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viernes, 4 de septiembre de 2009

Globalicemos el amor por la Tierra


Hay desequilibrio, sí, mucho. Tanto como para darnos cuentas en los respiros del aire de la mañana o del humo rancio de la noche. Eso transparente que nos rodea se está volviendo más gris y más pesado.
El problema ambiental supone un reto mundial que hoy, 2009, no ha sido aún interpretado por todas las naciones y rincones que habitan el planeta y que de él extraen algo para su beneficio particular.
La extracción petrolera, Venezuela siendo principal protagonista de esta realidad, es un mal que más allá de generar grandes dividendos al país, regala desastres por doquier a la fauna y flora mundial. Sembrar el petróleo significa buscar otras soluciones productivas, no depender la vida del Estado en ese recurso. El calentamiento global, vale hacer cuña al documental “Una Verdad Incómoda” del demócrata Al Gore, representa la más abominable crisis que el mundo haya visto jamás.
Nunca se habían visto tantos miles de reportes sobre deshielos e inseguridad ambiental. Los desastres que ocurren en todo el globo terráqueo son sólo facturas que la Tierra pasa a sus habitantes para decirles que no están solos y que hay una naturaleza esperando por un amor que nunca ha sido recíproco.
Rescatando gloriosas palabras de Eduardo Galeano, palabras que se han clavado en el pensamiento transformador americano, sostenemos que “a Dios se le olvidó un último mandamiento: amarás a la naturaleza, de la que formas parte”. Es esa escaza integración que existe entre el ser humano y las plantas, animales y demás seres vivos, la que ha sumido a la humanidad en un clima de intolerancia en el que solo hay espacio para la tecnología y sus nuevas ideas.
La globalización globaliza el comportamiento del humano, lo lleva a todos lados en un momento con solo marcar ENVIAR o un simple CLICK. Ésta, como proceso histórico y etapa firme de los cambios que la sociedad internacional requiere, trasciende en crear una inmensa y estable red en todo el planeta que básicamente se hace de la comunicación como maquina motora para mantener sus objetivos. Entonces, ¿por qué no usar en verdad la globalización y sus aportes tecnológicos y avances comunicativos para dar amor a una Tierra que siempre lo ha esperado?, ¿por qué sólo los ecológicos deben estar haciendo campañas mundiales tratando de apagar la electricidad en un mayor número de países por veinte minutos?
Los movimientos verdes no deben ser los únicos responsables de las acciones e iniciativas de apoyo a la naturaleza y de cero explotaciones a las zonas delicadas del mundo. Somos nosotros, queridos ciudadanos, quienes debemos apoyar. Desde la popular basura callejera, hasta el mal uso de la electricidad y las grandes industrias contaminantes, tiene que ser punto de número para colocar la lupa. No hay mucho tiempo para reflexionar, el planeta se nos está acabando. Nuestra representación civil tiene que tener liderazgos que construyan bases en ese esfuerzo colectivo que debemos tener para preservar el techo que nos queda: la Tierra. Pensemos en eso y demos cariño a nuestra casa primordial.

Ángel Arellano
www.angelarellano.tk

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