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martes, 25 de febrero de 2014

Hora de liderazgos


         En el trascurrir de estos dolorosos días para el país, colmados de heridos, torturados, presos, represión, atropellos, injusticias; aturdido entre la agobiante expectativa de recibir un nuevo nombre de un fallecido a manos de los colectivos paramilitares del gobierno, Sebin, o de la propia “Guardia del Pueblo”, he robado unos minutos para reflexionar sobre el complejo transitar de la alternativa que desde hace rato es mayoría.
            Ser oposición es tarea difícil, no resulta fácil convencer a las masas para hacer esta o aquella actividad, seguir una u otra estrategia o plegarse a la causa con la mayor uniformidad, coherencia y compromiso que tan patriótica empresa nos exige. Menos en momentos de tanta efervescencia y movilización social.
De ser sencillo ser oposición, tuviéramos una nación variopinta en ideas y abierta cual templo a la pluralidad de la sociedad. Pero no es fácil. Es una labor que merece la mayor entrega de tiempo, recursos, corazón y espíritu que ser humano alguno pueda tener.
Del 12 de febrero a la fecha que redacto (25 febrero), el mundo contabiliza 14 muertos, más de 250 heridos, varias docenas de torturados y una cifra de detenidos que pisó los 600 aunque han ido saliendo en libertad bajo régimen de presentación, en la medida que la protesta ha presionado a las autoridades. El gobierno no ofrece cifras oficiales, no les conviene.
            Cuando decidimos encausarnos en la senda del cambio, lo hicimos con la mayor convicción de creer en la política como un peregrinaje social, un apostolado en función del bien común. Quien no es un dirigente social, de causas comunes, no es dirigente político. O por lo menos no en esencia. Ahí está Maduro, un “error de la historia”.
            Venezuela ha llamado a sus hijos a que permanezcan en la calle. Las máscaras de los delincuentes que parapetean las labores de gobierno cayeron al foso y así quieran empatucar la escena con un remiendo de carnaval televisado, conseguirán una muralla de voluntades peleando por sus muertos.
            La lucha estudiantil impetuosa, juvenil, infranqueable, se confunde ahora con las demandas del pueblo llano, el pueblo pobre, necesitado y olvidado por los que se hicieron con el botín y no salen de Miraflores por miedo a caerse con todo y coroto. No es casualidad tanto bonche y rumba en Palacio cuando la República está encendida de cabo a rabo.
            Es la hora de los mensajes bien pensados, de encarnar el sentir popular con firmeza y sin quitar un centímetro de protagonismo a quien hoy tiene ese monopolio: la gente. Es hora de no retroceder y de activar a todos los sectores para presionar por los petitorios planteados que no es más que el sentir de un país desangrado: cese a la violencia, justicia, liberación de los presos, libertad de expresión, igualdad de condiciones, solución a la barbarie económica. Es hora de liderazgos y compromiso unitario.
            El personalismo se quedó sin silla, las peleas pueden colocarse de últimas en la cola. Aquél que sólo busca la foto o que critica desde la comodidad de una poltrona ajena, sin proponer ni dar ejemplo, quedará al margen por sus propios medios. Por ahora, y de manera prolongada, la atención está puesta en el clamor de nuestros conciudadanos. Mucha fe.

Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano

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