Los candidatos del Gran Polo Patriótico y la imagen
del propio Nicolás Maduro, no existen en la propaganda electoral. La estrategia
adoptada por el gobierno de Venezuela de cara a las próximas elecciones
parlamentarias del 6 de diciembre, ha sido reforzar la identidad chavista y
estimular la recordación de los tiempos de “victoria” de la Revolución
Bolivariana.
La épica del discurso oficialista, creada a partir
de imágenes alusivas del líder carismático en distintas facetas, persigue el
reagrupamiento de la base chavista, toda vez que los números más optimistas del
gobierno le otorgan apenas un 40% de intención de voto, sobre un 58 y hasta 65%
que las encuestadoras dan hoy en día a la oposición.
La presidencia de Nicolás Maduro ha sido por demás
accidentada. Desde su inicio, tras una elección que levantó gran polémica por
su legitimidad y microscópico margen de victoria (1%), la popularidad del
heredero chavista no ha superado el 39%, según refiere un estudio de la empresa
Hinterlaces, consultora cercana al gobierno. No obstante, la firma Datanálisis
afirmó el 20 de noviembre que la aceptación del mandatario apenas alcanzaba el
22%, por lo que el sector oficialista, a tres semanas del día D, se
enfrenta a su adversario con un líder que no reúne la mitad del apoyo que tuvo,
en su peor momento, el difunto Hugo Chávez.
Ante esta situación, el Gran Polo Patriótico ha
dirigido una propuesta propagandística distinta a las anteriores 14 contiendas
en las que ha participado el chavismo. En los avisos no aparece el nombre de
los candidatos ni algún dato referencial a la elección. Optaron por la imagen
de Chávez, un mensaje emotivo y la tarjeta del partido afiliado al GPP. Vale
decir que algunas organizaciones dentro de esta coalición han incorporado
algunas modificaciones a sus artes, sin embargo, el que se impone, potenciado a
través de todo el aparato comunicacional del Estado, con gran énfasis en las emisoras
de radios comunitarias y públicas, así como en la red de canales de televisión
y portales web institucionales, es el antes mencionado.
El eslogan de la campaña roja comulga con la épica
construida a partir de la reinterpretación de la historia, según el punto de
vista chavista: “somos un pueblo valiente”. Anterior a este, la precampaña, en
el mismo aire, estuvo marcada por la frase “Solos somos una gota, unidos el
aguacero”. El GPP intenta persuadir a los electores del gobierno que a raíz de
la profundización de la crisis económica y las deterioradas condiciones de vida
del venezolano, se han manifestado inconformes con el gobierno. Tengamos en
cuenta que los números de rechazo han ascendido hasta un 82%, cifra sin
parangón en los últimos 16 años.
El “pueblo valiente” es llamado a defender la
Revolución usando como carnada la sobreexposición de las misiones sociales y
los logros más importantes de la gestión de Hugo Chávez. Como refiere un artículo
publicado por los periodistas venezolanos Álex Vásquez y Franz von Bergen,
“todas las propuestas siguen la misma línea: reforzar el carácter épico del movimiento
chavista y la idea de que siguen una misión y un objetivo que van mucho más
allá de la coyuntura actual y sus problemas, como una inflación que economistas
estiman que cerrará por encima de 180% en 2015”.
Entre octubre y
noviembre, como antesala a la campaña electoral, la administración Maduro
aumentó el salario mínimo en 30%, incrementó la entrega de viviendas y
vehículos subsidiados, y otorgó 110.000 pensiones para potenciar su mensaje de
“no permitir que roben las conquistas sociales del pueblo”.
El reto del chavismo es
cerrar la brecha ante su oponente, una oposición que tras sortear diversos
tropiezos, luce cohesionada electoralmente bajo el eslogan “Venezuela quiere
cambio”, y usa, como principal insumo de campaña, un contexto ineludible: la
dramática situación nacional marcada por la escasez de alimentos y productos
básicos.
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