Así como un sentimiento que altera la conducta humana, el odio dentro de nuestro país es una realidad. Ha podido dividirnos y generar zozobra en quienes menos tienen que ver con la crisis de ingobernabilidad que vive Venezuela, por ello el alza de los no alineados, quienes suman dificultad al pronóstico de los escenarios electorales que se avecinan en la nueva campaña.
Palabras más o palabras menos, la sociedad se encuentra partida en tres bloques que todos los sectores han reconocido. Un aproximado del 30% de los electores se inclinan hacia la oposición, otro 30% se inclina hacia el oficialismo (aún hay muchísima gente que ve bonita esta “revolución”), 10% con rasgos que se identifican con la oposición, 10% con rasgos que aceptan la actual gestión del Gobierno Nacional, y un 20% neutro que se mueve según emociones cercanas al día D.
El odio es disgusto, aversión, repulsión, antipatía, todo lo contrario al cooperativismo, amistad y equilibrio. Incluso en los modelos ideológicos, el odio es una característica emocional del rechazo del capitalismo hacia el socialismo y viceversa. Es decir, un factor socialmente determinante para acabar con una propuesta o con la otra.
En nuestra nación el odio se convirtió en algo popular. Todo está dividido producto de la separación entre la sociedad abiertamente opositora y la abiertamente pro gobierno; dejando un vacío en el que se ubica ese 20% decisivo el día D, que se movilizará en favor del bando que menos odio transmita a ellos.
Para quienes no pertenecen activamente a la contienda político-electoral de hoy día, o sencillamente no se identifican con el acontecer político, el odio entre los polos 14 años opuestos, genera frustración, disgusto y estancamiento.
Veámoslo así: el Gobierno Nacional dejó pasar por debajo de la mesa el reciente nombramiento de Rafael Reif, ingeniero venezolano nacido en Maracaibo, como presidente del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts, sin duda un logro académico sin precedentes para nuestra nación, noticioso en toda Latinoamérica, pero en Venezuela sus representantes prefirieron tocar otro tema. Esto para la vocería gubernamental significaba avalar a las instituciones norteamericanas y la participación venezolana como importante recurso humano en estas latitudes, por tanto no era estratégico hacerlo.
El piloto venezolano de fórmula 1, Pastor Maldonado, fuertemente apoyado por el Poder Central, luego de importantes logros en su carrera, mantuvo a todo el país en ascuas peleándose su entrada en el podio del Gran Premio de Europa celebrado en Valencia, España, el cual terminó en un accidente que no le permitió concretar una llegada victoriosa, sin embargo concluyó en el puesto número diez y seguirá compitiendo. Para sectores radicales de la oposición el accidente fue producto de la inmadurez del piloto y se realizaron fuertes comentarios en su contra aupando a la burla contra el criollo.
Ambos hechos fueron totalmente reales y con amplia cobertura en medios de comunicación, llegando a millones de hogares venezolanos. En este par de situaciones se puede ver claramente la irradiación de odio de un bando y de otro, impactando en ese 20% necesario para lograr un cambio en positivo.
No sólo la selección de futbol nacional puede ser un imán de la reconciliación entre opositores y oficialistas, a nuestro pensar el sector que más sepa proyectar los logros de los venezolanos, sin distinción por su proveniencia, podrá sumar más adeptos, porque si hay algo claro en toda la polémica electoral es que a Venezuela le gusta triunfar y anotarse a ganador.
Ángel Arellano
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