Un año de la muerte de Mónica Spear, el crimen que sumió a
Venezuela en el reconocimiento de su atroz marea de inseguridad, antecedente de
miles de protestas que quitaron la máscara al autoritarismo que nos gobierna.
Fue asesinada una ícono, una joya de la venezolanidad. Pocas cosas describen
nuestra cultura como la devoción por el Miss Venezuela, el certamen que todos
los años reúne a la familia tras el televisor de la sala para engrandecer lo
que queda de orgullo nacional.
Spear estuvo en dos escenarios muy preciados por la
sociedad: fue nuestra Miss en 2004 y luego actriz de exitosas novelas de TV. El
pecado que el hampa le cobró fue vacacionar con su esposo y su hija. Él también
murió, la niña recibió un disparo. 365 después, la noticia que resalta la prensa
nacional es la siguiente: “Sin rastros del sujeto que asesinó a Mónica Spear y
su esposo en Carabobo”.
Impunidad, complicidad, ineficiencia, inoperancia,
desconocimiento, ignorancia, despreocupación, palabras que resumen este caso todavía
no resuelto. Un año después, Venezuela sigue en el atolladero, iniciando un
2015 en el que sólo es recomendable luchar unidos contra el régimen que
desangra al país.
Que en paz descanse Mónica Spear y la seguridad de la que
alguna vez gozó la nación, aun cuando sea un vago y extraño recuerdo.
Ángel Arellano
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