Tal como lo diría Leonardo
Padrón en texto reciente, escribir se ha convertido en una tarea difícil.
Opinar pierde vigencia muy rápido en Venezuela, pareciera que estuviéramos
internos en un quirófano durante una interminable operación con un paciente
convaleciente pero que se niega a morir.
Las reflexiones, tal
como las hemos venido haciendo a lo largo de las últimas semanas, persisten
vigorosas bajo el espíritu del reclamo de los valores democráticos atropellados
por un camión lleno de consumados burócratas.
Sólo aquellos ocho
fallecidos del día lunes 15 de abril fueron llorados y mencionados por el
gobierno del “mientras tanto” Presidente Nicolás Maduro. El resto de los miles
que perecen en las calles de la nación, mayoritariamente menores de 35 años de
edad, no importan, no tienen un espacio de relevancia en la agenda política del
conclave que nos gobierna.
El no reconocimiento
del otro ha llegado a limites detestables, ya no interesa la opinión
internacional, importa el pensamiento que se asienta en el ideario patrio abuso
tras abuso. La última más estridente, fue el retiro de las comisiones
parlamentarias permanentes a los diputados a la Asamblea Nacional de la
fracción opositora y su máximo derecho indiscutible: la voz y el voto.
La persecución que ha
emprendido la tiranía de los célebres “enchufados” contra todo aquel empleado
público que haya votado por Henrique Capriles, suma cólera a una sociedad ya
golpeada por la injusticia: no hay instituciones. El chavismo sin Chávez busca
desesperadamente alguna explicación a la migración de un millón de votos de su
capital político. Meten la lupa en todas partes menos en su nefasta y
excluyente práctica de desgobernar.
Teléfonos celulares,
redes sociales, relaciones personales, amistades, parentesco familiar, todos
estos aspectos son evaluados por el régimen del “mientras tanto” para botar a
funcionarios de la patria sin importar la flagrante violación a su alabada Ley
Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y Trabajadoras, y a los derechos
humanos. El vocero más vehemente del delirio madurista, fue el ratificado ministro
de vivienda, Ricardo Molina, con declaraciones que le dieron la vuelta al
mundo.
Tendrán que expulsar de la
nómina que pagamos todos los venezolanos con nuestros impuestos y riquezas
minerales, a todo el mundo, puesto que el país necesita de su otra mitad les
guste o no a los “enchufados”.
A falta de comprensión
y capacidad de asombro, interpretamos la descomposición del gobierno a través
de sus nuevas actuaciones en la escena. La auditoría solicitada por la
oposición al proceso electoral presidencial, aparte de traducirse en una
inmensa victoria política, ha puesto en evidencia el desespero y nerviosismo de
un grupo sobreexpuesto, débil, incapaz de echar a andar “las locuras” que antes
frenaba el Comandante Supremo.
Amigos oficialistas,
el uso de la justicia contra jóvenes, dirigentes políticos y comunidades
organizadas, tiene un negativo carácter retroactivo. El rechazo se incrementa
en las filas chavistas porque nadie entiende, ni quiere entender, como este
“entorno ineficiente” pretende resolver los grandes problemas nacionales con
represión y burocracia.
Antes de culminar es
preciso recordar que las pugnas internas en el gobierno están a flor de piel.
El ascenso de Nelson Merentes a la cartera de finanzas, el hacinamiento del
profesor Giordani en su detestado rincón de planificación y el aumento de
delegados, comisiones, directores y encargados, incrementa todos los riesgos
que tiene el país con las tasas de inflación y niveles de inseguridad más altos
de América Latina.
Ángel
Arellano
Email: asearellano@yahoo.es
Twitter: @angelarellano
www.angelarellano.com.ve
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tu nombre y correo electrónico.
.:Gracias por el comentario:.