Al ver luz estas
líneas ya todos los espacios publicitarios del país fueron inundados por
imágenes del difunto Hugo Chávez en su 59 aniversario. Pocos desaparecidos
celebran su cumpleaños. Pero aquí, en tierra de nadie, donde sólo manda el
desalmado y corrupto ramplón que ostenta la chapa poderosa, las urnas soplan
velas.
Tan patética como
siniestra se presenta la realidad de la industria venezolana. El legado de
Chávez a la Patria de Bolívar fue la bancarrota. La trágica y degradante
situación de las finanzas nacionales humillan nuestro sentir más republicano,
porque hoy día somos tan dependientes que hasta para exclamar, el gobierno debe
pedir permiso a unos pranes antillanos pedigüeños.
El maíz, un rubro
necesario para el país de la arepa, está tan por el suelo que no generamos a la
comunidad internacional otra reacción distinta a la burla. Solo un progresivo
aterrizaje forzoso sería el esquema más acertado para explicar el bajón de una
nación que hoy no exporta nada y que su mercado se mueve al ritmo de los
gestores que cuadran las divisas en los círculos adyacentes a Cadivi y el
estrenado Sicad.
Todos esperan un gajo
de dólares porque la nutritiva tierra criolla está perdiéndose en tala, quema,
químicos y basura. Decadencia, perversidad. Es más económico importar maíz que
producirlo en suelo patrio. Cuesta 2,2 Bs. colocar en el mercado un kilo de
maíz, pero traerlo de afuera sólo necesita 0,8 Bs. La falta de tecnología,
apoyo financiero al agro, expropiaciones y retaliación contra el empresariado,
nos ha llevado a este lamento. En eso hemos andado los últimos años.
Para 2007 Venezuela
producía 2.440.778 toneladas de maíz e importaba 546.112. En 2012, el año de la
explosión del consumo por la hemorragia de divisas que aseguraron la victoria
de Chávez en diciembre, la conclusión fue
una producción de maíz de 2.459.513 toneladas y otras 2.411.443 traídas del
extranjero. Poco más de 48 mil toneladas de diferencia.
En seis años la
producción del rubro más importante en la dieta del pueblo no ha subido un solo
peldaño. Sin embargo, las importaciones sí. Es casi lo mismo lo hecho aquí que
lo hecho allá. ¿Soberanía alimentaria? Farsa, absurdo. Acabaron con el aparato
productivo construido al calor de las familias venezolanas para llenar los
puertos con granos de maíz traídos de países en mejores condiciones “a
petrodólar limpio”.
Los gringos, los
afamados enemigos de la humanidad, publicitados más por sus impertinentes
enemigos que por su maquinaria comunicacional, producen 6.818 kilos por
hectárea de maíz al año: primeros en el mundo. Argentina suma 4.672 kilos por
hectárea de maíz y Uruguay, un país de apenas 176 Km2, produce 4.587 kilos por
hectárea. Paradójicamente la Venezuela de Chávez y su chavismo sin líder, sólo
produce 3.556 kilos por hectárea en una extensión territorial cinco veces mayor
a la del Uruguay.
El 49,5% de las arepas
que nos comemos son hechas con harina de un maíz Brasileño, Estadounidense,
Argentino, pero no venezolano. 691.498 hectáreas fueron cosechadas en la tierra
de Bolívar en 2012. Estimaciones hechas años antes de que la Revolución se
instalara en Miraflores, proyectaban mucho más para la fecha. Pero al igual que
la producción de petróleo, la de maíz nunca subió. Bajó o se mantuvo a los
niveles de la mal llamada Cuarta República.
Eso, entre otras
cosas, festejamos en el nombre de Chávez. Gobierno sordo, indolente. A pesar de
que Fedeagro asegura que invierto solo el 15% del dinero que gastamos
importando maíz podemos reflotar la cosecha nacional, para el chavismo eso es
muy lejano. Mejor es guisar puerto por puerto, contenedor por contenedor. Y ahí
vamos.
Ángel Arellano
Email: asearellano@yahoo.es
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