La educación… ese tormento.
Problema sin aparente solución en la Venezuela de hoy. Nuestra condena actual
no fue provocada por los espíritus de la conquista ni por tentáculos
imperiales; se resume en la precaria atención puesta a un tema central para el
mundo. En oriente y occidente habrá distingos en credos, colores y climas,
pero no en priorizar esa responsabilidad importantísima, de primer orden: ofrecer
una educación de calidad a las nuevas generaciones.
El año escolar inicia en la patria
de Bolívar sin avistamiento de noticias positivas y con un caudal de espantos
que potencian el desgano ya alarmante en los jóvenes que desertan de las aulas
para dedicarse a cualquier otra actividad, siendo la delincuencia, la venta de
drogas y los negocios irregulares, el encantamiento primario en su lista de
oportunidades.
He recogido una cita definitiva de
nuestro momento en el libro “América Latina la revolución de la esperanza”
(1990) escrito a tres manos por J. Salcedo, H. Bernal y N. Iglesias: “Entre más
prole, más proletarios, y por tanto más agentes revolucionarios”. Es ése el
plan de la Revolución, no hay otro: se crece en la ignorancia, la pobreza, la
miseria, el desconocimiento de las artes, el retroceso de las ciencias y el aplauso
a la corrupción.
Mientras el planeta discute sobre el
progreso infinito de la tecnología y las naciones se esmeran por tener una
educación más competitiva para ser parte del desarrollo global, Venezuela tiene
esta vergonzosa realidad: 70% de los planteles educativos no están aptos para
iniciar el año escolar. Cito al doctor Mariano Herrera en su estudio sobre
realidad educativa 2002-2010: “entre desertores y repitientes podemos estimar
que 56% de quienes se inscriben por primera vez en 1er año de educación media, abandonaron
o están a punto de hacerlo. Las causas de este fracaso escolar son ampliamente
conocidas: escasez de liceos, escasez de profesores, currículum desactualizado,
clases aburridas, carencia casi total de dotación, etc.”.
Estimular el conocimiento de calidad
como actividad liberadora no está dentro de la agenda de Miraflores. Inminentes
problemas, todos con gran repercusión en el hoy, el mañana y el futuro
inmediato, no son atendidos. El país se encuentra sumido en la más terrible de
las desgracias rumbo al colapso total y la educación, tan a la deriva que no se
escucha en medio del ruido del caos económico y político, será una enredadera
con la que tropezará cada solución y aporte para salir del atolladero una vez
este régimen culmine su momento.
En días recientes una quinceañera
llegaba urgida a la casa de una maestra de trayectoria socialdemócrata
solicitando colaboración con un informe que debía entregar a los fines de
recuperar la cátedra de Historia Contemporánea de Venezuela y no repetir el
cuarto año de bachillerato. La pauta fue “redacte un trabajo sobre los aspectos
negativos de los gobiernos de Carlos Andrés Pérez”. Consternada, la maestra en
cuestión no pudo sino despacharla y la muchacha buscó en otro lado la
información requerida.
Sería común ver tal asignación en un
cursante de Historia, Ciencias Políticas o alguna carrera afín en la
universidad, donde las exigencias son mayores y la lupa hurga en detalles que
puedan esclarecer dudas, aproximaciones y temas discutidos en clase. Pero,
¿evaluar los errores de un presidente de la democracia es insumo para determinar
el valor de la Historia Contemporánea del país en un nivel tan sensible como el
bachillerato? Es ésta la academia del chavismo. En estos salones se encuentran
las semillas de las nuevas generaciones de gerentes y líderes del mañana.
Ángel Arellano
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