Aquí encuentras mi opinión, lo que pienso sobre Venezuela y el momento que nos ha tocado vivir. Lecturas, crónicas, artículos, relatos y crítica... Bienvenidos.

domingo, 12 de julio de 2015

Visitando a Américo en el Razetti

         En el hospital Luís Razetti de Barcelona los médicos recuerdan los reportajes que realizaba el periodista Américo Hernández en sus años mozos. Él se encuentra internado por una de dolencia que lo ha llevado a permanecer en el recinto durante un par de semanas.
            Como del venezolano lo que más recoge el mundo es su capacidad para demostrar afecto y solidaridad, asistí un día cualquiera a visitar a Américo y llevarle un libro. Los minutos que transcurren en el hospital se convierten en horas y las horas en días, haciendo de los días semanas y de las semanas una eternidad. Cuando llegué a la camilla en la que reposaba acompañado de su amable esposa, le entregué el ejemplar y hablamos. En medio de la conversación decidió prestarme un libro que tenía junto a él. La obra en cuestión era “¡Viven! La tragedia de Los Andes” de Piers Paul Read (1974), el famoso relato sobre los deportistas uruguayos que se estrellaron en las frías montañas que dividen Chile de Argentina. Aquella tragedia se hizo popular en su tiempo cuando los sobrevivientes confesaron haber comido carne humana para paliar el hambre durante 70 días de intemperie.
“¡Después de leer esto sé que lo que tengo es una pica’ e’ plaga!”, me dijo Américo. La exclamación fue un lugar común. Si algo nos caracteriza es nuestra capacidad de adaptación en las más deplorables circunstancias. Solo miremos alrededor cuántas personas subsisten en medio de esta crisis sin parangón.
Cuando bajaba las escaleras del hospital pensé en la precariedad de su situación, en el deterioro de la infraestructura, en la miseria de sus insumos y en el drama de quienes ahí laboran. Más de 20 mil médicos venezolanos se han ido al extranjero en los últimos años. Las ruinas del país. Aquella institución de primer mundo inaugurada en su ubicación actual en 1963 por Rómulo Betancourt, ícono de la democracia moderna, y reinaugurado docenas de veces por los gobernantes populistas de turno, es el símbolo de la decadencia de la región. Cito una interrogante que Tomás Straka se hace en “La república fragmentada” (2015): “¿cómo es posible que al cabo de los años más prósperos, libres y pacíficos de la historia venezolana (lo cual no quiere decir que lo hayan sido en términos ideales, sino comparados con lo ocurrido hasta entonces) se llegara a tal sensación de fracaso?”.
A las 7 de la noche regresaba a casa. Y aunque corrí con suerte porque mi vehículo estaba entero en el oscuro estacionamiento, en la salida del hospital me detuvo una cola que duró por lo menos dos horas: motorizados protestaban exigiendo a la morgue la entrega de un compañero fallecido. La policía se desentendió del asunto. Patrullaban los alrededores pero no interactuaban con los manifestantes. Algo similar había sucedido toda la semana en la Universidad de Oriente, en donde encapuchados trancan la avenida, saquean camiones y roban a estudiantes. Muchos pacientes que salían de alta, otros que intentaban ingresar y varios que necesitaban salir rápido del sitio para iniciar la angustiosa búsqueda de medicamentos, se encontraban en aquella cola.
Un par de días después el director de la Policía regional ofreció a la prensa una declaración escalofriante: “Polianzoátegui vigilará la UDO si le garantizan seguridad”. ¿Quién debe brindar seguridad a quién? El que los responsables de resguardar a la sociedad pidan ayuda nos da una idea de nuestra deplorable situación.
  
Ángel Arellano

martes, 7 de julio de 2015

Falsa reclamación del Esequibo

Maduro en 2013 visitó Guyana para afirmar que todo "marcha muy bien".
  
            En los seis años que duró Nicolás Maduro como Canciller la controversia por el Esequibo no existió. Guyana representaba en esos momentos un voto necesario en la comunidad de naciones que convalidaban el accionar del régimen. Incluso, es interesante observar con detenimiento los aportes del gobierno de Chávez al Estado guyanés. La chequera de la Revolución y la petro-diplomacia a través de puentes como el de Petrocaribe, compró muchos votos del vecino país. Para el Comandante Supremo la reclamación era cosa de la época colonial.
            Venezuela no tiene un historial efectivo en el reclamo del Esequibo. Todavía los mapas que se comercializan en nuestro el país, y con los que aprendimos geografía en las aulas de clases, cubren ese extremo con rayas que advierten la negación de esas tierras. De niño preguntaba, al igual que mis compañeros, “¿por qué ese pedazo dice ‘Zona en Reclamación’? ¿Quién lo reclama?”. Las respuestas de las maestras eran vagas e imprecisas. Fue en la universidad cuando persuadido por los libros de historia comprendí el problema de ese territorio que a pesar de ser venezolano, ha sido obviado por el debate nacional y por tanto su recuperación parece una isla en medio del mar de calamidades que se ventilan a diario. No es parte de la agenda aun cuando sea un terreno rico en oportunidades por sus múltiples cualidades naturales, geográficas y su altísimo potencial mineral y de hidrocarburos. La Venezuela petrolera abandonó un nicho de explotación muy importante.
            La coyuntura política muestra inmensas oportunidades para nivelar la correlación de fuerzas. Por lo menos ocho de cada diez venezolanos reprueban la situación de crisis económica y caos social en la que vivimos. Todos los escenarios para las elecciones parlamentarias refieren una derrota considerable para el partido de gobierno y es por eso que luego de tantos años de abandono el Ejecutivo posiciona en el centro de la discusión el asunto con Guyana. Apabullado por las quejas de los sectores opuestos y afines que sufren el vertiginoso desabastecimiento y el ascenso sin precedentes del costo de la vida, el gobierno intenta exacerbar ánimos nacionalistas exigiendo unión de toda la sociedad entorno a una polémica absurda, fantasiosa y que sólo ignorantes (que no son pocos) pudieran apoyar. Este tema salta a la palestra por decisión circunstancial de un gobierno enmascarado que con ayuda de su sistema de medios de comunicación totalitario pretende polarizar, condenar a los “apátridas” que no se sumen al supuesto reclamo y unificar sus sectores antes leales y ahora descontentos.
Desde luego, no se pueden descartar otras situaciones fortuitas. Extremar las tensiones con Guyana, país que ya ha logrado el apoyo de numerosos Estados del vecindario (los mismos que votan a favor de Venezuela en la OEA, Unasur y ONU), pudiera devenir en un eventual decreto de estado de excepción con la finalidad de suspender los comicios parlamentarios de diciembre. ¿Descabellado? En esa escena la oposición tiene un papel central: impedir que alguno de sus factores se sume a esta fábula de la reclamación del Esequibo. No “pisar el peine”. El gobierno espera la mínima equivocación de sus contrarios. Recordemos que resolver los miles de problemas que aquejan a la nación nunca ha sido la prioridad de quienes, por ahora, controlan el timón.

Nota: Recomiendo lectura de este artículo que publicó el Dr. Sadio Garavini Di Turno sobre la postura de Maduro ante Guyana en 2013: http://goo.gl/pOUqOM


Ángel Arellano

jueves, 2 de julio de 2015

La tragedia de Guasdualito


          Veinte mil personas están damnificadas en este momento. Veinte mil. Una cifra enorme. Escandalosa. Quienes sufren esta condición son habitantes del Municipio José Antonio Páez del estado Apure. Guasdualito, su capital, ha sido escenario de una batalla campal entre el oficialismo y la combativa alcaldesa de la oposición, Lumay Barreto. El gobierno de Nicolás Maduro intenta por todos los mecanismos, privilegiando la violencia y la agresión física como estrategia de coacción, desalojar a la disidencia de esta alcaldía. Hace menos de un mes Barreto se trasladó ante la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para denunciar su destitución ilegal por parte del Concejo Municipal chavista.

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            Un par de semanas de torrentosas lluvias ha inundado todo el pueblo. Guasdualito muestra su peor rostro. El agua turbia llega a la mitad de las casas. En ocasiones puede rosar el techo de las viviendas. Veinte mil almas han salido espantadas de sus hogares por el arrebato de la naturaleza. No hay electricidad, ni teléfono, ni agua potable, ni sitios para resguardo. Las carreteras que conectan esta zona de Apure con Barinas y Táchira están a punto de ceder. Varios kilómetros de vía se encuentran bajo el agua.
El río Arauca se ha impuesto en todo el territorio.
            La tragedia de Guasdualito, así como la de todos los pueblos, caseríos, ciudades y grandes metrópolis de Venezuela, es no contar con planes de contingencia ni con un aparato logístico que activar en momento de emergencias tan graves. Rezan, se persignan, piden a Dios y salen a la calle a ayudar, a sacar gente de sus casas, a perseguir algún ruido lejano para rescatar un niño, un hombre o una mujer en desgracia. Guasdualito es tierra caliente de la frontera, del narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares. Ahí la seguridad es decretada por el rifle. La ley del monte. Pero ese control irregular no se ha manifestado en medio del aguacero. Ha tocado a la alcaldía, con sus precarios y ajustados recursos y capacidades, bregar para impulsar las labores de rescate, reubicación y apoyo a tantas familias desalojadas.

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            Los militares que llegaron a Guasdualito para incorporarse al operativo de evacuación de los afectados, fueron en procura de algún dinero extra. Una orden los hizo abandonar sus posiciones tradicionales de “matraqueo” para enviarlos a esta eventualidad antipática que pocos han querido atender, pues, a todas estas, el Ejecutivo Nacional no ha querido decretar el estado de emergencia en Apure y el Ministro de Transporte Terrestre, Haiman El Troudi, oriundo del vecino estado Barinas, informó a la prensa que lo sucedido es en ocasión de una falla en una alcantarilla. Esto no está ocurriendo, o por lo menos no en la cúpula roja. La orden de Miraflores ha sido censurar a emisoras y televisoras que puedan tener algún tipo de transmisión en directo o diferido. Vaya usted a saber cuántos chavistas están damnificados en Guasdualito enterándose de que su gobierno los ha dejado solos.
            Otra tragedia, más coyuntural y poco común en la norma, ha sido el accionar de estos militares. Las pocas provisiones en alimentos y productos de primera necesidad enviados para los afectados por las inundaciones en Guasdualito son vendidas por los funcionarios de las Fuerzas Armadas. 700 bolívares cuesta una bolsa de comida para cada cristiano. En cuestión de minutos los soldados organizaron una eficiente red de venta en la que los desgraciados ciudadanos del pueblo no pueden participar por falta de recursos. Los bancos están bajo el agua. El dinero escondido en el escaparate, el colchón o la vasija de arcilla, también ha perecido tras el golpe del Arauca.
Cuando la ciudadanía creyó que nada más podía sorprenderlos después de la desventura del diluvio, llegaron los hombres de verde, los guardianes del pueblo, a demostrar que siempre podemos estar peor.

Ángel Arellano