Se debería considerar superfluo y absurdo el apoyar este “proceso de cambio” que vivimos en Venezuela. No se necesitan muchos conocimientos para describir nuestro entorno cada vez más degradado y humillado por los que están arriba. Y el decir “los que están arriba”, no comprende (nunca comprendería), a personas que han dedicado su vida y trabajo en construir la igualdad en su comunidad, y mucho menos, en laborar por un futuro progreso de ésta. Sino, a vulgares ambriadores adulantes disfrazados de izquierdistas que roban la riqueza negra y todo lo producido y explotado en el país, para saciar su sed de “riqueza” capitalista.
¿Por qué considerar revolucionarios a los farsantes lacayos del gobierno?
Desde que los corruptos y ladrones de Miraflores tomaron posesión de mando, han querido plasmar en Venezuela una imagen sumamente falsa de “revolución”. Para ellos, que viven en una extrema comodidad y hacen de su vida una pereza formidable, la concepción de revolución se ve desde las trincheras militares y las insurrecciones políticas. El discurso de los lacayos del “máximo líder”, expresa, realmente, inminente ignorancia y desprestigio para los humanos que creen en una posible revolución. No se pueden llamar revolucionarios a esos servidores “indirectos” del imperialismo y la destrucción. Sus proyectos de “unión y hermandad” latinoamericana proponen la desaparición de territorios, y por ende, de gente. Sin dejar atrás la violencia y el desconcierto bélico que ocasionan sus “victoriosos” discursos. Prefieren matar de hambre a los fieles de un cambio real y sincero en la repulsiva estructura que han ido tejiendo para atraparnos y exprimirnos hasta morir.
Mentirosas frases que llaman a la igualdad llenan el vocabulario del tren ejecutivo presidencial, gubernamental y municipal. Sus fonemas enamoran a pobres que cada vez más caen poco a poco en la desdicha de pertenecer a la ideología del color rojo, sin saber que una hojilla corta sus gargantas para eliminarles la virtud de disentir. Son muchos inocentes los que buscan una respuesta a su estómago en la “revolución bolivariana”. Otros, considerados reptiles magnicidas y ladrones, acaban con una lógica libertad que habita en nuestro cerebro. Inocentes: creen escuchar respuestas a sus plegarias de ansia y progreso para con los suyos: con lentes de acero “los revolucionarios” cubren sus ojos ocultando la verdadera discordia que se vive en las calles.
Revolucionarios aquellos que hagan la paz. Es importante saber, y tener bien claro, como se conoce, que el gobierno distorsiona la concepción de revolución y libertad: la imagen que muestra de la revolución cubana y haitiana, por citar unos ejemplos, es totalmente opuesta a la realidad. Su tópico de igualdad debe ser denunciado hasta morir. El emblema de “patria, socialismo o muerte” busca la guerra civil en tierras venezolanas. El “máximo líder”, déspota, creyente de una hegemonía en todo campo, lleva la batuta para teñir de sangre nuestras calles.
Los personeros adulantes del caudillo centralista, opresor y ladrón, no pueden ser denominados revolucionarios, jamás. Un término más correcto, para estos servidores del vandalismo y la explotación, es: basura. Sí, basura, sólo eso puede llamarse alguien que predique la matanza de pueblos y cultive las enseñanzas de un militar que se ha encargado de empobrecer hasta la desgracia a un pueblo tan valioso como el de Venezuela.
Pronto se irá planteando, dentro del marco ideológico del “Socialismo del Siglo XXI”, la necesidad de eliminar individuos que no protagonicen, ni militen, en su gran cueva de asesinos y cóleras de la sociedad (llamados así por su “patriótica” acción a la hora de eliminar sangre que esté en desacuerdo): PSUV.
Nuevos y verdaderos revolucionarios, que creen en la unión de las masas y la igualdad dentro de ellas, están con el puño en alto para detener esta usurpación del término revolución. Mientras que otros, rápidamente, están naciendo para construir un mundo nuevo creyente de la libertad.
Ángel Arellano.
CI: 19.841.865
asearellano@yahoo.es
¿Por qué considerar revolucionarios a los farsantes lacayos del gobierno?
Desde que los corruptos y ladrones de Miraflores tomaron posesión de mando, han querido plasmar en Venezuela una imagen sumamente falsa de “revolución”. Para ellos, que viven en una extrema comodidad y hacen de su vida una pereza formidable, la concepción de revolución se ve desde las trincheras militares y las insurrecciones políticas. El discurso de los lacayos del “máximo líder”, expresa, realmente, inminente ignorancia y desprestigio para los humanos que creen en una posible revolución. No se pueden llamar revolucionarios a esos servidores “indirectos” del imperialismo y la destrucción. Sus proyectos de “unión y hermandad” latinoamericana proponen la desaparición de territorios, y por ende, de gente. Sin dejar atrás la violencia y el desconcierto bélico que ocasionan sus “victoriosos” discursos. Prefieren matar de hambre a los fieles de un cambio real y sincero en la repulsiva estructura que han ido tejiendo para atraparnos y exprimirnos hasta morir.
Mentirosas frases que llaman a la igualdad llenan el vocabulario del tren ejecutivo presidencial, gubernamental y municipal. Sus fonemas enamoran a pobres que cada vez más caen poco a poco en la desdicha de pertenecer a la ideología del color rojo, sin saber que una hojilla corta sus gargantas para eliminarles la virtud de disentir. Son muchos inocentes los que buscan una respuesta a su estómago en la “revolución bolivariana”. Otros, considerados reptiles magnicidas y ladrones, acaban con una lógica libertad que habita en nuestro cerebro. Inocentes: creen escuchar respuestas a sus plegarias de ansia y progreso para con los suyos: con lentes de acero “los revolucionarios” cubren sus ojos ocultando la verdadera discordia que se vive en las calles.
Revolucionarios aquellos que hagan la paz. Es importante saber, y tener bien claro, como se conoce, que el gobierno distorsiona la concepción de revolución y libertad: la imagen que muestra de la revolución cubana y haitiana, por citar unos ejemplos, es totalmente opuesta a la realidad. Su tópico de igualdad debe ser denunciado hasta morir. El emblema de “patria, socialismo o muerte” busca la guerra civil en tierras venezolanas. El “máximo líder”, déspota, creyente de una hegemonía en todo campo, lleva la batuta para teñir de sangre nuestras calles.
Los personeros adulantes del caudillo centralista, opresor y ladrón, no pueden ser denominados revolucionarios, jamás. Un término más correcto, para estos servidores del vandalismo y la explotación, es: basura. Sí, basura, sólo eso puede llamarse alguien que predique la matanza de pueblos y cultive las enseñanzas de un militar que se ha encargado de empobrecer hasta la desgracia a un pueblo tan valioso como el de Venezuela.
Pronto se irá planteando, dentro del marco ideológico del “Socialismo del Siglo XXI”, la necesidad de eliminar individuos que no protagonicen, ni militen, en su gran cueva de asesinos y cóleras de la sociedad (llamados así por su “patriótica” acción a la hora de eliminar sangre que esté en desacuerdo): PSUV.
Nuevos y verdaderos revolucionarios, que creen en la unión de las masas y la igualdad dentro de ellas, están con el puño en alto para detener esta usurpación del término revolución. Mientras que otros, rápidamente, están naciendo para construir un mundo nuevo creyente de la libertad.
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