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martes, 6 de enero de 2015

2015 y el plan necesario

Escasez. Foto: El Nuevo Herald.
          “Viejo, y ¿por qué esta cola de hoy?, ¿qué hay?”, pregunté al vigilante del Farmatodo a las cinco de la tarde del lunes. “No sé, por lo que llegue esta noche en el camión”, me respondió. Una primera impresión de 2015. Multitudes haciendo colas por cualquier producto, el que sea, no hay ninguno. La escasez, el desabastecimiento, el hambre y la carestía han sumido a la población en un clima de intenso estrés, angustia y frustración. Una alteración a nuestra salud mental que se refleja en el denso y pesimista aire que estamos respirando.
            Esa misma tarde, desde la Asamblea Nacional, el circo daba apertura al año legislativo. Nada nuevo. Algunas piezas de la fracción psuvista fueron movidas de acuerdo a la conveniencia del Capitán-Diputado para reafirmar al país que mientras el chavismo sea mayoría en el remedo de Parlamento, nunca la disidencia tendrá participación en la directiva o en comisiones permanentes y por ende nunca se legislará.
            La sesión de instalación de la AN fue un intento de teatro con una coreografía muy pobre, gala de la desafinación que caracteriza a las focas en su esfuerzo por cantar como una coral polifónica. Los diputados del gobierno se dedicaron, una vez más, a maldecir el sistema democrático, insultar a la crítica y alabar al chavismo, la religión que los subió de estatus, la que logró que el hampa conduzca la nación por unos oscuros 15 años de penas y decadencia.
            No hay una sola proyección que diga que a Venezuela le irá bien en 2015. Ni una sola. La inflación se convirtió en un indicador en el que nadie cree. Se habla de que el año pasado cerró con un incremento de precios superior al 70% pero en la calle el común denominador encuentra bienes y servicios con aumentos de dos, tres, cuatro, cinco veces o más su valor. Para muestra un botón: Corpoelec subió sus tarifas en más de 100% sin “precio justo” que importara.
Un huevo cuesta 17 Bs., un litro de aceite más de 100 Bs., una sardina pequeña 60 Bs., el kilo de carne a partir de 250 Bs. y el de pollo de 180 Bs., la lubricación del motor de un vehículo pequeño supera los 2500 Bs., y el dólar, el germen del imperio, se encuentra en 175 Bs. (05-01-14).
En el marco de este desastre, la alternativa democrática, que desperdició todo el 2014 en dimes y diretes, salvo excepciones de algunos dirigentes que despuntaron por su valentía y coherencia con los postulados que pregonaron, se presenta vaga, en estado de hipnosis. La crisis ha sido un aluvión del que la oposición tampoco se ha salvado. El único plan ventilado es el de las elecciones primarias para seleccionar los candidatos a las parlamentarias. Nuevamente el evento electoral tiene total prioridad por encima del plan político.
La “unidad” se mantiene en permanente revisión. La “calle” es un término que quedó sin definición concreta. La “organización” no ha trascendido a la revisión del padrón de testigos. La “lucha” sigue siendo una actividad de redes sociales y contados medios de comunicación. No hay plan, o por lo menos, no uno visible hasta el momento. Una bandera que incluya a la elección, pero que sea más amplia, más grande, más profunda. Que llegue a la cola, al hospital, a la frustración, al lamento, al clima de pesimismo, para sacar de ese aire negativo, la fuerza necesaria. Que dé respuesta a las preguntas de siempre: “¿qué vamos a hacer nosotros?, ¿cuándo nos activamos?”.
El plan requiere de liderazgo, sacrificio, compromiso. No de mesías ni falsos redentores. Más activismo y menos habladuría. Caras nuevas y viejas. Equipos colectivos y no de guerras de partidos. Renovación e ideas vigentes. Amplitud y contacto con la gente.

Ángel Arellano

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