Escasez. Foto: El Nuevo Herald. |
Esa misma tarde, desde la Asamblea
Nacional, el circo daba apertura al año legislativo. Nada nuevo. Algunas piezas
de la fracción psuvista fueron movidas de acuerdo a la conveniencia del
Capitán-Diputado para reafirmar al país que mientras el chavismo sea mayoría en
el remedo de Parlamento, nunca la disidencia tendrá participación en la
directiva o en comisiones permanentes y por ende nunca se legislará.
La sesión de instalación de la AN
fue un intento de teatro con una coreografía muy pobre, gala de la desafinación
que caracteriza a las focas en su esfuerzo por cantar como una coral
polifónica. Los diputados del gobierno se dedicaron, una vez más, a maldecir el
sistema democrático, insultar a la crítica y alabar al chavismo, la religión
que los subió de estatus, la que logró que el hampa conduzca la nación por unos
oscuros 15 años de penas y decadencia.
No hay una sola proyección que diga
que a Venezuela le irá bien en 2015. Ni una sola. La inflación se convirtió en
un indicador en el que nadie cree. Se habla de que el año pasado cerró con un
incremento de precios superior al 70% pero en la calle el común denominador
encuentra bienes y servicios con aumentos de dos, tres, cuatro, cinco veces o
más su valor. Para muestra un botón: Corpoelec subió sus tarifas en más de 100%
sin “precio justo” que importara.
Un huevo cuesta 17 Bs., un litro de aceite más de
100 Bs., una sardina pequeña 60 Bs., el kilo de carne a partir de 250 Bs. y el
de pollo de 180 Bs., la lubricación del motor de un vehículo pequeño supera los
2500 Bs., y el dólar, el germen del imperio, se encuentra en 175 Bs. (05-01-14).
En el marco de este desastre, la alternativa
democrática, que desperdició todo el 2014 en dimes y diretes, salvo excepciones
de algunos dirigentes que despuntaron por su valentía y coherencia con los
postulados que pregonaron, se presenta vaga, en estado de hipnosis. La crisis
ha sido un aluvión del que la oposición tampoco se ha salvado. El único plan
ventilado es el de las elecciones primarias para seleccionar los candidatos a
las parlamentarias. Nuevamente el evento electoral tiene total prioridad por
encima del plan político.
La “unidad” se mantiene en permanente revisión. La
“calle” es un término que quedó sin definición concreta. La “organización” no
ha trascendido a la revisión del padrón de testigos. La “lucha” sigue siendo
una actividad de redes sociales y contados medios de comunicación. No hay plan,
o por lo menos, no uno visible hasta el momento. Una bandera que incluya a la
elección, pero que sea más amplia, más grande, más profunda. Que llegue a la
cola, al hospital, a la frustración, al lamento, al clima de pesimismo, para
sacar de ese aire negativo, la fuerza necesaria. Que dé respuesta a las
preguntas de siempre: “¿qué vamos a hacer nosotros?, ¿cuándo nos activamos?”.
El plan requiere de liderazgo, sacrificio, compromiso.
No de mesías ni falsos redentores. Más activismo y menos habladuría. Caras
nuevas y viejas. Equipos colectivos y no de guerras de partidos. Renovación e
ideas vigentes. Amplitud y contacto con la gente.
Ángel Arellano
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