pueden pecar de triunfalistas o anticipadas. Sin embargo, para toda la
juventud venezolana, y para la ciudadanía en general, este es un momento que
hay que vivirlo y documentarlo. Que sea el primer paso para el desmantelamiento
del autoritarismo chavista y que nunca más vuelvan los fantasmas de la
dictadura a oscurecer los designios de nuestra querida patria.
Luchemos, porque la democracia nos espera.
Es, como reza el título de un excelso libro, obra
de Juan Germán Roscio, "El triunfo de la libertad sobre el
despotismo".
Ángel Arellano
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