Venezuela, un país para las despedidas |
El
profesor pregunta en el salón de la universidad: “¿Cuántos de ustedes quieren
culminar estudios e irse a vivir al extranjero?”. Silencio. Algunas sonrisas
son cómplices. Otras caras muestran miedo. De momento, casi todos levantan la mano.
Símil de un rito solemne. “Y los que no la levantaron, apenas cinco de los 40,
¿por qué no se irían?”, interroga. “Profesor, no es que no nos iríamos, sino
que como está el tema de los pasajes ahorita, aparte de que ¿quién cuidará a
nuestras familias? Si podemos resolver eso, también nos vamos”, aclara una
muchacha que puede tener apenas 18 años. La carcajada resuena. Las manos siguen
levantadas.
En el canal de televisión del gobierno, aparece el
ministro de economía junto al hermano del Capitán presidente de la Asamblea
Nacional afirmando con sonrisas que “2015 será un excelente año en materia
productiva”. Inmediatamente, un ejército fantasma en las redes sociales inunda
la escena con comentarios, halagos, alabanzas. Máquinas que programan mensajes
las 24 horas. Robots. Semejan al sistema de justicia, o al poder electoral. Atienden
las reglas de la sala situacional respectiva.
Se posiciona una etiqueta común, la frase utilizada para
vanagloriar al Supremo con las oraciones de rigor. Cualquier intento para
mitificar a quien trajo tal calidez, tales bondades, tal momento estelar de paz
y abundancia, siempre será bienvenido. Los protagonistas de la propaganda, la
“Generación Chávez”, son, o por lo menos eso busca dar a conocer el show
digital, aquellos niños, hoy jóvenes, que crecieron en estos 15 años de
revolución y que ahora toman, gracias a la bendición del Supremo, su lugar en
la historia acompañando el modelo chavista.
Tras la pantalla, señal en alta definición que muestra el
canal de “todos los venezolanos” en cualquier punto inhóspito de la geografía,
los hoy jóvenes, ayer niños, y, los hoy adultos, ayer jóvenes, deben abrirse
paso en las peores condiciones imaginadas. La revolución que los inspiró, que los
enamoró con sus mensajes de justicia social, cambio y muerte a los corruptos de
inicio del 1999, ha convertido a la nación en un contrasentido. Venezuela,
siendo la hermana pequeña pero rica de la región, se convirtió en un país de
despedidas.
La “Generación Chávez” también hace colas. Sufre tener familiares
y amigos atracados, secuestrados o muertos por la inseguridad; y profundiza en
su dolor cuando el caso pasa a la lista del 96% de impunidad. El carnet de
juventud PSUV no permite acceso ilimitado a productos de primera necesidad o a
gasolina preferencial en estaciones de servicio que no tienen largas filas de
espera. Son víctimas de la inflación, del desembolso repentino en más
impuestos, de la lectura diaria en los labios de sus amigos que al borde del
llanto reiteran “no consigo trabajo, no tengo para pagar la universidad, nunca
tendré un carro”. Una vivienda puede costar más de 600, 700, 800 salarios
mínimos; ser “Generación Chávez” no hace que te bajen los precios.
Todos los jóvenes no son ni fueron miembros de la
“Generación Chávez”. Esta ha sido una distinción exclusiva de un importante
grupo que para conseguir alguna oportunidad de trabajo, beca, ayuda o recibir
beneficios de misiones sociales, se anotaron en la lista. Marcharon de rojo,
asistieron a mítines y han soportado sobre sus cabezas las gorras con las
consignas cursis de la sala situacional. Hoy, ven como el país se cae a
pedazos. Existen huellas borrosas de lo que fue una Venezuela pujante, en la
que nacieron sus padres, y la que no heredarán si no dan el primer paso:
desertar.
Ángel Arellano