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martes, 9 de abril de 2013

Nuestras ganas de votar




          Quise hacer un texto modesto pero emotivo, corto y especial, que encerrara en sus líneas los dictámenes que seguramente nuestra mente ha registrado de una vez, para que nos expresemos el próximo domingo en un momento electoral tan crucial.
            Luego de salir del último acto de campaña del candidato Henrique Capriles en Anzoátegui, ubiqué certeramente un ejemplo que me servirá para ilustrar el por qué el domingo debemos acudir a votar y movilizar sin miedo, y no quedarnos achinchorrados pegados al televisor.
            Pasadas las seis de la tarde del lunes 8 de abril, Capriles Radonski había culminado su reflexivo discurso sobre la Venezuela necesitada de cambio. Sus conocimientos sobre la realidad de Anzoátegui, proveniente de las múltiples giras y visitas realizadas meses atrás, captaron la atención de los oyentes quienes eufóricos aplaudieron cada frase.
            Los que viajaron desde rincones distintos a Barcelona (lugar del encuentro), como mi familia, hicieron “una vaca” entre docenas de personas para pagar un autobús amigo ya que el candidato del gobierno cancelaba el doble e inclusive el triple para que acudieran semi vacíos a su show de media noche. Desde Clarines partieron a la capital de la región en horas del mediodía.
            Al terminar las palabras del candidato del progreso, el padre que la vida me dio, un hombre corpulento de un metro y unos 70 centímetros, cayó completo en un hueco de iguales proporciones mientras buscaba el autobús para regresar al pueblo. En una vía bastante transitada como la avenida Fuerzas Armadas de Barcelona, sucedió la cosa. Se rompió el jean y la camisa como si hubiese peleado con un cunaguaro. Raspado, amoreteado y enchumbado en sangre lo llevaron al cercano ambulatorio Alí Romero.
            Ahí fue atendido por humildes profesionales de la medicina que comentaron no poder asistir al evento de Capriles por sentirse amenazados dentro de la institución. Pocos insumos había en el sitio. Una desagradable imagen de deterioro y falta de equipamiento, contrastaba con el espíritu de trabajo de quienes hacían lo mejor por coger los cinco puntos en la cabeza de Ysidoro tras la aparatosa caída.
            De ahí, la recomendación fue ir con un neurocirujano. El hospital Luís Razetti, al otro lado de la ciudad, estaba colapsado de emergencias y la vía trancada por la movilización del Maduro. Palabras luego, se tuvo que regresar a Clarines medio remendado para zanquear al otro día algún especialista que atendiera la cosa, puesto que a sus 53 años, no es juego de carritos meterse semejante trancazo.
            Para salir del Alí Romero fue un caos por las colas, la falta de semáforos adecuados y de funcionarios policiales y tránsito que colaboraran con la movilidad. A metros de ahí, robaron a dos muchachas que venían del acto caprilista y a un señor lo apuntaron para llevarle un carrito por puesto que era su sustento.
            Desde el Alí Romero hasta la salida de Barcelona para regresar a Clarines, mucho tiempo pasó la familia en el colapso vehicular bajo la oscuridad de la capital por falta de iluminación.
            Al llegar a Clarines, vecinos reportaron apagones en sus sectores, no había agua en la tubería de la casa, y pare usted de contar. Agreguemos que por algún error de cálculo no había mercado en la casa y se debía salir a buscar los alimentos temprano para la papa diaria. ¿Dónde conseguimos harina, aceite, carne, pollo, leche, azúcar? En fin, lo básico.
            El dolor de cabeza para Ysidoro no fue tanto por el golpe dentro del hueco, producto de una reparación inconclusa sin ningún tipo de señalización, sino que después debía parir el dinero para las medicinas y la ubicación de las mismas. Los remedios están tan caros y escasos, que sale mejor “tomar hierbas”.
            Ese es el país que tenemos hoy, es la Venezuela actual, en su peor presentación. Quiero votar por una nación que cambie, donde las obras públicas estén concluidas en su tiempo, se proteja y asista al ciudadano, haya hospitales con equipamiento e insumos de calidad, donde hacer mercado no sea cazar vampiros y el dinero nos rinda para cosas tan elementales como las medicinas. Nuestra República necesita mejoría y sólo nosotros podemos lograrlo, juntos y en paz. Es momento de cambiar, hagámoslo.



Ángel Arellano
Email: asearellano@yahoo.es
Twitter: @angelarellano
www.angelarellano.com.ve

          

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