“La explotación del hombre por el hombre”, termino referido por numerosos autores y, hasta por el supremo “líder” venezolano. Esta frase conjuga uno de los temas olvidado por muchos, y recordado por pocos. Cuando de exprimir la última gota de sudor del trabajador se habla, aparecen los grandes dueños de empresas y protagonistas políticos, para unirse al debate de falsedades. Defienden, incluso, sobre su voluntad religiosa, el supuesto deber que ellos han de cumplir para con sus trabajadores y el desarrollo de su organización. Sin dejar atrás, su “obligación moral” dentro de la sociedad en la que se ubica dicha empresa, colaborando con atenciones y vienes materiales al pueblo.
En este saco de desangradores, se encuentran, jefes, directores, presidentes y gerentes de empresas y compañías privadas y nacionales (entiéndase nacionales por, empresas del estado) que ejecutan sus labores de trabajos en pro de sus beneficios, y se olvidan de aquél que no ha pagado la luz en su casa o que no consigue nada en la nevera: la clase baja, etc. En el caso de las empresas privadas, los patriarcas tienen la facultad, de no encarar al trabajador e incumplir con sus obligaciones salariales. Sólo existe un beneficio para ellos: el crecimiento de la imagen empresarial y el aumento de capital en los bolsillos de los grandes “emprendedores” (empresarios de gran envergadura). Muchas transnacionales y empresas privadas, que hoy siguen desarrollándose en el terreno económico de Venezuela, no ofrecen un salario digno a sus empleados, y solo cancelan los requisitos básicos para no ser sacados del mercado. Sin embargo, pintan de un agradable color las oficinas de recursos humanos para aquél que quiera ingresar a esta “academia de la esclavitud”. Desde el descubrimiento de América, el capital privado ha sido el culpable de la sangre injustamente derramada por tantos pueblos indígenas que habitaban en éste espacio geográfico. La historia desenmascara al capital privado y lo arroja hacia nosotros como el responsable de la agrandada tasa de mortalidad y pobreza vivida en el mundo.
Las empresas nacionales: son las comprometidas en sostener la economía de un país. Es un enigma para el cerebro humano el hecho de la malversación de fondos: cada empresa e institución venezolana presenta mínimo un caso de mal uso de los recursos recibidos por el gobierno (y otros, que la miseria que se les suministra, para un futuro “progreso”, se esfuma). En Venezuela, las organizaciones y empresas que preside el estado, han evolucionado en un criadero de adulantes. Para poder ingresar y trabajar pacíficamente en un ente gubernamental, actualmente, debes pertenecer a un partido político que represente los intereses del “líder revolucionario”, o sino, por lo menos, hablar bien de él (no vaya a ocurrir que te pongan de patitas en la calle). Aunado a esto, hallamos el ego y el despotismo que ilustran la personalidad de los encargados. Hablar mal de la organización o de la gente que se encuentra “al frente” de esta, puede ser equivocado. No considero que algún chavista, gerente de una empresa del estado venezolano, le tiemble la mano para tachar de la nómina al individuo que se atreva a manchar la “reputación” de un adepto al régimen. Y a todas estas, ¿cuál reputación? Las personas que se encargan de las trincheras del gobierno, capaz y saben escribir (sin discriminación, pero es la verdad): uno cada día se asombra más al saber de la incompetencia de los dirigentes que apoyan la ideología “marxista-bolivariana” (con una que otra excepción). Docentes, médicos, la gran clase obrera, entre otros trabajadores públicos, se ubican en situación de pobreza y no ven por ningún lado la presencia del popular “bono salarial”, o un aumento. Estas personas que siguen cumpliendo con su labor son los que merecen un aplauso por su moral y ayuda social.
En este saco de desangradores, se encuentran, jefes, directores, presidentes y gerentes de empresas y compañías privadas y nacionales (entiéndase nacionales por, empresas del estado) que ejecutan sus labores de trabajos en pro de sus beneficios, y se olvidan de aquél que no ha pagado la luz en su casa o que no consigue nada en la nevera: la clase baja, etc. En el caso de las empresas privadas, los patriarcas tienen la facultad, de no encarar al trabajador e incumplir con sus obligaciones salariales. Sólo existe un beneficio para ellos: el crecimiento de la imagen empresarial y el aumento de capital en los bolsillos de los grandes “emprendedores” (empresarios de gran envergadura). Muchas transnacionales y empresas privadas, que hoy siguen desarrollándose en el terreno económico de Venezuela, no ofrecen un salario digno a sus empleados, y solo cancelan los requisitos básicos para no ser sacados del mercado. Sin embargo, pintan de un agradable color las oficinas de recursos humanos para aquél que quiera ingresar a esta “academia de la esclavitud”. Desde el descubrimiento de América, el capital privado ha sido el culpable de la sangre injustamente derramada por tantos pueblos indígenas que habitaban en éste espacio geográfico. La historia desenmascara al capital privado y lo arroja hacia nosotros como el responsable de la agrandada tasa de mortalidad y pobreza vivida en el mundo.
Las empresas nacionales: son las comprometidas en sostener la economía de un país. Es un enigma para el cerebro humano el hecho de la malversación de fondos: cada empresa e institución venezolana presenta mínimo un caso de mal uso de los recursos recibidos por el gobierno (y otros, que la miseria que se les suministra, para un futuro “progreso”, se esfuma). En Venezuela, las organizaciones y empresas que preside el estado, han evolucionado en un criadero de adulantes. Para poder ingresar y trabajar pacíficamente en un ente gubernamental, actualmente, debes pertenecer a un partido político que represente los intereses del “líder revolucionario”, o sino, por lo menos, hablar bien de él (no vaya a ocurrir que te pongan de patitas en la calle). Aunado a esto, hallamos el ego y el despotismo que ilustran la personalidad de los encargados. Hablar mal de la organización o de la gente que se encuentra “al frente” de esta, puede ser equivocado. No considero que algún chavista, gerente de una empresa del estado venezolano, le tiemble la mano para tachar de la nómina al individuo que se atreva a manchar la “reputación” de un adepto al régimen. Y a todas estas, ¿cuál reputación? Las personas que se encargan de las trincheras del gobierno, capaz y saben escribir (sin discriminación, pero es la verdad): uno cada día se asombra más al saber de la incompetencia de los dirigentes que apoyan la ideología “marxista-bolivariana” (con una que otra excepción). Docentes, médicos, la gran clase obrera, entre otros trabajadores públicos, se ubican en situación de pobreza y no ven por ningún lado la presencia del popular “bono salarial”, o un aumento. Estas personas que siguen cumpliendo con su labor son los que merecen un aplauso por su moral y ayuda social.
Tanto las grandes élites del sector privado (internacional o no), como el sector económico representado por el estado, colaboran agarrados de manos al empobrecimiento de Venezuela. Los bien alimentados y satisfechos empresarios y gerentes, solo pronuncian al pueblo la conocida frase “estamos trabando”, para callar un poco la protesta que se ve cotidianamente en las calles, y tratar de continuar con su extorsión y atropello a la estabilidad económica del trabajador honrado. No se puede dejar de comentar la expresión que concede el régimen autócrata para con su masa de adulantes cuando estos se alzan: “Si se paran están botados”. ¡Qué muestra de patriotismo!
El camino, para aquellos que no quieran pertenecer a esta jauría de explotadores en la que se han convertido los productores y encargados de capitales privados y estadales, es: la independencia. Para no vivir de nadie a la hora de hacerse en el terreno laboral: no recibir insultos ni limosnas de salarios. La oferta de una faena libre, y sin decisiones tomada por otros, es la mejor opción dentro del campo de las cosas por hacer: el trabajo.
Ángel Arellano.
CI: 19.841.865.
asearellano@yahoo.es
El camino, para aquellos que no quieran pertenecer a esta jauría de explotadores en la que se han convertido los productores y encargados de capitales privados y estadales, es: la independencia. Para no vivir de nadie a la hora de hacerse en el terreno laboral: no recibir insultos ni limosnas de salarios. La oferta de una faena libre, y sin decisiones tomada por otros, es la mejor opción dentro del campo de las cosas por hacer: el trabajo.
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